Ebook: Marcelo Rizzi / Un círculo invisible y perfecto

Marcelo Rizzi es un poeta que viene construyendo una obra de unidad estilística a partir de un tratamiento específico de la imagen. Sus poemas sostienen una especie de temporalidad por fuera de lo contemporáneo, que a la vez pasa por el centro del presente. Por un lado, una iconografía de cierta memoria barroca; por otro, una narración que va como despedazando contornos y colores. En el tono aparece la plegaria tocada por el descontento, como si se estuviese asistiendo al episodio catastrófico de una humanidad que ya pasó. Uno de los versos de Un círculo invisible y perfecto dice «no se lee jamás al poeta sino a su doble»; eso nos habla de una segunda voz o una voz desdoblada, incluso segundo cuerpo, aliado, impostor, vidente, antagonista, eco, o grito; la cual se traduce en gran medida al paisaje, que recoge cuadros atravesados como por una fiebre eléctrica de caída del sentido. La pérdida se expresa en capas de imágenes que llevan a reconocer este y otros tiempos que nunca dejaron de ocurrir.
J.V.



Poemas de Un círculo invisible y perfecto


Está oculta esa mano de la ofrenda: en el tintineo inusual de tres monedas describe un círculo invisible y perfecto. Y está esta otra tuya que condena mi escritura por su forma de serpiente. No sé en qué rincón de mí ya me has olvidado, con un estrépito de piedra cae la pendiente. Hoy se intercambian razones con los dioses como si fueran seres llegados de otras tierras. De eso tratarán mis convicciones, de mi iniciática prebenda; de un mar profundo, de sumas fijas, de incesantes restas.


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Hay alguien desconocido que desde el otro lado del camino te recuerda: “cuídate de quien te sueñe, mucho más de quien te haga soñar”. Y así, igual que cualquiera que valida su fluctuante interior en una letra, o como hizo el santo con su rodilla en esa piedra —ahora un cuenco donde recoger el agua de lluvia—, así también deberás recordar que ninguno testimonia por lo que no había sido previsto, que disputamos el único disfraz de animal, que lo que no es error es siempre cosa bella.


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Se entiende poco de los años que han pasado, del desierto que allá afuera nos espera. Algo es seguro: no habrá esta vez otros veinte años por delante, tiempo donde fallecen mientras tanto los Cristos de toda emancipación. Junio regresa con frutos aún sin madurar, la grulla madre pudo cruzar tranquila los mares, nosotros ceremoniar el fuego y sus cien quimeras, el abejorro la errática flor del nogal.


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Hay que volver a medir pero con otros instrumentos la altura exacta de estos árboles, la extensión de estas calles, el arco que describe un triunfo, el límite de un cuerpo y su acto colindante: algo que distraiga al ojo de su ambición por el último detalle. Por caso, de esta hoja de bitácora, la cuestión del tiempo, siempre inminente, escaso, que debería acelerarse si la mirada pudiera posarse un momento sobre la línea que separa la Umbria de la Toscana, o dibujara con esa tinta ocre del solsticio dos pies de mujer que sobresalen de la cama, o un horizonte, fluvial, hacia donde siempre uno de ellos señala.


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Nunca fue nuestro tiempo tan anticipador: teníamos todo allí, bajo un pulgar nervioso, en la pupila ya no había más lugar. El vencedor rápidamente advertía qué hacer con el vencido —se apostaban como en el mito por dinero las ropas que habían cubierto de un cuerpo tibio promesa y desnudez. Sin ese hábito de involucrarse a cada hora en la refriega, nada habría tenido sentido, apenas una escaramuza entre vecinos, una tonta pelea callejera.


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No tanto para que lo viésemos ir y venir de aquí para allá, sino para ser oído sin verlo en las tardes de verano, ha sido inventado el tren. Es altamente probable que haya sido ese el objetivo —y no tanto para el transporte del fruto de las labranzas o las riquezas extraídas de cavernas subterráneas. Sucede lo mismo, pero de modo contrario, con otra invención como es el barco, del que obtenemos una imagen mental perfectamente deliciosa, menos si lo recordamos por el rumor de sus velas, sus remos o sus motores, que cuando lo vemos envuelto por altísimas llamas que alcanzan el cielo, minutos antes de su inexorable partida hacia el corazón mismo del mar.


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No tiembla la mano sino el ojo. Probá leer el poema solo con uno de los dos y descubrirás ese mundo basculante —conversión rápida de la escritura en escenario, interna ley que tiene como fin ocultar de la letra todo cuanto pueda probarse: que el otro ojo queda como en una gran zona de espera, deseante en la inminencia de la fruta, o a que la fragua se encienda, se reinicie con el nuevo día la inútil contienda de hoy.


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Ah, esas marionetas que ponías a danzar en el desierto, o esos peces moribundos de una playa terminal, eran los dioses que masticaban tu fe como si fuera aquel agridulce pastelillo del hogar. Hoy quizá incendien otra vez una nueva casa, omitan el derecho a la cópula de la llama con el fuego, dejen que el rebaño paste en la dehesa. Ante un mar insólito descubrirán que fueron tu oxidada maquinaria, tu engranaje, cada mano la infinita prolongación de la polea, la rueda del molino que crujía la inocente noche estival.



Marcelo Rizzi (Rosario, 1961)

Es poeta, traductor, Educador de Museos y Diseñador Gráfico. Estudió Historia y Filosofía en la Universidad de Rosario.

Poesía
Un círculo invisible y perfecto (ebook, descarga libre), Ediciones op.cit., 2025
La constancia, Capilla del Monte, Detodoslosmares, 2024
Del cultivo de sí como un árbol de costumbre, Buenos Aires, Barnacle, 2022
Prosa bisiesta, Buenos Aires, Ediciones A Capella, 2020
Driftwood, Buenos Aires, Barnacle, 2020
Los saberes esenciales, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2019
El libro de los helechos, Buenos Aires, Barnacle, 2018
La destrucción (e-book) , poesiaargentina.com, 2015
La isla de los perros, Córdoba, Alción, 2009
Casa incompleta, Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2007 (Premio Concurso Felipe Aldana)
Sinopie, Mar del Plata, Melusina, 2003
El comienzo oblicuo de todo desorden, Barcelona, DeBolsillo, Plaza
& Janés, 2001

Links
Más textos de Marcelo Rizzi en op.cit. «El cultivo de sí como un árbol de costumbre» / «Prosa bisiesta» / «El libro de los helechos»




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