Juan Caramuel: Laberintos y artefactos

caramuel_3El clérigo español, Juan Caramuel Lobkowitz (1606-1682), astrónomo, físico, lingüista, filósofo y literato, utilizó numerosos recursos textuales iconográficos en sus ensayos lingüísticos, que antecedieron a los conceptos proyectados por las vanguardias del siglo XX.

Por Sebastián Bianchi

A diferencia de los significantes estáticos y las lecturas horizontales de margen a margen que diagraman los textos tradicionales, los laberintos y poemas-máquina de Juan Caramuel Lobkowitz proponen un plan textual abierto a las virtualidades del movimiento, los mecanismos combinatorios y las estrategias de lectura multifocales de los llamados artefactos o artificios literarios que han proliferado en las poéticas españolas del manierismo y el barroco. Esta fascinación por el movimiento, abordada posteriormente en muchas obras pictóricas del futurismo italiano y el arte cinético desde la década del ´50 en adelante, encuentran ya en los mecanismos icónico-verbales de Caramuel un antecedente remoto en esa búsqueda de la interacción y los desplazamientos combinatorios que se activan con cada nueva lectura. Asimismo, la estructura textual circular, radiada o en damero de sus laberintos y poemas-máquina plantean la posibilidad del movimiento virtual primero, y luego del movimiento real de los segmentos lingüísticos e icónicos que, al activar determinados sectores textuales por parte del receptor, conforman infinidad de mensajes posibles en cada nuevo recorrido de decodificación.

Ars machina
Las potencialidades del movimiento virtual y del movimiento real en el campo de la literatura parecieran haberse hecho presentes recién a fines del siglo XX con el surgimiento de los soportes digitales y la expresividad expandida del hipertexto, sin embargo esa búsqueda deliberada del cinetismo entre letras y símbolos y la puesta a punto de sus posibilidades interactivas empiezan a esbozarse tempranamente con la interfaz creada por Ramón Llull para su libro Ars magna generalis ultima, en los primeros años del 1300. Especie de cerebro artificial, el prototipo ideado por Llull se compone de una serie de discos fijos y móviles que al rotar generan diferentes secuencias de letras, figuras geométricas o signos astronómicos. Estas “máquinas de hacer poemas” -como las llama Jorge Santiago Perednik- serán actualizadas siglos después por el lingüista y matemático Juan Caramuel Lobkowitz, quien en su Metamétrica compila y analiza diversos laberintos, poemas cúbicos, technopaegnia y poemas-máquina pertenecientes a la tradición latina, es decir, diversos artificios formales o formas difíciles que proliferaron en las poéticas del manierismo español y que, a partir de la puesta en contacto de códigos heterogéneos, ponen en funcionamiento el flujo multidireccional de la producción poética y la articulación polisémica de los significantes. Este esquema textual abierto a las posibilidades combinatorias y a las cualidades cinéticas de las partes que integran la maquinaria verbal había sido puesto en circulación por las investigaciones tipográficas de Marinetti, Depero y los futuristas italianos, quienes durante las primeras décadas del siglo XX imprimieron a sus “palabras en libertad” la cualidad estética del movimiento virtual sobre el soporte, la caída en cascada, la diagonal vertiginosa que desestabiliza y acelera el flujo de las letras entre sí, a la vez que abren el espacio blanco y vacío de la hoja al entorno social, urbano, de la publicidad y los carteles eléctricos instalados en la vía pública. Así también, muchas de las indagaciones del arte cinético de las décadas del ´50 y el ´60 referidas al movimiento óptico y al movimiento virtual aparecen esbozadas en estos laberintos y poemas maquínicos sobre los que trabaja Caramuel, donde los textos manifiestan un acentuado “carácter experimental al ser concebidos en proceso y movimiento”, según señala Coronada Pichardo. Será a partir de estas nociones y de los conceptos que despliega Elena Oliveras en su obra Arte cinético y neocinetismo que abordaremos el análisis de algunos laberintos y poemas-máquina contenidos en la Metamétrica, indagando sobre las potencialidades cinéticas e interactivas de estos artificios literarios tan característicos del manierismo español y las diferentes lecturas que posibilitan, toda vez que su esquema textual se abre a las virtualidades de una nueva instancia de decodificación.

La musa cylindrica
Durante los siglos XVI y XVII,  algunas poéticas españolas como las de Rengifo, Pinciano, Paschasius o Caramuel se han mostrado atentas a la difusión de una serie de artificios literarios, también llamados formas difíciles o manierismos, que desde la tradición latina y medieval proponen esquemas de escritura y lectura abiertos a las posibilidades compositivas del collage, las reescrituras paródicas, las lecturas retrógradas o en vertical, los enigmas o instrucciones encriptadas y la combinación de lenguajes expresivos heterogéneos, los cuales irán configurando conjuntos genéricos de larga data: ecos, centones, hieroglifos, laberintos, retrógrados, poemas cúbicos, anagramas, ensaladas, emblemas, polilingües y otros. Si bien estos géneros no configuran las matrices textuales más frecuentadas por los poetas del Renacimiento y el Siglo de Oro español, sí reaparecerán en épocas en que -como ocurrió durante el Manierismo y el Barroco- el impulso estético se viste de ciertos recursos lúdicos y opta por los juegos del lenguaje y las soluciones más heurísticas que controladas de sus propuestas discursivas. Al respecto, el tratado de arte poética compilado por Juan Caramuel en 1663, cuya segunda parte recibe el nombre de Metamétrica, se muestra por demás permeable a estas soluciones textuales heterodoxas y se constituye, según señala Víctor Infantes en la edición facsimilar, en una muestra más que significativa “de esta artificiosa manifestación poética, donde se funden lengua e imagen en un caprichoso sistema de analogías que refleja el manierismo desbordado del Barroco y, aunque no todos pueden ser llamados con propiedad laberintos, todos ofrecen ese carácter visual donde la iconografía y literatura potencian su hermético mensaje dentro de las claves del código alegórico de ceremonia sacra que informa la literatura del Barroco español”. En estos juegos de ingenio, las cualidades cinéticas e interactivas que venimos apuntando desde el comienzo aparecen explícitamente señaladas por Caramuel en la Introducción: “Esta primera lanza presenta la metamétrica que, con su variada conexión de versos -que van, vuelven, ascienden, descienden y giran en varias direcciones- embellecen los multiformes laberintos grabados en el aire, fundidos en plomo o esculpidos en piedra.”
El capítulo titulado “Apollo Circularis” abre la serie del tratado con la figura I denominada Tabula. Consiste este artefacto en un cilindro dividido en cuatro columnas, con 10 términos en cada una, capaz de producir, por cada giro del rodillo, un movimiento combinatorio productor de 10.000 palabras. Aquí, es el ojo virtual el motor del texto que hace circular a la serie de lexemas, combinándolos aleatoriamente según como queden alineadas las inscripciones grabadas en el cilindro. El azar participa del proceso de producción escrita, anticipando la tirada de dados y la apertura de los versos al espacio en blanco, a la hoja como teatro de inscripción que seguirá el modelo de Mallarmé.

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En otra de las láminas titulada María Stella. Celabrata Labyrintho Continente, Caramuel presenta un artificio formado por siete soles o circunferencias, una dentro de la otra, y divididas en doce partes. En el interior de estos casilleros, la expresión verbal escrita que se distribuye fragmentariamente en cada cubículo corresponde a versos latinos regidos por una métrica determinada: yambos, hexámetros o pentacrósticos que rigen el funcionamiento combinatorio de todo el poema-máquina. Cualquiera sea la dirección encarada por la lectura entre los casilleros abiertos en la circunferencia, el resultado serán poemas con el esquema métrico ya previsto, generalmente expresado a modo de instrucción en un copete explicativo que se ubica debajo de título. En este tipo de obras cinéticas, el movimiento virtual “es lo que pasa a existir mediante el acto perceptivo” (Oliveras, 2010). El esquema textual opera al modo de instrucciones para poner en funcionamiento el motor, y de las rotaciones sobre su eje imaginario, el ojo que lee elige por dónde -a medida que avanza- irá embragando los fragmentos métricos según el recorrido con que haya planificado su lectura. Las obras transformables por manipulación o mediación del espectador/lector “nos acercan a la estética del juego, ponen en acción categorías lúdicas”.

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Envión del ojo interactivo
Otras de las dimensiones que comportan las obras cinéticas y que son una consecuencia de su movimiento es la dimensión temporal que afecta la recepción de la obra: “el movimiento y, por consiguiente, la duración, están directamente implicados y llegan a ser la dimensión fundamental”, al decir de Jean Clay. Por otro lado, la variable temporal implica además el desarrollo de cierto relato, de una narrativa que al desplegarse en el espacio que organiza el esquema textual, “cuenta” a medida que el lector despliega su actividad resignificadora sobre la malla enunciativa. Hay, finalmente, como señala Dufresne “un movimiento de la obra hacia su significación profunda, hacia la actualización de sus potencialidades estéticas”. En esto, los laberintos y artefactos de Caramuel nos permiten tener una experiencia de la obra, experiencia que se desarrolla en el tiempo y que de algún modo implica cada vez un relato diferente.
Precursor de las esculturas mecánicas de Gabo y Pevsner, del Light Prop de Moholy-Nagy, los discos y juguetes ópticos de Duchamp, los objetos y máquinas de lenguaje de los años ´60, estos artificios que compila Caramuel en la Metamétrica se proponen al lector como un juego de ingenio a resolver. Nos dan las claves que posibilita su enigma y nos invitan a recorrer su infinito esquema combinatorio, para que a partir de la propia actividad de la lectura los signos empiecen a circular, a moverse en la espiral del sentido cinético que promete siempre resultados nuevos, textos que jamás se repiten.

Bibliografía
AAVV. Poesía concreta. Buenos Aires, Centro Editor, 1982.
Chiappe, Doménico. “Máquinas autoras, artificios literarios”, en Letras libres, Mayo de 2008.
De Cózar, Rafael. Poesía e imagen. Sevilla, El Carro de la Nieve, 1991.
Infantes, Víctor (ed.). Juan Caramuel: Laberintos. Madrid, Visor, 1981.
Kozak, Claudia (ed.). Tecnopoéticas argentinas. Buenos Aires, Caja Negra, 2012.
Oliveras, Elena. Arte cinético y neocinetismo. Buenos Aires, Emecé, 2010.
Pichardo, Coronada. “Esquemas potenciales de los poemas máquina: La Metamétrica de Juan Caramuel”, en Semiosfera N° 5, 1996.
Zárate, Armando. Antes de la vanguardia. Buenos Aires, Rodolfo Alonso editor, 1976.


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