Jacques Dupin. Versiones de Carolina Massola

f_dupin_2Jacques Dupin (Privas, 1927 – París, 2012)  fue poeta, crítico de arte, editor, galerista y dramaturgo. Cultivó la amistad de René Char, quien prologó su primer libro, Cendrier du voyage (1950), y de Yves Bonnefoy. A mediados de los años cincuenta comenzó a trabajar para la galería Maeght, primero como vendedor y luego como editor de sus libros y catálogos; desempeñó esta labor hasta 1981. Destinó buena parte de su trabajo como ensayista y crítico a la obra de Joan Miró; de hecho, la biblioteca de la Fundación dedicada al artista catalán lleva su nombre. También dedicó ensayos y curaduría a la obra de Alberto Giacometti. Recibió el Premio Nacional de Poesía (1988) y el de la Academia Francesa (2010).
Junto a la traducción de Carolina Massola,  transcribimos algunos significativos comentarios de Paul Auster sobre la obra de Dupin (de la que fue traductor), con quien inició una amistad a finales de los años sesenta durante su estadía de tres años en París. Los poemas que presentamos pertenecen a
Gravir, publicado en 1963.

 

La reprimenda

La apariencia de la vida, mi máscara ya descorrida, me falta. Convertida, a fuerza de delicadeza, en el estricto esbozo de mi raza acabada, vengo del lugar donde va el viento, quiebro tu caricia… Tu brazo ya no tiembla, mis extravagancias son imperceptibles.

En este éxodo en el que tantas miradas dudaron, en el que tantos puños sólo golpean el cerco de jardines huidizos, estoy cerca de vos. Te doy la fuerza para entrar en tu ciudad y el orgullo de no reinarla. En mi luz caminás, mi ala es la que acrecienta el viento. Mi transparencia es la de los monstruos benéficos, mi perfume aquel de la rosa después del diluvio.

 

La remontrance

L’apparence de la vie, mon masque ayant glissé, me manque. Devenue, à force de délicatesse, la stricte épure de ma race finie, je viens de là où va le vent, je casse ta caresse… Ton bras ne tremble plus, mes incartades sont imperceptibles.

Dans cet exode où tant de regards ont douté, où tant de poings ne heurtent que l’enclos de jardins fuyants, je suis à tes côtés. Je te donne la force d’entrer dans ta ville et l’orgueil de n’y point régner. C’est dans ma lumière que tu marches, c’est mon aile qui accroît le vent.  Ma transparence est celle des monstres bénéfiques, mon parfum celui de la rose d’après le déluge.

 

El artificio mayor

Ella que me conoce demasiado, hermana quebradiza, cometa minucioso que va del cielo mental atascado a un corazón donde la angustia hizo vacío, renuncio a matarla. Esta cosa desnuda, inencontrable y paralizante, su muerte no me costó nada. De su destierro, de su perpetuada agonía, tomo un gozo falible, labios endurecidos al fuego y la suerte de un viaje más alto.

 

L’artifice majeur

Elle qui me connaît trop, sœur cassante, comète scrupuleuse allant d’un ciel mental engorgé à un cœur où l’angoisse a fait le vide, je renonce à la tuer. Cette chose nue, introuvable et paralysante, sa mort ne m’a rien coûté. De son bannissement, de son agonie perpétuée, je tire un bonheur faillible, des lèves durcies au feu, et la chance d’un plus haut voyage.

 

El palimpsesto

Los sapos son estados de ánimo, no existen. Sólo estanques, melopeas… El niño instruido en la amargura de los brotes, el niño privado de la leche oscura, frágil como el cristal. Una nieve irreprochable cosecha los sollozos, los brillos de una elevación lunar tal. Y la maquinaria alegre de la primavera se aloca, se exilia…

Vestido ridículamente con jirones de un crimen perpetrado por manos extranjeras en un cuerpo entumecido, progresás, interrumpís las claridades y los signos, temblás en el elogio, morís de sequedad en los alrededores de la pirámide. Dentro, tu pesadez, tu exégesis embalsaman. La felicidad ruge, es de noche.

Hay que crecer con suavidad y desmesura. Rejuvenecer los abismos, hacinar a los reyes, enorgullecerse. Las ventanas salvajes y los amores postrados dan hacia un perfume.

 

Le palimpseste

Les crapauds sont des états d’âme, ils n’existent pas. Seuls des étangs, des mélopées… L’enfant instruit de l’amertume des bourgeons, l’enfant privé du lait obscur, casse comme le verre. Une neige irréprochable récolte les sanglots, les éclats d’une telle assomption lunaire. Et la machinerie hilare du printemps s’affole, s’expatrie…

Accoutré des lambeaux d’un crime perpétré par des mains étrangères sur un corps engourdi, tu progresses, tu déranges les clartés et les signes, tu trembles dans l’éloge, tu meurs de sécheresse aux abords de la pyramide.  Dedans, ta pesanteur, ton exégèse embaument. Le bonheur gronde, il fait nuit.

Il faut grandir avec douceur et démesure. Rajeunir les gouffres, parquer les rois, s’enorgueillir. Les fenêtres sauvages et les amours prostrées donnent sur un parfum.

 

Fuente cegada

Mutilan sus rasgos para que retrocedan los espejos, y es una máscara la que grita. La tierra ya no sufre. Una breve humareda se abisma en la máscara. Afuera, con oscuras precauciones, se abre el agua corrompida, el agua apaciguada, el agua minúscula…

La fatalidad que ilustro no es ejemplo de ruptura, de felonías, de temblores: mis imprecaciones, mis tachaduras. Pero ya la raíz del templo perforó el pie del caminante que se pudre. Ya el destello cambió de prisión.

 

Source Murée

Ils mutilent leurs traits pour que reculent les miroirs, et c’est un masque qui pousse le cri. La terre ne souffre plus. Une courte fumée s’engouffre dans le masque. Dehors, avec d’obscures précautions, s’ouvre l’eau corrompue, l’eau pacifiée, l’eau minuscule…

La fatalité que j’illustre n’est pas exemple de rupture, de félonies, de tremblements : mes imprécations, mes ratures. Mais déjà la racine du temple a percé le pied du marcheur pourrissant. Déjà l’étincelle a changé de prison.

 

***

Paul Auster:

Cuatro fragmentos de la entrevista en la que el autor norteamericano habla sobre la poesía y la vida de Dupin. Por Víctor Martínez, en el Blog de Ana B. Bande, originalmente publicada en Europe. Revue Littéraire Mensuelle. Número 998-999, junio-julio 2011

♦ Conozco la poesía de Jacques desde 1967. Estudiaba en la Universidad de Columbia, en cuyo campus había una buena biblioteca. Un día descubrí una pequeña antología de la poesía francesa contemporánea, y encontré tres o cuatro poemas de Jacques Dupin que me dejaron muy impresionado. Poco después, fui a París a estudiar y encontré Gravir y Cendrier du voyage, su primer libro. La impresión aún fue más fuerte y esa admiración me llevó a traducir sus poemas. Era en 1967-68. En el 68, tenía ya aun manuscrito con unos treinta poemas. Alguien me dijo que un pequeño editor hacía una colección de poesía traducida. Envié el manuscrito y él aceptó. Me quedé encantado; fue entonces cuando me puse en contacto con Jacques. Le escribí para decirle que había traducido algunos de sus poemas y que un editor estaba interesado. Comenzamos a escribirnos. Fue en 1968 o a comienzos del año siguiente. Desgraciadamente, el editor, que incluso había firmado un contrato, quebró y el libro no salió nunca. Pero Jacques y yo ya éramos amigos. Es decir, que en 1971 nosotros ya llevábamos tres años en contacto. Cuando me fui a Francia, la idea era quedarme un año, pero me quedé tres y medio. La primera persona a quien quise ver fue a Jacques. Me invitó a su casa. En aquel tiempo vivía en la calle del Louvre, en un gran apartamento. Su mujer, Christine, estaba de viaje. Fuimos a cenar a un restaurante con su hija Hélène, que tendría 14 años en aquel entonces. Esa noche comenzó una amistad que todavía se mantiene después de cuarenta años.

♦ Hay algo en el tono de sus poemas, en la fuerza de la sintaxis, una especie de aceleración que me ha impresionado muchísimo. Muy joven, me atrajo la violencia escondida de sus poemas. Lo encontré vivificante, como un grito, como una declaración de guerra contra las convenciones de la poesía, del pensamiento, de la filosofía, de la política. Creo que se correspondía con algo que yo buscaba en mis propios escritos. Jacques tenía veinte años más que yo, estaba mucho más avanzado en su camino y era una especie de faro en la lejanía. Incluso si nuestros poemas son muy diferentes, es el ejemplo de un coraje artístico que me impresionó.

♦ Creo que siempre es necesario hablar de historia, de política, y sobre todo de guerra. Para esta generación que ha vivido la guerra, Francia estaba destruida, era como vivir en un país arruinado, y creo que había una pulsión por reinventarlo todo, sobre todo en la poesía. Sé muy bien que, para Jacques, René Char ha sido una influencia importante, pero prefiero los poemas de Jacques. Char ha sido el primero en acercar la poesía a este formato, fue casi una aproximación presocrática, que abordaba la tierra, el fuego, el cielo, los elementos. Esto marcó a Jacques y a otros poetas de su generación. Yo vivía en otra época, pero en Estados Unidos estaba la guerra del Vietnam. Esta guerra destruía la sociedad americana, era como un hacha gigante que cortaba los lazos entre las personas, segaba las relaciones sociales, una guerra estúpida que ha matado a multitud de gente. Había en nosotros, en mi generación -nací en el 47, tenía veinte años entonces, era justo cuando traducía a Jacques y escribía mis primeros poemas- había una rabia, un rechazo a aceptar las normas de la sociedad y las convenciones del arte.

♦ Jacques ha sido como un hermano para mí, no un padre, sino un hermano mayor que se ocupó de mí de una forma que no había hecho nadie en mi vida. Estuvo allí en el momento crítico de mi juventud. Yo tenía muy poco dinero en París y Jacques, como director de publicaciones de la galería Maeght, me encontró un trabajo que me permitió vivir. Traduje casi todas las monografías que Maeght publicaba en la época sobre los artistas. Traduje un libro sobre Chillida, otro sobre Riopelle. Quizá un tercero y un cuarto, porque Jacques dijo que un editor inglés estaba interesado en la publicación. Pero no era así! Quizá tenía algún interés en traducir esos textos, pero no era verdad. Y, en efecto, Jacques me daba también el dinero de una forma digna. Porque siempre estaba dispuesto a darme dinero líquido. Muchas veces, me dijo: «Bueno, toma este dinero, no lo necesito». Y me forzaba a aceptar trescientos francos, doscientos francos, no sumas enormes, pero muy importantes en aquel tiempo. Yo no quería aceptarlo y cuando entendió que era embarazoso para mí, inventó ese trabajo. Estaba bien pagado, era la galería Maeght quien me pagaba y los libros no eran nunca publicados, en ningún sitio, eran traducciones para nada. Jacques preservó mi dignidad y pudo ayudarme. Encuentro esto extraordinario.


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