Liliana Ponce: La intención y el azar / Entrevista y poemas

Diálogo con Liliana Ponce, poeta, traductora, investigadora académica, sobre el carácter de la escritura, el proceso de sus libros, y la reciente publicación de su poesía reunida.

Entrevista y selección de textos: Silvana Franzetti

Tu tarea de investigación de la poesía japonesa, del teatro japonés clásico y también del sistema de escritura japonés, aunque de manera más explícita en tu diario poético Fudekara y también en tus ensayos, está presente en todos tus libros. ¿Cómo trasciende hoy esa experiencia en tu mirada del mundo de la poesía?

—Mi interés por la literatura y la cultura de Japón se inició casi por casualidad, aunque las culturas orientales me habían atraído desde muy joven. No me considero especialista sino estudiosa de ese campo. Pero enseguida, al conocer la vida de antiguos poetas japoneses, que hacían una unidad de la poesía con su forma de vida (practicaban el budismo, la meditación, renunciaban a lujos y comodidades, de hecho muchos fueron monjes), sentí que eso era lo que quería hacer como poeta. No pude cumplirlo de ese modo radical, pero fueron y siguen siendo, mis modelos de práctica poética.  

En distintas ocasiones dijiste que tus poemas casi no tienen corrección, que «salen así»; me interesa saber si ese «salir así» es directo o si creés que en el plano mental, antes de pasar al papel, sucede ya un movimiento de composición.

—La verdad, no lo sé. Siempre escribo a partir o desde una experiencia, siempre, a pesar de que en el poema eso no sea claro o visible. Y al escribir, aparecen al mismo tiempo el ritmo, la forma, el comienzo y el final. Salvo poemas muy largos, todos fueron escritos de un “tirón”.

Yves Bonnefoy decía que necesitaba estar libre durante largos períodos para escuchar las voces que llegan del inconsciente, que saben más de lo que sabemos sobre la vida y la muerte. ¿Qué relación encontrás, si es que se te presenta alguna, entre la escritura y el trabajo con lo inconsciente?

—En mi caso, muchísima relación. Los sueños, por ejemplo, fueron siempre una fuente muy importante de mi poesía, y durante la pandemia escribí un diario, que decidí recortar (para tipearlo en la computadora porque siempre escribo a mano) en los primeros sesenta días, y ahí fui registrando especialmente los sueños; por ahora permanece totalmente inédito. Pero además, ¿cómo no va a intervenir el inconsciente al escribir, como lo hago, casi sin pensar ni razonar?

“Urbs dixit” (en Paseante y Huésped, 2016) lo compusiste a partir de textos de noticias y artículos aparecidos en diarios de Buenos Aires, durante la semana del 21 al 27 de abril de 2003. ¿Qué te llevó a usar este procedimiento? ¿Hay otros poemas tuyos que participen de esta forma de montaje?

—No sé realmente por qué elegí ese formato de collage. Fue una época de mucha angustia, incertidumbre, desorden social. Abrir un diario y leer esas crónicas de lo que se estaba viviendo, sobre todo en las zonas urbanas, conmovía. Y me pareció que era posible armar algo poético usando las mismas palabras. Tengo incluso una anécdota con este poema: cuando lo leí hace unos años en un encuentro poético en Costa Rica, una chica del público rompió en llanto. Después se acercó y me explicó que era actriz, y se había ido de la Argentina porque no conseguía trabajo, y desde allí había tenido, afortunadamente, una oferta en una compañía teatral, pero ese “exilio”, lejos de su familia y amigos, no le resultaba fácil. Volviendo al poema y aunque no me gusta explicar lo escrito, menciono algo que nadie vio: la parte final es la referencia a un episodio de gran repercusión en ese período: el femicidio de una adolescente en un intento de violación, cerca de un paso a nivel de unas vías de ferrocarril. Y de nuevo, todas las frases usadas también responden a la técnica del collage. No volví a usar ese mismo procedimiento.

¿Qué lugar le das a la falla en tu escritura? ¿Y al azar?

—¿Falla como error? Si al releer algún poema escrito considero que no se corresponde con el impulso, la conexión íntima y el sentido que lo había originado, lo descarto. No corrijo prácticamente mis poemas, aunque no lo parezca. Respecto del azar, habría mucho que decir. Hace tiempo que tomo notas sobre esta división que encuentro en el discurso poético: por un lado, el sentido producido por la intención y la expresión del yo poético, y por otro, el sentido producido por el azar y lo aleatorio; es como si el poema pudiera obtener su sentido en la causa de su origen o, por el contrario, el sentido aparece como efecto producido por el azar. Justamente escribí una serie de poemas cortos que llamé “Prácticas del azar”, originados en esta experiencia: sin mirar, abrir un libro o un diario, y poner el dedo en una palabra, a veces en una breve construcción,  transcribirlas, y así formar versos, sujetos después a cierta corrección gramatical. Un remedo del misterio del “cadáver exquisito”.

En una entrevista que le diste a Rolando Revagliatti, ante la pregunta por los tipos de poesía clasificados por Ezra Pound, decías que te inclinás por la logopeia antes que la melopeia y la fanopeia. ¿Qué es para vos el conocimiento y qué papel juega en la poesía?

—El concepto de conocimiento puede referirse a varios planos: el manejo de la lengua, los recursos poéticos, la erudición… Y sí, creo que la formación intelectual tiene su papel en el quehacer poético, porque me parece que sería asumir una posición soberbia o pedante, descartar el estudio –que no tiene que ser necesariamente académico -, y pensar “soy un genio, no necesito nada de eso”. Cuando leemos la biografía de grandes autores, comprobamos su pasión por la lectura, el estudio en torno a los más variados campos, incluso en los poetas más contestatarios y rebeldes. Respecto de lo que se podría llamar conocimiento espiritual, se relaciona con otro tipo de proyectos artísticos, y sus resultados poéticos no son necesariamente mejores que los que no lo incluyen.

¿Cómo incide la práctica de la traducción en tu escritura?

—No soy traductora profesional y traduje, sobre todo, prosa. Y del japonés, no muchos, poemas. No creo que la lengua japonesa haya influido en mi escritura. Pero estudiar la escritura japonesa (de la que seré eterna aprendiz), cambió mi cabeza. Los sistemas de escritura con ideogramas, no alfabéticos ni relacionados con fonemas, representan otra visión del mundo. Escribí un breve ensayo sobre el tema, “Escritura como cosmos”, que es el postfacio de mi libro Fudekara. 

¿Qué lenguaje artístico te resulta más afín con la poesía?

—La música. Me interesan todas las manifestaciones artísticas, incluso el cine, que aparece en alguno que otro de mis poemas, pero la música, con su materialidad diacrónica y efímera, me atrapa, y puede atravesarme completamente.                                                                                                                  

Tu poesía reunida, con prólogo de Valeria Melchiorre, se acaba de publicar por Emecé. ¿Qué quisieras destacar acerca de esta experiencia de concentración de varias décadas de escritura en un solo volumen?

—Mi poesía reunida, que tiene como título Boomerang Naturae, abarca toda mi poesía publicada hasta el presente: los cinco libros de poemas y las dos plaquetas, más poemas inéditos. Prácticamente todos los inéditos que le acerqué a Valeria Melchiorre, los incluyó. No pensaba incorporar dos textos que no consideraba poemas: “Orfeo ante nosotros” y “Reconstrucción de seis fábulas nocturnas”, pero Valeria no pensaba igual y le gustaban, así que finalmente, quedaron. Ella también realizó la organización cronológica del material y completó ciertos datos, como fechas, lugar de publicación si la hubo, porque son inéditos en tanto parte de un libro pero algunos habían aparecido en revistas o blogs. Respecto de la edición en sí, en varias oportunidades había tenido propuestas para publicar mi poesía reunida, y siempre las había rechazado, porque era algo que asociaba al final de la vida, me resistía a estar en ese punto final. Pero cuando apareció la de Emecé, pensé que era irracional descartarla: mi edad y la seriedad del sello editorial eran motivos suficientes para cambiar de opinión.


Selección de poemas


En Paseante y Huésped (2016)

Urbs dixit

Esperaba una llamada cuando
en pleno Buenos Aires fueron liberados
y desapareció todo vestigio
—proverbial astucia.
Brotaron los temores
(a veces conviene callarse).

A la misma hora y a metros del lugar,
recolección de basura,
máquinas tragamonedas
y en esos paseos, tolderías y colchones,
juegos, bancos, cestos, bebederos,
vecinos que venden sus propias pertenencias
y sueñan con volver al empleo
—una emoción social,
una emoción ligada al propio yo.

La noche avanza en el bar:
dos voces para respirar otro aire.
El país de donde había salido
ya no existía
—existe sólo en el pasado
(está en la mira, aguarda).

A la misma hora y a metros del lugar,
sobre el caracol del paso a nivel, rezaron,
y un tren aminoró su marcha.

Soportar demoras o no poder viajar,
o hacer una huelga, cortar un puente.
Una fuerza fuera de control:
con guantes y uniformes desfilaron
en la calle peatonal
paralela al muro de ladrillos.
Brotaban los temores
—la violencia es hija de la violencia.


Huésped

Los versos de este poema son frases extraídas sin modificaciones de artículos y noticias sobre Buenos Aires, aparecidos en los diarios La Nación, Clarín y Página 12 durante la semana del 21 al 27 de abril
de 2003.

I
Siesta

pedir al iris, a las pestañas húmedas,
cerrar la ventana nunca abierta,
la puerta nunca abierta,
cancelar el cerrojo
la fiebre marca el paso de enero –una esgrima–
y el golpe de lejanas varas, martillos,
bajo la luz que entra en olas de fuego,
sin equilibrio
de la mano y en el borde de la roca,
dormir en tramos de espacios
que vuelan al techo del cuarto
que equivale al puerto, al umbral
donde empezar a reconocer islas del después
que se escurre y desmenuza


II
Una vez dijiste…

Una vez dijiste: el tiempo es la medida de la línea
–cambio las palabras que brillan hasta quemarme
pero como murmuró la vidente,
ya estaba dicho el destino.
Fue hace tiempo, cuando echó las cartas
–anunciaban las monedas rotas
y la imagen oxidada por la sombra,
rezos incumplidos,
veneración al viento en la hora violeta.


III
Arranqué las flores…

Arranqué las flores, arranqué las ramas
–fue cuando éramos como niños
y llevábamos en brazos las hiedras.
Ahora la estampa dibujada
es el mapa en sepia.
Escuchá atentamente, querido,
escuchá al viento en las ventanas,
mirá el cielo, la Vía Láctea.
¿Qué haremos caminando sin rumbo
mientras la escalera se abre
y cae en la grieta del desierto?
¿Vendrás conmigo para sujetarme?
Ahora los dedos se escurren,
tiembla el aire y la sangre sabe
que la hora tiene su voz sincronizada.


En Fudekara (2008)

Día 7
          Ejercitación sobre el trazo aunque los signos son
desconocidos.
          Alguien apoya la mano en el tintero y la tinta crece.
          Mi párpado se ha negado. El párpado se cierra y utiliza la
fuerza de ese hilo que sabe que está, que ya lo ha atado.

La sombra del atardecer sobre el río es leve, algo terrosa, de un gris cambiante y espeso. El río se dibuja también leve, sin orígenes.

Alguien apoya la mano en el tintero y gira la barra en círculos, en curvas lentas.
Corté entonces mi mente, la atravesé con una línea de vidrio.
Liberaba la explicación al sentimiento de lo impropio, al mundo tácito.
Sabía que había entrado en el tiempo –y el tiempo se abriría
en sendas, y en cada senda sería otra.

Día 13
La fuerza del trazo no debe detenerse. La fuerza recorre el
brazo y allí se absorbe. Sin apoyar el brazo –la mano en el aire,
y la fuerza como aliento de éter sólido. Que allí se forme una
sombra rígida, madera sin paisaje –aunque el paisaje es lo buscado
en la oscuridad de la sala.

En un vaso de agua se esconderá esta estación tan larga, o
se doblará con el viento sobre el río.
Esperaré el corazón animal.
Esperaré el comienzo del día, y aun sin voz, hablaré para
vos.


En Teoría de la voz y el sueño (2001)

III. Solo el ojo ve el azul

7
La noche consiste en la luz,
la forma fría de la piedra

La palabra reemplaza a la mañana,
pero: no pensar la mañana
—la que llega a mí se deshace
y no puede comenzar, se consume a la deriva.
Todo lugar es extranjero.

La noche del sueño se acerca sin imagen,
replica a los sentidos:
vuelco los objetos, desciendo, desaparezco.

Espero ante todo la sustitución del deseo
—que la naturaleza entre en el cuerpo
bajo perfumes amorfos, hable a la memoria.

¿Qué separa los imposibles
de esos restos que la razón hizo ver:
alas en la cabeza del lobo, garras en el pez?


VI. Otros poemas

4
Buscando centros opuestos
cambiamos enteramente el cuerpo
—la plenitud se sella en los símbolos.

Temprano iré sobre el camino del mar:
una estrella también es un sitio
o la luna, cuando hace surgir sus reflejos
sobre los mapas nocturnos.
Daré rodeos hasta que haya terminado el día.

¿Qué idea podrá corresponderse con el deseo?
Depende de la nube, del canto del pájaro,
de la suposición de la voz.

Ese resto de razón se duplica
en la felpa de la arena, áspera e insípida,
y vuela sobre ti y te divide,
mientras habito dulcemente la noche.
Dos nunca son uno—
miente la reina que conjura el páramo. 


En Composición (1984)

Horizontal/Vertical

11
Como una ilusión, así como hablo y siempre que se habla.

Esta tentativa se disipa,
asciende con pasos lentos
haciendo nacer un conjuro semejante a ese hilo temido
sobre algunas omisiones y la transición.

La idea se desvanece detrás del vidrio del ojo,
atravesando reflejos recíprocos,
extendiéndose sobre la corteza aérea del placer
hasta la visión del deseo.

A mí
y a todo lo que uno
fuera de sus garras, de su hambrienta torre,
donde el polvo viene de la noche
a posarse sobre la piel,
ella arranca estas escamas
situadas en un cuerpo que no distinguiría,
estas escamas de mi aspecto actual,
cuando nado y me deslizo entre paredes de nieve.


Exposiciones

8
III
Mares infinitos.
En los bordes, el pensamiento levanta su espiral de hielo.
La araña acecha bajo la lámpara andrógina
Hay un silencio de mármol en la extensión de las cenizas.

Monólogos que fluyen.
Frases tomadas, redes vegetales
que absorben toda forma flotante.
Hebras —palabras en los orígenes del placer
apartando obstinadamente vidrios, reptiles,
cubriendo las esferas nocturnas.
Hombres gusanos viven al abrigo de la ausencia,
a sus propios ojos desaparecen.



Liliana Ponce (Buenos Aires, 1950)

Poeta, traductora del japonés e investigadora académica. Colaboró como investigadora adscripta en la Sección de Estudios Interdisciplinarios de Asia y África (UBA, 1993-1997). Trama continua, recibió el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes, 1976. Tradujo a Mishima, a Kawabata y poesía clásica japonesa. En revistas literarias y de arte, ha publicado artículos sobre teatro y literatura de Japón; y dictado conferencias y seminarios, ente ellos: “Introducción a la poesía clásica de Japón” (Fundación Nancy Bacelo, Montevideo, Uruguay, 2012) y “Japón: escritura, poesía y poética” (Centro Cultural Enjambre, Buenos Aires, 2013). Integra la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África y  es miembro adherente de la Fundación Instituto de Estudios Budistas. 

Poesía
Boomerang naturae. Poesía reunida (1976-2022), Buenos Aires, Emecé, 2025
Poiesis para unir discursos partidos (plaqueta), Buenos Aires, Urania, Bs. As., 2019
Paseante y Huésped, La Plata, Club Hem, 2016
Atención/Intención (plaqueta), Buenos Aires, Color Pastel, Bs. As., 2011
Fudekara, Buenos Aires, Tsé-Tsé, 2008
Teoría de la voz y el sueño, Buenos Aires, Tsé-Tsé, 2001
Composición, Buenos Aires, Último Reino, 1984
Trama continua, Buenos Aires, Corregidor, 1976

Antologías
7 poetas + 1. (I), Montevideo, 2015
200 años de poesía argentina, Buenos Aires, Alfaguara, 2010
Poesía manuscrita (proyecto digital que puede consultarse aquí), Buenos Aires, 2009
Antología de poetas argentinas, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2006
Mandorla 8. New writing from the Americas, Illinois State University, 2005
Antología de la poesía argentina, Cuba, Casa de las Américas, 1999

Links
Más datos y textos de la autora en op.cit. La materia que escucha / Paseante y huésped
Poemas. En Eterna Cadencia / Otra Iglesia es Imposible / El Infinito Viajar
Entrevistas. «El camino que transité…», por D. Gigena / Respuestas y poemas, por R. Rivagliatti / «Iluminaciones de una poesía…», por O. Aguirre