Textos de Mara Pedrazzoli, Lucía Aguirre, Gabriel Cortiñas, María Lucesole y Manuel Alemian
Mara Pedrazzoli
La ceniza en el piso, Buenos aires, Ascasubi, 2020
Desde un confinamiento
Ciudad
Ciudad: necesito tu desconcierto y agresividad, sobre todo
esa es la gente
de las calles cuando estaban pobladas
que me gusta más. La que está perdida
Cuando vuelvo
a los que eran mis circuitos cotidianos
me lleno de nostalgia de espontaneidad.
No veo casi gente, así
pasó que me enamoré de un gendarme
la mañana que fui al banco,
su frescura
y amabilidad
su cuerpo.
Los perros
hechados al sol
en medio de decenas de pies,
no importa: las botas del gendarme.
Eran cuatro de una familia, todos idos,
no se podían poner en fila.
Mañanas de otoño
perros horneros Valeria Lynch?
destruye el himno nacional argentino
que suena ––como cada mediodía–– desde un parlante sacado a la vereda
risas en la carnicería
colas en la carnicería
y el amor
vuela como un pájaro.
Juegos
Con las uñas de rojo salí a la puerta de casa,
en una mano tenía la bolsa de basura y
en la otra la de reciclables. Me acerqué
al tacho y miré al frente,
un paso
adelante mío
estaba el basurero,
que venía de su camión
y tenía un barbijo negro.
Nos miramos
y le entregué
la basura en la mano,
––una bolsa en cada mano––
fue
como entregarle la vida,
y su espalda
que no giró para volver a mirarme
guardó el secreto
del juego del amor
y del destino.
Mi tía Evelia
Yo no pensé viendo llorar
ningún asunto. La mesa a la tarde
acogía los rayos del sol
y entibiaba la casa
los domingos, que podemos hablar
de cosas que los martes no. Esos ratos
en la cocina, paradas al lado de la hornalla
mirando que el café no hirviera.
Mi primo bajaba la escalera. Mi tía
escuchaba, y a mí en la vida
me habían escuchado poco.
Movía la mano que agarraba el jarrito,
mi primo, y servía el café. Dos tazas
y el cenicero marrón en el medio. La mano
de mi tía entregaba el encendedor con el puño cerrado
apoyada sobre el mantel y cuidaba, mi tía,
que el café no se enfriara por la charla.
Nunca es uno el dolor y las costumbres
pueden copiarse pero no las maneras.
Un secreto que pasa desapercibido:
el lugar de las cosas en una casa,
no vuelve a ser el mismo
cuando una persona no vuelve.
Mi envase preferido
No tengo tragos en este anochecer
ni un compañero que me induzca,
de las botellas con agua en la heladera
me contento con poder tomar
fría agua
de la que tiene
mi envase preferido.
Casa
Salgo tanto de casa
que casi no entro.
¡Vinieron visitas durante la pandemia!
¿Cuál era el mensaje?
No atosigar,
los vecinos llegan solos…
como el viento
como las palabras que escucho detrás de la pared.
Parece un campamento
el edificio
en estos tiempos.
Lucía Aguirre
Contra Regazzoni, Buenos Aires, Ascasubi, 2020
(fragmento)
Todo lo que hizo era asqueroso, no conocí a nadie con menos talento.
Estafador, malandrín, abusador, mentiroso, corrupto, fascista, lameculos, asqueroso en sus dos acepciones, ignorante, impostor, esos son los adjetivos, más o menos usados con él. Ninguno puso: “Lo extrañaremos… se fue de gira… tristeza… al arte perdió…. un ser sensible… una figura admirable…” El tipo era de lo peor.
Alto homofóbico y xenófobo.
Que lo sodomicen mamuts de hojalata.
Qué tipo desagradable, deshonesto y berreta.
Allá por principios de los 90’s había un coleccionista que le compraba unas pinturas de aviones que hacía Regazzoni. Un día lo llevó a Nueva York y Regazzoni se llevó una acompañante. En el avión se puso en pedo y andaba en cuatro patas. En el hotel salía medio en bolas a los pasillos y cagaba a golpes a la mina que había viajado con él. Esto me lo contó el coleccionista, cuyo nombre no voy a revelar y que a partir de ese momento se desligó de Regazzoni, una joyita.
Igual la prensa, la crítica y un montón de artistas lo acarician, lo saludan y esta complacencia que demuestran como si hubiera sido un genio como Da Vinci y como si fuera el ser más luminoso del mundo. Mucha hipocresía. Jorge Gumier Maier fue el único que hizo un post crítico y saltaron debajo los abusos, las violaciones y lo todo lo más bajo de un ser humano.
Lo conocí allá por el 80. Había un bar en una esquina del centro de Lomas de Zamora (localidad bonaerense donde crecí) se llamaba Café París (Gorriti y avenida Meeks para quienes conozcan). El solía colgar sus cuadritos allí y se sentaba en las mesas de la vereda. Supuestamente vivía más al sur (Glew o Longchamps). Los cuadritos estaban bien para un bar. Él era agradable, simpático y para el ambiente de Lomas, tenía un toque excéntrico (pero nada que ver con ese personaje semi ciruja que fue luego) acaso solo porque era el único artista alrededor. Yo tenía 16 por ese entonces y junto con algunxs amigxs arties-hippie-roqueros para esa edad, nos divertía pararnos a charlar un rato con él. Después no supe más de él y de pronto un día me entero que es famoso, un gran artista (supuestamente) que triunfaba en Paris y vivía en un castillo… después, alguna vez lo visitamos con amigxs en ese taller que tenía en Retiro y parecía otro. Un ciruja, bah. Algunas de sus pinturas me parece que no estaban tan mal (conectadas con esa obra entre expresionista y neo-figurativa tan de moda en los 80s en Argentina) pero no iban a ninguna parte. Sus esculturas eran realmente horrendas desde el punto de vista del arte, pero simpáticas desde el punto de vista de lo artesanal, esas cosas que pueden gustarle a lxs niñxs o a gente que no tiene un interés específico por el arte. Supongo que por eso era requerido por municipios. La brecha entre quienes estudiamos el arte desde la especificidad y el resto de los mortales es astronómica y todo un tema.
Parece que ese toque excéntrico que te atrajo en tu adolescencia atrajo a muchxs y él lo supo capitalizar. El «artista excéntrico» que divierte a la burguesía. Es la única forma de entender que lo hayan bancado como lo bancaron.
Mala gente.
Se podría morir el hijo ya que está.
Lo movía el vendedor y falsificador de arte que almorzaba en la tele con la hermana de Goldie que se parece a Bruno Guelber gordo no me acuerdo el nombre pero otro payaso como el despeinado. Los dos fieles representantes del menemato y del gato.
Maltratador.
Un desagradable narcisista, sucio, nunca entendí cómo conseguía tanto con esa obra horrible y su maltrato.
Abusador total.
No soy versado en artes plásticas ni quién para juzgar su obra, tampoco creo que la muerte sea un acto de justicia, sucede y punto. Lo que tengo para decir es que fue un corrupto, usurpó los recursos del estado para beneficio propio, hasta puso un restaurante y como broche de oro le hizo juicio a ferrocarriles argentinos. Un delincuente.
Misma mierda que el hijo que siempre me causó asco.
Se la daba de ser un tipo simple en su forma de vida, pero no era más que un ventajero para sacar provecho.
Tengo el peor de los recuerdos.
No se puede asumirse como feminista y tirarle flores a la tumba de Regazzoni.
Gabriel Cortiñas
La fecha de vencí, Buenos Aires, Ascasubi, 2020
PLANO INTERIOR
[Son más de cien. Ingieren sólo lo necesario para subsistir.
Casi no ven la luz del día. Ocupan la mayor parte del tiempo
rezando. Visten overol naranja. Alguien afeita sus cabezas
cada dos días. Están en un templo accidental que llaman
Guantánamo.]
+
PLANO EXTERIOR
compré por diez
pesos una oreja
disecada de chánch
¡oh! de lejos parecía una caracola
de mar pero de cerca
no corto una oreja
sólo para ver
todo el líquido
que no voy a poder tomar
ni pongo el oído
sobre la caracola inexistente
para llegar aunque sea
de forma inmediata
al mar tengo
una oreja de chánch
seca en la mano que pesa
lo mismo que un pedazo de cartón
con un orificio de tres
milímetros por el que hubo
de pasar seguramente el precinto
plástico que distingue
la propiedad de cada
uno de los cuerpos y también
de las orejas la textura
es rugosa pero leve
mente encerada muy
porosa podríamos
decir que la oreja
de chánch incluso después
de haber sido arrancada
disecada y distribuida
luego vendida como pequeño
sonajero desechable para otros
domésticos animales todavía
conserva una gran porosidad y la tinta
de cualquier lapicera se mete
en los poros como una hoja
mal cortada y hecha un bollo
de papel secante para qué sirve
o serviría una oreja de papel
absorbente por qué pensás
que te cortamos chánch
la cabeza para salvar
por un rato la izquierda
orejuda entre los dientes
baboseantes del can
estas son las nuevas instalaciones que albergan a los detenidos
que han acatado las normas y que están cooperando con las
autoridades quien nos habla está a cargo de esa sección aquí
se conseguía mucha información a veces sentándose a hablar
un ratito otras nos daban información de forma voluntaria
técnicas de interrogación reforzadas la bibliotecaria
puertorriqueña de guantánamo hay seis ejemplares del
quijote en la biblioteca de la base sacamos todo lo que hable
de sexo pornografía o violencia harry potter martín fierro
el general en su laberinto la biografía de obama están en la
biblioteca de la base naval de la bahía
María Lucesole
Atiza el sol sobre la parrilla de la siesta al lado del agua verde de otro invierno, Buenos Aires, Ascasubi, 2020
Qué corta se hace la vida
si es por inviernos contada
qué poca la dicha, es nada,
si tan veloz pasa el tiempo,
vengo de votar a Alberto,
mientras lloro por mi amada.
Mi amada nada en el viento
como una desdicha ausente,
siempre fui experimento ecuestre,
de unos monjes tibetanos,
que sacudieron de sus manos
importante condimento,
leyendo libros que encuentro
en ajenas bibliotecas,
qué asombro, la vida está quieta,
si no toco mi instrumento.
Tantos deseos, miles
y yo sin poder nombrarlos,
frente al reflejo de un árbol
rameante en agua estancada,
yo inmóvil, estoy cansada,
de haber errado ya tanto.
Tal vez si viviera en Yacanto,
tal vez si fuese nombrada,
como planta embelesada,
por las nubes del encanto.
¿Quién soy? No sé decir tanto
no sé yo decir ya nada.
¿Quién soy? la que habita el sueño
de dioses entredormidos,
yo soy tu sueño querido,
yo soy tu bosque incipiente,
un insecto, un sol inerte,
entre mantas escondido.
Y nunca me falta un amigo
para zafar de la muerte.
De la vida entrecortada
por tanto cemento y pasto,
por cortaderas de espanto,
que me apuran en coartadas,
no soy Lorca, no soy casada,
no soy jinete ni hombre,
soy el nombre de algún sobre
de una carta abandonada.
Y cuando la dicha es grande
y cuando el hambre no es mucha
todos los dioses escuchan
mi cantar como algo alegre
y ando a tientas como liebre
en praderas como muchas
perdices, zonzas casuchas
de pájaros estridentes,
picos de cristal silentes,
voces de espinas de rosas,
que no escucho, entre otras cosas,
suavizadas por sus manos,
manos del dios del verano,
que parece que viniera,
de dormir en primavera,
de bailar con sus paisanos.
Y no hay forma de que, vamos,
yo abra los ojos siquiera.
Ni vea, al pasar la tranquera,
que la tormenta avecina,
de los truenos veo las finas
puntas de estrellas distantes,
y creo, como diamantes,
van a cubrir de decoro,
todo el dolor de algún moro
que llevo dentro del alma.
Mora dicha, mora calma,
como antes de la tormenta,
no hay cielo, no hay mar, no hay puerta
por la que pase mi canto,
soy presa de un gran encanto
muy similar al ensueño,
un sueño, pero sin dueño,
que al despertar llora tanto,
porque rozan sus jirones
las piedras del desencanto.
Y al ir marcando la huella,
vuelvo al habitual camino,
sola sombra de algún pino
que despunta en ligereza.
Mediodía, pongan la mesa
de los ángeles sicarios,
dioses vestidos de diablos,
diablos durmiendo en las piezas,
de casas de temporada,
con frías baldosas endechas.
Y cuando remontan vuelo,
los teros en sus esquinas
de piletas repentinas
para las que no hay escaleras,
yo lloro y a quien me viera
le salvo de mis sollozos,
porque no lloro y despojo,
sino que en los entredichos,
cataratas de caprichos
brotan de débiles fuentes,
las escenas me hacen fuerte
pero mi cuerpo se cae,
hacia el mar, hacia las naves
que tendría que haber quemado.
No fui yo, fue en otro lado,
donde la vida existía,
y el pasto sobre las vías,
y las vías bajo sus trenes,
y sol, nubes y jejenes
ponían ruido a la tarde,
y sin pensar en alardes,
los mates eran cebados
a uno y a otro lado
como un pacto con la mañana,
y no era todo, la cama,
desarreglada hasta tarde.
Y los pájaros venían
a cantar en claraboyas
y eran alas y eran boyas
las antiguas letanías.
Mientras escriba estoy viva,
me digo mientras me muero.
Otra alma tener no puedo,
a veces me encantaría
tirar al cielo la mía
y atajar la que tire el cielo.
No sé qué hacer con los días
si escribirlos o dejarlos
pasar como con su canto
hace el pájaro a escondidas
sobre cables de avenidas
sobre ramas de geranios,
a veces creo que un año
ni más yo vivir podría,
pero sucede que un día,
sin que nadie se lo espere,
se levanta cual si fuere
chimango de cualquier ruta
la vida cuyas disputas
se borran como en la nieve.
No es el fuego el que contiene
benditas complicaciones,
es la falta de visiones,
de amor que tal vez ni existe,
o decime si lo viste
entre tanto dolor ajeno,
propio, oculto entre lo bueno,
como en el pino una aguja,
que de tanto no hay la bruja
que comprenda tal hechizo,
ni por qué el que así lo hizo,
quiso hacerlo de este modo,
tan extraño, tan del lodo,
sorteando la incertidumbre,
viviendo sin tener cumbre
donde volver a acostarse,
como una diosa en un catre,
como un huevo en otro nido,
como los años del tilo
que miran por la ventana,
y no pueden hacer nada
más que mantenerse en vilo.
Manuel Alemian
Yo no sé nada de eso pero sé muchas otras cosas, Buenos Aires, Ascasubi, 2020
Partido de la Costa
Un negocio
frente a la playa,
muestra pelotas,
paletas, tablas,
cañas, tejos e inflables
colgados de las paredes.
Tres hermanos
A René le sobran los diplomas
y a José las cicatrices,
las cuchilladas.
A Rubén le salen las canciones
que canta en la cancha
la muchachada.
Survivor
Estoy a salvo
de la guerra.
A salvo de
Ica,
Nazca,
Jauja,
Junín
y Pasco.
El campito
Los lechones van todos juntos
de un lado a otro.
Siempre quieren comer.
La vaca,
rodeada de una aureola
de insectos zumbantes,
pasta.
Las aves de corral
y el solo gallo.
Los perros.
Caballo no: es caro
y no hace falta.
El recuerdo del sacrificio
del lechón
da una triste impresión.
Un auto viejo
que había en un galpón.
Caminos, rutas,
calles de barro
o de tierra,
asfaltados
o de cascote aplanado.
Noir
Esto es lo de menos.
Que el viento tire
el cuadro del gato
negro,
sí es otra cosa.
Links
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En op.cit.:
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