Ale Paiva. Supersticiones de Puerto Rosa

Supersticiones de Puerto Rosa
Ale Paiva
Punta Alta, Villa Mora Editorial, 2021


Prólogo (fragmento inicial), por Lucía Bianco

Táctica y estrategia de los deseos

Este libro de poesía de Ale Paiva que hoy se reedita y fue su primera en 2012, tal vez sea también un libro sobre una ciudad particular. o sobre cómo salir de ella, que a veces es lo mismo. Sobre un Puerto cuya identidad parece, a vista siemple, forjada a base de martillos, yunques y toques de queda. Por eso, titular Supersticiones de un Puerto Rosa es como preguntar: ¿y si no fuera tan así? ¿Y si los fundamentos de este Puerto son, también, algo irracionales?

Poner esas y otras nociones con las que crecimos en el mismo estante que una pulserita roja para combatir el mal de ojo -es decir, en el lugar de las creencias cotidianas menos prestigiosas- hace pensar que todo lo supuestamente «normal» se puede revisar. Y eso tiene su potencia. Porque las creencias también son deberes implícitos, que se llevan sin notar.

*

Un libro sobre salir de los esperado, a explorar. Más allá de una ciudad, más allá del núcleo familiar primero, más allá de lo asignado según genitalidad natal. Empezando por instalar la noción de que hay un afuera al afuera desconocido, casi todo otro mundo al que se puede salir. Saltando. Un libro sobre el instante (a veces años) previo a saltar.

*

Salir esquivando también los lugares comunes, porque «puntaaltaciudadfacha», «puntaaltaciudaddederecha» son palabras que ya vienen hechas cristal de roca. Le sobran en la boca a quien las enuncia sin mucha voluntad de pensar por qué.  O cómo es posible modificar lo dado, más allá de describir la ciudad rápidamente, tranquilizadoramente.

Esquivar esa tranquilidad con una propuesta: «vivir solo para transformarse», que surge como principio en este libro. Activado justamente por un entorno que parece insistir en quedarse siempre idéntico. La autotransformación como primera operación sobre lo dado. No auto adoctrinarse. No auto reglarse. Mejor que te toque la remera fallada antes que las millones color normal.

*

Y contra la primera noción de quien asocia «Punta Alta» a «ciudad de militares-marinos», Ale despabila: ciudad de albañiles también, de cal en la piel, de casas medias bajas, muy bajas, no solo oficialidad. Ciudad de trabajadorxs sin fin, porque hay varios tipos de carne trincada al ritmo de la armada (como diría otro puntaaltense que escribe poemas).


Supersticiones de Puerto Rosa

Las sirenas martillos y yunques
De la Base y Escuadra de Mar.
Hoy tu nombre y porfía repiten
Y proclaman tu gloria sin par

(Himno a Punta Alta)

Saltar lejos de nuestro cantero
sin volver hacia atrás
ni una sola pestaña
con lágrimas sabor a mar.

Sigo
rebotando por ahí,
de espigón en espigón,
revolcándome
………………………..en la arena,
entre los tamariscos.

No sé cómo puedo todavía
vivir solo para transformarme,
cuando la tierra en el descampado
al lado de la casa
insiste en ser igual
……………………..ayer, hoy y mañana.

Una bolsa de cal sobre el hombro
reposa, mariposa
de polvo blanco
sobre la piel del albañil.

*

Camino con mis tacos por andamios de hierro;
en la altura tiemblan
viejas estructuras oxidadas,
se desmoronan,
se vuelven
escombros que reutilizamos
para el hormigón
armado de mis polleras.

*

El de la izquierda
es igual al de la derecha.
Solamente cambia
el tono del color de la remera:
un verde más oscuro
el de la derecha.

Una de las dos
vino fallada de fábrica.

*

Dos veces fui al desfile de la ciudad.
Se llena de gente.
Los ganchos marchan
uno al lado del otro.
En la película de Pink Floyd
los martillos también.
Entonces imagino
a las sirenas, martillos y yunques,
la cuchara, el balde y la tenaza
que me saludan desde una carroza,
todas vestidas y emperifolladas.
Miro las plumas y las piedras brillantes
-luciérnagas borrachas mientras cae el sol-
los vestidos largos, las espuelas punzantes,
las pistolas erectas,
las cachiporras enhiestas,
las esposas frías,
las botas lustrosas,
las ruedas de los tanques.

¡Cuántas cosas habrán pisoteado!