Florencia Giusti. Perros estrellas canciones

Perros estrellas canciones
Florencia Giusti
Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2023

Ahora las cosas no se rompen, se eliminan

Rompo la foto que me sacaste aquella vez
en la que estábamos sentadas en canastita
sobre el tapial del pasillo.
Muchas veces tuvimos que dejar de hablar
y levantarnos
porque algún vecino salía
o tu mamá
te mandaba a comprar algo
y ahí cortábamos la conversación
y luego volvíamos a comenzarla.
Lloré mucho cuando me enteré
de tu traición.

Estaba encerrada en la pieza de casa
tratando de escribir algo
que quizás aún no sabía que era un poema
y recordé todas las mentiras juntas
até cabos
hilos
de a montones
y entendí las dudas que tenía hacía un par de meses
quise hacerte una macumba
o alguna especie de conjuro para vengarme de vos.
Te dije todas las cosas horribles y feas
que ahora no le diría a ninguna mujer.
Sería lindo volver el tiempo atrás
y explicarte todo lo que
en ese entonces para nosotras
no existía.
Ahora veo pibitas chiquitas
como nosotras
y ya me dicen que hay que respetarnos
que nos escuchemos
que no vale la pena pelearse
y decirse cosas feas
como todas esas que te dije ese día
y durante mucho tiempo más.
Lo cierto es que hice un conjuro
con todo lo que me regalaste
que significaba algo para nosotras
lo puse en una caja envuelto con cinta scotch
y salí a buscar un container
ahí tiré las cosas, junto con una carta muy larga
con todo lo malo y lo feo
que nunca te pude decir.


Mientras tu papá hace el asado acá descansan los restos de cinco perritos

Miro alrededor
el jardín de tu abuela.
A la mañana
reparte la poca fuerza que le queda
entre las plantas que más le gustan.
Los perros de las casas saltan
los tapiales en zona sur.
Más adelante comienzan los parques industriales
donde alguna vez nuestros abuelos trabajaron.
Venían a compartir una merienda
mientras sabíamos que el día
se terminaba
y el patio se convertía en un cementerio.


En el Parque

Sylvia Plath la poeta más fuerte y hermosa de la tierra
se quebró la muñeca el día que su perro bulldog
tironeó de la correa.
Fue vista por última vez en el Internacional Park
Rosario, Santa Fe, Argentina
cerca de la cancha de Newell’s,
una ruleta oxidada y preciosa lleva su nombre.
Unos chicos tararean canciones en homenaje
y una vez un artesano se acercó a hablarme de ella.
No puedo aceptar la muerte de Sylvia
-me dijo Antonela-
y por primera vez prendimos un fuego
y pensamos en la muerte
y comí una cebolla cruda
para saber qué gusto tenía.
Ya a esa altura
las cosas se movían
y me quedé mirando cómo se veía una parte de tu espalda
cuando te sacaste el buzo y la remera se te enredó.
Contaste cuando releíste Los siete locos
desde un amanecer en la Acrópolis.
Nosotras no pasamos de Avenida Alberdi
pero imaginemos la Acrópolis
y hagamos un viaje.


La paloma de la paz

Esa tarde que caminamos
por el barrio para comprar algo de comer
y nos cruzamos de góndola a gondola.
Ahora que conozco tu barrio y el súper
en el que comprás todos los días
y ya no me tenés que indicar cómo ir.
Porque ahora conozco tu chino como la palma de mi mano.
Quizás después de muchos años no sepa
cómo volver de tu casa
ni de qué color fue el portón del súper La paloma de la paz.
Pero ahora que nos deslizamos por el barrio como viejitas
con sus bolsas de red de todos los días.
Llueva o truene los abuelos salen a comprar su leche
y deambulan por las góndolas como dos enamorados,
pacientes y enteros, consultando precios y acomodando
en el canastito rojo
masitas de salvado, queso untable.
Ahora conozco tu chino
como el de a la vuelta de mi casa que tiene esos
alfajores grandes que a vos te gustan.