J.R. Wilcock. Los tres estados

Los tres estados
Wilcock
Traducción: Guillermo Piro
Buenos Aires, Cuadernos de Traducción, 2022


Este texto de Wilcock fue publicado en Italia en 1963. Su traducción apareció en Diario de Poesía en 1997. Es la versión que se presenta en formato de libro. Transcribimos las cinco primeras partes del primer canto de esta obra que alude a la Comedia.


1
Tiniebla y tiniebla; de desvanecidas luces lejanas
solo un reflejo enciende los ojos rojos.
Los esclavos del dolor en el fango del dolor
gimiendo chapoteando o hundiéndose estáticos.

Es necesario elegir en cada bifurcación la dirección equivocada
para llegar a este pantano;
es necesario mentir amor hasta que la lengua caiga
para llegar a este pantano;
es necesario besar los guantes de hierro de los verdugos
para llegar a este pantano.

Aquí, en el fango protector, nunca se está inseguro;
hedor humano reconforta las narices humanas,
la tiniebla imperfecta se llena de visiones
y cada uno lleva su propio peculiar dolor
como un sombrero de espinas, como una prenda de fuego.

Aquí abajo se aúnan deleite y resentimiento:
gritos se elevan, pero son de satisfacción.


2
Seis monstruos de lujuria sostienen las cintas
de seda verde que irradian del vestido
tiernamente transparente.

Blanco rojo y azul el vasto rostro
dientes muertos sonríen ofreciendo al macho
los costados desiguales.

Va donde los monstruos lo llevan, bamboleando
viejos deseos artificiales
que su cuerpo no siente.

Con sandalias de oro pisotea hojas amarillas,
los ojos vueltos hacia el cielo en llamas,
senil y seductor.


3
Somos los envidiosos.
Tenemos las narices rojas
a fuerza de morder
lo que se deja admirar

Somos inmundos y queremos
ya que en el mundo estamos
que todo lo que al mundo pertenece
sea tan inmundo como nosotros.

Por la noche solitarios y frágiles
pensamos entre las sábanas
complicadas torturas
que quisiéramos aplicar.

Nada más hacemos
por nosotros;
pero nuestra actividad
es una forma de caridad:
corregir los errores,
de los mistificadores.

Los héroes son cobardes,
los laboriosos perezosos,
la santidad es sospechosa,
la perfección imperfecta.

Hasta que las exhalaciones
de estas imputaciones
hagan de los prados ciénagas
y de los bosques desiertos desnudos.


4
Seis monstruos de poder sostienen las cadenas
que en torno al cuello circunferrado irradian
grávidas y sordas.

Del informe claro penden medallas,
inscripciones, diplomas y documentos,
y de las manos cuerdas.

El ojo viril relampaguea advertencias,
las sogas fustigan a pequeños siervos humildes,
pero los monstruos lo arrastran.


5
Somos los mercaderes codiciosos
que a pesar de ser estúpidos
y privados de decoro
acumulamos el oro.

Tenemos las uñas rojas
y los dedos leprosos
a fuerza de arañar
la plata de los ataúdes.

Con pretextos fútiles
vendemos objetos inútiles,
y los pobres nos dan
todo lo que poseen.

Temblores delicados
de comercios prohibidos,
entre torcidas transacciones
¡perfume de hipotecas!

Torvos, malos, feos,
como una espuma gris
nos deslizamos sobre el mar
de la altivez humana.

Y la misma desvergüenza
de nuestra riqueza
cubre de poder
nuestras formas negras.



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