La Máquina de las alegorías
Claudio Archubi
Buenos Aires
Buenosaires Poetry
2017
Por Paulina Vinderman
La Máquina de las alegorías es un libro singular, señero en el panorama de la poesía argentina contemporánea. Claudio Archubi lo escribe bajo la sombra –bajo el sol– de Ramón LLull, Raimundo Lulio en castellano, ese erudito medieval que aunaba ciencia y lenguaje postulando el acceso al conocimiento. Archubi lo relee, busca las infinitas combinaciones del Ars magna y el Árbol del conocimiento. Vuelve a interrogar al mundo y su lirismo se desliza por su historia de iniciación: la infancia, los padres, los maestros, el viento. “Camino el diminuto pasillo por donde cruza la Historia, junto al viento”. Así, aprende paciencia, aprende que el conocimiento y el amor conllevan el dolor dentro de sí, y que el error que tanto nos agobia no es más que una prueba de nuestra humanidad frente al misterio y los sueños de perfección. “Fuego ascendente, mi corazón; lluvia mi espíritu, para apagarlo”.
Descubre la fugacidad, descubre “la espalda oscura de la Belleza”. El lenguaje tiembla cuando Archubi une a su lirismo la pasión por el conocimiento y su extraordinaria lucidez. La lucidez es alegría, dice Pascal Quignard, es “el estado gozoso del cerebro humano” y agrega: “El pensamiento busca en el vacío con la lengua que el alma ha adquirido”.
Archubi hace girar su máquina, asciende y desciende hasta testimoniar la certeza de la poesía como oración al lenguaje. Al fin de cuentas, según Plotino, el pensamiento define la plegaria.
¿Dónde encontrar la verdad?
Si la Belleza es traición y lo real es salvaje.
¿Cómo conocer el inicio del mundo?
¿En qué abismo perdernos?
¿Cómo buscar lo que se ignora? (aporía de la aporía).
Este libro nos habita, nos consuela en nuestra intemperie y nuestra hambre de sabiduría porque el poema nos da cobijo, el único cobijo al que podemos aspirar en el tembladeral del mundo. “Soñé que todos habíamos construido un puente”, dice Archubi. En ese puente estamos.
Poemas de La máquina de las alegorías
Veritas o de la primera cita con la Verdad
La dama, para librarse de una vez de tanta porfía, se descubrió un pecho y lo mostró roído por un cáncer. (Raimundo Lulio. Francisco F. Billoch, Temas españoles Nº 90)
–1–
Era luminoso dentro de la casa, como en la cima de un monte simple.
La pared resplandecía al lado de tu rostro.
Pero mi espalda tocó el vidrio frío de la ventana, de la profunda ventana que crecía siempre hacia otra parte.
–Afuera hace frío, así son las cosas –dijiste, madre, en la cima de un monte simple.
Y oí el fuego en tu voz, el fuego y el crepitar de sus cenizas; la sombra de un escenario que se cierra, tras unas cortinas de terciopelo que reflejan la luz.
–2–
Madre, el reloj sigue empujando.
Madre, abre tus cortinas. Déjame ver.
Aléjame del otro, del más frío escenario de las cosas.
Aléjame del cansancio y el tiempo.
Sé fuego contra la piedra de la caverna, apártame de esta ventana que crece dentro de mí.
–3–
Poco a poco dejo de sentir el vidrio. Poco a poco.
No porque me hayas salvado con tu lumbre, sino que está abierta la ventana, y descubierto por el viento, entreví de la Belleza su pecho espinoso. Lo he tocado, he ascendido a la cima de un monte simple, el más yermo.
Potestaso de las nueve preguntas
–1–
Plegado en mí estaba aquello que sería, y aún me preguntaba: ¿quid?, ¿qué sería?
Mano abierta mi cuerpo, que no aprendió a bailar al compás de lo posible.
Mano abierta mi alma y su primer manojo de espinas.
–2–
¿De quo? ¿De qué están hechas las palabras?
Y tú, Raimundo, que dijiste: … no te juzgues salvado sólo por tu inocencia…
Potestas: cuánto corrimos hasta caer con las rodillas raspadas hasta el hueso y la promesa cumplida, tan sólo para ver más allá, colgando de nuestros maderos, afuera del niño que fuimos, la luna blanca. Quantum.
–3–
Dije la palabra “amor”; creí que podía con ella, pero la palabra pudo en mí, raspando, raspando con su pregunta hasta el hueso:
¿Quando? ¿Cuándo es aquello que es?
Siempre. Pero lastima.
–4–
¿Quare? –¿Por qué la ironía en todo esto? –preguntó ella.
–Porque es el bisturí de la Verdad, la tijera de la apariencia, el límite contra la estupidez –respondí.
–Y esta bofetada es el límite de tu ironía –dijo.
¿Quo modo: cómo la Verdad gira en soberbia?
¿Ubi: cómo y dónde, la duda en vicio?
–5–
Concordatia sub-sum contrarietas, pensé.
Donde termina el amor empieza el conocimiento.
Donde termina el conocimiento empieza el amor.
PrincipiumEqualitasPotestas
Cuando empieza el conocimiento empieza el amor.
Cuando empieza el amor empieza el conocimiento.
Pero ella continuó de espaldas.
–6–
Por otro lado, ¿quale: cuál es la media vuelta de la Verdad a la Belleza?
Así ella se giró para mirarme.
Así, su mano tibia y lenta regresó a mi cara para decir Tú.
Links
- Reseñas. «La máquina…», por Lucas Margarit, en Buenosaires Poetry / «Alegoría de la máquina», por , en Vallejo & Co. / «Claudio Archubi se precipita hacia los límites de la poesía», por Evangelina Aguilera, en La Capital
- Entrevista. En Vallejo & Co., por Lucas Margarit
- Poemas de La máquina de las alegorías. En Literariedad / Círculo de Poesía