La vergüenza es una fase en la transición de la señora lobo / Rom Freschi

La vergüenza es una fase en la transición de la señora lobo
Rom Freschi
Buenos Aires, Caleta Olivia, 2024

Caperucita, la abuela, los zapatos rojos y la señora Lobo

 por Anahí Mallol

Hola, dice una vez y otra el texto, el poema, de Rom Freschi. La frase, el estribillo, se repite. Pero, ¿a quién saluda? Nos saluda a nosotros, obvio, pero hay más. Saluda al lobo, hola, ¿lobo estás? Hay un temblor ahí, de miedo y de expectación, hay que poner el oído atento para escuchar una respiración, sentir un movimiento. ¿lobo estás? Sin dudas está ahí. Y ¿quién es el lobo? Porque la Señora Lobo parece estar sin lobo, porque lobo lobo, no lo hay (eso ya lo sabe): lo que hay son aproximaciones a eso. Pero también porque lo lobo, lo lobezno, acecha siempre en el rincón, en el recodo, en el doblez del telón, y a veces se parece a la vejez, o a la enfermedad, o a la muerte, y entonces el saludo es preventivo, como un modo de a la vez aceptar y rechazar, como quien saluda rápido para que el otro se vaya, pero el otro no se va y una se queda tildada ahí, hola, hola. Y el otro, ¿se va? No se sabe si se va. Porque Señora Lobo, Señora Lobo, no la hay, propiamente hablando, y lo que hay son tanteos, búsquedas, extrañezas respecto de una identidad que no se fija porque no se puede fijar. Lo que hay son transiciones infinitas, y habría que alegrarse aunque esta transición, la de aquí y ahora, no esté tan buena. Habría que alegrarse porque estamos en la fase de la vergüenza, o del desconocimiento, estamos en la fase de lo siniestro, que siempre es también una interpelación o un llamado a algo diferente, una sombra que tiembla o una puertita que se abre.

“Hola”, dice, y se mira al espejo. Y es siniestro porque no se sabe qué es eso que aparece ahí en ese espejo. Esa que me mira, esa señora con cara de lobo, ¿soy yo? ¡No puede ser! Y es siniestro porque ese hilo lobezno tira para atrás desde siempre y hasta siempre. Porque si no sé quién soy yo, nunca lo supe, ni cuándo ni cómo. Si de ser Caperucita Roja pasé a bailar con Zapatos Rojos, hoy veo que debajo de la capucha de Caperucita asoman estos pelos, estos dientes, estas fauces, y ya no se dónde está nadie, dónde queda nada. Hola, ¿quién está ahí?

¿Por qué sería vergonzoso? Porque siempre te piden el nombre y el apellido, el DNI, el domicilio, y siempre parece que hay que saber contestar, so pena de manicomio, te piden la foto tal vez, 3 x 3 de frente o medio perfil, te escanean. Ellos saben o hacen como si supieran quién sos vos. Pero vos, vos misma, no lo sabés. Y hoy menos que nunca.

¿Quién esa señora que me mira desde el espejo? Entre yo y la que fui, entre yo y el espejo, se crea un muro de desavenencias, diría Pizarnik o más o menos, y también: “miedo de ser dos/ camino del espejo”. Y no olvidemos que “Yo, Olga Orozco, desde mi tumba digo a todos que muero”, como dice la susodicha.

Y “hola”, dice Rom Freschi, con una voz que se levanta apenas en el medio de su propia extrañeza. Ahora sabe que creyó saber, pero en realidad solo creía, esto o aquello, tal vez creía en el yo, tal vez en la vulnerabilidad del cuerpo, tal vez en la lealtad de los espejos o de las palabras.

La que crió, la chica que bailaba y la señora, la que acompañó, ahora se queda sola y se mira, ve su propia metamorfosis, y, a corazón abierto, se reconoce, no sin dolor, vulnerable. Este dolor la pertrecha para buscar lo que estaba, o todavía, está, en las palabras, o entre las palabras, aunque sabe que el sentido como sentido de una vida, o el sentido que una se va dando para seguir, se ha astillado, o se ha fugado.

El poema recoge esos restos y se hace entonces retahíla de preguntas, no exentas de humor. Sale a la búsqueda no de un lugar acogedor sino de una exposición de lo que hay, este desconcierto. ¿Quién es esa señora? ¿Qué se escucha ahora que se va perdiendo el oído? ¿Qué muestra el corazón? ¿Qué muestra el sexo?

Hay vergüenza ahí, porque no se entiende, hay vergüenza porque cayeron las certezas. Pero eso deja que se prenda, como una vela, una ficción.

Esa ficción está por hacerse, se hace en el poema. Por eso con sus amigas y con el lenguaje parte a ver a la abuela, pero ahora sin caperuza. Ya no hay casi lugar para esa niña curiosa, y sin embargo resiste. El rojo ya no es la ilusión del bosque, es la sangre vertida, es la menstruación perdida. Pero hay una nueva ficción que pugna por brillar, siquiera quedamente, en el lugar del corazón. Hay una curiosidad que busca y no espera tal vez respuestas porque ahora sabe que hay más certeza y más claridad en las preguntas. Ésa es la Señora Lobo:

quiero oír mal y devolver
el hacha y la hilacha de la palabra
a su juicio y jugo
de berberecho serpenteante
dice, y lo hace en cada poema.

Si la vida dio vuelta el cuerpo, entre traición y traducción, entre rojos y blancos, entre líneas y redondeces, hay que dar vuelta las palabras que fueron dichas, hay que hacerlas resonar, romperse, volver a aliarse, para buscar una brecha. Para reencontrar la voz niña que juega sin dolerse y

descubre quizás
esa viborita otra vez
travestida
fuera de la lata
afuera viva.

Para preguntar qué sigue y también qué hay, si lo hay:

¿hay algo?
¿un lago?

¿existes?

hola

o “¿es otro monstruo?”

Para despegarse de ese espejo hecho piel, su verdad y sus mentiras, su pudor y su vergüenza, su vulnerabilidad y su fuerza, despega las palabras de su querer decir, de su habitual modo de aparecer, las fuerza por el lado de sus similitudes y también de sus diferencias, repite y reescribe.

qué fuerza sos
entonces
por qué me da vergüenza
ser un ser
tan contiguo
inacabado
una conciencia a
penas

Porque sabe que, entre el no entender y la escritura de lo que se busca comprender y no se sabe, las líneas del poema sí sobreviven,

las explosiones, las bombas
la guerra civil
las preguntas
las respuestas, el duelo
la razón, el oro
y son la sustancia misma de la poesía.


Poemas de La vergüenza es una fase en la transición de la señora Lobo

)”*. La vergüenza  [fragmento]

la página en blanco

la sola mente

detrás de esas fachadas

qué hay, qué historia

qué esclavitud, o cuántas

qué clases

de autonomía

detrás de todas las oraciones que comenzaran

o implicaran

la primera

persona

cuánto subtexto

cuánto más o cuánto

menos

qué sentido


(0). La señora [fragmento]

o sus metáforas

cuáles son las imágenes que traducen

es acaso una señora vergonzosa

de su nuevo cuerpo rollizo

y blando

algo blanco

es acaso vergonzosa

que goza?

¿es que es una señora?

descubre quizás
esa viborita otra vez
travestida
fuera de la lata
afuera viva

descubre otra vez
su vergüenza
y es una niña
rolliza y blanda
algo rosa
que goza

verse
mirada


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