Hernán Schillagi

Sobre un cuaderno a rayas*

tanto verne tanto salgari

pensá un momento la familia
es el primer libro que nos dan a leer
después tanto verne tanto salgari nos arrojan
a la profunda tinta de un mar que se cura
de palabra y silencio dos camas dos hermanos
navegan sin velamen ni anclas
por sobre las frases hechas y derechas
de un pasado feliz que se hunde
y resurge oscuro excesivo durante veinte mil leguas
de viaje mendocino porque no hay un libro
usado descosido marcado por extraños
con anotaciones confusas
que no sea la familia

 

una materia pendiente

escribe sobre un cuaderno a rayas
y un alambre espiralado sujeta
punto por punto los caracteres anónimos
de una mujer que ve la novela y copia
reproduce en trazo grueso los episodios
remanidos urgentes y melodramáticos de la jornada
como si fuera un diario extranjero en su cocina
que espera ser repatriado escribe «hoy se besaron
ella no lo ha perdonado del todo» y da vuelta
la página como un corte comercial

aunque percibe su papel áspero en la historia
la birome de la mujer corre azul por las líneas
salta los surcos regados de tinta lavable hasta llegar
al margen inferior y clavarse sin más en la materia
irresuelta de su pasado para así tener la oportunidad
de alterar desde el plagio la caligrafía de sus sueños

 

la unión soviética

la fotografía reproduce una casa
en medio de la nieve sola «fuimos los primeros
en mudarnos al barrio» decía su padre
y el pecho del niño asmático se inflaba
porque habían sido unos colonos
de la clase media que atravesaron la realidad
esteparia de algún plan de vivienda
durante el tercer gobierno peronista

dos ventanas una puerta y el hielo
que se funde con los bordes blancos
de la polaroid y adentro bien adentro
cuatro témpanos se deslizan por el piso
pero buscan de un recuerdo el calor
que los acerque y los destruya en un mismo gesto
una unión desde el frío que congele por fin
la imagen de una felicidad no menos instantánea

 

la llave original

al poco tiempo de morir mi padre se me cayó
de las manos la llave de la casa familiar
la original la que permitía al cerrajero
con el esmeril hacer las copias que abren el presente
un eco metálico de una puerta doble hacia la realidad
interior y el mito «por allí salió toda de blanco
tu abuela para casarse»

resultado un diente menos y una combinación
esquiva pretérita indescifrable para un vástago
que sostiene las estrías de un código perdido para siempre

sin embargo la casualidad es puesta en duda aquí
ya que si un poema cae en lo esperado
y contradice el azar niega también su condición de llave
de clave de un texto sin justificar
con un verso faltante que quedó atrapado
en la cerradura de la boca férrea de mi padre

 

tormento eléctrico

ella cree presentir la lluvia
hay mañanas en que no bien traspasa
la galería y baja los dos escalones hacia la huerta
la humedad de la tierra se le sube por los pies
le recorre el blanco de las piernas
por debajo de la falda
se arremolina en su vientre
y provoca que se le erice
todo el vello que la cubre

así con el cuerpo en estado de alerta
enfrenta la jornada

«tal vez llueva un poco a la tarde» pronostica
aunque por las dudas va a conectar la manguera
pero sus manos ya no tienen la fuerza
suficiente para presionar en la boca del surtidor
cuando abre el paso del agua ella comprueba
que las pinchaduras se multiplican
a lo largo de toda esa lombriz plástica una lluvia
al ras del suelo se ha adelantado en su patio

no siempre llueve igual de noche que de día
el agua que cae desde la oscuridad
cuenta con la complicidad del que vela
entonces cada gota es un secreto
que se aplasta y mezcla con la tierra
de sus deseos ella sabe bien
qué hacer con ese barro

por eso enfrenta las palmas enlodadas
y empieza a frotarlas
y hace círculos concéntricos
las figuras sí no tardan en llegar
son trozos de la memoria que aparecen
informes luego pequeñas esferas
para que al final los dedos moldeen
a su capricho cada momento del pasado

«un hijo los libros y todas las ventanas
a punto de abrirse»

la atmósfera ahora se carga de iones
hay un cúmulo oscuro sobre su cabeza
miles de gotas se suman al riego y ella
que cree presentir la desgracia
comprende que en su cultivo
algo se va a pudrir sin retorno

 

la historia y la bestia

hay un texto que no puedo escribir se llama
«el último viaje de la bestia» mi papá aparece
en la ventana así comenzaría y me pide un favor
casi póstumo que lo lleve a dar unas vueltas en el auto
las toxinas que su hígado ya no logra eliminar
le han saqueado el cerebro por eso necesita despejarse
salir de una confusión doméstica oscura «no prende
la llave no prende» me dice y no puedo no
hay algo en la historia que se escapa porque un hijo
y su padre sobre el asfalto de diciembre
corren tras un silencio febril y el que maneja hace preguntas
del pasado para una cabeza sin futuro donde el hilo
es el laberinto y nunca la salida

un texto hay que escribir no puedo «el último viaje
de la bestia» se llama tal vez un día consiga sin dudas
asignar los roles a cada personaje

 

hoja de ruta

para ella viajar es abrir una ventana ella
recorre los cegados pasillos de su casa
como aquel que toma un tren a la noche
pero el boleto está escrito en una lengua arcaica

entreabre la puerta que da a la galería
sabe que va a emprender el camino
más largo y desprolijo el recuerdo

abrir una ventana dejar que pase el viento

para cada uno de sus furtivos paseos
elige una ventana diferente hay veces
que sin intención sacude los postigos
entonces no alcanza a abrir una hoja
que ya se encuentra en la ruta
o bien camino hacia una época
donde alguna vez se dejó transitar mira
recorre sin caminar «veo las líneas de tu mano
me quedaría solo con la hoja de ruta
que traza tu futuro sobre mi piel»

hasta que por las tardes la campana
de la iglesia la llama a clausurarse en la realidad
ella sabe que en esas aberturas
de hierro madera y carne le aguarda lo ilusorio
aquello que no podrá atrapar

también sabe que una vez cerradas
los vidrios le devolverán implacables su rostro.

 

 

* Nota del autor.
1.Lector. Una tenue mujer de provincia, hija de un carpintero, que apenas alcanzó a cursar el primero de la secundaria va y compra una remera verde para su hijo de 10 años. Llega a su casa, envuelve al niño como si la prenda fuera una hoja de parra, lo abraza fuerte y le dice al oído: «Verde que te quiero verde». A ese niño que era yo, sin aviso, la poesía lo había tomado por asalto. Mi vida, por lo tanto, ya no sería la misma. Tampoco mis lecturas.
2.Poeta. Cuántas veces hemos escuchado decir frases como: «Tiene los mismos ojos del padre», «Camina como el abuelo», o «Sonríe como la tía». Sin embargo qué sucede cuando a un vástago la voz le sale extraña, única y oscura. Encima nunca dice lo que dice. Siempre esquiva la mentira y habla con la verdad, que es el modo más claro para confundirnos. Por lo tanto, la preocupada madre se queja con el corazón en un puño: «El nene me salió poeta». Entonces, la vecina le responde con total sinceridad: «Querida, lo que se hereda no se roba».
3.Narrador. Hacía una década que una historia me rondaba en la cabeza, para ser más preciso, un secreto de familia. Una historia que, naturalmente, pedía ser contada en prosa y con la ficción como una sordina que hiciera que los ecos sonaran soportables, tanto para el lector como para mí. Había leído en Respiración artificial, de Ricardo Piglia, que todos los narradores primerizos caemos en la tentación de querer escribir la novela familiar. No iba a ser la excepción. Por lo tanto, empecé a tomar apuntes, a anotar recuerdos, a trazar líneas cronológicas; pero la novela no salía. Así que las líneas de las anotaciones comenzaron a quebrarse, los párrafos tomaron cadencia de verso y me encontré escribiendo poemas que buscaban aproximarse a ese esquivo «texto mayor». Algunos aparecieron en una antología personal llamada Gallito ciego en 2013, pero pertenecen al libro Lengua padre (en prensa). Otros son del libro en construcción Castillos sonoros. De este modo, gracias a la escritura de estos poemas, pude ir tirando -con distintas fuerzas e intensidades- de algunas hebras para que, en 2016, hicieron que terminara de escribir Los cuadernos de Gloria, novela con la que tuve la suerte de ganar el Premio Vendimia y se publicó al año siguiente. La historia trata de una abuela que escribe poesía y le dedica un texto de bienvenida a cada uno de sus nietos, menos a uno; justo a ese nieto que será el único apasionado por la lectura, por la poesía y que podrá, desde el olvido, escribir la herencia del secreto que toda familia tiene enterrado.


Hernán Schillagi (1976, San Martín, Mendoza)

Poeta, narrador, crítico literario, editor. Es profesor de Lengua y Literatura. Entre los premios que recibió se encuentran la Primera Mención en Poesía del Certamen Literario Vendimia 2000, Primer Premio del Certamen Literario Vendimia de poesía 2008 con el libro Primera persona, y en 2017  Primer Premio Vendimia de Novela por Los cuadernos de Gloria. Publica sus textos en el blog Ciudadeseo y la revista digital de poesía y reflexión El DesaguaderoDirige la editorial Libros de Piedra Infinita junto a Fernando G. Toledo.

Poesía
Ciencia ficción, Mendoza, Colección El Desaguadero, 2014
Gallito ciego (selección 2007-2013), Mendoza, Libros de Piedra Infinita, 2013
Primera persona, Mendoza, Ediciones Culturales, 2009
Pájaros de tierra, Mendoza, Libros de Piedra Infinita, 2007
Mundo ventana, Mendoza, Libros de Piedra Infinita, 2002

Narrativa
Los cuadernos de Gloria (novela), Mendoza, Ediciones Culturales, 2018
De los Portones al Arco (novela), 2013 (edición digital)
El dragón pregunta (relatos), 2011 (edición digital)

Ensayo
La visión del anfibio, 2013 (edición digital)

Links
Poemas. En Círculo de Poesía / MDZ / Noticias Día x Día
Narrativa. Los cuadernos de Gloria, fragmento, en Excéntrica 
Entrevista. «El verdadero compromiso es difundir a los pares», por M. Guzzante, en Los Andes
Reseña. Sobre De los portones al arco, «Una novela de aventuras…», en Diario Uno