El sonido. Bárbara Belloc

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El sonido, de Bárbara Belloc, Deshielo, 2017 (ed. digital)

 Anotar una fecha en el túnel del tiempo

arrojar una flecha y esperar
¿qué hay que esperar?

 

La flecha cruza el tiempo por el corazón,
planta el pie en el costillar, ahora mismo,

mismo ahora
detrás de nosotros
la flecha futura

se siente en la piel
cambiando de color
creciendo escamas.

 

13

para JJ Cambre

Las manos que tallaron la rueda original,
tejieron la corona de la diosa, la reina, la lírica,
forjaron la del tirano y el bufón, el loco,
plantaron semilla en la tierra
y mina en el campo minado,
echaron polvo encima,
acuñaron moneda,
contaron la recompensa
usando los dedos para sumar
aunque sobrara la cifra
porque faltaban los dedos
pidiendo limosna o compasión
en calles y caminos,
descubrieron,
tocaron a tientas el cuerpo amado,
el amado viento,
abrigaron el corazón frío y lo arrancaron después,
cubrieron los ojos las malas noches
para protegerlos,
siguieron las líneas de los labios
azules, al borde del abismo del amor y de la muerte
que vencimos esa vez,
palparon la vena,
abrieron la carne,
se lavaron con agua y olvido,
esas manos —
toscos pétalos a los pies de la flor más blanca
que la luz infrarroja y no existente
proyectaron sombras —
mis manos.

 

15

No, no es el mar,
es una isla errante de polvo celeste
avistada por un vigía cabeza abajo.

No. Es tierra firme contracorriente del cielo,
no, contra el mar.

No, es agua nueva que emerge del fondo, revuelve,
amenaza con formar un continente.
Pero no.

Y así y todo, agua y lodo,
la mezcla
comenzó con un no.

 

Namibia.

El desierto.

 

El viajero y su burro
miran arriba y ven
que la fuente es
un nido de pájaros.
Se quedan un rato observando.

Como en un documental
o las tomas descartadas de un documental:
las vistas inútiles, sin crimen, sin crecimiento,
el tono descriptivo del texto que acompaña las imágenes,
las inflexiones de la voz humana,
la naturaleza pixelada. No, en alta definición.

 

El hombre y su burro miran desde abajo
un nido de ave tejido en las ramas del planeta
que emite las 24 hs del día, desde 1927,
ondas de televisión al espacio sideral.

Son las señales que más lejos viajan,
a donde nadie llegó, no llegó una nave,
no se sabe qué hay, qué es.
miran arriba y ven
que la fuente es
un nido de pájaros.
Se quedan un rato observando.

Como en un documental
o las tomas descartadas de un documental:
las vistas inútiles, sin crimen, sin crecimiento,
el tono descriptivo del texto que acompaña las imágenes,
las inflexiones de la voz humana,
la naturaleza pixelada. No, en alta definición.

 

El hombre y su burro miran desde abajo
un nido de ave tejido en las ramas del planeta
que emite las 24 hs del día, desde 1927,
ondas de televisión al espacio sideral.

Son las señales que más lejos viajan,
a donde nadie llegó, no llegó una nave,
no se sabe qué hay, qué es.

 

En mis travesías escapando de las zonas áridas
vi cosas todas distintas, piensa el hombre.

El esfuerzo de las manadas.
Los círculos de noche, rondando
el fuego en el centro de los campamentos,
el hambre, siempre el hambre. La carne salada.
Carne podrida. Espejismos.
Ciudades que no existen ni existieron.
Humos invisibles. Humos sin combustión.
Tormentas de arena que se parecen a nuestras madres
viniendo corriendo a abrazarnos.

 

Así debe de haber sido siempre, siente el hombre,
el hombre subido al recado, el burro cubierto de polvo celeste
como diamante sobre diamante.
Las estrellas precipitándose.

 

La fuente
serpiente

los brazos abiertos.

 


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