Vainilla y Coco
Emilia Pérez
Rosario, Perfeito Ediciones, 2021
Señales compartidas
Por Florencia Giusti
Emilia Pérez nació en Rosario, es traductora de inglés. Participó de la residencia para poetas jóvenes de la edición N° 26 del Festival Internacional de Poesía de Rosario, Vainilla y Coco es su primer poemario y el primer título de la flamante editorial rosarina Perfeito. ¿Qué buscamos encontrar en el libro de poemas de una autora a quien no conocemos y con la que compartimos la misma ciudad y la escritura de poesía? , ¿rastrear una imagen, algo que nos resuene? Emilia reside en la misma ciudad que yo y leí su libro para buscarme en sus poemas, hallar algo nuevo de mi ciudad. Indago en la sensación de lectura, busco encontrar una mirada nueva sobre aquello que aparentemente conozco. Intento que las imágenes me encadenen a un proceso.
En el poemario todo parece estar previsto. El material y las palabras que ingresan son las recibidas por el entorno, lo que se mueve y lo que recibe de los otrxs: la receta de una tarta; una manta para calmar la tristeza; un mensaje de agradecimiento. En este movimiento de pasaje, entre dar/recibir, se da un juego de relaciones que se traman con los sabores. El éxito culinario peligra cuando asalta la posibilidad de que lo aprendido se quede a medio camino.
Entender cómo se tejen estas relaciones desde un universo conocido pero que cobra otra dimensión cuando se tuerce, se da vuelta ¿acaso no es lo que pasa con el repulgue de una tarta? Forzamos las uniones para que nos quede algo entero que nos salve la cena, que nos dé gusto compartir.
Los objetos en una cocina; moverse por la ciudad en bicicleta; remar se vuelven testimonio de un recuerdo. Algo que registra un pasaje, un cambio de estado, dice en “Repulgue”: “Después de la adaptación el acomode y ver qué resulta”.
Luego de mezclar y acomodar la experiencia se contempla el resultado. Este procedimiento permite expandir lo que ya conocemos. Extrañar aquello que ya vimos, ser una turista en un parque que se sabe de memoria, abrirse a la ciudad que ya se conoce y ver que resulta. En ese hallazgo los poemas de Vainilla y Coco son amables con el entorno sin dejar de transmitir el peligro y el riesgo que supone adaptarse, crecer y aprender.
Repulgue
Preparo tarta y recuerdo
la tuya de atún; qué delicia.
Es difícil la parte de poner la tapa
a veces no llega a unirse con la otra
…………………..un poco agrandada ya
por escalar las paredes de la asadera.
Peligra la cena, hay mucho en juego
no son sencillas las uniones.
Las tapas se compran juntas
pero vienen separadas con plástico
al tacto se desconocen todavía.
Si no coinciden, falla el repulgue
no hay contrato de unión
se escapa relleno y protagoniza
su propia cocción.
Tampoco puede una estirarla de más
los esfuerzos se notan
quedan huellas hundidas de los dedos
que toquetearon ……………………..allá
y acá.
Importante sería manejar expectativas:
al momento decisivo, movimientos ligeros
precisos. Después la adaptación
el acomode y ver qué resulta.
Bueno, el atún ya huele bien
las aceitunas le dan el toque
era cierto; voy aprendiendo.
Ayacucho
Van dos noches seguidas
que sueño con abrazos de mis amigas.
Se los cuento por mensaje y también les mando
una receta de helado:
frutas al freezer, vainilla, azúcar
y leche, no mucha aclaro
porque si no se hace licuado.
Hoy a la tarde salí en bici
en modo turista sigo descubriendo
de mi ciudad rincones nuevos.
Último hallazgo
profundidades del parque Urquiza.
Ato cabos geográficos:
estoy en la cima que vi desde avenida Belgrano
y sentía inalcanzable desde allá abajo.
Mi abuela vivió un tiempo en una calle que me hacía reír.
Ayacucho. Ayacucho no es Córdoba, Santa Fe, Mitre
A-ya-cu-cho. Me olvidaba del nombre y le preguntaba
abuela ¿dónde era que vivías vos?
Calle Ayacucho, nena. Ayacucho.
Hoy le pregunté: abuela, ¿ Ayacucho y qué?
Entre Zeballos y Montevideo, nena.
Estuve a una cuadra de ahí.
Venía por Pellegrini, doblé en Ayacucho.
Después Montevideo y llegué
a la rotonda planetaria
Marte intersección Saturno.
Cruzando Urano recibí una foto
“gracias amiga, alto helado.”
Bajé de la bici, me metí por el pasto
flahié con tanto verde
las hormigas me hicieron un lugar
y sentada vi a un gorrión bajar
hasta el hombro de un nenito
y quedarse.
Fusión
Cuando a mi abuela se le pinchó la pava
le regalaste una que ya no usabas.
Ahora, cada vez que tomo mates con ella
dulces y calientes, cascarita de naranja
me acuerdo de los tuyos
temperatura justa
yerba CBSé con hierbas
en el mate de calabaza
que te regalé en navidad.
Justo ahí, en lo natural
en la fruta y en los yuyos
en un mismo acto:
algo de ella y algo tuyo.