Leopoldo Castilla. Ngorongoro

Ngorongoro, de Leopoldo Castilla, Córdoba, Arg., Nudista, 2017

Habla un viejo guerrero lobi

Ya de venir al mundo
hay que cruzar una guerra:
a ver si mata más
la luz
…..o la negrura.

Al nacer
me asignaron una flecha.
La unto con carne del cadáver de mi enemigo
y con veneno de serpiente.
Para que sepa que es un arma.
Porque aquí ni la misma muerte
sabe que ella es la muerte.

En este campo alerta
construí, con mi casa,
la intemperie para los invasores.
Sus puertas dan frente al pecho del intruso.
Las defienden estos huesos de bestias,
………………………………………………..sus últimas furias.
Y un fetiche endiablado.

Dentro se mueve mi madre, memoriosa y lenta como
una araña.
Si se difunta, le pondremos
trenzas de pelo falso y un collar de cauríes
para reconocerla
……………………….cuando regrese
de su oscuridad a la oscuridad de la sukala.

Igual nosotros. Nos pasamos los años
yendo y viniendo por los finales.
Encierros caminando, parecemos.

Nadie más solo que el Lobi.
Ni más sitiado.

Ya no llegan de otras tribus, los guerreros.
Con la flecha voló el tiempo.

Se fueron los lugares.

……………………Todo el espacio cabía
……………………en la curva de su arco.

 

Día de muertos en Madagascar

Por fuera de Madagascar
la tierra humeando
y por dentro
………….espaciosos
………………………los muertos.

Una vez al año
los desenterramos
les lavamos los huesos
y se sientan y beben en nuestra mesa.

Son como brasas dormidas, unen
los días y las noches
y hacen que todo se vuelva duración:
por la matriz de plata del baobab
se eleva
…………..constelado
……………………….el fondo de la tierra.
Sube a su estrella cada hombre
en el menhir brilloso
y para que nadie falte en esa luz
la luna ocupa
las tumbas abiertas.

Tras la fiesta
regresan a la muerte
ellos más jóvenes,
más ancianos nosotros.

Cuando amanece retornan los incendios,
el desmonte, el ganado huero,
la buitra amamantando
y el sol quieto.

Otra vez el mundo se ha doblado.
Mi mujer
se ha tatuado para no olvidarse.
Bajo mi sombra –la única– duerme mi hijo.

Yo vendo carbones fríos:
…………………………………….lo que queda del tiempo.

 

Por ahí va Thomas Sankara

Todos callan en voz alta
el nombre de Thomas Sankara.

Un hombre de ojos retráctiles, me cuenta:
“El hizo caminos, escuelas, hospitales.
Y lagos. Para que no nos mate la sed.
No hay quien beba de esa agua
sin recordarlo”.

(El retrato de su asesino
que cubre los muros
ya tiene la impávida sonrisa
del que pronto será nadie.)

Así pasa en Africa. En el mismo nido
la paloma
pone un huevo de paloma
y otro de serpiente.

Y, aunque cambie de piel,
la serpiente sabe
que no hay día sin Sankara:
que esa niebla
que borra los árboles coloniales
es él,
Sankara
llamándose en el viento de la sabana,
en todo el campo burkinabe
Sankara
……………sin nombre
……………vuelto sombra
………………..de león,
………………..sombra de arena,
………………………de agua
…………………………..y ave.

 


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