Natalia Leiderman: Formas extrañas del amor

Entrevista con Natalia Leierman acerca de su libro Stařenka (Buenos Aires, Caleta Olivia, 2019). Agregamos textos del libro.


Por Gabriela Bejerman

Estos poemas ofrecen la íntima, secreta mirada de una joven nieta, bella, vital, pulsante, hacia su abuela, que se va despidiendo del cuerpo, de gustos y placeres, del  hábitat material de este mundo. La cama de la abuela fantasma se va vaciando para que la joven viva y libere siglos de esclavitud invisible: abandonar el auténtico deseo, reprimir el impulso de expandirse y de aprender, de irse, de dar vuelta la cara, la esclavitud de amar sólo como corresponde a una señorita civilizada. Para vivir su juventud, la bella poeta redimirá a su abuela a través de pequeños tesoros, de poemas-joyas, como cuentas de un collar roto. Las cuentas dispersas recuperan, en forma de libro, su cualidad redonda de unión y de poder. Poder para cerrar los ojos y dar un salto de la vida. Y, cuando sea necesario, dar el último salto, afuera, hacia la muerte.


¿De qué manera la escritura de poesía te ayudó a acompañar a tu abuela en el final de su vida?

Me acercó alejándome. O me alejó acercándome. Algo tiene la poesía con las distancias que a veces cuando más te podés alejar, más cerca del otrx estás. Y a la inversa; a veces estás pegada al cuerpo del otrx, estás embarrada en la experiencia y sin embargo tenés una frialdad curiosa para ver este o aquel detalle. Es extraño el afecto y el efecto de la escritura. Porque por un lado es fría ante la muerte, es operativa, y una se siente una ladrona. Pero por otro lado creo que te da –al menos a mí me dio–  una intimidad, una ternura particular, y un ritual donde antes solo había un enojo estéril.

¿Qué descubrimientos te brindó la poesía en este proceso?

Me descubrió formas extrañas del amor. Me hizo ver en mi abuela, muchas abuelas, muchas mujeres. Y me reveló la potencia de mirar hasta la combustión.  Yo creo en el aleph, o al menos creo que se puede ver mucho (si no todo el universo) en un punto. Es meditativa la poesía, te desprende de vos como de un abrigo pesado. Me hizo constatar que se puede ser niña y vieja. Me dio cierta fe en la empatía, y en la conciliación.

Escritura y despedida: ¿cómo se relacionan para vos en este libro?

En este libro para mí la despedida no es una clausura sino una entrada: a una pregunta, a un cuerpo, a una vida, a un ritmo. Creo que la escritura es una fuerza rabiosa que tira contra los finales; es un caprichoso querer quedarse, querer que los seres amados se queden. Y al mismo tiempo, es la aceptación de una partida; un ritual de despedida. Cuando escribo, experimento la fragilidad de las personas y las cosas, las veo romperse al mismo tiempo que las quiero sostener. La despedida es un espacio intermedio: no te fuiste todavía, pero tampoco te estás quedando exactamente. Y en la poesía también pasa eso; tenés un pie en el reino de los vivos y otro en el reino de los muertos. 

¿Cómo fue el proceso de edición?

Editar fue primero seleccionar fotos, anotaciones, escenas, postales de la percepción; después editar fue leerme, escucharme, compartir con compañerxs, escuchar resonancias. Editar es abrir y que el poema sea un organismo vivo, dinámico e impropio. El taller de Osvaldo Bossi y su lucidez fueron claves para este libro; después fue armar recorridos posibles. Y aceptar uno.

¿Qué le “pedís” a cada poema aquí en Stařenka?

A cada poema le pido un rato más para mirar. Soy una pared y quiero treparme y ver del otro lado. No solo treparme, quiero atravesarme. De dónde vine y a dónde voy; a cada poema le exijo que me muestre, quiero ver. Aunque sea contradictorio, sobre todo que sea contradictorio. Quiero estar a tiempo de sentir, de imaginar algo distinto. Le pido furia y también le pido paz, le pido secretamente que no me deje intacta, que me modifique.


Poemas de Stařenka

cuando deshago la yema del huevo en la boca

me imagino
que estoy comiendo
su piel

y la toalla que encuentro
en un rincón perdido de la casa
—estamos de vacaciones, nos bañamos,
somos desprolijos—
pienso que es ella
su cuerpo en posición fetal
su humedad áspera y reconcentrada

y ni hablar de los agapantos del jardín
que son ella ella
ella a repetición
fueron deslumbrantes en algún momento, es cierto,
pero ya no nos acordamos.


para acercarse a ella se precisa

la misma delicadeza, la misma previsión
que para acercarse a un gato oscuro

movimientos lentos, casi invisibles

el complejo arte de copiar su lentitud
su ausencia
volverse gato de a poco, cambiar los hábitos
el pelo

y nada de ternura

cualquier tentarse con su pelaje
cualquier conmoverse
con su intemperie azulada

cualquier torpeza deriva
en el estrépito
el salto
la fuga.


a veces hay rastros de magia

la abuela hoy duerme como un animal plácido
elongado, y cuando busca algo en la heladera
algo que está muy abajo y al fondo y tiene
que agacharse, me sorprenden su destreza
sus piernas de catorce años

cuando come chocolate, juega
con el tesoro lento en la boca
y la lengua y los ojos le refulgen

teje sin parar, como una autómata,
sus manos moviéndose como dos adolescentes
desveladas, me pregunto
si así como seguirá creciendo su barba
seguirán tejiendo sus manos después.


a veces se queda mirándome

y como explicación me dice:
estás linda, me gusta tu cuerpo

yo me endurezco
agarro el objeto que tengo más cerca
lo doy vuelta, lo acomodo
lo envuelvo en el puño
lo aprieto

de qué otra forma podría responderle

me aturden esos ojos
siempre húmedos y fijos
abiertos como un girasol, en un mundo
de horrorosa luz las veinticuatro horas.


y qué si estos poemas son la casa

en donde yo entro, joven,
los labios lúcidos y tiernos

y qué si cuando salgo
mis labios son piedras corrugadas
mi piel arrastra el olor
de los estanques
y mi pelo es una trama de pájaros raídos.


en todos los recuerdos que tengo de tu casa

aparezco sola

el agua, el verano, el jardín
las flores grandes
peligrosas

y vos oscurecida
en los márgenes
difusa

siempre tuviste
la ternura rígida
de quien es amable por deber
por largas tradiciones
de cortesía

hay que amar a los hijos
y a sus hijos, y a los hijos
de sus hijos

igual, te agradezco
qué naturalidad
estoy esperando
y por qué la espero

tal vez el amor
solo sea una exigencia
rigurosamente humana

que no nos salvará de estar solas
pero sí del incendio
de la inundación
de las depredaciones.


me imaginé limpiando tu cuerpo

como si limpiara una herramienta
con cuidado y recorriendo
los quiebres y las curvas

me imaginé pintándote
como si fueras algo en miniatura
y yo necesitara entonces
de toda la paciencia
y el rigor del mundo

me imaginé llenándote
como a una taza china, de esas que te robé
cuando me dejaste sola
y te dormiste

pero no pude imaginar qué haría después
cuando te tuviera ahí
radiante y llena.



Natalia Leiderman (Buenos Aires, 1990)

Escritora y fotógrafa. Forma parte de Medusa, agrupación de poetas y traductoras.

Poesía
Stařenka, Buenos Aires, Caleta Olivia, 2019
Animales dorándose al sol, Buenos Aires, El Ojo del mármol, 2016

Antologías
Camellia. Mujeres que toman té, Neuquén, Tanta Ceniza Editora, 2021
Otros colores para nosotras: poetas argentinas contemporáneas, Buenos Aires, Ediciones Continente, 2018 Liberoamericanas: 80 poetas contemporáneas, Liberoamérica: plataforma literaria, 2017

Traducciones
En col. con P. Foglia: Mary Oliver, El trabajo del sueño, Buenos Aires, 2020
En col. con P. Foglia: Mary Oliver, El pájaro rojo, Buenos Aires, Caleta Olivia, 2017

Links
Poemas. En La Primera Piedra
Reseña. «La memoria como una poética», por B. Katunaric