Ezequiel Alemian. Anexo Lindsay

Anexo Lindsay
Ezequiel Alemian
Buenos Aires, Caleta Olivia, 2023


Selección: José Villa

XVIII. rumian entre las sombras

en los pasillos y patios internos de los edificios
como sueños de una posguerra que nunca termina
viven agrupados en tribus
sus museos habitados por la vitalidad de los artistas mayores
los elefantes son los animales más silenciosos de la selva
se lo ve acomodando varillas
decía la leyenda que todos sus objetos habían sido destruidos
un trabajo de invención de símbolos de sueños
durante una pandemia larguísima
los coitos del autor desconocido tallados en la madera del interior de un templo
cuya descripción alguien debería tomarse el trabajo de resumir lo más rápido posible
una flor de fuego bajo la simetría de los astros
como quien encuentra el punto en que la cinta se retuerce en una caja de cartón con ofertas en una mesa de caballetes que habían puesto en la vereda de una pequeña librería de usados entre la estación y la autopista, junto a unos locales de reposición de cerámicas y sanitarios
sin luz, cuando se quemó el cable y hubo que tender otro desde la puerta de calle
incapaz de responder con palabras
regresaba cada año sin encontrarlo
un restaurante junto a la ruta, un hotel abandonado con sus habitaciones minúsculas para la servidumbre, la pileta natural en un recodo del río, donde iba a nadar su padre cuarenta años antes, la piel de un puma extendida sobre la pared del fondo, el camping atravesado por un banco de arena
rastros perdidos de los aborígenes, el polvo, el anfiteatro donde terminamos desvanecidos, una camioneta marrón, sin batería, enterrada junto a la pérgola
que se llamara delta, para imprimirla en un folio sin cortar
sin poder extraer de ahí un solo pensamiento limpio
un olor a palo santo que invadía toda la habitación cuando dormían a la hora de la siesta
el viento que arremolinaba en el jardín las últimas hojas de los árboles sin dejar que nos escucháramos
en un tiempo y una geografía que no existen más
vimos las esculturas de barro que había arrancado de las tumbas de una excavación arqueológica
despidiendo partes de su fuselaje a cientos de metros de distancia


XXII. paisaje al óleo de un puerto brumoso en el que apenas emergen, debajo de las chimeneas de los hornos, las siluetas de unos barcos inmóviles

las puertas del placard entreabiertas
un maniquí sin brazos con una peluca negra y un nombre escrito con marcador en su pecho
la verdadera historia de las antenas de televisión en las terrazas de los edificios de un barrio pobre
en las figuras del drama
cuando de pronto, sin agregar una idea en particular, algo se quebró en esa oración
fue todo un revolverse interno del cuerpo como envenenado y sin dormir, al cabo de decenas de postergaciones
disfrazadas de necesidad
un viento interminable barría las playas un par de días después
yo ya había olvidado todos los giros posibles del argumento
les recomendaron una habitación a la calle en un hotel en la base del morro y a la mañana siguiente ella no quiso bajar a desayunar
había un contenedor al lado de un pozo de obra grande como un cráter
la gente sacaba sus pertenencias y las vendía en la calle en el centro de convenciones
miles de libros usados sujetos de frente sobre unos escaparates de alambre
era la hora en que el sol daba por segunda vez contra el balcón del departamento, llenando el living de luz
como si fuese posible hacerlo incluso en medio de una multitud envuelta en papeles
dormía
en circunstancias un poco elegidas al azar
el imperio de la economía política lo traducía todo
nadie podía decir bien cuánto faltaba para que los senderos se perdieran en la meseta de piedra gris
después de haber tomado litros de té
como quien cuenta un sueño lleno de serpientes a las que se les corta la cabeza con un golpe de hacha, un hacha de mano oxidada
o como quien quisiera escribir sobre un edificio emblemático donde viven militares y ex funcionarios, sindicalistas, plumas de los grandes diarios del país y empresarios de mediana importancia, en propiedades a nombre de compañías extranjeras con residencia en paraísos fiscales


xxx. estaban acá desde muchísimo tiempo antes pero nadie se había dado cuenta

y todo alrededor es estable, se encuentra bien cerrado y no hay el mínimo intersticio por donde pueda filtrarse y soplar una maqueta sobre una mesa reproducía un edificio en construcción
una maqueta sobre una mesa exhibía el proyecto de ampliación de las instalaciones de un club de campo
tenía las puntas de los dedos lisas porque los años de trabajo con papel le habían limado las huellas dactilares
y cada uno llevaba su identificación encima cuando salía
los carteles se iban desintegrando con cada fogonazo
eso era lo que podíamos ver en la franja más baja de la pantalla sin perder el resto del campo visual
dale un beso porque no la vas a ver más, me dijo, y apoyé mis
labios de niño sobre su frente helada
otros habían cubierto el cajón con la remera de un equipo de fútbol
nos abrimos hacia la izquierda, cruzando por delante de los autos que venían en sentido contrario, y frente al garage a cielo abierto de la empresa de colectivos estaba la vieja casona con su enorme arcada, por la que alguna vez
habían entrado carretas tiradas por caballos habían encendido fogatas dentro de unos barriles distribuidos por el jardín y los invitados se sentaban en unos bancos de madera muy bajos que los padres habían traído de alguno de sus viajes por el exterior
a unas cuadras estaba la estación de trenes, y enfrente la pizzería que no cerraba nunca se nos había ocurrido hacer una muestra con las diapositivas que encontramos en un pasillo sin luz una tarde de invierno helada
confundiendo narración con descripción de un árbol cubierto con flores rojas no podía encontrar una sola imagen de la situación que tanto lo obsesionaba
llegamos en bicicleta después de haber buscado en vano detrás de los cercos lo que quedaba de una casa de estilo medieval en un barrio de quintas con parques amplios y canchas de tenis
sucedía constantemente
el nuevo mundo era peor
todo lo que tocaba podía matarme
con cualquier cosa que hubiese a mano, no como si estuviésemos haciendo algo
electrificaron la línea de trenes levantando la estación sobre un extenso terraplén de cemento y piedras, que la convirtió en el punto más alto en varios kilómetros a la redonda
entre las cosas que le asustaba pensar
que ahí le habría gustado vivir a su padre
zigzagueando por las calles vacías cuando amanece y la luz del sol se refleja sobre las medianeras de los edificios


xxxv. y no me reconoció cuando me di vuelta buscando su mirada, ni cuando salimos al mismo tiempo al hall, en el intervalo, y cuando terminó la función y concluyeron los aplausos ya se había ido

éramos nada
el sendero sorpresivamente hundido en el brazo de agua, sin que pueda verse del otro lado, en la orilla de enfrente, donde retoma la senda
de modo que ya anciano, solo, terminó considerando la reunión de sus objetos como la única obra de su vida
los charcos que salpicaban la calle a lo largo de esas cuadras aparecían cubiertos con una delgada capa de hielo
un complejo de casas se abría como una flor simétrica sobre el agua violeta, en el centro de la bahía
en otra parte del mundo todos se llamaban igual
había más obsesos, más personas con problemas mentales, una idea de lo espantoso
tomamos un café en el patio cubierto y lo traté mal porque era débil y se dejaba
y cada vez, como saliendo de una misma trituración, como si fuera armándose, partícula sobre partícula, hasta convertirse en alguien que, disimulado en los bordes de una terraza, observa lo que está sucediendo abajo
un simulacro de simultaneísmo se iba espaciando en el trazo
los hombres gato se colgaban de noche de los árboles del camino, pendientes del paso de alguna víctima desarmada, que no hubiese tomado la precaución de llevar consigo un destornillador afilado para defenderse
un espejo ovalado que sostuviera por delante reflejando todo lo que se le enfrentara
según podía verse en los ejemplares que le enviaban como obsequio
los que ya se habían acomodado y patrocinaban charlas públicas y entrevistas
con esto quiero decir que ustedes hablan de nosotros pero esa igualdad no existe
horribles castillos de leones en medio de la noche, como si fuesen de repostería
trailers de películas, epígrafes de imágenes de inspiración browniana queriendo señalar todos los lugares que había recorrido en los confines de la región
cualquier duda que tenía la consultaba con su madre
la hora en que aprendíamos la teatralidad de los espacios vacíos, de las estatuas, de las telas pintadas como decorado, de las máquinas que hacían girar bosques enteros con los árboles cabeza abajo, de la tormenta final que destrozaba el barco en que nos habíamos perdido



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Más sobre Anexo Lindsay
Reseñas (fragmentos): En Otra Parte, por R. Papateodosio

Ezequiel Alemian pertenece e integra ese linaje de poetas donde no importa el qué se cuenta, sino el cómo se cuenta. Donde la configuración espacial de la página se transforma en arte visual; donde la tipografía y el espacio en blanco componen, a la manera de una partitura, una música callada: objeto insonoro en que el lenguaje resuena por su cuenta.
Su libro más reciente, Anexo Lindsay, se construye al borde de la escritura, donde cada palabra es atrapada hasta el desgaste. Ese desgaste, ese pulir, ese verdadero ejercicio de desbaste, saca a la luz, paradójicamente, toda la opacidad de la palabra misma. No hay historia, no hay relato; no hay nada que contar. Un puro artificio poético. “Éramos nada”, (des)dice uno de sus versos: singular aseveración hacia el interior mismo del lenguaje poético, que funciona gracias al resguardo de la escritura. Es notable el uso de la técnica del cut-up, ejercicio poco explorado en la poesía argentina. Si en Died (2016) posiciona al objeto poético como collage de noticias periodísticas, aquí será la expresión, la elocución de la palabra trasladada al papel mediante este recurso, el núcleo y motor del libro. No casualmente, en una entrevista que Hans Ulrich Obrist le realiza a Arto Lindsay, artista a partir del cual Alemian titula el libro, resalta la importancia de este procedimiento burroughsiano en su obra.

En Revista Ñ, por O. Aguirre

Anexo Lindsay postula desde su título un cuerpo principal, un espacio ausente del que también puede ser visto como un fragmento. El libro presenta un conjunto de cuarenta textos que están numerados pero cuya articulación no resulta para nada evidente en la medida en que nos acercamos con parámetros habituales de lectura: la búsqueda de unidad y de sentido en términos de anécdotas.
También la atribución de género parece problemática y se evidencia como una coartada para no leer: parafraseando a Hebe Uhart, podría decirse que los textos del libro son cortos para narración y largos para poesía. Pero Alemian no desearía que el lector resuelva esa indefinición sino que permanezca en la incertidumbre. Si leer consiste en asignar significados, el circuito de la comprensión está interferido como punto de partida de la escritura y en el recorrido completo a partir de un sistema poético tramado en capas superpuestas.