La infinidad musical/ Cabía una vez, de David Wapner

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Cabía una vez
David Wapner
Ilustraciones de Juan Lima
Buenos Aires
Calibroscopio
2013

 

 

 

Por Cecilia Bajour

Cabía una vez” anuncia el título de este libro. El tiempo imperfecto es la contraseña para abrir las puertas a todo juego; una temporalidad que habilita el azar y la experimentación en el habla poética, en la ilustración y en el arte del diseño. Cuando se usa el imperfecto lo imposible es invitado a desestabilizar lo posible. Lo que es convive con lo que no es en el marco de una ley lúdica. Eso lo saben los niños cuando se ponen a jugar e instalan el “¿dale que eras un villano, una extraterrestre, otro u otra?” (las posibilidades de la transformación son infinitas en el juego). El tiempo presente queda en suspenso hasta el regreso desde el otro mundo en que “había una vez”, como en los cuentos.

El título de este poemario escrito por David Wapner e ilustrado por Juan Lima juega con  un doble eco que se expandirá luego al abrir el libro: el del guiño al tiempo “otro” de las invenciones y el deslizamiento del significante desde el “haber” al “caber”. La tapa creada por Lima retoma poéticamente estas posibles resonancias jugando con el libro en su carácter de objeto al crear un efecto de profundidad: en una mano nocturna y con huellas sobre un fondo violeta “cabía una vez” una luna calada en su palma. ¿Una luna en su faz creciente? Cabe entonces entrar materialmente en el imaginario propuesto.

El devenir del ser al no ser y viceversa es una de las constantes de este libro. El primer poema, una evocación posible del primer sacudidor relato de La noche (“Algo sucedió en  mi mano”), termina refiriéndose a sí mismo como un cuento. Aparece explicitada así una variante de la hibridación genérica característica de algunas búsquedas de Wapner (como ocurre, por ejemplo, con ciertos títulos de cuentos en Algunos son animales). Un poema que es pero al mismo tiempo no lo es se hace cuento.

 

Poemas de Cabía una vez

Una mano

Cabía una vez una mano en un bolsillo.
Sólo una vez, porque a la segunda ya no entraba.
Pero la mano había cabido una vez.
De eso se trata este cuento.

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El disparador de la invención en este poemario parece seguir el juego del significante comenzado en el título: todos los poemas comienzan con una familiaridad sonora con el imperfecto “cabía”.

Esa familia se abre frondosamente al juego de una afinidad musical que admite parientes no sólo verbales tales como “la vía”, “arpía”, “sandía”, “la tía”. El imperfecto también cede en algunos casos su carácter evocador a verbos en presente como “ansía” en el poema “La música” y “vacía” en el poema “El vaso”. El asunto se vuelve consecuencia de la potencia sonora de las palabras: el tema se subordina así a la primacía material del texto (resuena aquí el sugestivo texto de Wapner “El tema no es el tema”, ensayo-ficción, otro género híbrido).

La deriva sonora lleva a la convivencia entre el ser y su negación en varios poemas: todo es posible y no. La vía no conduce a una estación, la arpía no era mala, el mono que hacía de perro no era ni una ni otra especie, el asno que pacía no sabía de su identidad.

 

Nunca era

Hacía una vez de perro,
y otras veces de mono,
y siempre nos engañaba.

Una vez lo sorprendimos sin disfraz,
y no era mono
y tampoco perro.

Y tampoco era él: ¡era otro!
¡De nuevo nos engañó!i_nuncaera_wapner

Algo similar sucede con la memoria y el olvido, con el saber y el no saber. Nada es seguro en Cabía una vez. El humor absurdo, ese modo de conocer el mundo sin intentar apresarlo, se ocupa de que la incertidumbre tenga espacio poético. El sueño se codea con la vigilia y los límites entre lo vivido y lo soñado o imaginado se vuelven difusos. ¿Late en nuestro recuerdo un corazón o su memoria? Así se lo pregunta el poema “¿Latía?”. ¿Qué tememos: el sueño o lo soñado? Ese interrogante se plantea el poema “El globo”.

Las ilustraciones del poeta y artista visual Juan Lima condensan poéticamente la convivencia entre lo conocido y lo desconocido. El diseño del libro está pensado para que la poesía se arme como una invención a dos voces: el ojo lector va del poema visual al escrito y viceversa y asiste así a un humor de cámara. La estética de la propuesta gráfica tiene como constante el cruce inusual de dos elementos, como si se tratara de una greguería ilustrada. El binomio creado por Lima en cada caso genera vasos comunicantes con el texto poético de Wapner pero a la vez provoca nuevas ondas expansivas a partir del particular tratamiento del material caracterizado por una diversidad sutil de técnicas y su ubicación en el espacio de la hoja en blanco. La manera metaficcional de hacer evidente la “crisis” de identidad en el poema “Asnos”, la contundencia de la morsa a punto (o no) de comprimir un vaso medio lleno o medio vacío que flota en el espacio en “El vaso” o el cruce posible e imposible a la vez de vías en “Un enigma” son algunos ejemplos de la mirada singular de Lima en este dúo poético. Así es que Cabía una vez invita a nuevos modos de leer poesía donde el diálogo de lenguajes (escritura, ilustración, diseño) sugiere una danza visual, un ir y volver y quizás ya no poder quedarnos quietos.

 

Textos de Cabía una vez

 

Asnos

Pacía una vez
un asno junto a un asno

Lo mismo otra vez,
un asno junto con otro asno.

Ambos asnos eran el mismo.

Pero el uno no lo sabía,
y el otro menos que él.i_asnos_wapner

El vaso

Vacía una vez el vaso
y no se acuerda de qué.

Lo llena de nuevo con algo
para volverse a acordar.

«Ah, era esto,
cómo me pude olvidar.»

Y vacía el vaso,
satisfecho,
y no sabe por qué.i_elvaso_wapner


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