Carolina Musa: Entrevista y poemas

“Me tomo la poesía como una suerte de militancia”

Poeta, narradora y editora nacida en Rosario en 1975, Carolina Musa es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario. Fundó y dirige el sello editorial Libros Silvestres desde 2014. Por su labor editorial recibió reconocimientos del Ministerio de Cultura de la Nación, el Fondo Nacional de las Artes, el Ministerio de Cultura de la provincia de Santa Fe y la Asociación Argentina de Literatura Infantil y Juvenil. Durante casi una década diseñó y construyó las marionetas de Finisterre Robots. Su novela Taxidermia (2023) fue finalista del premio Futurock novela en 2021 y ganadora del Premio Provincial de Narrativa Alcides Greca en 2023. Publicó los libros de poesía Acústico (2011), Mariposas mutantes en Fukushima (2015), La curva de Ebbinghaus (2016), Abductor (multiplataforma interactivo, 2017) y La soberana idiotez (2020). Aruspicina (2025) es su libro más reciente.

Por Diego Colomba

—Estudiaste comunicación social. Además de leer literatura, concurriste a algunos talleres literarios de nuestra ciudad. Con el paso del tiempo, coordinaste los tuyos. ¿Qué crees que te aportaron los talleres como participante y coordinadora, además de las relaciones con gente que comparte una pasión por la lectura y la escritura, en tu devenir escritora?

—La primera vez que asistí a un taller (el de Marcelo Scalona) tenía 32 años. A pesar de escribir desde chica hasta entonces no me había preguntado qué iba a hacer con el volumen de textos que venía acumulando. Después hice un año de taller con Daniel García Helder y algunas clínicas con Irene Gruss en un Festi de poesía, con Marcelo Cohen en Salta. Si bien yo ya había leído mucho (desorganizada y azarosamente como hago casi todo), en esos talleres fui acomodando mis lecturas en un mapa más consistente, fui aprendiendo a mostrar lo que escribo (cosa que escasamente había hecho antes), a escuchar lo que otrxs tienen para decir de los textos propios y ajenos; descubrí un universo de poesía desconocido y comencé a leerla con avidez. También, de algún modo, en el impulso de esas experiencias me convencí de que era escritora. Un montón.

Como coordinadora siempre me resultaron más gratificantes los espacios con pibes, lo hice unos diez años en bibliotecas populares y espacios de educación no formal. Los pibes en general no tienen la ambición de ser escritores, entonces esas clases para mí eran puro juego. También me daba el gusto de leer cualquier cosa, no solo la literatura nomenclada infantil, pensaba y sigo pensando que la tarea del mediador es justamente poner al alcance de los pibes un texto extraordinario aunque sea difícil, contarles su contexto de escritura, las obsesiones de un autor. Creo que el gusto por la lectura, por la poesía, por una obra, solo se puede transmitir cuando te apasiona… es imposible contagiar un entusiasmo que no existe.

Hace años que hacés trabajos de edición de diversos géneros, para tus propios proyectos y para otras editoriales. ¿Cambia algo en tu manera de leer (mirar) cuando revisás tus propios poemas?

—Cuando leo poemas de otras personas seguro tengo un juicio más concluyente. Cuando reviso los míos, no. Voy ajustando el poema y tirando los versos o palabras que descarto debajo, en el mismo archivo. Es decir, no los tiro del todo. A veces tengo un poema de 14 versos y el archivo tiene 14 páginas (jaja). Lo que queda abajo me gusta también, cierto orden esquizoide que se puede hallar en el descarte (supongo que hay una idea estética ahí, vos sabés que durante años hice marionetas y robots con objetos reciclados y la basura en general me interesa; la idea de lo inútil —¿inútil para qué, para quién?— no es más que un juicio de valor. Después siento que los poemas se unen por una pulsión especial, una contigüidad que no tiene que ver con el tiempo de la escritura sino con una idea fuerza que funciona como imán; va captando poemas que ya están escritos y otros nuevos que salen alumbrados a partir de ese germen.

Desde tu primer libro al último, es evidente la impronta lúdica ─experimental, si preferís─ de tu escritura. ¿Viene de tus lecturas? ¿De tu relación con el lenguaje?

‌—Para ser franca no tengo ni la menor idea de dónde viene. Yo soy un irreverente total como lectora. Leo mucha más poesía que prosa, la leo de atrás para adelante o abro los libros en cualquier página (lectura oracular, le digo, un poco en broma y otro poco esperando que el azar me revele algo). Siento que la poesía me atraviesa, me fulmina como el rayo pero como dice el poema de Quasimodo “enseguida anochece” y paso a otra cosa. Es verdad que me interesan más lxs escritorxs más juguetones, los cuculeos de Gombrowicz o los delirios de los oulipianos, presto más atención a los tipos y tipas que se ríen de todo y en especial de ellxs mismxs y de lo que más aman. A lxs que pueden sacar chispas de las situaciones más terribles los admiro enormemente, un Roque Dalton ponele una Luisa Futoransky un Lemebel un Apollinaire un Girondo un Maiacovsky (“Ciudadano inspector, / perdone la molestia./ Gracias, / no se preocupe, / me quedaré de pie. / Quiero tratar/ un asunto bastante delicado:/ qué sitio ha de ocupar / el poeta/ en las filas obreras.”)

En relación con lo anterior, ¿percibís un impulso antipoético animando tus poemas? Pienso en el humor, la metaescritura, la crítica del lugar común, etc…

—Si esas son las claves de la antipoesía seguro que sí. Pero en las antípodas de la antipoesía de Parra estaba una poesía acartonada y solemne que ya no convence ni conmueve a nadie. Entonces no sé si hoy esa categoría nos sirve. Yo pienso que en la poesía y en la vida hay que aligerar. La solemnidad, la culpa, los temas serios.

Cuando me pongo seria (en la literatura no sé, pero en la vida seguro) pierdo el eje, me digo a mí misma ¿qué acabo de decir? ¿qué hay que hacer qué? ¿escribir cómo? Cada vez que alguien dice “hay que” muere un colibrí. Jaja. Cuando unx se revisa críticamente pienso que lo más sencillo es reír.

Sobre la metaescritura por ahí sí lo veo como algo más programático. He escuchado a muchxs escritorxs decir que no tenés que hablar del poema en el poema… Sinceramente no sé a quién se le habrá ocurrido, ha de ser alguien que tuvo cierta influencia sobre sus contemporáneos (¿Girri? ¿Borges?) Tampoco es que me importe mucho (risas). No tengo un interés historiográfico en el asunto. Lo que digo es que el poema, por mucho que hable de la vida con verdad (o sin ella)… es un poema, son palabras una detrás de otra unidas por el soberano orden de la sucesión… nunca pero nunca es la vida. Y las palabras son parciales, son visiones del mundo. Bloques perceptivos decía Levertov, bloques de experiencias muchas veces enlazados nomás por azar. Así que para mí es importante hablar del poema en el poema, no sea que algún despistadx piense que le estoy contando lo ridícula (terrible, sosa, cualquier adjetivo vale) que es mi vida.

Una de tus obsesiones es la percepción. ¿Podríamos decir que para vos la poesía es hija de la atención?

—Que la literatura es un estado de atención ya lo dejó anotado Girri en uno de los volúmenes de su Obra poética. Yo le creo (¡jamás me atrevería a no creerle a Girri! y menos a Denise Levertov!) Aparte de la broma, sí, me interesa el asunto de la percepción, del punto de vista. La atención, la crispación que provoca un instante y que puede estimular no solo a los sentidos sino también a la imaginación. Lo que vemos, sí, y el envés de la cosa, sobre todo. Poder salirse de unx y mirar (escuchar oler tocar escribir sentir) desde otro lugar. Sin embargo, para mí la contemplación (para usar una palabra que a más de unx le provoca urticaria) necesariamente es activa. Hay toda una zona de la poesía que nada más es testigo y se queda ahí, incluso haciendo un esfuerzo deliberado de no opinar, no sacar conclusiones. Yo la esquivo. No me gusta andar haciéndome la tonta. Para mí la experiencia vital es profundamente política. Igual, para ser franca, lo que más me punza tratándose de poesía no tiene nada que ver con un hipotético lector/a o un programa de escritura, lo que quiero nomás es no aburrirme, en ese sentido la veo más como un espacio de exploración.

—Escribís cuento, novela. Y muchos de tus poemas tienen una musicalidad prosaica, y otros tantos un carácter narrativo. ¿Cuándo tomás conciencia de que lo que estás escribiendo es poesía?

—Para mí son dos procesos de escritura superdiferentes, desde el mismo principio lo sé. La poesía es más como un rayo, es un estado del cuerpo también, de abrir, dejar pasar, casi siempre sale un bloque de un tirón y después trabajo mucho eso, reescribo incansablemente y trato de ser fiel a esa experiencia inicial, al modo del “aware” japonés. En la narrativa no. Tengo una idea, la rumio en la mente durante largo tiempo y cuando me siento a escribir generalmente ya tengo un plan (quiénes son los personajes, qué voy a contar, incluso a veces que siento que esos personajes hacen presión por salir, por ser narrados). Hay una suerte de dominio en la narrativa que en la poesía no. En la narrativa siempre soy general, y en la poesía siempre soy soldado raso. Yo misma descubro el poema una vez que el poema ya está escrito.

—Sos de las pocas poetas que conozco que, a pesar de tener varios libros publicados, no duda en acercarse a los talleres del Festival de Poesía de Rosario para participar o escuchar de cerca. Tampoco perdiste tu avidez por descubrir voces en cada entrega del Festival… A tu parecer, ¿son esas cosas que mencioné modos de revelar una actitud frente a la poesía?

—Es verdad que disfruto el Festi de Rosario, y sí, como vos decís estoy atenta a voces nuevas. Supongo que algo del vicio de la editora hay en esa actitud pero también es un modo de plantarse ante la vida (no solo ante la poesía): yo soy plenamente consciente de que cada vez sé menos de las cosas, del mundo y de mí misma, como en el poema de Philippe Jaccottet que tengo re-presente porque se lo leí hace unos días a mi viejo en el hospital: “Cuanto más envejezco más crezco en ignorancia, / cuanto más he vivido, menos poseo y menos reino”.

También me interesa mucho observar a lxs talleristas, ver cómo opera cada unx con su texto y con los textos ajenos, a qué cosas presta atención… creo que eso no se aprende de una vez y para siempre, es un músculo que hay que ejercitar y lo mismo diría sobre el asombro. Así que voy, me siento y escucho. Me dejo atravesar.

Además yo me tomo la poesía como una suerte de militancia. Muchas veces repito esta oración y no me parece una frase hueca: para mí es crucial y vital sostener los espacios de la palabra oral. En el cierre del último Festi me sentí habilitada a retirarme justo antes de la última lectura, el lugar estaba llenísimo de gente y la respuesta que le di al poeta amigo que me atajó en la puerta (¿justo ahora te vas?) supongo que responde a tu pregunta también: hoy la poesía no me necesita.

—Libros silvestres, tu editorial para las infancias, se desmarca de las intrusiones tradicionales que ha sufrido la literatura para ese público (moralismo, pedagogismo, adecuación férrea a las etapas del desarrollo cognitivo, dictadura de los temas de moda). ¿Qué debe tener un poema para que decidas publicarlo?

La editorial tiene un perfil superlúdico y especialmente lo tiene la colección de poesía (La vertical). No hay tantas editoriales que tengan colecciones de poesía para infancias y recibimos mucho material. Cuando decido publicar un libro en esta serie es porque me convence íntegro, de principio a fin. Me interesa que haya un concepto de obra, que tenga algo de gracia o picardía, que tenga esa mirada extrañada sobre sucesos realísimos o imaginarios, y qué esté bien escrito, claro, que no se quede en la rima fácil ni use el poema como pretexto para decirle a ese otrx (que muchas veces se asume: por ser un niñx, no sabe nada) cómo es el mundo o qué está bien o mal.

—En una escuela técnica de San Nicolás, aprovechando que teníamos wifi en el salón y casi todos los alumnos celular, leímos “Abductor” para trabajar la “mirada experimental” en las clases de Literatura. ¿Podés contar brevemente de qué se trató esa experiencia?

Abductor fue un intento de fusión de la poesía con el videojuego. Concretamente una app que podías descargar en el celular. Funcionaba como un juego donde vos pilotabas una nave alienígena sobre un plano de Rosario, y cuando te detenías en alguna parte del plano abducías a alguien y la nave podía leer su mente. Esos bloques de pensamiento eran los poemas, y al cabo de leer (y/o escuchar) la mente abducida, el juego te indicaba quién era esa persona (un narcisista, una enamorada, cosas así) y te mostraba una foto de la huella que había dejado en el suelo. Si el jugador abducía más de cinco personas, recibía un mensaje alienígena tipo predicción, de acuerdo al propio itinerario ejecutado. Para mí fue una experiencia extraordinaria. Recorrí la ciudad buscando huellas en el cemento fresco y sacando fotos, me divertí muchísimo escribiendo esas radiografías mentales y me divertí más escribiendo en ese tono profético, metafórico y encriptado del iching. (Cosas como ésta: Resistĕre /Las líneas de tu mano izquierda no descansan. / De hierro líquido tu espada. / Absolutamente nadie te conduce al espacio axial. / Atroz, el esfuerzo.)

La app ya no está disponible en goople play y el hecho de que haya desaparecido en cierto modo me parece bien, porque no hay nada más evanescente que un pensamiento (jaja), de todos modos me gustaría retrabajar esa idea en algún momento: poemas vinculados con itinerarios azarosos que además (ojo) tiran predicciones… creo que no la agoté para nada.

—Aruspicina, tu último libro, se acaba de publicar. ¿Cómo se fue armando?

—Aruspicina recoge varios poemas (muchos, casi la mitad) de lo que fue Abductor, especialmente los que eran atribuidos a mujeres. Fue una reescritura superconsciente que cabalgó bajo el epígrafe de Deleuze y Guatarí “YO es una consigna”.

—En mi libro La curva de Ebbinghaus está escrita cien veces la palabra “yo” y sin embargo, cuando lo publiqué, cada persona que me hablaba del libro decía que había vuelto a pensar en sus propios recuerdos. En Aruspicina, la palabra “yo” no está escrita ni una sola vez. Son cuarenta mujeres distintas las que hablan, pero el peso de la primera persona es terrible, monstruoso casi, y claramente todas podrían ser la misma (una dogmática repentista, una artista harta, una editora intratable). El conjunto es ácido, punzante e hilarante, y creo que esa palabra que lleva por título (cuya definición es también epígrafe del libro) funciona en una clave lúdica, como una invitación a adivinar quiénes son esas mujeres que están mostrando las tripas.

El libro tiene una mención del último Pedroni en la categoría obra inédita y sale en abril por la editorial santafesina Siete Vidas. Muy pronto habrá una preventa (paso el chivo).

—¿Hay mucha ironía en “una poeta objetivista ligeramente embrollada”, un poema del libro, para que lo consideremos un arte poética?

—Me hacés reír. Creo que podría considerarse un ars poética solamente a condición de que el escribiente ponga signos de interrogación en todas las oraciones que no los tienen y saque los signos de interrogación de las que los tienen. Jajaj. Algo como eso dejó anotado Lorca y me encanta: “Cuando el poeta encuentre la palabra No, pondrá encima la palabra Sí como un cisne negro, y cuando tropiece con un Sí, lo borrará inmediatamente”. En este poema, todas las interrogaciones son líneas de poetas que admiro (no tienen referencias, las dejé así porque me parecía un despliegue idiota de erudición) y a las demás las oraciones (son lisa y llanamente órdenes) las fui compilando en diversos talleres de poesía, no con intención de mofarme sino de aprender… pero bueno, puestas una detrás de otra es imposible evitar el efecto de comedia. Suena tonto y absurdo. No tanto por las indicaciones como por la pretensión de ejecutarlas. Para mí la poesía se trata de encontrar cada vez la pólvora y ser fiel a la propia necedad. Las explicaciones sobran. Para decirlo, otra vez, con Lorca: “ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía. Aquí está; mira. Yo tengo el fuego en mis manos”.


Carolina Musa: Selección de poemas

De Acústico (2011)

Océano de mí

Me aseguro me garantizo soy indivisible soy
múltiples indivisibles fragmentos de cosmos,
de estrellas que llegan años luz de demora
a mi ventana y alumbran
apenas tibiamente la escalera.
Me garantizo me aseguro: pequeños pies pequeñas manos
pequeñas líneas como seudópodos
salen de mi cuerpo, son mi cuerpo, se hunden
en las coordenadas tuyas, en el cielo de mi patio
en el cuaderno de mi niño, en todo el resto
del océano de mí.

Recurrencias

Arranco el vértice del ticket del súper.
Lo llevo a mi boca, lo ablando, lo muerdo, lo trozo
en dos,
en dos más, según,

ahora tengo tres bolitas de papel en la boca
/cuatro/
y bailan
sobre la lengua se funden se desprenden.

También amaso bolitas de miga de pan.
En el desayuno, en la sobremesa
la miga
muta con la presión leve del pulgar contra el índice:
bolitas bolitas bolitas
/más de doscientas/ a veces

estoy segura de que este movimiento circular es
intolerancia pura, a veces

formo perfectos dados de miga /dos / tres/
que punzo con una birome, un clip abierto, el tenedor.

Los dados son euforia
……………………….optimismo,
…………………………….el azar.

Las bolitas son muchas
……………………………iguales,
……………………………insistentes y me refiero a las de miga,

porque las de papel húmedas mutantes
se arrullan con la lengua
y en la incerteza dolorosa vibran
papilas que insinúan la existencia del cuerpo,
que vibran también los pies y las manos,
que es solo cuestión de concentración,
………………………………………de extrapolación.

Inundación (II)

Rebusco objetos exteriores /existencias palpables/ detrás
del vidrio. Enumero:

el reverso de edificios ruinosos
la campana, los cables
la torre del tanque de agua invertida por
una docena de palomas de monte,
el reloj, como si

la lista fuera una trinchera,
un terraplén de arena capaz de atajar la
………………………….i n u n d a-
c i ó n

el cielo ayuda, es
azul definitivo, peronista y lo surcan
esas palomas que de lejos parecen terrones de azúcar
y de cerca
se hurgan bajo las plumas el cuero lastimado en
riñas, cortejos, picotazos a granel
p e r o
el agua ramosa díscola sube por mis pies
……………………………………………….y apura el vómito
no/ / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / no
…………..h a
……….d e b i-
……………..d o
……………..d o –
…………………………………..l e e r- / / / / / me/ / / / / el / / / / / corazón/ / /.

Dos gorriones

Dos gorriones se alimentan en mi patio.
Mordisquean en el suelo
se asientan en los alambres del toldo
vuelan, cantan.
Están dándose un festín
con las migas de la tarta que comimos.



De Mariposas mutantes en Fukushima (2015)

Mariposas mutantes en Fukushima

Al regreso de su viaje
anual cruzando océanos campos, montañas, puentes las mariposas que solían pasearse en Fukushima
“sufren alteraciones en las patas las antenas y las alas” “malformaciones severas” “mutaciones genéticas
causadas por la ingesta
de material radiactivo”
dice la noticia, específicamente,
que tienen “las alas mucho más pequeñas y los ojos desarrollados en forma irregular” y sigue: “El vínculo entre las mutaciones
y el material radioactivo
ha sido demostrado”, por eso y porque la noticia me desvela y llueve, anoto:

MARIPOSAS CICLÓPEAS ALTERADAS DOMINARÁN EL MUNDO

(Después de este título, marcar la opción correcta con una  cruz)

(Precaución: utilizar lápiz, porque estas condenadas opciones varían con el estado del ánimo, el estado del agua y la edad)

OPCIÓN 1.

GÉNERO: DRAMA

Los ingenieros astronáuticos del mundo después de pensarlo mucho, finalmente, deciden huir hacia la luna
para protegerse de las mariposas mutantes.
Gastan fortunas en la construcción de una estación espacial
(llevan los materiales con cohetes en vuelos charters)
En un despliegue inusitado
de logística y cautela disponen la fatídica mudanza y se acomodan tranquilos mirando hacia la tierra.
Si están muy aburridos
salen a pasear entre los cráteres
(no sé porqué estoy tan segura: con paraguas)

Y aunque extrañan un poco
al resto del mundo no ingenieril no reniegan nunca de su suerte
y piensan —horas enteras, mientras ajustan los tubos de oxígeno para perros sobre sus perros— ¿cómo
se las habrán arreglado esos patéticos amontonados, inundados embasurados, muertos de calor o de frío
en un planeta enfermo
bajo una dictadura radiactiva?

Meada mística

Una cucaracha se retuerce en el piso del baño.
La veo padecer desde mi trono, la alcanzo con un solo movimiento de mi pie.
Pero no la piso, fumo, no consigo
tomar la decisión de acortar el calvario. (Qué es morir pienso qué diferencia hay
entre una leche espesa y una espesura lechosa pegoteada en la suela)
A veces la omnipotencia puede ser vergonzosa o la impotencia, qué más da.
Al fin se queda quieta: muerta de muerte natural y yo
inocente, apenas descanso del tormento psíquico
cuando la mentirosa da media vuelta
y corre hasta el resumidero de un tirón.

Cuarenta y dos

El escarabajo es estúpido -le digo.
Y el escarabajo intenta por undécima vez trepar el zócalo.
Vuelve a fallar.
Agita sus tres pares de patas tendido panza arriba.
Nos reímos. Obstinado -le digo.
Y apuro el salvataje con mi lápiz.

El espectáculo es triste, el deseo de morirse así.



De La curva de Ebbinghaus (2016)

Pirpintos

Vuelvo al camino terroso
El polvo se asienta en los vidrios del auto
padre madre hermanos
felicidad que roza la indiscreción
cantábamos a la vera verita del río
por besarme ahora eres mi marido

u otra cosa, pero cantábamos
y contábamos los pirpintos
estrellándose en el parabrisas
o tampoco, solo yo
conservo todavía esa tara
de contabilizar nimiedades, muertes
de pirpintos, por ejemplo
Siempre pensé que eran polillas,
por las alas sosas y
por la obstinación suicida
indigna de una mariposa ¿ves?
siguen intactos los prejuicios
aunque no tiene importancia
en el poema, una digresión,
mi hermano dice que son mariposas
que vuelan juntas porque
viven re poco, dos días cree,
que para vivir eso él también
le apuntaría a los parabrisas
y le robo la conversación
corto y pego acá
en parte para convencerme de mi prédica:
sólo hay espesor
en los detalles, es estúpido
como cualquier otro artificio
literario: padre, madre, hermanos
ir y venir de la vereda al patio
y del patio a la vereda con
cañas, mojarreros
la caja de adminículos brillantes
el tarro con anguilas o lombrices
el agua, la comida, el protector solar
los libros de mi hermana
seguramente los llevaba, no es
que lo recuerde es que apenas
la imagino sin un libro, leía tanto,
de a ratos se reía en la cucheta de arriba
de a ratos te miraba como desde otro mundo.
Recién lo pienso tendría que analizar
mi empeño en llamarle la atención,
en la escritura, tal vez le deba eso
Yo escribía fechas en el techo de mi cama
mensajes cifrados, deben seguir ahí
no sé porque hace años desmontaron la cucheta
ahora son dos camitas
para huéspedes es decir: nosotras
siempre a destiempo, una vez, en el río,
ella leía dentro del auto con las puertas abiertas
estaba tan concentrada que no vio
las abejas o avispas que iban
subiéndosele encima, ella era así
como salida de un cuento hermosa igual el río
o así lo invento
el agua marrón, los dedos de los pies
doliéndose en las piedras yo no pescaba
ni leía, no sé qué haría además de
tirar cascotes más o menos lejos
molestar a los pescadores con el movimiento
del agua, supongo que mirar
a mi papá pinchar una lombriz en el anzuelo
arremangarse los pantalones la camisa
morirse los pescados en la tierra
tan triste se sacuden desquiciados
Volvíamos al atardecer, peleábamos
por el sitio en la ventanilla
Tampoco logro identificar
minucias del camino o el sol
metiéndose detrás de las sierras
es que no miraba el cielo sino el suelo
el polvo levantándose las rayas
de la ruta, los naranjos idénticos
encastrados en un paisaje pienso hoy inverosímil
donde puede haber un hombre
solo, en la cima de la montaña
viendo pasar un peugeot 504 amarillo
lleno de niños y barro y cañas que asoman
por los costados ¿quién
podría asegurar esto o lo contrario?
un auto
cruza y machaca el paisaje quieto
de un pastor de cabras
o un pastor de cabras
en armonía total con el paisaje móvil
de una nena de diez, once años.

Apología de la pena

Pateo ramas por la vereda
Las carpas siguen frente a la ex jefatura
después de la tormenta
resiste el símbolo incrustado
esta cantidad de artificios
para el engaño usual, las hojas de palmera
en el suelo del boulevard —añosas
todo me da una pena, es que
cuando se anda con pena encima
todo signo todo estímulo suma pena y más pena
no alucino siquiera un
nada, la inundación el agua
se acumula detrás de los ojos, en el cruce
del bulevar con calle Urquiza hay un charco
enorme de lado a lado del cantero y
mientras los que van o vienen (dos escolares
varias mujeres con papeles, un chico en bicicleta)
hacen maniobras de evasión
yo estoy ahí viendo
decir mi reflejo sería mentir
miro nomás el agua sucia
espero una revelación en los puntos
que interrumpen la quietud del agua me explico son mosquitos
o larvas de mosquitos desde acá no distingo
más bien todo lo que distingo se reduce a formas
posibles de la pena (el pájaro hunde el pico
en el límite barroso del charco) unos minutos
no más que eso y atino a caminar
ya me siento mejor
ya se acomoda la autocompasión
intransigente en el movimiento de uno u otro pie
a veces me pregunto cómo hago, cómo hacen
mis piernas para llevarme hasta la puerta vaivén
cómo hago cómo hace mi lengua para saludar
al portero en días así, no sé.

Plop

Ayer el poema pasó como una ráfaga
por la esquina de Washington y Rondeau
Yo lo dejé pasar
seguí anotando tareas en la agenda
infructuosamente, yendo, viniendo
Mi agenda es una obra
lírica imposible: si la abrís en enero
vas leyendo lo que debería hacer
y no hago -los trámites de la obra social
el plan de pago del monotributo
la constancia del título universitario
Al principio con más referencias, teléfonos,
después reduciéndose a expresiones mínimas
cabalísticas OBR. SOC. MONO. TIT.
cuando llegás al 8 de setiembre
con el aliento último pensás “esta chica
tiene problemas para relacionarse con el mundo”
dato que corroboran esas preguntas
tiradas entre días sueltos, por ejemplo
el 1 de agosto cito textual: “Las palomas
que anidan sobre los vagones del viaducto
¿qué van a hacer con los huevitos
cuando esos fierros se muevan? VECINAL 15HS”
Y este desvarío viene a cuento
del poema ya nunca escrito que
era algo así: El 107
frena en la esquina
de la misma tienda
pintada con globos
desde hace 30 años
Baja una señora
y yo me recojo
como del suelo
caminando con mi papá
en una visita a Rosario
era domingo
íbamos a comprar el pan
cantaban los pájaros
y esos árboles altos
daban mucha sombra.
Yo quería que él
me diera la mano
(porque las manos
tienen corazón
)
pero se ve que ya estaba
yo medio grande
para el asunto.
No dije nada.
Él tampoco.
Y aunque había algo raro
en el aire
también era lindo
oír el silencio.
Cuando volvimos
a la casa de mi tía
mi mamá me interpeló
“¿le dijiste feliz cumpleaños a papá?”
Plop.
Ayer el poema hubiera sido éste:
una ensoñación en una esquina de Alberdi
una chispa de asombro en primer plano.
Hoy el poema se dispone
con cierta conmiseración por este desajuste
mío con el mundo de las cosas concretas prácticas.
Es patético, patético, pero
¿qué puedo hacer ya?



De La soberana idiotez (2020)

 Big bang

Del cero venimos y vamos hacia
la idea de sí en que toda cosa o trayecto
consciente o no, según he leído, se transforma.
Es decir ¿cierta vacuidad incurable?
¿un colador?

Observar el colador no es tarea de niñas.
Observar el colador no es tarea.
Observar el colador ¡no!

No obstante ahí caen las papas
en la tersura brillante el humo
busca desesperado siempre subir, más aire,
y el líquido viscoso obediente se arrebata por los agujeros.

Ojos boca nariz pelo y orejas mutando tersamente
en orificios pequeños, idénticos, equidistantes

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Roto el protocolo del colador,
la sucesión de acciones observables
puede ser enjuiciada.

Maeterlinck

Ese pez que parece un sorete con patas-aletas
entra y sale caminando cada dos minutos de su agujero en forma de “u”
Chupa barro, sale, lo escupe y vuelve al agujero
La forma más ridícula de adaptación que haya visto
pez mierda adaptado como la misma mierda
provoca gracia y acto seguido enternece su imbecilidad
su desesperación su infortunio
sin parar día y noche escupiendo barro
de un lado de ese hueco bufo donde vive
y del otro lado adiviná ¡entra el barro!
pero también están los huevitos pegados a las paredes
por eso lo hace, semejante sacrificio,
para que nazcan los pececitos mierda que ahora abren el ojo
y pestañean en los huevos transparentes, son puro ojo ahora
Iba a decir esto y también aquello del lago
Baikal en los confines de Rusia, un lago de agua salada
donde hace tanto frío en invierno que las olas se congelan en la orilla
y aun así rompen, como pequeños glaciares, sobre la arena
Esto no se trata del reparto injusto de los dones sino de la tenacidad,
la capacidad de asimilarse con el entorno, bravo
por el pez mierda su obstinación su capricho
Aunque también podría tratarse de la injusticia ¿no?
de cómo algunos nos esforzamos más que otros
para sobrevivir como la misma mierda; o del asombro
y para eso es probable
es suficiente el hueco entre las hojas secas del parque Norte
donde esta mañana caminaba ciego un cascarudo
caminar es un modo de decir, se tropezaba, se abalanzaba hacia adelante
chocándose con piedras y hojas Este poema
se trata del encierro, entonces, de la ceguera, de la determinación
independientemente de los fines porque
no me atrevo a imaginar los deseos de un cascarudo o sí
que se abra un horizonte le ruego al dios cascarudo
que se abra un camino que se abra hasta el cielo de los cascarudos que les perdonen
esa notoria disposición a la desgracia amén
¿esto se trata de la predisposición al dolor?
¿de lo infructuoso, de lo fútil, de lo cíclico?
¿de observar desde afuera y desde arriba una partícula cualquiera?
¿de extrapolar un comportamiento equis a los confines del universo conocido y cognoscible es decir
la naturaleza en muchas ocasiones, como acabo de leer, se equivoca?

San Marcos

Una cuadrilla de empleados municipales
mueve el sonido –hubiera apostado–
quieto de esos pájaros en el aire.

Cuatro voces, incluido el arquitecto
ignoran la ubicación exacta del codo
que pierde agua desde la noche.

La imagen categórica se oscurece
en el devaneo lánguido: cambiarse un codo
remendarse partes del cuerpo, un pie
por eso –es imposible dormir–
abro el cierre de la carpa, asomo un ojo.

Soy la isla sobreviviente en este olor a caca.

El agua podrida corre
apenas encauzada en el laberinto
que van cavando los operarios
de a uno, por riguroso turno
siguen las órdenes del casco blanco y
no son cuatro, son seis ¿brindamos?
por la consumación del trabajo ideal: estar al pedo.

Sin embargo, los que observan ensimismados
cumplen una tarea intachable:
sugieren posibles recorridos del caño
después del arreglo de la bomba, en el 96
y del tanque, en el dos mil y pico.

Tieso sobre la moto en marcha
el arquitecto examina un plano
indica cavar para allá
el árbol
el monte
el silencio
a mí también me sorprende ¿en el reino
de los insectos con gigantismo?

Los tipos
mansos mientras se aleja el ruido del motor
–e pur si muove– desobedecen.

Llaman al encargado del camping
antes lo hubieran hecho, pero
el arquitecto apuró unos motivos caprichosos
de ninguna manera quiso
husmeando la nariz de Medrano
60 años un viejo
pelado petiso gordo
la camisa celeste transpirada en las axilas
cerrados todos los botones
prueba varias posiciones de la pala
en la mano derecha
izquierda arriba abajo finalmente
embiste duele ver la fuerza que no tiene.

Medrano suda
Medrano toma agua del pico de una botella
a la sexta palada encuentra el codo.

Risa general, aplausos.

Medrano dibuja el plano de la sangría vieja
con el dedo, en la tierra. Los otros
bromean sobre la idoneidad del arquitecto,
lían tabaco, descansan, fuman.



De Aruspicina (2025)

una noctámbula

estoy atrapada en la abundancia
tengo todo lo que necesito
pero mi corazón es
un andariego empedernido
no lo puedo cambiar:
mientras camino quemo
¿acaso hubiera notado el cartel “la familia”
si no estuviera completamente borracha?
del lejano oeste al centro
solo hay perros callejeros
autos rojos, semáforos rojos
las casas cerradas, la gente duerme

una esquizoide

si fuera bruja en este momento
estaría revolviendo dos niñitos adentro de la olla

haceme el grandísimo favor ¿querés?
no te hablés más así
vos con vos ¿con quién hablás?

entonces te ponés mal
seguís dibujando cucarachas
que andan por las raíces de los árboles
como topos miniaturizados

¿eh?

que ya estás grande para mentir, che
y también para andar diciendo la verdad

una poeta objetivista ligeramente embrollada

los diminutivos, no
los demostrativos, moderadamente
los adjetivos, depende
son lugares huecos que tienden a la inflación lingüística
¿para neutralizar hace falta algo como el pan?
ojo con los adverbios en posición de arranque del verso
ojo con los textos que se redondean en forma de epigrama
la puntuación es la partitura del poema
¿qué está pasando debajo de esta bola lingüística?
evitar la retórica interpretativa
evitar el tono reclamativo
muy coloquial, no
la intención mimética no va
muy lírico, menos
¿la literatura es un estado de atención?
reducir el aparato explicativo
apilar acciones, sí
apilar metáforas… no, no
el registro directo, sí
evitar las preguntas
¿ni pompa de jabón ni bala de plomo?
el amor y la muerte, depende cómo
el sonido susurrante del silencio, ejem, no
¿qué vamos a hacer ahora? ¿agua caliente a las diez?
palabras agudas que coinciden con el final de una frase, no
la sonoridad sobrecarga cierto efecto de terminación
¿poemas con patitas?



Carolina Musa (Rosario, 1975)

Es poeta, narradora y editora. Lic. en comunicación social por la UNR. Ha desarrollado diversos proyectos, entre ellos las editoriales Brumana y Libros Silvestres. En 2023 recibió una mención del Premio provincial de Poesía José Pedroni por su obra Cuarenta. Coordina talleres literarios para niños y adultos. Produjo el proyecto interactivo Abductor (Premio Programa Plataforma Futuro 2017).

Poesía
Aruspicina, Santa Fe – Rincón, 7Vidas Ediciones, 2025
La soberana idiotez, Rosario, Brumana, 2020
Abductor, proyecto digital, 2017
La curva de Ebbinghaus, Rosario, Baltasara, 2016
Mariposas mutantes en Fukushima, Rosario, Erizo, 2015
Cabeza de flor, Rosario, Libros Silvestres, 2015
En el cuerpo quién sabe, Rosario, Baltasara, 2014
Acústico, Rosario, Tropofonía, 2011

En antologías
Poesía argentina del siglo XXI, Rosario, EMR y CCPE/AECID, 2015
Yo soñaba con comprarme una combi, Rosario, Erizo Editora, 2013
Código urbano (comp.: Osvaldo Aguirre), PoesíaArgentina, 2013, libro digital, descarga libre

Narrativa
En el cuerpo quién sabe (cuentos), Rosario, Baltasara, 2014
Contrapunto (novela), Rosario, Baltasara, 2022
Taxidermia, Rosario, Baltasara, 2017

Literatura Infantil
Cabeza de flor, Rosario, Libros Silvestres, 2016
El amarillo, Rosario, Libros Silvestres, 2019

Links
Textos de Carolina Musa en op.cit. Poesía y narración/ La curva de Ebbinghaus, de Carolina Musa / Código urbano, compilación de poesía de Rosario, ebook, descarga libre
Sobre la autora. En El Ciudadano, presentación de Aruspicina / Espíritu lúdico que crea poesía, sobre Aruspicina, por B. Vignoli
Archivo sonoro. En Sonidos de Rosario