La felicidad de los animales / Sonia Scarabelli


La felicidad de los animales
Sonia Scarabelli
Buenos Aires, Bajo la luna, 2021


Los animales de la luz

Por Marcelo D. Díaz

Tal vez si fuésemos aves y el espacio fuera nuestro medio, esta inmensidad no nos desconcertaría. O si fuésemos un mamífero diferente –por ejemplo, un zorro, con la nariz sintonizada a los olores que se extienden en cintas a lo largo del suelo– casi no notaríamos la amplitud fascinante allá en lo alto, y la noche sería nuestra amiga.”

David Abram

Cómo anudar sentidos en una misma trama de lectura y cómo identificar allí la voz de una obra reunida en tiempos donde proliferan y surgen voces singulares permanentemente en nuestro país y en nuestro idioma. La felicidad de los animales viene de una época anterior a la nuestra, un libro que comenzó a escribirse tal vez en otro siglo, son poemas que empezaron a circular en una primera instancia de manera modesta, secreta, y con el paso de los años fueron abriéndose camino hasta llegar a nosotros en el día de hoy.

Aquello que la palabra nombra y aquello que (nos) llama del universo trasciende nuestra mirada única de las cosas en la que se integran varios planos: somos nosotros, nosotras, nuestras familias, nuestros seres queridos, la memoria, el olvido, la reconstrucción de la memoria, la pérdida de lo que más amábamos y la recuperación de lo que hemos perdido, y el mundo animal como un espejo de nuestra carga emocional y de nuestra sensibilidad.

Más de una vez  nos hemos preguntado si las constelaciones existen porque les atribuimos un nombre, porque estamos aquí para percibirlas, o si acaso no existen por fuera de nuestra imaginación y más allá de la capacidad innata que pareciera que disponemos para advertir lo que ocurre a nuestro alrededor. Entonces una estrella es sólo una estrella, un astro tan sólo un astro y un pájaro tan sólo un pájaro. Porque lo mismo podríamos preguntarnos al tratar el tema de otros seres vivos. ¿Tienen conciencia los animales? ¿Son capaces de percibirnos del mismo modo en que nosotros los advertimos? ¿Qué relaciones podríamos establecer con ellos? ¿De qué manera encontramos un relato común entre el modo en que los animales habitan el mundo y el modo en que nosotros lo hacemos? ¿Existen enemigos naturales para todos los seres vivos? ¿Todos cooperan en el universo para sobrevivir? ¿Cuál es la ley universal que sostiene el orden de las cosas como las conocemos?

¿Si el vacío existe, los animales lo presienten? ¿Y la poeta qué, o quién, sería en este universo de fábulas y paisajes de provincia? Un animal con una sensibilidad increíble que de manera intuitiva está tejiendo el futuro y está enunciando desde un lugar en el que el habla se ha quedado completamente muda en silencio y a oscuras.

Vuelvo: la poeta es una portadora anónima de una trama sensible (e invisible) y mayor donde se anudan las voces de los padres y madres viniendo de otras vidas. Y lleva a su lado un corazón sonoro rodeado de aves de la llanura y del litoral. Consigo la acompaña impreso en sus recuerdos un paisaje de sauces, de ríos, de lluvias, de silbidos entonados a coro por toda una familia, más gatos, monos saltando entre jardines andando por las ramas de  árboles junto al camino que realiza. Y también hay viajes a través de las simetrías de las olas y del ramaje donde el mapa de ruta se desintegra con el recorrido de la visión hasta que no ya no queda más nada que decir ni que observar.

En un tono contemplativo, casi zen, la realidad de los pequeños universos cotidianos se convierte en un tema poético, la lírica está en el tono fresco, limpio, claro, e intenso y está en la tranquilidad con la que se dice por ejemplo: “Traés la alegría, la abundancia del tiempo,/ siempre que te escucho volver”. La caligrafía no es  monocorde, al contrario, en cada verso, en cada poema y en cada libro gana en intensidad: leer y escribir poesía –nos recuerda Scarabelli– es una tarea que emociona, y que nos conmociona por el hecho de habitar este lugar que nos toca con nuestra precariedad y por el hecho de sabernos vivos y vitales en esta tierra.

   La vida adulta implica nuevos aprendizajes, la voz de Dios de los primeros poemas se desvanece a mitad de la obra, y en su lugar el mundo se manifiesta con sus tristezas y sus alegrías en la coronación de una biografía incompleta y abierta a la incertidumbre. La mesura, la reflexión, la demora, no implica que se pierda en fuerza y vitalidad, aquí si la poeta habla es porque existen preguntas y porque las preguntas serían las encargadas de orientar nuestra atención hacia un punto ciego de la mente donde daría la impresión de que no hay retorno pero sí algo parecido a la esperanza pero que sabemos  muy bien no es la esperanza sino una espera activa de la que estamos imantados e imantadas y que sin darnos cuenta nos empuja hacia un destino que así como ilumina a veces nos ciega.


Conejas

Ahora mi amiga y yo
nos ponemos unos ojos nuevos para mirar la vida.
Es emocionante como volvernos dos conejas
que se sueltan a correr a campo traviesa.
El amor como una carrera feliz a cielo abierto,
entre pastos altos y jardines de hinojo.


El animal

Un poeta que te conmueve
es un poeta que dice la verdad:
hay algo dentro de nosotros ,
incierto, que se mueve
en una claridad desconocida.
Es como un animal de luz
que anda atento y pisa
con suavidad y, cada tanto,
abre sus ojos en nosotros
y ve.


Dos

Constuir su confianza y mi confianza
nos llevó cuatro años
y a veces todavía nos miramos
sin saber qué.
Cada vez nos gusta más tenernos cerca
a mi gata y a mí.


Pescadoras

Sin pensar nos hicimos
pescadoras del vacío.
Nuestras cañas
no se quiebran, no pesan,
son flexibles como el mimbre,
livianas como la luz.
Pescamos el vacío
como si fuera una ranita
en el gran zanjón
de la noche constelada.



Links

Reseñas del libro. En Agencia Paco Urondo / Revista Ñ
Más poemas de la autora en op.cit. «Dormida en el sillón»