Maria Barnas: Sí sí el big bang. Traducción: Alejandra Szir

María Barnas (Hoorn, 1973) es una destacada poeta neerlandesa, también ensayista y artista visual. Sí sí el big bang es el primero de sus libros totalmente traducido al castellano. A continuación, un fragmento de la introducción, por Alejandra Szir, y poemas del libro.


Maria Barnas, by behance.net

La composición y la sensibilidad de la poesía de Maria Barnas son cercanas a las artes plásticas y al cine. Las palabras se mueven como una cámara en mano que luego es una grúa o es transportada en un dron para más tarde testimoniar desde el interior de los personajes y plasmar sensaciones. Por otra parte, rimas y ritmo dan cuenta de una musicalidad que resalta el humor reflexivo de los poemas, siempre en movimiento, en fluido. Para Maria Barnas, la fascinación con las artes visuales se complementa con la que le producen las palabras. Para ella son dos formas de expresión que están estrechamente relacionadas y se alimentan mutuamente. Logra combinar con brillantez lo político con lo bello, tanto en el arte como en la literatura. Una belleza que incomoda con preguntas filosóficas. En particular, Sí sí el big bang es una exploración sobre el miedo. ¿Es posible que determine a la sociedad, la forma en que nos relacionamos con los otros, tanto a un nivel político o administrativo como de persona a persona? ¿De qué forma, en qué medida, nos afecta? Es cierto que tener miedo es una experiencia constitutiva de la vida, pero aprender a elaborarlo —ser conscientes de él, observarlo, padecerlo, aceptarlo— también lo es. ¿Somos capaces de transformarnos y de ser solidarios, a pesar del miedo? Esta posibilidad de transformación no se cierra, ya que el miedo no puede quedar detenido para siempre. El big bang, lo sublime, es más grande. Se trata aquí de lo irresoluble, lo infinito, las preguntas sin respuesta; fuerza poética.

Sí sí el big bang
Maria Barnas
Capilla del Monte, detodoslosmares, 2022


El pensamiento y la chica

Campos y casas se me escapan por el rabillo
mientras trato de concentrarme en la chica
frente a mí. Cabe mucho en el rabillo de un ojo.
Reconozco una casa una zanja una vaca incluso

el pastar y la perdida contemplación del animal que estira
tenso el cuello por un sonido desconocido.
¿O espera más rígido un indicio?
Los animales se multiplican en los bordes.

Se disponen en esta pantanosa tierra hundiéndose
con casas aborrecibles en donde he vivido
una por una. La chica sostiene en la falda

un libro que muestra secciones del cerebro.
Marca lóbulos y ventrículos y disecciona cómo
puedo pensar en ella y pensar.


Oud-West

Podías verla bien en la otra orilla allá
cerca de la isla. Una corriente fuerte la arrastró
adonde se juntan tres canales cuenta una mujer
con un perro blanco que la sigue como nota al pie.

Aquí fue asiente un joven alto. Yo lo vi.
Policías apoyados contra la reja y había buzos
en el agua. Todo tan tranquilo pensé que era un simulacro.
Un pato rimbombante como si quisiera sobresalir

en la representación. Está fresco bajo el sauce llorón
que se parece a todos los otros sauces de la costanera.
Vacilo junto al agua como los paseantes
de pie junto al agua. Vacilamos sin embargo.


Madres

Sostiene la bandeja como cornisa de un mundo
que languidece y despacio se adentra en la luz
donde se queda quieta en trazos que se diluyen en lo oscuro
y sirve el té. Su cuerpo se calma por la fluidez.

Miro. Me mira. Directo al ojo
que de inmediato se repliega. Sombras

escapan encima de la casa que puede recordarme.
Las copas de los árboles despidiéndose en un bosque
vacilante sobre el que las nubes se mueven rápido. Hay una calma

que aumenta mientras se pone oscuro y frío.
Saludo con la mano como una madre que abandona.
Más fuerte saluda ella.


Adiós Ámsterdam

Al mirar las márgenes del río veo una noche
entrando en la ciudad como una lancha alargada
que busca refugio en el barro de un lecho
poco profundo. El Amstel brilla y se opaca

en mi memoria mientras las aguas chocan
contra el borde. No hace falta que me quede acá.
Me puedo llevar todos los nombres. Cruzar todos los ríos.
Qué otra cosa transportan sino el escombro más profundo

los pasados más asfixiantes tan oprimidos
que causan momentos impecables.
Suerte en un día cualquiera. Cuando se ponga gris

y la luz casi tartamudee un nombre en el horizonte.
Una ciudad. El tiempo sin orillas y yo.



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