
Aquella ilación casi perfecta
Mercedes Roffé
Buenos Aires, Bajo la Luna, 2024
Poemas como ramas de un árbol musical
Texto leído en la presentación del libro, junio de 2024
POR MARIO NOSOTTI
Cada libro de Mercedes Roffé representa para mí una alegría producto de saber que me espera algo desconocido, algo que se descubre y que no se puede anticipar a pesar de haberla leído anteriormente. Porque todos sus libros abren nuevas zonas, y aún dentro de un mismo volumen suelen convivir propuestas diferentes. Si pavesianamente la alegría está en comenzar, en Roffé está en ese sinnúmero de alas transparentes que se irán desplegando hasta formar un ser fabuloso, etéreo, casi sin sangre.
En el caso que hoy nos convoca podría aventurar que se trata de indagar y descubrir —porque en Roffé no hay respuestas, hay descubrimientos— lo que alumbra la tensión entre lo perfecto y lo inacabado, entre la palabra justa y el tanteo, la completud y la falta. La palabra no es más que ese “junco que cimbrea”, alrededor del cual el libro es eso que se teje y se trama. La “palabra justa” será entonces, paradójicamente, no la que dé en el blanco sino aquella que permita vislumbrar lo que se intuye tras la veladura: «la belleza / entrevista contemplada / intuida o pergeñada / como en el mármol de Gli Uffizi late / la vena del esclavo» («Le mot juste»).
En eso inacabado, entrevisto, que no es la noche ni el día “sino el camino hacia el alba” hay algo que nos llama. «Entre el error / lo obtuso / lo fallido / lo feliz aproximado / lo ambiguo / lo probable / se abre camino / nítido y fantasmal /el velo de la idea» («Le mot juste»).
Quizás parezca muy vago o muy sencillo decir que esa “ilación casi perfecta” que da título al libro, es lo propio de la poesía de Roffé, donde lo más importante es el “casi”, porque ahí está el espacio que permite el “cimbreo”, el juego de la brisa sobre el junco, los diálogos como algo que, antes de servir a la consecución de un intercambio, son un juego de apoyaturas y repiques, la proliferación de ramas de un árbol musical.
En el poema «Aquella ilación casi perfecta», que es además el título de la primera de las cuatro partes en las que se divide el libro, leemos: «Plantas, piedras, despojos. / El recuento de los hechos, al azar. / ¿Quién hablaría de pureza? / Y sin embargo, una breve caminata / y la nieve te corona con un campo de siemprevivas dispersas».
En esa exploración, ese tanteo que dificulta el encastre prefecto, está lo que habilita la próxima puntada; es la elipsis sonora, el blanco que interrumpe la ola de la frase que está por concluir, lo que hace posible el recomienzo, el punto de un bordado en donde la presencia asoma, sin justificación, sin argumentos. Pero para hacer esto, para erigir esas “columnas —que no sostienen nada”, hay la vasta lectura de la tradición, tradición que en el caso de Mercedes es muchas, como muestra el poema «Mandamientos»:
No matarás.
No comerás congrio ni tocino.
Amarás a tu esclavo como a ti mismo.
No desearás.
Abandonarás padre y madre para evitarles el espectáculo de tu soledad.
Contra lo que pretende fijar identidad o jerarquía, contra algún tipo de pureza como dictado de lo que debe ser, acatarse, instituir, el azar nos depara situaciones que nos hacen ser otros, beber distintas fuentes, “ese mapa inconcluso que uno es”.
Como el actor, hace falta encontrar: «esa ductilidad que te hace / ser tú y lo otro / y seguir siendo para los demás / —los que algo (m)amaron / de tu voz y tus gestos— / lo que el azar había ideado / para ti y recogiste («Papeles»). «El sino escrito en tu nombre / Nadie sabe. / Nadie escoge / ser El que es» («Leyendo a Georges Perec»). Lo que somos se concibe como algo muy poco decidido, azaroso, como algo que se trama con los otros y que se aprende a veces a costa de “no ser la elegida”, de ignorar “ese regusto a completud” que “te posterga y te hace” («Identidades»).
«Teatro de sombras (Pictogramas)» es la segunda sección del libro. Los pictogramas, dice la definición, son signos pictóricos que pueden entenderse sin texto ni explicaciones adicionales. Por lo general, son una representación esquemática de un objeto, acción o idea. Así Roffé vuelve a jugar con los trazos: el poema puede ser la écfrasis de algo así como una mancha, una sombra, el comentario de unas sinuosidades dibujadas al vuelo, sin querer otra cosa que aquello que aparece, que la vista descubre o mejor dicho, crea, y ya no puede dejar de ver. El poema es lo que la mirada hizo con los trazos que encontró, la glosa de un grafólogo sui géneris: ese “lobo que brama” y “esas flores” del Pictograma 6. Pero Mercedes siempre es otra, como la de «El alud» que nombra la tercera sección de este libro. Un alud construido por un diálogo que se va desmoronando: humor, ambigüedad, alegría, presunciones siniestras, como si cayéramos en una conversación empezada, cuyo marco nos es desconocido, donde la elipsis, lejos de restar, multiplica los sentidos.
«Murmullos / Extravíos», la última parte del libro, escenifica para mí la lucha con las sombras, lo que fue y no se recuerda, las voces que confunden y hay que dejar atrás, como forma de despojarse de lo que no nos pertenece. “Amar es como la depuración de un diamante”. En estas estaciones que recorre Aquella ilación casi perfecta vuelvo a reconocer —a pesar de lo dicho al principio— la libertad, el donaire, los juegos de sombras, eso que pone en juego la poesía de Mercedes Roffé: siempre hay aire, prestancia, espacio para el giro siguiente, imágenes construidas con un vocabulario sorprendente y exquisito y, en este libro en particular, una felicidad que es un refugio contra la inclemencia, un saber que existe un espacio largamente cultivado, “rumor de voces queridas”, una Castalia donde beber la amistad y la belleza del mundo que, como sus contrarios, no paran de crecer.
Poemas de Aquella ilación casi perfecta
El libro alrededor
Si así de alba y álgida estuviera
Si así de cauta
Si así de aurora
Si así de estrella
Si así de crisálido y luz el tintineo
la voz entrara
el alma
el eco
Y ese don desdoblado
ese silencio
UNDE
UNDE
un libro alrededor habría
que tejer
que urdir
tramar
El libro que
alrededor le falta
y del cual la palabra
no es más
que el junco que cimbrea
Nombres
A la novia de Dios,
al mismísimo
rostro de Dios,
a su habitación o morada,
a la exiliada
presencia de Dios
en el mundo
también la llaman
la-hija-de-la-voz
Le mot juste
Entre el error
lo obtuso
lo fallido
lo feliz aproximado
lo ambiguo
lo probable
se abre camino
nítido y fantasmal
el velo de la idea
:
la palabra justa
una imagen
la rememoración de la…
(¿dirélo?)
la belleza
entrevista ……………contemplada
intuida o pergeñada
hic et nunc
como en el mármol de Gli Uffizi late
la vena del esclavo
sin acabar…….sin rostro
sin pulir.
Pulido y acabado.
No el órgano, el nacer.
No el poema, el trovar.
No la noche ni el día
sino el camino hacia el alba.
Fascinaciones
La calle se llama Louise Labbé. Una nena corre con los brazos abiertos; hunde la cara en el sexo de su padre; se sumerge, sube por el interior de su cuerpo y reaparece por la boca. Pero lo que emerge ya no es la niña, sino una obra en bronce, que cae al piso en un pedestal, se bambolea dos o tres veces sobre su eje, y queda fija. Tiene forma de abrazo.
Links
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