La vida sin centro
Leandro Llull
Buenos Aires, Salta el Pez, 2022
Cazador de elefantes
En una carta de 1882,
Rimbaud le preguntó a un tal Monsieur Device
si existían armas para cazar elefantes,
y le solicitó que le enviara apenas pudiese
dos como prueba y, más tarde, una docena.
También le pedía datos sobre el calibre,
las balas, los venenos.
Tras leerla me dije que yo jamás podría
matar a esa montaña gris,
cortar el pergamino de su piel
o traficar con sus colmillos.
Prefiero el desmalezamiento,
esa tarea de la vida y de su socia, la muerte.
Nada más es cuestión de esperar
a que el destino común de los huesos se cumpla
y la carne sea polvo en los caminos
Karl Blossfeldt
Todos los días recorto flores en los barrios y las dejo morir.
Algunas adquieren anonimato, otras fiereza,
ninguna deja de extrañar con locura
el curso frenético de la vida.
Esta, por ejemplo, tiene la potencia de una cobra.
Su capucha se extiende como aletas por los costados
y el pico empuña un veneno de fuego sin deseo.
Capturo los restos con una máquina.
El cuerpo se convierte en una forma sagrada y monocroma
cuya fragilidad toma la fuerza de la heráldica,
y ante sus figuras metálicas y óseas,
me pregunto si no estaré pagando mis pecados
como un rey Midas.
Berlín
Calle arriba el frío es búho blanco que picotea en mi pecho.
De las ramas se desprenden los gajos y se oye un rumor
que, más que viento, es corrosión de hielo.
Los niños salen con sus padres a jugar en los trineos;
las risas resquebrajan los copos acumulados,
abren pequeñas grietas de tibieza,
y yo no sé qué es lo que se esconde en la arboleda de las calles,
pero entre sus varas bien podría haberse extraviado un ciervo.
Ante los restos del muro, la fotografía de un soldado
reproduce bajo la nieve el final de Hans Castorp.
Me quedo observándolo arder en su fuego gris
como quien contempla la luna sobre un agua helada.
No sé si soy un hombre o soy un ciervo.
El ángel desfasado
Me miro el brazo, la mano,
sigo su movimiento,
la estela de su paso, casi un ala,
reparo en esas manchas
rosadas, blancas de la palma,
me detengo en sus mínimos incendios,
las pequeñas constelaciones de sus células,
las espirales de la sus combustiones,
los mapas invisibles que se tejen
por detrás de cada forma, y siento
crecer su presencia, soy una llama
blanda, de encaje,
su espectro en el aire, desfasado,
unido, disuelto, despedido
por un fuego que no quema.
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Textos críticos y literarios del autor en op.cit. pueden consultarse aquí: Leandro Llull
Antología de la poesía rosarina publicada en op.cit. «Nuevos trapos 1» / «Nuevos trapos 2»