Un día de esquí
A los que trabajan en remonte,
aquellos que están en contacto
con la infraestructura de telesillas,
cubiles y todo tipo de tele-arrastres,
se los reconoce por el uniforme distinto
del que llevan los instructores, patrulleros
o vendedoras.
Sobre la nieve los colores
se recortan, brillan y contrastan estridentes.
La moda en los deportes invernales siempre
ha usado colores llamativos. Los esquiadores van
y vienen, de alguna forma bajan. Lo más lindo
sigue siendo ese pino todo cubierto,
congelado en el tiempo a un costado
de la pista. Pero lo sabemos: bajo los fractales
entrelazados entre sí millones de veces,
el pino verde, palpita en silencio.
Desde el aire en una telesilla
desplazándose a velocidad constante
la vida se presenta como un momento
calmo e intenso rebosante de belleza.
Entonces en los chicos de remonte,
los verdaderos trabajadores de la montaña,
los proletarios. Quién conoce el trabajo
y posee la sensibilidad adecuada,
ésto lo sabe y trata, a su manera, de compensar
la situación.
¿Qué se es en ese momento;
un burgués volador y profesor de esquí,
un afortunado de vacaciones en Europa,
un trabajador excéntrico, un pensador sobre
esquíes, un sudaca chileno trabajando en
negro en una mega empresa andorrana
que factura sesenta millones de euros
por temporada y no tiene cupo para contratar
a más extracomunitarios pero lo toma eventualmente
porque necesita gente, le brinda la ropa usada y le paga
como si estuviera en blanco? No se sabe.
A algunos lo que más les gusta
es ponerse protector solar color
blanco en los labios o en toda
la cara y salir a esquiar como geishas
o pagliaccis.
Un seudo haiku:
Un fractal recibe
otro fractal, el árbol
bajo la nieve.
El sol brilla en cada cristal de agua congelada
lo que convierte todo el lugar
en una zona de alta exposición.
El circo se ve con los ojos entrecerrados.
Un turista francés de Aquitania
compra provisiones en un supermercado
de los Pirineos. Lleva puesto un enterito
fucsia con detalles también en color flúor,
con las botas de esquí aún puestas, fosforece
todo él entre las góndolas como un signo
del día de esquí que aún no ha terminado.
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