Reynaldo Jiménez y Liliana Ponce

La editorial platense Club Hem publica dos nuevos títulos de su colección de poesía Ojo de Tormenta. En esta ocasión, se trata de Paseante y Huésped, de Liliana Ponce, y de Piezas del tonto, de Reynaldo Jiménez. Como adelanto, presentamos los movimientos iniciales de ambas obras y fragmentos de los prólogos.

Liliana Ponce (Buenos Aires, 1950)

f_lponce_1Es egresada de la carrera de Letras (UBA). Traductora y ensayista, se dedicó a la poesía, los estudios lingüísticos y a investigar sobre el pensamiento y las religiones de Oriente, en especial los referidos a Japón. Publicó Trama continua (Primer Premio Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, Corregidor, 1976), Composición (Buenos Aires, Último Reino, 1984), Teoría de la voz y el sueño (Buenos Aires, Tsé-Tsé, 2001) y Fudekara (Buenos Aires, Tsé-Tsé, 2008). Integra los volúmenes  Antología de la poesía argentina (Casa de las Américas, Cuba, 1999), Mandorla 8. New writing from the Americas (Illinois State University, 2005), Antología de poetas argentinas (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2006), Poesía manuscrita (Buenos Aires, 2009), 200 años de poesía argentina (Buenos Aires, Alfaguara, 2010) y  7 poetas + 1. (I) (Montevideo, 2015). Ha realizado traducciones directas de poetas clásicos japoneses publicadas en diversas revistas literarias y ensayos sobre budismo y shintoísmo en la literatura de Japón.

Paseante

Poema
En recuerdo de un viaje a la ciudad de México, desde
Acapulco, a través del desierto, un día de noviembre.

1
A un paso del precipicio los pies no sienten
la velocidad del vehículo que corre
bajo el aire de noviembre.
Las curvas de la carretera se abren de par en par
envueltas en el juego de las piedras,
en anillos de piedras y cactus.
Que ahora entre en la ciudad
como si la noche hablara llamando al fantasma
y la evidencia de cada geografía inexistente
pudiera hacerse tan real
como el espacio de un mantel–
la cinta atada al cansancio,
al completo abandono, la persistencia.
Pero éste es el lugar
y sé que algo quedará

en este borroso punto de despojos,
mientras espero la ciudad,
bajo la sombra de Tenochtitlán,
hueso y concha
en el límite donde podría morir.

2
¿Cuánto hace que partí?
Tomaba té y después los árboles
empezaron a desaparecer
al lado de mi ventanilla.
¿Cuánto hace que partí?
La noche también viajaba
de un continente a otro,
de un país a otro.
–Acude a lo dócil, inclínate,
mi tiempo crea la pasión.
El hechizo es un muro flotante,
separará siempre el viento, el ojo mágico,
separará tu voz, la constelación de los rostros.
¿Cuánto hace que partí
de la tierra desnuda y sin memoria,
de lo húmedo en lo alto del mar,
de la noche túnel cavada?

3
Hace un día casi, en auto recorría otro paisaje.
Foránea en planicies de arenisca,
a lo largo de rutas infinitas.
Color de almendra el polvo,
se abre a las serpientes miméticas, sutiles,
que no pueden verse sin prestar atención a lo obvio.
(Es mi anhelo entrar en el corazón de México
–ya bebí sangre de chili,
y gota a gota el agave
entra en mi lengua, se sella en el aliento.)
En el nudo, mi entrada en el secreto:
cómo el cielo comerá al desierto,
lo disolverá en una sola sustancia
sin la convulsión de lo húmedo, lo árido.
La estación de la víbora espera en esta arena,
mi sol despojado, sol rayo
para un espacio esculpido a fuego.
La luz en anillos cae dorada en sus fauces
y me absorbe.

 

Prólogo: dos fragmentos, por Carlos Battilana

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Paseante y huésped, La Plata, Club Hem, 2016.

♦ Dos polos de sentido alternan en el libro de Liliana Ponce y describen sendos modos de estar en el mundo: el paseo y la hospitalidad. El paseo es una clase de viaje matizado por una disposición anímica que regula las maneras del desplazamiento. Viajar en términos de “paseo” es tender a formas del sosiego, el disfrute y la calma: una disposición que permite contactarse con el entorno de manera gozosa.

♦ Un paseante es alguien que camina por placer y, a menudo, busca asilo en la multitud. Puede tratarse de un individuo que se traslada por la urbe y deambula sin rumbo fijo, atraído por los embelesos de lo fugaz: el flâneur de Charles Baudelaire. Acaso se entrega a la perdición, despojándose de mapas y guías. La figura que propone Liliana Ponce se acerca, estrictamente, a la del viajero. Turista y viajero –sabemos– son figuras antagónicas: el primero realiza un desplazamiento espacial con la certeza previa de lo conocido; el segundo se deja llevar por lo transitorio sin ninguna programación. Puede encarnar la imagen errática del vagabundeo en busca de algo que no se conoce del todo y proponer otra lógica del tiempo, distinta de la sucesión (“ya olvidé cómo dividir las horas”). En estos poemas, el yo poético hace un uso irreductible de la libertad al observar oblicuamente, sin dejarse atrapar del todo por el gusto y el saber unánimes.

 

***

Reynaldo Jiménez (Lima, 1959)

f_rjimenez_1Poeta, performer, traductor y editor, residente en Buenos Aires desde 1963. Dirigió desde 1995 el sello editorial y revista Tsé-Tsé. Publicó, entre otros títulos, Tatuajes (Bs. As., Sirirí, 1981), Las miniaturas ( Bs. As., Ultimo Reino, 1987), La curva del eco (Bs. As., Tsé-tTsé, 1998; Madrid, Masmédula, 2008), La indefensión (New York, Penpress, 2001; Bs. As., CILC, 2010; Bs. As., Vidamí, 2016), Musgo (México, Aldus, 2001), Reflexión esponja (Bs. As., Tsé-Tsé, 2001), Sangrado (Bs. As., Bajo la luna, 2005), Ganga (Neuquén-Bs. As., Limón, 2006), Plexo (México, Magenta, 2009), Esteparia (Madrid, Amargord-Portbou, 2012), El cóncavo. Imágenes irreductibles y superrealismos sudamericanos (Bs. As., Descierto, 2012), Informe (Bs. As., Hekht, 2014) y Nuca (Bs. As., Hekht, 2015). Tradujo del portugués textos de Paulo Leminski (Catatau, Buenos Aires, Descierto, 2014), Arnaldo Antunes (Instanto, España, 2012; publicado como Palabra desorden, Buenos Arires, Caja Negra, 2014, en colaboración con Ivana Vollaro) y de Haroldo de Campos (Galaxias, Montevideo, Flauta Mágica, 2010; y México, Libros Magenta, 2011), Josely Vianna Baptista (Los poros floridos, México, Aldus, 2002) y selecciones de Carlito Azevedo (con Aníbal Cristobo), Jussara Salazar, Régis Bonvicino, entre otros poetas del Brasil. Como compilador, publicó Papeles insumisos, de Néstor Perlongher (con Adrián Cangi; Bs. As., Santiago Arcos, 2004), El libro de unos sonidos. 14 poetas del Perú (Bs. As., Ultimo Reino, 1989), luego ampliado y publicado como El libro de unos sonidos. 37 poetas del Perú (Bs. As., Tsé-Tsé, 2005).

1

(zoomband)
entre este lázaro recomenzar de lazarillo
a solas soy las olas y me encuentro disparado
los ojos quieren
siempre vivirlo adentro contiguo
Y dice el ton:
eh        hombre sándwich
cuánto tiempo sacarme la espina vuestra
seré el que nunca
si dudar no sabes si eres duración
muerde el sombrero del tonto del pueblo
sin
en el aire suspendida va la suerte
hermanita

2
(nadabrama ( ) diosonido)

POR EL AGUA
NEBULOSA EN SON
POR CONTACTO EL AGUA
DURAN LAS OREJAS QUE SE FUERON
SER LA TINAJA
AFONÍA DE LOS VESTIGIOS
NO SALIDA
POR CONTACTO HACER AGUA
HERIR POR NO IRRADIAR LIRIO U OREJA

 

Fragmento del prólogo, por Mario Arteca

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Piezas del tonto, de Reynaldo Jiménez, La Plata, Club Hem.

♦ Hay un acontecimiento que siempre sucede y sorprende en la poesía de Reynaldo Jiménez, y esa es su capacidad de poner el sonido, el ruido de la lengua, en favor de una lírica que bien pudiera ser oral. Cuando se lee un libro de Reynaldo se lo escucha, después se lo cubre con los ojos. Ya vendrán los tiempos en los que exista un dispositivo en el cual mientras leemos un libro, iremos oyendo la voz del poeta. Bien, en “Piezas del tonto” eso ya es un hecho sin echar mano a la tecnología. “Moviéndote hablando esas cosas/ Que no hay más cosa sin decirlas”, dice un segmento de estas piezas, donde el personaje del tonto es la reserva de un ciclo de incomprensión y a la vez visibilidad del lenguaje. El tonto del pueblo habla desde un sitio donde el decir común choca con un léxico que necesita ser traducido. Y para eso está la poesía.
En ese verso de Reynaldo (“Moviéndote hablando esas cosas/ Que no hay más cosa sin decirlas”) se concentra parte del núcleo verbal de este libro. Porque la relación que no se entiende, no encuentra su lugar o su forma, según el “purísimo” papel (así dice el autor), no da pistas de una lectura, sino del valor de proponerse como un lector omnívoro capaz de promover un diccionario móvil donde la tradición de la poesía latinoamericana y el habla cotidiana, se funden en un registro poco común. La poesía de Reynaldo va hacia lugares a los que no estamos acostumbrados llegar.


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