Germán Carrasco. Cripsis

Cripsis
Germán Carrasco
Santiago de Chile, Libros Tadeys, 2023

Selección: José Villa

Liquidámbares y nogales en otoño

La elegancia de las hojas del liquidámbar en otoño
nos hace sentir dentro de una pintura impresionista.
Los zapatos leves, caros y poco prácticos de Celestine
que yo había observado hace un rato con atención
y paciencia en el café mientras se los sacaba
y se los ponía —se los ponía con un quejido—
no le permiten pasar desde su Audi a su casa elegante:
los frutos llenos de pinchos que deja caer el árbol
invaden la acera y retienen a Celestine en su auto
molesta aunque concentrada en todos los matices
de rojo óxido rojo Scorsese rojo sangre de rodillas niñas
que cubren la acera como una alfombra orgánica
o como el mismo cabello rojo y pecas de Celestine.
Las hojas son pecas en el rostro del parque.

Las hojas de los liquidámbares y nogales
que dan su generosa sombra
en la achicharrante canícula hoy invaden las calles
como un ejército de pelirrojas desnudas y sensuales
que toman sol u oxígeno luego de fumar marihuana.

Pero no ve lo mismo el jardinero que todos los días
tiene que llenar bolsas y bolsas y bolsas
y bolsas y bolsas y bolsas
de liquidámbares y nogales con la columna encorvada.
y bolsas y bolsas y bolsas de hojas

Además, los ratones del tamaño de un gato
son muy adictos a las nueces, y las vecinas
no quieren ver ninguna puta nuez reventada en el suelo.

Pasos

1

Womb Tomb
Womb Tomb
Womb Tomb
Un tambor de barco
para cruzar
del punto A
al punto B.

Lo hará. Te apuesto
a que el poema
—o el puma, no recuerdo–
cruza el alfabeto
sin ser acribillado.

A la hora que la gente riega sus jardines

Como mujeres en las duchas
tras una intensa sesión de gimnasio
flores y plantas conversan entre sí
sobre exceso o falta de agua o minerales.

Y sobre los climas que vendrán.

La hermosa anciana que las riega
se baña ella misma —muchacha—
al hacerlo: las plantas son ella
que ingresa al jardín

………….y desaparece
……………………………..se confunde
……………………………..es otra planta
que se baña en éxtasis regada
por una anciana hermosa
que es ella, y así.

Miro las estrellas y hablo con H. F.

Te habría encantado tu funeral.
Llegué temprano para no ver a nadie
pero lo mismo hizo la poeta V, otra fóbica.
Tu hermano Juan estaba nervioso
porque no llegaba el cura.
No les gusta dar responsos a alcohólicos.
Juan le preguntaba a cualquiera,
al papá de tu amiga D, por ejemplo:
“¿Ud. es el sacerdote?” Nos pareció divertido
porque el papá de D era lo más lejano a un cura.
Y Juan: “Ya, Ger, si no llega el cura
nosotros mismos cargamos el féretro
e improvisamos unas palabras”.
Me imaginé cargando el ataúd
por el barrio Matta Franklin.
Cómo te habría encantado ver todo eso.

Rupanco

Es bueno escribir de sitios que no se conoce.
Rupanco es un lugar del sur profundo
pero tiene una sucursal en la Vega de Santiago.
Un bar de cervezas, cargadores, hinchas
y mujeres que buscan hombres de verdad.
Hay un peñi que parece una roca de montaña.
Un brazo de él es del espesor de una pierna
de una persona que va al gimnasio.
Lo tienen para servir cerveza
y cuidar por si alguien hace lío.
«Tranquilo», dice a cada rato. Un mantra.
Se lo dice a sí mismo y a los demás.
Si le pone la mano encima a alguien, lo mata.
Quién va a decirle algo a tamaña mole.
Conversé con él y me dijo
que lo hacían enganchar camiones y hacer tareas
de las que nadie más era capaz.
Que eran unos abusadores. Tranquilo.
Y que le pagaban —tranquilo— una cagada.
Luego hacía este otro trabajo, tranquilo.
Eso le desea a todos y repite para sí: tranquilo.
Nos despedimos y me desea con afecto
sí, claro, que esté tranquilo. Tranquilo.



 Links

Más sobre Cripsis
Reseñas (fragmentos). En Otra Parte, por Emilio Jurado Naón

La aparición de un nuevo libro de Germán Carrasco corresponde menos al régimen de la novedad que al de la rumia. Mujeres que riegan su jardín, una internación en la cordillera, remar de a dos, el aseo del cuerpo como una disciplina del espíritu, la preparación de una pareja para los cambios hormonales que se avecinan con la vejez, la voz baja, el susurro, el pasar piola como “un insecto sobre las teclas de laptops y pianos” son algunas figuras, temas, tópicos personales que Carrasco revisita en poemas y ensayos —o sería más justo decir que nunca dejó de habitarlos, masticarlos, rumiarlos en varias versiones de un mismo silabeo—. La mímesis con el entorno que practica el puma quiere ser el símbolo de Cripsis, su animal de poder, su nahual; un felino cuyo pelaje, opuesto al de los tigres borgeanos, carece de inscripciones: “El puma no tiene ningún tipo de poema en su piel. / Su piel es gris, llana y silenciosa como las rocas / en las que hace cripsis”.
El poema que abjura de su sonoridad, sin embargo, no se parece mucho a un poema de Germán Carrasco; ahí resuena la tensión de Cripsis: entre el deseo de ser “silencio de montaña” y el irreductible decibel de una música, que a veces suena a Bill Evans (“El flujo fresco del río en los acordes, / paisaje marciano, suelo de piedra pómez. / Lluvia, frío, whisky. Un huaso de montaña”), otras a los bajos de un reguetón pirateado de la fonética inglesa (“Womb Tomb / Womb Tomb / Womb Tomb / Un tambor de barco / para cruzar / del punto A / al punto B”) y otras a puro punk sudaka (“Voy a jardinear como un psicópata / en plena canícula, con bloqueador”; “una rosa es una rosa es una ro / tura en el mecanismo de su codo”).

En Hurlingham Post, por Sebastián Diez Cáceres

La canonización de la mala escritura y sus miles de seguidores dieron la espalda al poema que se saborea como un plato delicioso preparado por manos no vistas. La sola perspectiva de ver un atardecer de colores irreales propone que no todo lo maravilloso es un gesto atlético, artificial, destacado. No se requiere un arrebatado despliegue de tropas para alunizar en sitios tan bellos como anodinos. En el poema, por ejemplo, la protagonista no es la gimnasia del afluente, sino la enorme y lisa piedra de río. “Soñaba trabajar en un leprosario para lavar su culpa/ en vez de empezar por algo más sencillo, digo yo, /como sería lavar los platos.” Y quizás sea la “p” la que haga cripsis en el centro de una palabra tan explotada por la gravedad y la alharaca. Cripsis funciona como la estación de descanso de un ascenso hacia la cima, donde se verifican víveres, herramientas, el estado de la propia lengua, para continuar el pique.

En Oropel, por Manuel Boher

Una palabra de camuflaje, un manto: el gorro de hojas y ramas que ocupa el cazador, pero lo contrario: cripsis. La capacidad que tiene lo orgánico, a veces, de desaparecerse en lo inorgánico. Pasar piola, vivir sin barroco. Una palabra de camuflaje, para que las especies crucen el poema sin ser acribilladas, como escribe Germán Carrasco, en Cripsis (Libros Tadeys, 2023), su último libro. La hierba de la que habla Szymborska, que luego de la guerra cubre causas y consecuencias, la hierba donde seguro hay alguien tumbado, con una espiga entre los dientes, mirando las nubes. Son los delfines en Venecia, las madreselvas en Chernóbil, o el puma en Lo Barnechea. Es un ethos que viene cubriendo las últimas publicaciones de Germán Carrasco, un ethos de película de kung-fu: mirar a la serpiente a los ojos, al venado, a la mosca incluso: las moscas que en un poema de Issa, por ser verano en Japón, no dejan meditar en paz, pero son eso a lo que la meditación, en el mejor de los casos, debiera parecerse.