Leiden y otros textos
José Sainz
Rosario
Editorial Municipal de Rosario
2013
32 páginas
Por Marcelo D. Díaz
Los poemas de Leiden proponen rastrear los vínculos el origen de los vínculos que unen a los miembros de la familia, rastrear lo idéntico que nos integra a nuestros padres y a nuestros hermanos y rastrear, en otra dirección, aquello que nos hace singulares y nos diferencia. De allí se narra el naufragio de un relato familiar que podría suceder en cualquier parte y en cualquier momento de manera demorada: “mamá y el tío juntaban las cosas con apuro, la ropa, sobre todo,/ del placard de la pieza de adelante, sábanas, las metían/en la camionetita blanca, estacionada en la puerta de la casa,/ y se iban, los dos, y papá no sabía nada y tuve que decirle yo,/ esa noche, y me acordé, hoy , de la cara de papá, rompiéndose/líquida, cayéndose como no la había visto nunca, y me acordé,/ también, de la puerta corrediza del placard, como un trueno,/ todo el lugar/ que sobraba”. La postal doméstica se transforma en un cristal desde la que se percibe el tiempo, y se registran, o documentan, los hechos del pasado, narrar los recuerdos con precisión es la forma elegida, como si el poeta anunciara que por momentos la memoria se fuera a desarticular, o desvanecer, y ante esa situación fuera necesario buscar un instrumento, un recurso, para reconstruir de la manera más fiel posible los sucesos acontecidos.
El tono autobiográfico permite reconocer y llenar espacios en blanco de las narraciones familiares, se produce un traspaso del no saber al aprendizaje de una forma de vida con sus contratiempos: “Eso creía yo que pasaba todo el tiempo:/la gente se partía botellas en la cara porque sí,/porque es lo que hacen la noche y el alcohol”. Se ejecuta un movimiento desde la imaginación a los hechos, del terreno especulativo, configurado a partir de la experiencia privada, puertas adentro, al encuentro real, por no decir “impacto”, con los otros. De esa manera la autobiografía se convierte en una suerte de relato de iniciación que intenta revisar aquellas escenas que son un signo de interrogación y se pueden enunciar en términos de ¿cómo abordamos la pérdida?, ¿cómo es que intentamos volver a construir relaciones con aquellos seres que hoy ya no nos acompañan? o ¿cómo es que hacemos presente la ausencia?
José Sainz recupera la enfermedad, una dolencia que se puede traducir como una pérdida también, de manera análoga la memoria familiar funciona como las cicatrices de un organismo viviente. Hay una desilusión cuando descubrimos nuestra fragilidad, la figura quebradiza del cuerpo es el destino de la voz que se complementa con experiencias y sensaciones y sentidos puntuales de los que carece el mundo simbólico interior del poeta: “Siempre estoy sentado o acostado y la piel de los injertos/ puede desacomodarse o sufrir por fricción./ Me dicen que voy a caminar./ No me impresiono cuando me veo por primera vez./ Las cortaron a la misma altura./ Me tranquiliza la simetría». Los accidentes, y los duelos, se corresponden en el plano individual y en el plano familiar en un universo paradójico donde se intuye la necesidad de explicar el orden de las acciones en una serie de encadenamientos traducibles y significativos a la hora de pensar en la manera en que se materializa la subjetividad. Ese encadenamiento parece más milagroso que accidental, la extraña familiaridad con que asumimos una catástrofe, o con que naturalizamos las tragedias cotidianas, que a la distancia, en el tiempo, comienzan a centellear con una intensidad mayor. Leiden es una pequeña localidad holandesa, quizá la lejanía geográfica sea una excusa para hablar del barrio y de los espacios más cercanos. Dos poemas largos completan el texto: Teléfonos y Memoria del cuerpo, en cada uno se activa un monólogo que recupera episodios biográficos y los refracta, como fragmentos dispersos, en diferentes momentos de la vida. En cada caso buscamos comprender cómo es que llegamos a un punto de nuestra historia que necesita ser revisitado desde un presente en el que no se puede hacer pie completamente y desde allí recurrimos a la memoria y a la imaginación para resolver una situación que por lo pronto no tiene arreglo.
Selección de Leiden y otros textos
“como si la vida de uno no dejara de pasar nunca en ninguna parte, como si las etapas no se absorbieran unas a otras, como sino se fundiera, la vida de uno, dentro de sí misma, como si cada momento de la vida de uno no implicara perder el anterior sino apenas soltarlo y alejarse, como si eso estuviera pasando desde siempre y uno tuviera un futuro en la puerta de una casa sueca, de madera, ahora, escuchando decir a una señora, que allá dos cuadras por esta calle, puede haber un teléfono, que quizá funcione…”
***
“me imaginaba, decía, diciéndole primero a él,
mamá tardaba más en despertarse, no era tan súbita,
era como alguien recuperándose de su anestesia,
en cámara lenta, atajando el mundo de a poco,
siempre como despertándose después de veinte años.
Como despertándose en el futuro y tratando de entender
las máquinas del futuro, el automatismo, esa limpieza
con la que pensamos el futuro, con la tecnología
deslizándose al servicio del hombre ,
siempre despertándose como si se hubiese dormido
antes de la revolución industrial y se despertara
en un mundo mac y tuviera que entenderlo, descifrarlo,
meterlo dentro suyo, aprender a moverse dentro de ese espacio
transparente, amable, sin complejidades,
diciéndole, decía, primero a él, que era casi de día
y que ustedes no habían vuelto. Me imaginaba
dándoles el principio de una noticia tirando a preocupante,
un principio que podía no significar nada porque
era producto de una deducción mía,
que no pasaba las noches en la calle,
que no atravesaba la noche acompañado de amigos o mujeres,
que no volvía, de noche, medio doblado por el alcohol,
con la noche impregnada en la ropa,
con los ojos un poco perdidos, con la piel gastada,
con la ropa cargada de roces, llena de electricidad,
con el cuerpo apagado por el cansancio de la noche,
con la alegría invisible del que hizo, de noche,
algo a escondidas, medio prohibido, sin que lo descubran,
yo no pasaba las noches fuera de casa, decía,
yo no volvía, de noche, con la sensación de derrota o de oportunidad,
con la que se vuelve de noche, con la juventud renovada,
con la que se vuelve, a veces, de noche.»
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