Una mirada sobre el desarrollo de la obra poética de la poeta argentina María negroni.
Por Analía de la Fuente
¿qué combate se libra en el espacio?
Vicente Huidobro
en la posteridad de la lengua
buscamos el camino
que a casa
siempre está
llevándonos
María Negroni
Umbral
¿Qué es una voz? ¿Qué cadencias y paisajes la habitan a través de la articulación en la cavidad de la boca y, sobre todo, en el silencio? ¿Es la voz solo ese residuo acusmático con timbre, altura y entonación, una huella sonora del cuerpo? ¿O también el eco mudo que dejamos sobre las páginas que escribimos? ¿El pensamiento es un coro de voces corazón adentro? ¿Hay, entre esas voces, una que toma el mando y dirige? ¿Por qué las cuerdas vocales se mueven incluso cuando estamos soñando? ¿Qué ritmos configuran el continuo de la racionalidad? ¿En qué medida nuestra subjetividad oral y nuestra expresión escrita se acercan y desencuentran? Esas preguntas y más me acompañan cuando emprendo el viaje al que me invitan los libros de María Negroni, cuyo primer poemario editado, De tanto desolar, cumplió cuarenta años en mayo pasado.
Lumbre para la herida
Nada nos autoriza a apropiarnos de la violencia de la letra.
Y sin embargo nos atrevemos.
Betina González
Es 1985. Desde su propio daño una voz se expande con disimulo. Busca, horada, quiebra en la lengua para poder asir. Acaso nombrarse sea el único modo de sobrevivencia:
con tal de hallar un eco lo perpetuo
darte por vencida
en ansias
………………de la luz
como si nada
………………..pudiera desdolerte
……………………………………………hasta la médula
o abrir a la insumisa
trepada a tu garganta
……………………puertas
cuestión difícil mirar
pasar el tiempo
dolida a mares
…………….y luces
(1985: 21)
Con destrozos en derredor y el interior averiado, enumera sus “cuitas sabidas de memoria” (16), su destierro. La voz herida habita un “vacío que se puebla de congoja” (16) de donde manan las frases rotas, atravesadas por lo que no tiene nombre y debe salir a buscar uno. Del vacío, de la nada misma. De ese modo, el paseo poético nos lleva a sitios extraños como:
lo niñito de uno
lo tan revuelto
lo raquítico de sí
lo que gratuito ocurre
lo desbocado de a ratos
lo desprolijo
lo posible
lo propio
lo posible (otra vez)
lo inmóvil
lo rotundo
lo clandestino de mí
lo perpetuo
lo vivido hasta aquí
lo posible (retorno inevitable)
lo des-a-cuerdo
lo que invade
lo que no puede morir.
Cada una de esas coordenadas es un locus del desamparo. De un episodio que duele y sigue ardiendo en la carne. Y que, a su vez, canta. Con la voz cortada, así lo exhiben los jirones de versos, desgajándose. Se insiste en lo posible, ese páramo (u oasis) que a veces confundimos con la meca de nuestra biografía no ocurrida. Jugando en los entornos de lo aún irrealizado, se enfrenta lo que es, se busca en el ansia.
Lo posible es, además, un espacio de alternancia, ese océano en el que se mueve el pensamiento para observar la fauna fantástica alrededor. Allí se atesoran imágenes, se tienden conexiones desde lo real hacia el deseo. La emoción que piensa[1] fabrica imágenes. En la boca, en la mano, escribe.
La voz tristona sabe que hay una “insumisa trepada a su garganta” (21). Tiene los “ojos desdoblados” (16). Y en su escisión encuentra que puede haber un lenguaje para el daño. En la creación de ese orbe es que logra separarse de sí, dar a luz un imperio de letras y avanzar. “No más pedazos de mundo sin coser” (44), pide el presente absoluto del poema. Consciente de que “todo es provisorio / a menos que un / portazo / devuelva el calor al caos” (34). Las preguntas sin respuesta abundan. Escanden la grieta de lo establecido, vislumbran.
Un pulso preciso habita, invade, es el poema. En el deseo de descifrar esa música imposible que acompaña al cuerpo desde su nacimiento, se pronuncia, como se puede, el misterio.
De tanto desolar es como un recién nacido: primer grito y primera luz del poema, de la voz, en su herida.
Arrullo & resurrección
Aquella primera publicación pertenece a la colección Todos bailan de Libros de Tierra Firme y cuenta con la edición de José Luis Mangieri.
En el albor del texto, mediante una carta que es, a la vez, agradecimiento (a la autora) e invitación (a los lectores), Santiago Kovadloff habla de los poemas como dotados de un “hechizo hospitalario e hiriente” (1985: 10). Cuarenta años después, esa cualidad permanece intacta, fiel a sí misma. Incisiva. Así lo evidencian títulos más recientes como Exilium (2016), Las afueras del mundo (2022) u Oratorio (2021), series de poemas donde con delicada crudeza se manifiestan percepciones particulares sobre el oficio de escribir, en espejo con preguntas que no cesan. Aquella primera voz, ya madura, advierte en Utilidad de las estrellas (2024a):
recuerda
la guerra prolongada es breve
y el misterio no declina
con la flor de la edad
(13)
La tarea es, de libro a libro, una batalla contra el sentido. Prepondera en ellos la sensación aguda del desencuentro en el lenguaje. La lejanía es de unos a otros: caída sucesiva de puentes a medio terminar en los que confiábamos ciegamente. Pero, sobre todo, una distancia extrañada de una a una misma, un murmurar, la intuición de que hay que aprender a moverse entre el gentío de voces cuerpo adentro. Dice un poema de Oratorio:
la luz que bebe
en la sequía del idioma
hace del desierto
su propia glosa
(2021: 33)
El idioma es una sequía social, producto del progreso trunco que cae una vez, y otra, y otra más en el intento de clasificarlo todo, dando lugar a lo innombrado. Pese a eso, el afán monstruoso de arremeter contra la lengua madre, cualquiera sea ella, pervive en la poesía que todavía escribimos. El oficio es entregarse sin un para qué al escenario mental y aguzar los sentidos ante la tragicomedia constante del signo. Sólo hay que aprender a escucharla:
y aquí se yergue en la canción vencida
se desvive y clama
………..por alcanzar el sentido
……………….−no el nombre−
………………….de la voz carnal
(2021: 25-26)
Y enfrentarse a las ataduras:
que la palabra hambrienta
se amotine
en otra parte
aquí se viene
a morir en el lenguaje
(2024a: 46)
La faena es registrar eso que la voz interior escoge por entre todo el ruido del mundo para ofrendar su retazo de yo, sobreviviente. El premio, un hallazgo. Gracias al arte meticuloso de la escucha, en la organización de los versos, se alcanza el ritmo propio. Exprimiendo más y más el camino hacia un decir riguroso, María Negroni ha abordado su obsesión, la ha tallado y nos la entrega como “canto insoluble” (2024b: 50), como cadencia esencial, como música exacta y condensada que viene desde las cavernas del cuerpo para compartir con sus afueras ese continuo que es el pensamiento concentrado, jugoso, presente. Alcanzar ese metro único que constituye el nacimiento y la vida de un sujeto discursivo no es tarea sencilla. Solo es posible atender la voz que pide (insistente como una niña) internarse en otros cuerpos, si nos disponemos a abrirnos, a escucharnos a nosotras mismas y a ofrecer los sentidos al entorno que va volviéndose hábitat. Esa niña tenaz está compuesta por todas nuestras lecturas, por cada deslumbramiento del lenguaje en el cuerpo e, incluso, por cada sacudón del cuerpo al lenguaje cuando no hay palabras para nombrar. Si el murmullo no cesa, hagamos de él algo palpable, parece afirmar Negroni, una melodía capaz de articular cada balbuceo de la incomprensión, un arrullo para volver a nacer. La tarea no es fácil. Hay que poder enfrentar el statu quo de esa enferma dominante que es la lengua, una enferma todopoderosa a la que los poetas, según Henri Meschonnic (2007: 33), cuidan para reinventar la vida.
Un alojo para el daño
La carta inaugural de 1985 alude a la hospitalidad de los poemas y se detiene en el efecto (y afecto) de estos sobre su autora:
creándolos te creabas; modelabas tu decisión de escribir con más y mejor fuerza cada día. Porque en lo esencial este libro consagra tu vocación. La establece, la evidencia, la brinda y la proyecta hacia ese horizonte de insondable medida que es el otro; hacia el vértice siempre inasible de su percepción (9).
Al mismo tiempo, distingue entre la materia prima del discurso:
el periplo de un temperamento que abandona toda formalidad para sumergirse, sin agresividad, pero también sin concesiones, en el oleaje vivo de sus conflictos, de sus contravenciones, lapsus, fisuras y ángulos más inasibles y apasionados (10).
La escritura es entonces anfitriona de la herida, abierta como una flor en el decir. Tiene el don de reanimar el daño hasta hacerlo poema:
canta la voz en la cabeza
el corazón en la cabeza
la cabeza en la cabeza
(..)
así las cosas
noche oscura en su fronda
yo escribo
yo entierro la fiebre
de altísimas notas
que duelen en la carne
(2024: 9)
No hay amparo para blindar la inocencia, el mundo tarde o temprano arremete. Nos quedan, entonces, la fábula, su música:
lo desbocado de a ratos
………………(lo desprolijo)
urde-vías /
hace humanamente
…………………………lo posible
para torcer el rumbo
…………………pero calor no hay
hay un solo tiempo
un mundo solo en que
.……………………….caber
y uno obedece
(1985: 37)
Retorno a un poema de Exilium:
La voz que lee
tiene razón:
en la casi aparición
de lo no dicho,
aquí y nunca,
hay ojos sin cobijo,
niñas
repartiendo alambres
para cazar
conejos.
¿A qué fábula
se parece
esta pasión
de no ser a salvo?
¿A qué osario de lobos
en el aire crespo
cariñosamente?
(2016: 25)[2]
Retrocedo. Recuerdo que la lectura es aquel primer refugio que va a permitirnos, en algún momento, descubrir la escritura, y que escribir va a llevarnos, con sigilo, hacia nuestra propia voz.
Aquí, ahora: a años luz
Utilidad de las estrellas es el último poemario publicado de María Negroni. En él, resplandecen las cuatro décadas de incesante trabajo. La voz lírica ha ido puliendo con paciencia monástica el metro, el latido de los versos, de libro a libro, hasta volverlos fórmula perfecta para nombrar el desarraigo, las escisiones, la separación. El desprendimiento es de algún modo origen y destino de la mirada unificadora que mece imágenes para el sosiego.
El continuo entre los primeros poemas y los más recientes, pasando por decenas de otras composiciones, es perceptible desde un primer acercamiento a la obra: la sintaxis y el ritmo juegan con las formas, ligando descubrires, pero la obsesión es una única marca de fuego imperturbable. El poema es, en esta cosmovisión y, ante todo, resonancia brotada entre las sombras, profundidad del pensamiento y las ruinas abocada a su instrumento: la palabra.
Utilidad de las estrellas es un recorrido interestelar por la hondura de quien busca y escribe porque fue fiel a la pulsión voraz que la trajo al reino de los vivos. El conjunto abre un surco que horada cualquier verdad provisoria. Su modo de formular preguntas incómodas es la constante que acompañó a la voz lírica desde sus primeras empresas. Con el tiempo y las décadas, la escritora acuña una noción al respecto, la de la epistemología del no saber[3], presente en muchos de sus versos:
de qué modo
lo que aparenta ser
un punto ciego en la casa
humana del lenguaje
aparece
y se repite como sombra
para decir
soy yo
………..la polvo
el nada
la mismísima de siempre
descenso interminable
subida interminable
repetición magnífica del cosmos
tal el barco en la bruma
……………………..y la estela abriéndose camino
(2024: 47)
Sin embargo, en medio de la incertidumbre hay un hatillo de certezas, no muchas, pero sí necesarias y suficientes para seguir su odisea. La poeta sabe que el lenguaje, esa disposición genética, impresión animal que traemos desde la concepción, siempre puede torsionarse un poco más para rozar el corazón de las cosas. Por eso este último libro nos abre el panorama de las superficies para enumerar, comprender y pronunciar las interioridades de lo real y sus aledaños. Así encontramos, por ejemplo:
una sombra en el bolsillo de la sombra
el interior abriéndose a otro interior
el canto de la cabeza en la cabeza
el sueño de un libro de arena en la arena
la realidad perdida en la realidad
la forma en la geometría de las formas
un resto de luz a la espera de ser luz
un sol en el cielo del sol
la suma del exilio a la palabra exilio
Siempre podemos dar un paso más en la añoranza de comprender. Podemos detenernos y abrir el cuerpo de las palabras, ver qué hospedan, qué expulsan de sí. Qué hallazgos y qué nuevas preguntas nos esperan del otro lado de escribir.
Reinvención de lo necesario
La idea de lo útil presente en el título del último libro de poemas, no sin su cuota de mordacidad, alumbra. Se disloca. Elige un desvío, se defiende y contraataca. La daga tantas veces embestida contra la poesía no descansa. Enfrentarla, entonces, es una posibilidad.
Borges elige una serie infalible de preguntas cuando es consultado por el fin práctico de la lírica: “¿Para qué sirve la muerte? ¿Para qué sirve el sabor del café? ¿Para qué sirve el universo? ¿Para qué sirvo yo? ¿Para qué servimos?”.
Desde fines del siglo XVIII, el utilitarismo persigue a la humanidad. En la actualidad, la idea de eficiencia invade nuestro presente globalizado. Todo urge en pos de minimizar gastos, ganar tiempo, no perder ni un segundo de nuestras vidas. El objetivo principal es generar ingresos para un mayor nivel de consumo. Como si quisiéramos abandonarnos a un destino de autómatas. Los precursores de esta línea de pensamiento, Jeremy Bentham y John Stuart Mill, pensaron la utilidad como Principio de la Mayor felicidad desde un punto de vista moral. Lo útil se asociaba, para ellos, a la felicidad, a lo justo, lo bueno e, incluso, al goce, en un contexto de un territorio bien gobernado. Las confusiones generalizadas (y falta de lectura) sobre sus postulados abundan. Esa línea incipiente del utilitarismo fue reescrita, a fines de los años ’70, por los representantes del neoliberalismo, quienes circunscribieron la libertad al ámbito casi exclusivo de lo económico. Ante la larga hegemonía de estas ideas, han surgido, en distintos momentos, voces detractoras. La de Bataille, quien en los años ´30 ya se oponía a Bentham y Mill, es una de ellas. En La noción de gasto y en La parte maldita[4], reivindica una humanidad por encima de los procesos de producción, conservación y reproducción. Entre las actividades que nos llevan al gasto incondicional y al principio de pérdida, que él cree indispensables para una vida auténtica y que van en sentido opuesto a la primacía de lo útil, ubica a la poesía. Para Bataille, “la función creativa compromete la vida misma del que la asume” (1987:30).
La utilidad, para Negroni, está a distancias siderales de este planeta. Hay que encontrarla en el firmamento, que es de algún modo, un espejo altísimo e inalcanzable de lo imposible donde también, según un verso de Susana Thénon, puede haber casas. Nos queda la ternura de abrazar lo incompleto de nuestra vida, reconciliarnos con lo que no logramos, observar con aceptación (y lucidez) el orden vigente de esta vida social. Nos queda el recuerdo de lo que esperábamos como niños olvidados en la puerta de la escuela:
el centro de la vida
es esta ineptitud
esta ambición de asir con prepotencia
el círculo feliz
del extravío
(2024: 20)
¿Sirven para algo las estrellas? ¿El fuego de la noche encuentra utilidad en los ojos que lo miran? ¿Por qué nos hundimos en el reino del sentido para arribar a conclusiones larguísimas, innecesarias sobre los modos extraños de la fe si podemos cantar que es “rezar dos veces” (25)? ¿Por qué tomar la posta de empresas fallidas que no nos participan?
Lo inútil a bordo de la palabra es lo que nos redime. Nos permite acercarnos a nosotras mismas. Nos abre puertas para salir a jugar. Lo inútil se acerca como un medio de locomoción inimaginado capaz de llevarnos a cualquier destino. Una vez en contacto con el goce del tiempo para nada es difícil alejárnosle.
Arrojo del poema a la eternidad
Son las obras las que son maternas
y no las lenguas.
Henri Meschonnic
La lengua madre es una suerte de destino sobre el que caemos. Un modo de aceptar que el mundo va a pronunciarnos pese a nuestras disidencias.
La madre lengua es un calvario disimulado y voraz para el desparpajo del que alguna vez fuimos capaces.
La lengua hermana tiende puentes, abre jaulas, abriga. Evoca las palabras niñas de nuestra edad de oro.
Entre aquel primer libro y este último, desde la desolación hacia el viaje sideral de la mirada, habiendo pasado por infinidad de desafíos autoimpuestos, la voz se destroza, recauda las briznas de cristales por el suelo del desconcierto, las toma entre sus manos, les susurra un secreto atesorado por años y las arroja hacia el cielo de su propio horizonte.
Nada es de nadie en el firmamento.
[1] El sintagma es de María Negroni: fue desarrollado en varias entrevistas y cursos por ella misma.
[2] La alineación centrada responde a la edición original del poemario.
[3] Como en el caso anterior, se puede hallar la mención de esta idea en varias entrevistas y charlas disponibles en la web.
[4] Las primeras ideas de lo que terminará conformando ambos escritos fueron publicadas en el número 7 de La critique sociale, 1933.
Bibliografía
Negroni, María (1985). De tanto desolar. Buenos Aires: Libros de Tierra Firme.
_______________(2016). Exilium.
_______________(2021). Oratorio. Buenos Aires: Bajo la Luna.
_______________(2024a). Utilidad de las estrellas. Valencia: PRE-TEXTOS.
_______________(2024b). La idea Natural. Barcelona: Acantilado.
Bataille, Georges (1987). La parte maldita precedida de La noción de gasto. Barcelona: ICARIA.
Bentham, Jeremy (1836). Deontología o Ciencia de la Moral. Méjico: Librería de Galván. Disponible en https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=17097
Meschonnic, Henri (2007). La poética como crítica del sentido. Buenos Aires. Mármol-Izquierdo.
Mill, John-Stuart (1891). El utilitarismo: Madrid: Sociedad General Española de Librería. Disponible en: https://doi.org/10.34720/30m0-cs66
Material audiovisual consultado
Juan Jacinto Muñoz-Rengel. 20 de marzo de 2020. Entrevista a Jorge Luis Borges (por Joaquín Soler Serrano) . You Tube. https://www.youtube.com/watch?v=D7qzHE071HE
Analía de la Fuente es profesora de Castellano, Literatura y Latín (IES N° 1 “Dra. Alicia Moreau de Justo”) y magíster en Escritura Creativa (UNTREF). Trabaja como docente. Escribe poesía y ensayo. Publicó el poemario Trasbordos (Aire Diseño) en 2012. Entre 2018 y 2024 integró Palimpsestos, grupo de investigación coordinado por María Negroni cuyo objeto de estudio fue el Fondo Thénon. Como resultado de ese trabajo, compiló la serie de ensayos producida por los integrantes de Palimpsestos: Susana Thénon. Todas las voces del grito (Corregidor, 2025).