Paulina Cruzeño

El guadal tiene la forma de algunos deseos*

 

Los sábados a la siesta me junto con Patri

salgo de casa y camino
hasta la última calle.
En la mochila, latas
de cerveza y una manta.
Vamos despacio para el campo
hasta la quinta de Leiva
trepamos el alambrado, desplegamos
la colcha y nos sacamos la ropa
acostadas, el sol nos cubre
como una sábana
gastada por el uso.
Lentas, casi dormidas
exprimimos el desierto.
Desparramadas por ahí, las vacas
también en pausa.

 

La  puerta de la cooperativa es una lengua de chapa

que sube y baja sube y baja sube y baja.
De afuera, con el sol de frente
parece áspera
y si estás adentro mientras cae
es como cerrar los ojos
hasta no ver nada.

De noche, al costado de esa puerta
nos besamos  y no nos importa
que nos vea el único policía del pueblo
en el único patrullero del pueblo.
Ni Don Ramello cuando cierra la quiniela
o  las chicas  que se encuentran ahí
para ir juntas al Club, porque solas
les da vergüenza.

Nos besamos junto a la puerta de chapa
que mañana volverá a enroscarse
cuando Rafa, temprano
abra la cooperativa.

 

A la mañana, salimos a la vereda

todavía en camisolines de raso.
El suyo, verde petróleo. El mío
blanco.
Descalzas, el cuerpo suelto
tomamos mate, los ojos
quietos en la calle.
Los que vinieron a hacer la ruta
pasan en sus camionetas
y nos saludan alegres.
Mi mamá levanta la mano
como una reina de belleza
en el lomo de un auto viejo.
A la siesta, la reina
barre la vereda
en bombacha y corpiño.
Si le pregunto por qué no se viste
me dice: la gente
cree que es una mallita
.

 

El padre de Jesi trabaja con César

el ingeniero de ojos verdes
que tanto nos gusta
a mí y a mi mamá.
César está al tanto, al menos de lo mío,
y quiere invitarme a salir.
Mirá que tiene familia en Córdoba.
Y a mí qué me importa.
Si llueve
nadie puede entrar
ni salir
del pueblo.

 

La neblina está baja

a la altura del maíz.
Llueve hace días, el barro
pareciera traer la noche
un rato antes.
No hay mucho por hacer: sentarse
a mirar por la ventana y esperar
que un auto pase
alguno de la ruta, César
que justo mire
saludarlo, hacer un comentario
y volver a callarse.
Una película fina envuelve los árboles
los techos, las paredes de las casas
como si fuera un nailon
o, simplemente, una tristeza vieja.

 

A las dos de la tarde ya estábamos borrachos

habíamos comido
nadado en la pileta de Patri
y  hasta caravana por el pueblo
en la camioneta de Raúl.
Era la previa de la despedida
que nos hacían los de quinto.

Con la malla mojada y olor a cerveza en la boca
nos fuimos para el lado del cementerio.
Al fondo de esa calle, los hombres de la ruta
parecen soldaditos de juguete
pequeños y grises
perdiéndose por el campo.

Las ramas de los eucaliptus tienen
otra vida tres metros arriba nuestro.
Hace calor y cantamos cuarteto.
Por el camino frotamos
nuestros cuerpos húmedos
y nos besamos todos con todos.

Con el viento, las partículas
de guadal se nos pegan
y parecemos
hechos de lentejuelas.
Brillamos al sol, nuestra piel
es nueva y lo sabemos.

Si nos vieras desde arriba, entenderías:
jóvenes y dorados
listos para huir.

 

* Nota de la autora.
Estos poemas pertenecen al libro inédito El guadal tiene la forma de algunos deseos. Alguien me dijo una vez que la gente se parece a la geografía en la que vive. Un camino que se aleja y llega al cementerio, la texturas de los objetos cotidianos, el calor del verano, el viento, la tierra, el guadal que muta a barro con la lluvia, todo eso a la luz del encuentro con unos hombres que llegaron a hacer la ruta, que vienen y traen una posibilidad. De ahí vengo. Una pequeña burbuja, envuelta en  una fina capa que permite conocer lo que hay allí, pero no todo. Cada cosa que hice hasta ahora fue para dejar atrás, en el pasado, ese pueblo chiquito, que desaparece  en los mapas de la provincia. Pero el pueblo no hace más que seguirme. Emerge desde mi cuerpo, su geografía, sus temperaturas, su tiempo distinto, empastado, quieto. Como ahora, en estos poemas.

 


Paulina Cruzeño (Italó, 1983)

Nació en un pueblo del sur cordobés. Estudió Lic. en Psicología. Fue becaria Cepia «Esquemas Humanos Provisorios» Proyecto de producción Poéticas Fronterizas (Universidad Nacional de Córdoba). Participó en la primera residencia de reflexión e intercambio en el marco del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA Internacional) Recibió 1º Premio III Concurso Nacional de Poesía “Taller Latinoamericano de Poesía Fundación Neruda” Argentina-Chile 2013; actualmente es jurado en la edición de este año del concurso. Participó  del Proyecto Puesto de libros en Feria Franca: Feria de frutas y verduras de Cedilij. Produjo el ciclo de lecturas de poesía perfomática Gimnasia Astral para Lenguas Entumecidas. Coordina talleres de escritura como dispositivo de trabajo con la locura y en contexto de encierro. Realiza performances y videopoesía.

Poesía
El orden de las cosas (libro objeto), Córdoba, Dínamo Poético, 2016
Entre hermanos, Córdoba, Llanto de Mudo, 2014
Demasiado ágil en el desierto, Córdoba, Llanto de Mudo, 2011; 2014

Antologías
Antología 5 Años. Concurso Poesía Pablo Neruda, Córdoba, Editorial Filosofía y Humanidades. U.N.C 2016
Antología 20 años, Córdoba. Llanto de Mudo, 2015
La suavidad del dolor, Córdoba, Park Editorial, 2012

Links
Sitios de la autora. Demasiado Agil en el Desierto / YouTube
Poemas. En Emma Gunst / El Club del Capullo
Reseña de El orden de las cosas. «Instrucciones sobre la sombra…», por Paula Oyarzábal, en La Voz
Entrevista. En Dame Letra, entrevista radial