El ojo que no mira / Rita Kratsman

El ojo que no mira
Rita Kratsman
Villa Los Aromos, A Capela Ediciones, 2024 (ebook)

Otra lengua, para empezar de nuevo

Por Marta Braier

“El negro suena interiormente como la nada sin posibilidades, como la nada después de apagar el sol, como un silencio eterno sin futuro y sin esperanza. Musicalmente es una pausa completa y definitiva detrás de la que comienza otro mundo” dice con certeza y como duro testimonio, la nota a pie de página de Wassily Kandinsky, que se desprende de una de las prosas poéticas de este bello y doloroso poemario de Kratsman. Desde el inicio de El ojo que no mira, una ola implacable nos arrastra hasta el final. Canto en la penuria, partitura sin fin, friso sobre los migrantes del mundo. Vamos con ellos, marchamos por selvas, lodazales, dunas, costas y mares tenebrosos. Hay que seguir. Seguir; aunque el destino sea incierto o venga la muerte: “Una misma ola por el mundo / una misma ola desde Troya”, advierte un epígrafe, de Saint-John Perse.

Ateridos, castigados, vigilados, abandonados al hambre y la sed. Y a pagar el óbolo. Ya no se puede (y no se quiere) volver atrás: “…Quiero irme a casa, pero mi casa es la boca de un tiburón. / Mi casa es un barril de pólvora…” dicen los versos de la poeta africana Warsan Shire, en otro epígrafe elegido por la autora. (¿Poesía dentro de la Poesía?).

Obra erudita y de documentación exhaustiva ‒con citas bíblicas, míticas y palabras en lengua africana‒ en la que destaca el tono épico, el aluvión de imágenes no exento de ironía y la encabalgadura de los versos, por ejemplo, “¿Qué se hace con / el humo de cada desarraigo?”. En el devenir de los tramos poéticos, asistimos a un crescendo del horror, hasta llegar a escenas en las que el yo lírico dialoga con la desesperación de los migrantes, ahora con nombres propios. Son las mujeres africanas saharauis: “nosotros, Shanti, nos arrastramos / por el túnel de tus huesos”. La fluencia discursiva del yo lírico, oscila entre un acertado “Nosotros” que nos incluye y un “tú” que se desliza naturalmente o se repliega doliente en versos como estos: “¿escuchará la lluvia en su andar por el mundo / el llanto de Abid?”.

Pero ya no seremos los mismos después de la lectura de este poema-libro que nos sitúa con coraje en el centro del dolor: “¡busquemos otra lengua / para empezar de nuevo!” dirá la autora, en su afán impregnado de fervor, y también “¿En qué momento de la escritura sentiste que no podías respirar?”.

Un elogio a la bella edición de la editorial A capela, en formato EPUB, y al collage de tapa de la poeta Silvana Franzetti con ese colibrí que nos interpela con su vuelo ¿detenido? sobre el follaje de un pantano. Y cierro con la voz del poema: “qué savia alimentó / la banda inútil de la ceguera?”.


Poemas de El ojo que no mira

la tierra herida es ahora
el vacío del mundo
y cualquier fundamento es político
es política la época incluidos los gestos
vacíos del espanto
y frente al remolino helicoidal
hasta el cielo es esquivo
lo mismo que una respuesta convincente
quisieras que el inicio
no haya sido la sequía con animales huyendo
en estampida o
arena que arrojada al fuego diera un verde óxido
y cada uno en su huerto
ignorando un paisaje
con grandes manchas históricas
¿o nos conformamos con lo que siempre
nos fastidia? presión repetida
junto al caos de las rocas
junto al mantel de la mesa con
falsa perplejidad
es político el fundamento
incluidos los poemas


*

no hay duda
de que el inicio fue el fuego
por los rayos que caen todavía
calcinando árboles y pastos
¿legado de ancestros inquietos por el calor y la luz?
las aves parpadean con el viento
mientras las hormigas
huyen de la fetidez hacia un nido seguro
una metralla sobre arena
logra un rojo incandescente
fácil de encontrar en la paleta de Turner
por ejemplo, con la vista puesta en
fenómenos al aire libre
pero estamos aquí no
para hablar de figuras en relación a otro plano
sino para resaltar un espacio
visitado por hermosos imperios
donde la verdad que se dio por sentada
fue hasta hoy el despojo
y nadie
a pesar de valientes intentos
perdura salvo en
el lugar de su fosa


*

siempre hay algún alrededor
con luces intermitentes
que no está al alcance
lo sentimos antes y ahora como un espesor
de tardanza
lo que debió haber sido y no es
así como una lejanía de flores
o calles anudadas por un respiro suave
se transita entonces
por países falsos y manos cavando
en la tierra como perros:
picos de plata bajando de la noche con alforjas
sin salario
engranaje modulado como un canto de ave
y el poder dramático de su hechizo
ni siquiera eso arranca el velo
que cubre los ojos, la rabia
es combustible para que un corazón
pueda latir sin entumecerse
¿qué anida en el desdén sino
lo que sabemos?