Como si todo desprendimiento fuera esta canción*
Es frágil custodiar.
Nada lo anuncia, nada lo promete.
Todo presagio es solamente uno mismo deseándolo.
Es frágil custodiar lo que no existe.
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Hacía trazos como incisiones. Rasgaduras que después de cortar y pegar eran fragmentos desprendidos. Colgajos que secaba en la luz y que el tiempo ajaba.
Después cosía.
Una puesta en cercanía de palabras que la escritura enseña.
A mirar con la mirada desnuda.
A decir una lengua.
Una experiencia que hace lengua.
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Hay palabras que son una inmersión en lo que nombran: suceden como una inmersión, nos hacen entrar en un ámbito. Hay palabras que abren posibilidades de experiencia.
Y hay experiencias que siembran palabras nuevas.
Así es la vida de la lengua: germina la existencia.
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¿Cómo es posible la ligereza del fauno? Salta, juega, ríe. Su expresión corporal no tiene peso. Como si no acumulara vida. Su deseo, inmenso, no lo perturba. En él, en su cuerpo, el deseo no sucede como un tormento. Se desliza con alegría, sin esa densidad del deseo humano. Su mirada nunca se enturbia. Su andar es siempre despreocupado y saltarín.
Los humanos deseamos como si en esa herida se abriera otra vida posible. El fauno, en cambio, encarna esa otra vida en su deseo. La fuerza arrolladora de lo vivo no lo aniquila. Él puede acompasarse a ella, bailar en la intemperie con el cuerpo descubierto, enamorarse del amor gestante para gestar.
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Primero fueron los pies, descalzos y alegres como fabulosos reptiles.
Todos jugábamos, y no parecíamos cada uno.
Después pudimos ver.
Queríamos seguir jugando, pero ya no estábamos allí.
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Como si todo desprendimiento fuera esta canción: descarnada.
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Queríamos descartar todos los libros que nos habían acorralado, una lista interminable de títulos y de autores que nos habían dejado en la orilla equivocada: queríamos vivir, y las palabras sabían de antemano, así que zarpamos de ellas.
Nos burlábamos de todo al borde de la ruta, nos brotaba vida nueva, largas horas de inocencia láctea en las noches y en las madrugadas animales.
Yo ensuciaba tu cuerpo, vos ensuciabas el mío.
Nos hacíamos humanos en ese hundimiento.
Nos hacíamos hermanos.
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Parió abajo de un árbol.
Había sangre en la tierra y el hijo lloró cuando terminó de escurrirse.
Ella sintió algo que había en ella y que estaba también en todas las especies, en todas las animalas; algo inhumano que le había abierto el cuerpo hasta que otro cuerpo salía y la buscaba con la boca abierta.
Ella había tenido palabras toda su vida para no parir ese momento.
* Nota del autor.
Escribir es un agua sin asidero. Primero llegan las palabras como un torrente desmedido, derramándose sin dique, sin resguardo. No puedo detenerlas en su fiesta. Le pierdo el control a poder articular. Después trato de decir esos fragmentos desprendidos. Huellas de una procedencia remota que no alcanzo. Son palabras inmediatas, que tocan la vida, pero que me separan de la posibilidad de un significado. Porque la interioridad más honda es incomunicable.
Entonces emprendo la tarea de unir, de coser esa forma que duele no nacer. Pero nunca quiero olvidar este mandato: que la escritura no me ponga a salvo de lo vivo.
Martín Cerisola (Porto Alegre, 1979)
Desde 2001 reside en el Uruguay. Es Licenciado en Letras, escritor y docente. Ha coordinado talleres y cursos de escritura literaria en diversos ámbitos. Desde el 2015 trabaja para el Programa PAS del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) como educador y tallerista en contextos de encierro. En 2021 coordinó el taller de escritura creativa para personas mayores, del Instituto Inmayores (Ministerio de Desarrollo Social), y participó como expositor en el Seminario regional PAS / MEC con una ponencia acerca del rol de mediación a la lectura y la escritura en contextos de encierro.
Poesía
Perseguir, Montevideo, Estuario, 2012
Sílex, Montevideo, La coqueta, 2018
Ensayo
La escritura y la naturaleza en la poesía de Hugo Mujica, España, Editorial Académica, 2014
Links
Más textos y datis del autor en op.cit. «Sílex»
Entrevista. En CoolTivarte