El canto de las marchas

Crónica de la jornada de protesta contra la usurpación de los derechos jubilatorios y de la represión del 14 de diciembre de 2017, en las inmediaciones del Congreso de la Nación (Argentina).

Por Larisa Cumin

1aJueves 14 de diciembre.
Bajamos en estación Callao,
queríamos llegar al Congreso por el costado.
Pero el Congreso ni se veía.
En la intersección con Mitre,
un grupo pequeño de manifestantes delante de
las vallas negras que tapaban más de una cuadra
de gendarmes.
En el centro, un camión hidrante.
Dimos la vuelta para entrar por el frente,
o al menos llegar a la plaza.
Caminamos una cuadra por Avenida de Mayo,
muchas de las organizaciones políticas
aún no habían entrado.

 

 

2El aire se puso turbio, fétido. La gente empezó a retroceder, algunos corriendo. La represión fue contra la nada y desde temprano. En los umbrales, mujeres embarazadas, enfermas o con chicos. Adentro de los negocios, los empleados asustados empezaron a bajar las persianas. (Hijo de puta! Hijo de yuta!, no dejan manifestar!). Gases, y los primeros disparos de balas de goma. Un grupo de cuatro nenas corrían agarradas de la mano.

 

 

 

Volvimos como pudimos a Callao. Sabíamos lo que había del otro lado, que en cualquier momento iban a salir. La gente tranquila parada en la calle, charlando, cada tanto aplaudiendo, acercándose. Y cantando (unidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode, se jode). Cada tanto se escuchaban otra vez los tiros, las bombas y llegaba una oleada de gas pimienta o lacrimógeno. La primera reacción era una desbandada que se contenía a sí misma y que no perdía la tranquilidad. Cuando frenábamos, ese ratito de silencio se volvía llenar de canto (a-se-si-no! a-se-si-no! Macri basura, vos sos la dictadura!). Era el contraataque.

 

 

 

 

Fueron horas. Horas de charla, cantos, gritos sueltos. “Hay que venir, hay que bancar, yo salí de trabajar y en el auto escuchaba por la radio y aunque cortaron el puente para que no podamos llegar, di la vuelta y me viene igual”. Sabíamos lo que pasaba adentro del Congreso y supimos por un canto de alegría que se había levantado la sesión. Ahí se cantó más fuerte (qué boludo, qué boludo, la reforma se la meten en el culo!). Sabíamos también que la represión era más fuerte del otro lado.

 

 

 

 

Callao se empezó a poblar cada vez más. Sobre Perón se armó, como en un desfile de carnaval, una platea que vio pasar a las distintas agrupaciones. Se aplaudió a todas. Se volvió a cantar por la unidad (aplaudiendo, no nos han vencido, cantamos, fuerte). Después de horas, entré a una pizería a hacer pis. Los mozos trabajaban; había poca gente comiendo, miraban la tele. En TN decían: vuelven a avanzar los manifestantes y tiran piedras. Podía verse por la vidriera pasar otra realidad. Cuando me fui, una estela de humo negro subía hacia el cielo y otra de humo blanco seguía intoxicando.