Silvio Mattoni. Excursiones











Excursiones
Silvio Mattoni
Capilla del Monte, Córdoba
detodoslosmares
2019 (1ra ed. Alción, 2006)


Compras

Con la risa perpetua y el saltito
que das a cada paso, me llevabas
hacia los escaparates, las góndolas
y el brillo de una abundancia imperturbable.
De día, ningún tropiezo quita
un resorte a tus piernas de estatua
en miniatura, elástica. Pero apenas
cae la noche y empezás a extrañar
la compañía. Y la cueva de niñas
jocosas no te cuida cuando duermen
tus profundas hermanas. ¿Qué secretos
se alzan entonces en la oscuridad?
¿O es algo que te falta? Niña insomne,
no sabés cuánto nos acerca el miedo
que valientemente controlamos, y de pronto
cede el piso, yacemos, muy lejos
y a veinticinco años de distancia.
Pero no está en la sombra el enemigo.
¿Puede haber protección en un juguete
aferrado con toda la fuerza del sueño?
¿Querés algo, cualquier cosa, ves
algo que te guste? Hoy te daría
la poca resistencia que me queda
para que puedas reírte de la nada
y jugar con la ausencia del fetiche,
hasta que seas tan pero tan grande
que sólo mirando al cielo me encandile
la precisión actuada en tu belleza.
¿Sentís que algo se esconde en los rincones
donde las sombras aumentan? “—Papá, ¿podés
comprarme algo? —Solo si prometés
que no vas a tener miedo. ¿Qué cosas
te asustan de noche? —Sueño, pienso
que hay arañas. —Pero si son chiquitas y además
no hacen nada. —Sí hacen. —No,
ellas se asustan de vos, si hay alguna
se queda en su tela, quieta, esperando.
—Hacen otra cosa. —¿Qué? —Tienen
veneno”. Y te seguí explicando sin querer
saber lo que sabía, que ellas
minúsculas con sus ocho patas siempre
son cazadoras, la forma más pequeña
del predador. Ay, Margarita, como nosotros,
matan para vivir. Esperan meses
a los insectos libadores como un león
acechando a un rumiante. Agarro entonces
una libreta, un video, un bibelot de plástico
para no recordar mis noches blancas
contemplando la lenta cacería en el techo
sin apagar la luz. En las tinieblas
el miedo te hace su presa, cualquiera
sale a cazar. ¿Y si alguien hizo
esa insólita espera del hambre, ese monstruo
de ocho facetas? ¿No será un signo acaso
de un vacío esperando por detrás de nosotros?
Y ella quiere un cuaderno con las tapas plateadas
para anotar sus sueños cuando aprenda
a leer en la noche los caprichos
y los estados de ánimo. Unas veces
acepto y otras digo que no, que falta
siempre plata para llegar, pagar
comida o cuotas. Pero sabemos
que los pedidos no tienen solución,
ni hay un final para el querer. Vamos
hacia las cosas de limpieza y vemos
las góndolas de alimento para perros, trato
de que ella no se dé cuenta. Ahora
no tenemos perro, está muerto, ya
no compraremos nunca en esta parte
del gran infierno iluminado. Cuando supo
que el viejo animal negro no volvería
de la veterinaria, el llanto superó
todas mis previsiones. ¿En qué momento
me fui volviendo inmune a la amistad
y a la fidelidad? Pero vos,
con tus dibujitos en anotadores
diminutos, con perritos geométricos
repetidos una y otra vez, acompañados
de tu madre al final de la cadena
en los paseos urinarios de cada día, vos
me mostraste de nuevo el viejo pozo
que se chupa a los seres y que escupe
un chorro de presencia. ¿Será eso
lo que te asusta de la oscuridad?
Sólo en algunos momentos, porque siempre
te colgás los adornos del valor y tu risa
resuena en el vacío de las cosas que usás
como si tu encanto fuera una potencia
inigualable. Margarita, ayer nomás
bañabas de lágrimas las fotos de tu perro
y ahora estás corriendo, dando saltos,
bajo las luces blancas del supermercado
que quisieran negar la verdad y la muerte.

Demasiado impasible, demasiado apegada,
tus hermanas te rodean como límites
que no vas a cruzar. Demasiado
las querés a las dos. Ojalá un día
puedas pensar que al apagar la luz
algo te busca, tanteando, y casi toca
con cariño tu cuerpo que se agita
en el sueño. Es la nada que quiere
solamente ver, que vos le indiques
mirando la felicidad, el paso rápido
de la vida absoluta. Y apenas abras
los ojos grandes sentirás retroceder
esa ausencia sin forma que de nuevo
se esconderá en su cueva. ¿Una araña
o un dios que va achicándose de a poco
como un personaje de cuentos por obra
de alguna bruja o simplemente
porque ya nadie le reza? Cuidate,
no del temor que ya es una defensa,
sino de ese vacío que nos pone
en busca desesperada del amor
y los objetos. Pero, ¡qué digo!,
si ya sos tan buscada que aprendiste
a manejar cada gesto. Y ahora,
¿qué nos falta para ir a la salida?

“—Hagámoslo todos. Primero vos,
segunda la mamá, y nosotras tres,
y el perro, claro. —¿Cómo, el perro? Pero…
—Voy corriendo a la tumba y te lo traigo”.
Así empieza tu risa, ¿acaso viste
el lado cómico de todas las máscaras
o una luz de tinieblas? Finalmente, aceptamos:
vos un muñeco azul y rojo, yo un cuaderno
para anotar lo que no entra en un registro.
¿Quién va a pagar, si no tenemos nada
más que una solución precaria? Vamos
a dejarte una luz, apenas, prendida
debajo de una tela para que tus hermanas
no se despierten. También podés abrir
un centímetro el postigo de tu pieza
y que entren a ayudarte los fantasmas
luminosos, constantes. Pero los dos
haremos una promesa: nunca
dejaremos de pelear contra esa cosa,
aun cuando tenga que ganar. Ahora dame
la mano, Margarita, y con cuidado
que es una playa de estacionamiento.



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