Hace poco más de un mes, en una tarde muy inspirada, la poeta y editora Valeria Cervero publicó para sus amistades en la red social FB una antología que fue construyendo a lo largo de un sábado por la tarde. Para que aquel trabajo hecho de buen gusto y generosidad no se perdiera hemos querido publicarlo en esta sección de lecturas. Para mejor disfrute dividimos la selección en dos partes, la segunda será presentada en breve. La antología incluye diversos poemas de autores argentinos contemporáneos, de modo que podemos definirla como un corte del presente, que muestra un tono o una cara de la poesía argentina muchas veces dispersa o poco destacada.
Alberto Szpunberg
XXXIII
Todo poema es una despedida
y un saludo.
Acaso la vida no repare
en la nimiedad de las palabras
con que el silencio querría,
por única vez,
ser sólo silencio,
como este río inmóvil
bajo un aura leve de espejos temblorosos.
¿Por qué nos preguntamos por qué
si cualquier piedra arrojada contra el agua
da en el centro mismo de ondas infinitas?
De Sol de noche (2008), en Como sólo la muerte es pasajera. Poesía reunida, Bs. As., Entropía, 2013.
***
Irene Gruss
Sirena
Ahora que todavía puedes, canta
tu delirio;
después, sirena encantada por marinos
atados a un poste,
después, sirena de voz dulce
y corazón tenebroso, incapaz
de sostener
no la nota sino la cordura
-elige el mar, no el barco-, después, elegir
más tarde que inútil: tu canto, sirena,
te desviará a ti misma,
te perderás ahí en cubierta,
en la orilla o allá, en tu casa.
Aprovecha la garganta, ahora
que no tienes pies
en la tierra, marea y
ensordece el oído del humano
hasta que se canse, hasta que te canses, y el
estruendo
sea como el de un barco que encalla
en el ojo de la tormenta, no en el sonido
cabal de la tormenta. O canta
esa suave y triste canción
que te sabes
de memoria, hasta que el agua misma
se confunda,
o aquella que habla de
cosas alegres,
cosas que duran, cosas
reales, imaginarias, y
tu voz suene tan real o imaginaria
que consterne. Hazlo ahora, sirena,
ahora que la prudencia,
como la noche, llama a víspera,
ahora que la luna, cantante muda,
no te ve ni te altera,
ahora, canta,
sin añorar la muerte y la vida.
De Solo de contralto, Bs. As., Galerna, 1997; recopilado en La mitad de la verdad, Bs. As., Bajo la luna, 2008.
***
Santiago Sylvester
(peripecia del cuerpo)
El cuerpo es exigente: reclama, ofrece prestaciones, y ahora
….me doy cuenta de que elige sólo a medias:
………………………………………………………sin embargo,
en él está lo que gano y pierdo: vértigo de lo que llega,
descarte de lo que sobra y
perpetuamente sobrará.
………………………………La memoria
forma parte del cuerpo: no difieren naturaleza y cultura: todo
en este caso es todo, pero no con el fastidio ontológico sino
con la contundencia del verbo estar.
………………………………………….La voz, el entusiasmo
forman parte del cuerpo como la mirada forma parte del
…….ojo: no hay separación que valga.
Un cuerpo sano o enfermo es igualmente cuerpo, incluso
……la cicatriz;
la caída de un diente, un moretón son tan cuerpo como la
……punta de los dedos:
hasta lo que puede ser cortado, uña, pelo o pellejo, que es
donde más se esmera porque ahí
puede desaparecer.
El enigma que circula por el cerebro, lo intenso del tendón
y resueltamente el sexo: cada tarea
pregunta qué vino mi cuerpo a decir de mí, cuál es la
…..justificación que me rodea:
el cuerpo, el exigente.
………………………..Con él
me siento en confianza, no sé si en calma:
un ojo cerrado, el otro abierto,
como el animal que se tiende al lado de su dueño, y se duerme,
y sospecha que por ahora todo está bien.
De Los casos particulares, Bs. As., Ediciones del Dock, 2014.
***
María Teresa Andruetto
Autorretrato en el caballete
1.
Esto es lo que queda
de un hombre que se muere:
un pincel y la mano agrietada
que sostiene el pardo, el rojo,
el amarillo… la mano que va,
que se desvela, desde el charco
de luz hacia la tela.
2.
Lenta la pincelada oscura,
el hijo del molinero
tantea con ojos ciegos
la espesura
hasta dar con la luz.
3.
Este rostro ya estaba
debajo de la tela, estaba y carcomía
con su podredumbre el retrato del joven
con gorguera. Bajo las arrugas y los ojos
desteñidos están los ojos arrogantes
de otro tiempo, pero ni el otro ni éste
son grandes, a todos los ha herido
esta luz: ya nada es menos,
hasta lo más miserable
tiene su destello.
4.
No es la pieza oscura donde pinta,
ni la pobreza que trajo la desnuda forma,
ni la luz que cae sobre la gorra,
ni el pelo desprolijo, ni la barba,
tampoco el cuerpo vencido,
ni el olor rancio del encierro.
Son los ojos que no encuentran
a Saskia, a Hendrickje, al bienamado Tito;
los ojos que se han vuelto
hacia un lugar de nada,
hacia el vacío.
5.
Otros buscarán la nota pura,
la imagen que persiste, la tersura,
como buscan sus ojos en la tela
(es la mirada lo que abruma,
lo que desvela)
6.
También yo persigo una palabra oscura
oscura en los retratos de Saskia,
en la ternura de Hendrickje, en la viva
luz de Tito, y el aire de bondad,
la carnadura de un hombre
que se deshizo.
De Beatriz, Córdoba, Argos, 2006.
***
María del Carmen Colombo
En espacios reducidos es propicio menguar, como la luna y las mareas: la dirección del movimiento obedece a la necesidad. Es favorable decrecer con rectitud, orientados por el mapa nocturno que dibujan las tablas de planchar, cuando doblan sus hojas y culminan, firmes, en una reverencia.
Los biombos se someten al dictado de los tiempos y ceden, dóciles, las teclas de sus abanicos. Una escalera devora su propio caracol, peldaño por peldaño.
Algunos pensamientos ensobran sus intimidades y se apilan, al igual que las sábanas, en prolijos acordeones. Las mentes más realistas se ajustan tanto al pan pan y al vino vino, que después se desparraman en otras dimensiones, como la gente que vive apiñada en una pieza y sueña con la amplitud del paraíso.
De La familia china, 3ª ed., Bs. As., Hilos, 2011.
***
Juan Carlos Moisés
De negro a blanco
de la oscuridad a la luz, y viceversa.
Fernando Kofman
Si el mundo es negro
la mente puede ser blanca.
Si la mente es blanca
el mundo puede serlo también.
Si lo negro piensa lo blanco
o lo blanco piensa lo negro
¿el resultado se invierte o se equilibra?
En estos pensamientos lógicos estaba
cuando me puse a oír el viento de la noche.
Después el viento dejó de soplar
y pude oír el silencio de la noche.
Cuando quise recordar el sonido del viento
sólo pude oírlo separado de la noche.
¿Dónde se había metido el viento?
Ahora estaba en mí y no en la noche,
soplando mis palabras, empujando
mi voz, de negro a blanco, y viceversa.
(a Oscar Battistina)
De Esta boca es nuestra, Bs. As., CILC, 2009.
***
Leonardo Martínez
La casa
Mi padre
heredó de viejo
la casa y los alfalfares de mis abuelos
La casa estaba en ruinas
puertas y ventanas tapiadas
Las hormigas habían levantado grandes túmulos
en los pisos
Los techos filtraban el agua de las lluvias
y por los huecos de las tejuelas rotas
la luz caía en figuras cambiantes
Mi herencia fue en otoño
La iguana que tenía su cueva
en la sala de sillones sombríos
empezaba a dormir su sueño de invierno
Las comadrejas abandonaban el nido
hecho en la maraña del clarín de guerra
y en el patio
sólo se oía la embestida del viento
Los alfalfares ya eran montes
de vegetación áspera y cerrada
guarida secreta de habitantes
de la casa
Ahora
la casa está vencida
el tiempo clausurado
De El tiempo cumplido, 2012.
***
Mónica Sifrim
2
un día fui mujer
de un leñador
y me partió
a pedazos
¿qué esperabas? ¿ardillas correteando por la nuca?
ahora se escabulle
la jauría de ciervos
que había coloreado en una lámina
para darte
ayer como regalo.
en cuclillas
sobre un jergón de paja
no voy a dar a luz
voy a dar a penumbra
un hijo amoratado.
quería que el bebé
tuviese
un hongo rojo
con motitas
blancas
para que lo abrigaran
del rocío
De El talante de las flores, Bs. As., Hilos, 2014.
***
Cristian Aliaga
El sentimiento ácido
La angustia desesperada de la inteligencia,
esa que invocamos, salmo que se repite
a espasmos irregulares dentro de un largo poema inacabable.
Turbio el sentimiento, tiene poder para emular
la angustia de la inteligencia que acecha sin aparecer.
El sentimiento es ácido, quema la víscera grande,
es adictivo aunque se pierde en la repetición
de un tren que pasa en otra vida.
Es ácido, casi no puede beberse sin arcadas,
inmaculado junto al matorral de flores muertas.
El sentimiento turbio
Una letra azul hasta que la hoja acabe en negro,
siempre, el final.
Ese color de fin de era se impone al rojo, alternan sangre los dos.
Querer condensar en un verso largo esa pálida voz perfecta.
Es turbio el sentimiento, tiene el poder
para anular la angustia por segundos;
de la inteligencia sacamos eso, angustia,
por estar al acecho. Pero el sentimiento es adictivo
aunque se pierda
en la dulce turbiedad
de un tren que pasa a velocidad constante en otra vida.
De La sombra de todo, Bs. As., Bajo la luna, 2007.
***
Marcelo Leites
V
Estar arriba o abajo a la izquierda o a la derecha
detrás o delante en el centro o en la periferia.
Pareciera que el movimiento se da en dualidades.
Nadie se queda en el vértice
que nada garantiza salvo una mirada distraída
entre la ventana y el cielorraso.
Por otro lado esta ausencia de certeza –dicen–
es propia del fin del milenio, donde sólo hay
un campo abierto del que conocemos apenas
un pedazo del final:
la serenidad del agua deslizándose por los tallos
de los crisantemos blancos y tal vez algún tordillo
que nos guiaría hacia unos trinos danzantes.
Una cosa parece ser segura: No debiéramos ver las cosas
desde estas colinas. Solamente.
No doy mucho crédito a las ideas.
Más de las certezas de vivir y morir
que inexorablemente nos ocurren,
el resto es optativo.
Alabar esto, censurar aquello, nos aparta
sutilmente del comienzo donde debiéramos quedarnos,
en movimiento, cerca de la luz que apaga o deja ver,
en forma intermitente desde la ventanilla
de un tren obstinado y veloz
la trayectoria de una hoja en blanco.
De Ruido de fondo, Paraguay, Trópico Sur, 2001.
***
Graciela Zanini
Reflejos
Escribo cada línea de un poema
como quien graba en piedra la verdad acerca de quien es.
No epitafio, ni confesión.
Aguasanta para dejar limpia una mínima carnadura en el tiempo.
No razón de haber sido, sino nostalgia del posible no cumplido, pero al que se
entregó hasta el aliento último.
Vientecillo audaz colándose por entre los postigos de una memoria varias veces
reparada, la necesidad esculpirá sobre esa roca
el nombre que nadie pronunciará para encarnarse.
No hay ensueño sino imagen desgarrada en el fondo del ojo.
Voz engañosa, trepa hasta enredarse en lo real. Que también es imagen y no.
Que también es desgarro y no.
Continuar con los pies apoyados en un dibujo. Plano, no estructura.
(A lo lejos, detrás, en la cabeza, un silbido acompaña y miente).
Hablar.
Hablar como si la cabeza pudiera continuar separada del tronco.
La fortísima llamada de un gong latiendo en los restos y la cabeza,
con su boca torcida por la expresión bestial, apenas apoyada. Tambaleándose.
Algo que no estuvo antes en el mundo y no saber si es necesario que esté en él.
Pero igualmente proceder a instalarlo,
creyendo que el constructo posee belleza suficiente para justificar la inclusión.
Soberbia de lo ilusorio. Carne sin aire, nacida muerta.
Un malentendido, un aleteo perverso, una mirada en busca de legitimidad.
Alquimia inútil, sólo para ordenar piedra sobre piedra y cubrir
con musgo de lo aparente el fallido nacimiento.
Llueve desde hace días, sin embargo nada alrededor parece lavado, absuelto.
Se percibe el peso de lo que cae, sobre lo caído.
Agobio en los animales y en las cosas.
El columpio, al fondo, mecido por el viento y lo brillante de las hojas del naranjo
son un intervalo, no una alternancia.
Una simulación.
Ni siquiera la rotación de los girasoles conserva su misterio
Cavilar acerca de si es una revelación o una pérdida no suma.
Desde el color de años tempranos, reconocemos el gris.
Lo quieto, aún bajo un amable sol.
De Magna ubre, Rosario, Ciudad Gótica, 2013.
***
Graciela Cros
Lejos de casa
Lo verdadero ocurre en aguas profundas
y las palabras poco pueden con eso.
Los pescadores han traído un lobo de mar
que por error o azar cayó en la red de congrios y jureles.
Su cabeza ladeada hacia el este cuelga de un escalón del muelle.
No respira.
Tiene un fulgor lechoso en la mirada
y en un breve intervalo pasó de ser protagonista
a convertirse en obstáculo.
Es un hecho fortuito,
un punto irrelevante en la mañana
este lobo muerto por error o azar.
Me recuerda a mi padre
el último día que lo vi.
De La Cuna de Newton, Bs. As., Ediciones en Danza, 2007.
***
Graciela Perosio
Como letargo
como quien deja ir
quien se despide
apenas sonriéndole
a un transparente pasado
que se marcha,
se deslíe, borronea.
Suelta en nombre y la forma.
Quien los dedos abre permite que la sangre fluya.
Quien permite gana todo lo hasta ayer perdido:
la sangre, los amores, los acordes finales
y el silencio.
De Regreso a la fuente, Córdoba, Ediciones del Copista, 2005.
***
César Bandin Ron
Por la noche, no hay flor…
Por la noche, no hay flor que no sea
parte de la misma intimidante sombra,
ni hay miedo que no termine cerrándose
como un cerco. Por la noche el paisaje
se empasta, el relato se empasta,
y no hay espíritu que no sea parte
del mismo aterrador destierro. Así
como por la mañana, cada pequeña flor
pone en marcha, una vez más, la dulce
promesa del paraíso, y el miedo vuelve
a disiparse y el chirrido de la vieja
rueda de la fortuna preanuncia
nuevas suertes. Sin sentimentalismos,
sin titubeos, lo bello y lo trágico son
palma y dorso de una misma única mano,
que así como nos acaricia nos abofetea.
De Poesía y virtud, Buenos Aires, Paradiso, 2013.
***
Jorge Aulicino
Ahora, las cosas que no son fundamentales para mí
Ahora, las cosas que no son fundamentales para mí
forman una difusa legión, como ciertas veces las sombras en el día.
Son, entonces, las cosas realmente importantes y casi siempre inaccesibles.
Ahora, llueve sobre el río: no hay nada más inútil que esta lluvia sobre el agua.
Tal vez nada más fascinante, por otro lado.
Papá se achicó con los años. Aunque no podía contener su ira natural
y tampoco descuidaba su pelo ni su cara, hablaba a veces en italiano
y se mostraba atento a muchas cosas que para él antes no eran nada.
Tomado del blog Estación Finlandia.
***
Jorge Spíndola
lisboa
nunca estuve en lisboa
siempre acá,
metido en este cuerpo,
atado al páramo o abrazado
al mar y sus acantilados
siempre los mismos ojos
con cuchillos naranjas en la tarde,
siempre acá
nunca caminé por las calles de lisboa
siempre pampa seca
y autos abandonados al borde de la ruta
ahora mismo me invade la imagen de un colectivo
detenido para siempre
oxidándose con yuyos en su cuerpo,
unbedford verde agua
con teros lejanos en su lomo
nunca puedo abrir esa cortina
que envuelve la existencia
esa cortina agitada por el viento
que anda como gasa
cayéndose sobre mi cuerpo
siempre acá,
entregado como un perro a este paisaje
oliendo matas, salpicado de escarcha
para siempre
lisboa crece por mi boca en esta noche
mientras orino abrazado al álamo de casa
mientras pasan autos en la ruta
mientras llueve y crece el perfume de la tierra
mientras nada se parece a lisboa
y sólo un gato
camina en los paredones de la calle
lisboa qué lugar extraño
navegando en mis entrañas
lisboa tantas cosas
tantas noches navegando
al sur de toda mi existencia
De Perro lamiento luna y otros poemas. Antología personal, Bs. As., Ediciones del Jinete Insomne, 2013.
***
Estela Figueroa
“Un muerto no es un muerto es la muerte”
Es una visita que ya no vendrá
como no sea en sueños.
Es una casa a la que nunca más iremos
como no sea con la imaginación.
De aquel domingo del invierno pasado
en que tres amigos comimos torta «con saber a infancia»
-como dijimos-
y tomamos té con canela
soy la única sobreviviente.
Hace unos días
después de la lluvia
-pensando en estas cosas-
planté un gajo de enredadera
que había echado raíces
dentro de una botella.
parece que prendió.
Quisiera que
–trepando por la pared–
cubriera el patio
donde da tanto sol.
Es probable que así sea.
Pero hoy me pregunto
si llegaré a verlo.
De La forastera, Recovecos, 2007.
***
Daniel Freidemberg
Mayo (II)
Detrás de la ventana, lluvia,
y detrás de la lluvia, música nocturna
de bajos eléctricos
como si fuera el fin del mundo.
Como si fuera el fin de un mundo:
sonidos de una fiesta ajena,
entre el caer, continuo, del agua,
allá, al fondo de todo, en lo negro.
Nubes blancuzcas a la mañana en
el charco, un papel
como crucificado, también blanco, en el gris, viento,
y algo en el viento, o detrás de él, o en la mente
(ruidos al fondo
de la oscuridad, el caer de un agua), y la luz:
el lento hacerse otra vez del mundo en la luz;
un lento hacerse, otra vez, y el mundo, y la luz.
De En la resaca, en Sonidos de una fiesta ajena, Bs. As., Ediciones Ruinas Circulares, 2012.
***
Liliana Campazzo
I
Hay pájaros
y también
chispazos de pájaros
esos
que cuando el sol
corre al lado del auto
por una ruta de tierra
cruzan
delante de la ventanilla
y dejan los ojos cansados
por el esfuerzo de ver su luz
de pájaros.
La ruta de piedra y pozos
se parece a la vida
dura tosca
levanta polvareda
como cuando una
sin más razón
que la tristeza
pega un grito.
De A boca de pájaro, Comodoro Rivadavia, Vela al viento, Ediciones Patagónicas, 2012.
***
Alejandro Schmidt
Instantes
mientras te arrodillabas para enjuagarte el cabello
tus brazos se alzaron
mezclando los gramos de la luz
como si ardiera el último secreto
y tu risa mojada
fue necesaria esta visión
para saber que estamos solos en el mundo
tigres de espuma donde aroma
el precio del instante.
De Dormida, muerta o hechizada, en Romper la vida. Antología existencial, Córdoba, Nudista, 2013.
***
Susana Cabuchi
Cielo
Sobre las montañas nevadas,
como una flecha oscura,
van los patos salvajes.
Cruzan.
Como tu sombra
sobre mi corazón.
De Album familiar, Córdoba, Alción, 2000.
***
Liliana Díaz Mindurry
A UNA CIERTA HORA
de María Germinova llamada Toyen
Lo indecible,
lo que ella sabe o no sabe o simula no saber, pero el gusto se le guarda en la
/lengua y debajo de los dientes,
lo indecible,
eso
lo que a cierta hora habrá de suceder,
lo indecible
eso, por ejemplo, que la nada corregirá muy pronto la forma de las cosas para
/que la voz no quede ni en el fondo del sueño,
que no la acariciarán esas manos
(y será como si las manos la despedazaran
como si las manos tuvieran mandíbulas garras colmillos púas alfileres puñales)
que las frases se desarmarán goteando sin la menor respuesta,
que los pasillos correrán hacia abajo
como un río en pendiente,
que palidecerán las palabras extenuadas,
que ella misma se volverá muñeca y caminará en la espesura
que el aire le entrará y saldrá de la boca
sin el menor ruido
como esas muñecas que duermen en los estantes
vacías,
rotas.
Eso,
que ya no habrá ningún paraíso
que sólo restará beber agua en los intervalos de la televisión.
Ahora
mira por la ventana, desnuda, con apariencia de estatua,
toma el lomo irregular de las imágenes y las aplasta como a cigarrillos muertos en tazas de café.
Se lame las heridas.
Sabe o no sabe
que los ladrones de la dicha
están alineados
entre cada relámpago que abre y cierra las puertas del pensamiento,
y desde el bosque de los nombres
se acentúa la confusión.
Hasta hace poco,
hasta hace unas horas,
en esa lastimadura del cuarto,
el deseo
como un pez
nadaba en aguas con agujas,
la mirada enorme
se metía en iglesias, campanarios, vitrales,
se comía a Dios,
lo masticaba,
sangraba ciervos en los límites del bosque,
torcía cosas, las mezclaba, se sacaba y se ponía los ojos, fracturaba la noche, le
/hundía las fauces a la locura, llevaba enaguas celestes con puntillas, trituraba
/cualquier uña de la eternidad, guardaba en cajones cerrados la desdicha
/como si ya no tuviera fundamento,
combatía sobre la hoja de papel muerto
con las palabras enfurecidas como tigres.
El deseo
era un perfume,
una curva del tiempo donde detenerse,
y tomar los minutos
para secarlos en la terraza al sol.
Revolver la tristeza en una palangana y cantar de risa.
(No hay obediencia más puntual que el deseo).
Ningún perro en celo tiene hambre ni frío,
ningún perro en celo sabe de ninguna muerte,
ni de esas disfrazadas con ropa transparente,
ningún perro en celo sabe de ningún dolor.
Lo indecible
lo que a cierta hora habrá de suceder,
y ya ponerse la vejez en el cabello,
las manos
en la sala de torturas,
bañarse con jabón aromático, llenar la cara de pomadas,
preparar la valija despacio con pasos de monja en el sagrario,
ponerse un sombrero con flores y pájaros,
leer el diario,
caer.
De Resplandor final, Bs. As., Ruinas Circulares, 2011.
***
Teresa Arijón
Amor
En el contestador automático, tu voz
bajo otro cielo. Suena una trompeta, el jazz
de este país lejano que ahora habito
en nuestra casa, al sur, donde nada regresa,
donde ahora estarás
mirando pasar el invierno
hacia otra estación, desconocida.
Nuestra casa en invierno, al sur,
donde nada está previsto pero
el agua corre como siempre
en la dirección opuesta.
(…)
Digo tu nombre como una esclava
del amor. Pereza en las páginas,
pereza del idioma.
Trazado de líneas como patas de flamenco
sobre el papel rayado del cuaderno.
Una civilización toca a su fin, o toca
su prometido incendio. Como tus ojos, una estrella
en la noche de este cielo
me aísla en la ventana. Miro
el aire en tu imagen.
Miro mi almohada. Toco
las páginas de un libro
que no quiero leer. Toda la noche,
voy a mirar la sola estrella
del poema de Hölderlin. Toda la noche,
voy a tocar tu cuerpo con su luz.
Iowa City, 1995
De Poemas y animales sueltos, 2005; en Óstraca. Poesía reunida, Bs. As., Curandera, 2011.
***
Concepción Bertone
Esperando la nieve
a Glauce Baldovín, in memoriam
Todos dicen que va a nevar en la ciudad.
Todos quieren ver en la nieve algo nuevo,
algo raro y ligero porque
no sabríamos convivir con eso. El rostro
del otro es nuestro rostro y el hielo de la nieve
lo refleja. Pero nunca cayó. Sólo piedras
de hielo y algo de la tempestad
que destruyó a los árboles. La tarde
se hizo noche y el cielo
me develó el humor de los pájaros, la tijera
de una bandada ruidosa
buscando dónde anidar.
Y nada
que no supiéramos –salvo volar–
nos pasa. La nieve
cae siempre en otra parte.
El derroche es una ley
del arte y de la naturaleza apaleada. Siempre
hay tiempo, tibiezas
de Barragán antiguo, enaguas de jerga,
lienzos bordados por mi abuela
contra la guerra que,
en ese hacer sumida, florecía en la tela.
Flor rebelada contra la nieve
que había que cavar para ver la luz,
el suelo fangoso que dejaba la pala
enterrando la bala del cansancio
que le hizo estallar una noche
el corazón.
El tuyo, el de ella. Se supone cordial
la huella del pespunte, el hilván,
la mirada ciclópea de la aguja, lo que cava
la pala cuando siembra. El filo del papel
o del hilo. Se supone cordial
entre los yuyos donde se afila un lirio
no pisar su destino de cuchillo
salvando una parte
de un día de pesar.
Del peso del avatar, de ese mal
expresado nombre
de lo adverso. Reverso
del candor, cuando te mata.
De Esperando la nieve, Rosario, Ciudad Gótica, 2013.
***
Fabián O. Iriarte
El cero como paradigma
I woke without desire,
And welcomed zero as a paradigm.
Thom Gunn
Me atrae como imán
la redondez de las cosas. De algunas cosas:
las bocas abiertas por la sorpresa,
o la estupefacción, pero también por placer.
La redondez de las vocales,
su color ovalado, su ovoide claridad,
la blandura redonda de los cantos rodados
que ruedan de o a ue a la orilla de los mares,
a la vera de los ríos transparentes, en el fondo
de los asuntos: oquedad y hueco.
La redondez de las rodillas, de las rótulas
que giran como dos mundos paralelos,
así como hemisferios helados,
llenos de cero, como esferas alejadas
de sí, de nosotros, del temprano dolor.
Me gusta la redondez de la nada.
La nada de algunas palabras
intensas de cero.
Del cero que nunca termina de juntar
sus extremos, siempre como en suspenso,
dejándonos boquiabiertos como imitando
su indecisión,
sus curvas líneas como metáfora del mundo
según un pensador medieval.
La redondez del cero que queda abierto,
pero solo siempre solo
como un paradigma del mundo o de mí.
De La Caja P, Bs. As., Ediciones del Dock, 2013.
***
Liliana Ancalao
Las mujeres y la lluvia
cuando niñas vamos sueltas por el patio
y el sol nos persigue de a caballo
pero la luna implacable nos va dejando sus mareas
hasta que nos desvela
y esa noche encontramos
un cántaro
en lugar de la cintura
aprendices de machi las mujeres
nacemos así al rocío
listas para mirar los barcos que se pierden
descalzas a la neblina antes de que amanezca
nervaduras de lluvia nuestras manos
levantadas al cielo
te salpicará el amor
parirás sin amarras
y recibirás con ojos arrasados
la visita intermitente de la risa
permanecerá la llovizna en tu vientre
porque no te atreverás a ser la madre
de todos los desamparos
que andan por la calle
caudal desubicado te desarmará
en pájaros que no saben hablar
a borbotones no podrás decir
lo que quisieras
mejor dejarlo que se derrame despacio
decir
permiso tengo lluvia y alejarse
a una altura al mar al cielo
hasta que vuelvan a apretarse los musgos
en las profundidades
yo conozco mujeres que nunca se alejan
le abren la compuerta a sus gorriones
y lloran
enjuagan el trapo mojado lo estrujan
limpian con él la tabla y lloran
pican cebollas y más lloran
igual hacen las camas
barren la casa peinan a los chicos
igual lavan
dónde aprendieron
hay otras que se pasan la vida domesticando
a sus pájaros
porque no quieren que irrumpan sin aviso
y los beba el enemigo
guardan su sangre su ausencia quietos en el fondo
y apuntan con palabras nítidas de cuarzo
que van a dar al blanco
yo a las palabras las pienso
y las rescato del moho que me enturbia
cada vez puedo salvar menos
y las protejo
son la leña prendida de atahualpa
que quisiera entregar a esas mujeres
las derramadas las que atajan sus pájaros
a cambio de un abrazo
una vez en febrero yo estaba ahí
en el campo
y se llovía todo
parecía la furia de cai cai sobre nosotros
el agua estaba helada
las ancianas prosiguieron el ritual
y tuve que quedarme
hasta cuándo aguantaremos
pará la lluvia dios es demasiada
no la bebe la tierra se atraganta
y somos casi nada
trazos de tiza borrados por el agua
después de unos siglos el sol abrió las nubes
la voz gastada de meridiana epulef
levantó el taill del cauelo
pensé que dios podía ser ese arco iris
o los caballos en fila
moro zaino pangaré tostado bayo
saludando al horizonte despejado
huele tan bien la tierra después del aguacero
Pu zomo engu mawün
Fey chi pichikezomongeiñ amuiñ
montulngeiñ lepün mew
antü inantükueiñ mew kawellutu
welu küyen elürpaeiñ mew ñi pu ko nepeiñ mew
tüfey pun peiñ kiñe lom metawe, llawe pelaiñ
pu machikimelpeyel
llegiñ, feley, mülum mew
pepikawküleiñ, pu wampu ñi leliael ñamkülelu
ngenoshumelkezomo chiway mew
mawünwünn mew tapülfüna iñ kug
witrañpramlu wenu mew
keipüleimew ayün püñeñaimi
trapelngelaimi, llowaimi,
nge treifunakümlu mew, ñuin ayen ñi llallitun
mülekayay chi fainu eimi mi putramew
llükaalu am ñukengealu
kom kizulenche ñi ñuke miawlu rupu mew
wau mangitripalu chafozüaeimew
pu ishim zungulalu mew
traigen mew chem pepi pilaymi
welu llowaimi ñi wütruael pichi ñochi
chaliaimi, piaimi nien mawün
alütripaimi alüpramülewe mew
lafken mew wenu mew
ka ngütrawtuay lafkenkachu pu lom mew
Iñche kimün pu zomo turpu kamapukünuwlay
nülafingun chi wülngiñ ñi pu chirif
ka ngümaingün
ülpuingun chi fochon ekull
kütrüfingun, kafliftuyngün, katrüyngun pu cebolla
ngütantuyngün , lepüyngun, runkayngun pichikeche mew
küchayngun
chew kimüyngun
ka zomo rulpayngun ñi mongen
ñomümishimüyngun
ayülayngun ñi weyun ñi eluzungunon
pütokoy chi kaiñe
elkayngun ñi mülenon ñi mollfun amulewelalu anümche mew
pu zomo külliyngün ailiñ nütram mew, likan nütram mew
katakonuyngun rangiñ kaiñe
iñche nütramrakizuamün
nütramwitranentun perkan mew
pepi montulün aimeñ nütamtakuñman
atahualpa ñi mamüll üikülelu
tüfa nütram eluafiñ tüfeichi zomo
wütrungentulu, tüfeichi zomo katrütufingun ñi pu ishim
kiñechi febrero mew, iñche mülen tüfey mew mapu mew
kom mawün müley
kiñeazngefuy kai kai ñi illku wente iñchiñ
wutrengey ko
pu kushe petulüyngün chi ngillatun
mülen ñi femagel
chumül müten yeiñ
trañmaleufü katrütufinge rume mawün
mapu ptokolay mapu rulmelay
chem no rume ngelaiñ
tiza wiri ñamümlu ko mew
pu pataka tripantü mew
chi antü nülakünuy pu tromu
meridiana epulef ñi füchazüngun
witrañpramuy kawellu taüll
rakizuamün kallfuwenu pepingeafuy
tüfa relmu kallfuwenu pepingeafuy
pu kawellu witrünkülelu
moro zaino pangare tostado bayo
chalifingun afmapu
küme nümüi mapu rupan füchamawün
De Mujeres a la intemperie, El suri porfiado y Bajo los huesos, 2009.