La falsa nada*
Inéditos
Erebo
El refrigerador eléctrico
que contiene a los muertos del verano
la mirada general y visitante
que desasiste el recuerdo
la jaula que mantiene alejados
el sudor y la falta de opiniones
el sendero que conduce a esa estructura con techo
para que la no respiración no choque con el aire
marmóreo y deshilvanado
pasó por ahí muchas veces
y los confidentes se rieron
cercanas y escondidas esas voces
en cada parte parecían tocar la atmósfera
y el suelo se llenaba también de otro peso.
Pero el recuerdo es a veces un acto caprichoso
el recordante se acerca a una representación
que puede repetirse
y se aleja sin poder escapar
de su violencia. Esta tortura le divierte.
Pero el torturado por la imagen sigue fijo
las horas largas fluyen.
las largas horas fluyen.
Sistro
Cuando escuchó la oscuridad
sentado y de rodillas
al lado del zapato de una compañera abandonada
—su mandíbula no dio un reflejo de la luna
pero dejó alrededor lo hueco
o algún resto de pasto que por el roce
descascaraba la pared de una playa de estacionamiento—
él estaba en la ciudad
al borde de una escalinata y su deshecho
el pasado de uno de los escalones al oído
le habló de otras noches
cuando a través de estancias subterráneas
los satíricos buscaron joyas escondidas
pero ahí a medias silabeante
escuchó la curva de una esquina
y una amenaza que parecía leve.
La otra advertencia que hace años lo retenía
fue amplificándose con la imagen de esa noche
de su heladera del cerebro
que dejaba ir que dejaba irse
su melodía su duración.
Algo cruza el horizonte
El tiempo no se desgasta ni sufre. Los días son intercambiables, expandibles.
Los vecinos, los circundantes, que quizás se comportan humanamente por un rato, caen en la acción de mover un dedo, de forma inocua y oxidante para el hueso de los otros.
No morir. Tampoco vivir apasionadamente.
Alguien es una misma persona por mucho tiempo.
Un implante sería necesario, una situación de otro pensar.
Una mente como un jardín seco. Incapaz de salir de lo que aprendió.
Y esta defunción que es el movimiento y lo que está quieto.
Consciencia vegetal. (Selva oscura a través de la que los cuerpos y las cosas se encuentran con el éter, de vacío engendrador…)
Se ven manchas desde lejos. Podrían ser personas o animales estancados, fácilmente. Son manchas que en la inmovilidad crecen, que se chocan desde el lado externo, desde la distancia de quien las mira, pero que quizás no existan y quizás tampoco se acerquen entre sí.
Una línea curva el horizonte.
Suma de diagonales, rectas, interrupciones.
Trazos que no delimitan ni los objetos ni las personas.
Tirado en el piso viendo el paso de las hojas o los cambios de luz.
Son los vecinos que golpean las puertas que mastican.
El horizonte se mueve hacia atrás, siempre hacia atrás, para juntarse con los otros vistos, ausentes escuchados.
Referencia
Hijo de una entidad represiva
me desempeño como obligatoriedad frente a personas que todavía crecen
ellas me miran también con obligatoriedad y aburrimiento
como se mira y toca un cédula
con indiferencia casi
hay varios brotes más en el árbol de ese patio
ellas me escuchan como se escucha la música lejana de otro estado
yo escucho a mis superiores e iguales de esa forma
superiores iguales palabras sin sentido
y el laso tiempo estrellado
espectáculo carencia rencor envidia
resentimiento flaqueza integridad
ratos relajados y alegres
el cielo detrás del cielo el sol detrás del sol la tarde de la tarde
los techos las paredes
renovación de aspectos cotidianos frente al universo
acción represiva
saludar.
El ser humano es parecido a un molusco.
Mira hacia atrás, una cobertura de capataces opacidades eficientes
una mañana
la persona anciana y tostada por el mes de agosto
no para ver si alguien se acerca
ni para disminuir la curiosidad de figuras quietas
capaz en una charla
sino para estudiar lo que dejó ahí, precariamente
aunque sabe que en ese atrás no dejó nada
y parece empeñada en ignorarlo
su campera quiebra las heladas de la luz.
La persona esa levanta la frente, endurece sin fijeza el mentón
los ojos protegidos por el ala de un sombrero gastado y sucio.
El cielo se concentra sobre un punto
el canto de los pájaros marca un terreno, grita y suena melodioso.
Lo demás se fuga junto a la delegación municipal
en ese mediodía de un pueblo del sur
en el que no hay estación sobre los cuerpos transparentes y pesados.
Los más translúcidos se van a esconder dentro de las piedras
tendrán que encontrar una sin ocupación en su interior.
Habitación de primavera.
Muchos en ese lugar deshabitado por el clima —son las cinco y media de la tarde—creyéndose genios comprendidos, confundiendo esa creencia con su adicción a las pastillas los problemas. ¿Qué se puede hacer? Observarlos una tela imaginar escucharlos, por la dilación elástica, el amanecer la noche, embebido también por otro asunto. Otro motivo y otro tema. Ni quererlos ni odiarlos —solo en una fase de esa incomprensión — el canto detrás del ritmo — solo verlos, la mente propia extractada hacia adentro de su base, de su tiempo, de su desconexión. Esa fase en que nada es ubicable. Los recuerdos se intercalan sin enfoque y una persona está sobre un abismo hecho por sus huesos. Es solo una forma muda. Muda su carne cuando de a poco va siendo cada vez más y cada vez menos. Abismo sin fondo de su rascarse de su rascarse, frente al lema de un cartel y de un baldío: la vida es una lesión importante, la vida: una realización. Percute sus cuerdas con decisión, con abandono. Esas cuerdas se expanden en el espacio, su sonido empieza, va siendo, pero ahora termina. Desagües de la existencia, mayormente esperan que la bota de arriba pise y empuje su bota hacia abajo. Caminar en este distinguir un detalle de las cuadras. Cuatro ruedas cuatro plantas de piel descalza. Y después viene la camisa, el chaleco, los reproches, los reclamos. Una frase con cierta modulación, un gesto con cierto ecosistema. Después viene el rocío que te cubre, como si fueras un elemento de la naturaleza, el pasto falso: aquí no hay rocío: el tronco es una madera seca. Asfalto cemento viga fueron húmedos en su construcción. El chaleco de fuerza para unos, el chaleco y la corbata para otros, escritura de cañería digital codo y mano, traje maneado por el aceite de la calle, su lustroso maquinismo, zapatos de campesino metropolitano al que le han dicho la verdad y el lema enmendado, enmierdado para el bidón: la vida es un bajón importante, la camisa: una realización.
Otro cartel:
No le hagas caso a nadie
porque nadie sabe lo que hace
hacele caso a todxs
porque ningunx sabe ningunx conoce
Crítica
Reducir la no imaginación a que un organismo consensuado te dé la posibilidad de mostrar esa ausencia
y mientras tomarte imágenes incansables de vos mismx
que hacen o provocan el desánimo de lxs que observan, escuchan, tocan y trabajan.
Si te aburre tu existencia o si buscaste aburrimiento para ella, no trates de salir de ahí testimoniando lo contrario.
Sobre los atardeceres
Alguien se hace insensible a los atardeceres si no los ve u olvida percibirlos, pero eso no modifica su ser, quizás sí su vitalidad. El cambio leve de la luz. El cambio leve de la sombra. Igual para el amanecer. En el atardecer el olor a hojas y a plástico quemados. En el amanecer el olor a hojas y a plástico que todavía no terminan de quemarse.
Paisaje tradicional y moderno
El ser humano con su pulimento carnal cree desempeñar acciones. De manera correcta. Mueve los ojos, respira. Hay algunos que fingen saber y hacen lo posible por que otros lo crean. Pegan entonces sus membranas a los tubos que conducen de una pared a otra. Aceptan que su fuerza moral, chantaje o agrupamiento elitista, sea dividida en resortes para saltar de una situación a otra. Pero no saben y su no saber se transparenta. Como si el viento y el agua pudieran separarse. De esta manera mantienen alejada de sí la piel, la falta de huesos. Nadie sabe. Abarcan a los demás y los reúnen para asfixiarlos. Los ojos pierden su movilidad habitual. Ningún vapor oscureció la brillante superficie.*
*Raymond Roussell, Locus Solus
Charles Gayle toca en el oído de Marcos S.
La estática asquerosa de los semáforos en la noche, Gayle
y también la suspensión filtrada de los pactos
En ese choque se colocó entre el laberinto de sus calles
aunque esas calles hubiesen sido rectas y cuadradas
terminan siendo un laberinto va sintiendo Gayle
caminar por ellas es entrar en la desesperación de quien conoce que nació
de quien sabe lo que una frente sintetiza
Charles Gayle camina al mediodía por las calles de su ciudad norteña y sureña
sobre el oído dibujado sintomático y licuado de los objetos
hacia una tarde que se destila áspera
queriendo sellar su historia su vida las manos que lo tienen agarrado del cartel de pare
yo quería significarme en el uso del sendero dice
la ciudad estaba hecha de un formato antiguo para mí
pre-adolescente
por instancias iba recorriendo esquinas
podía codearme con la gente sin dejar de tocar
ahora solo puedo sugerir
con el apoyo que dan las vísceras de tu esqueleto
Toca en el oído de Marcos y le dice: cómo he llegado a ser una persona tan limitada
quise hacer 18 notas a la vez y fueron eso
miro a los que me dan explicaciones que no tengo.
Lanza oxígeno a través de un cilindro metálico asfixiante
a través de un tubo un túnel hecho debajo de las rutas siniestras
En el sentido de explorar sus colores
aquellos que en sus dedos están puestos
bueno, es un explorador simultáneo con otras gentes
Desde un centro de rehabilitación que funciona en su cabeza
Cuando termine, tendrá su cuerpo descubierto
el mismo que conoce. Ahora lo ve nuevo
lo ve a través de la luz neutra de un momento de los días
Charles Gayle dice a Marcos: mirá por la ventana, decime si los árboles y las plantas crecen
* Notal del autor.
Estos poemas fueron escritos entre 2020 y 2022 y formarán parte de un libro, si es que alguna vez lo termino, que podría llamarse La falsa nada. Ellos no tienen unidad entre sí. Son menos parecidos entonces a lo neblinoso que a paredes juntas descascaradas y pintadas, y a la disparidad de ruidos que flotan en una avenida. Algunos con versos cortos y otros no, incluso dentro del mismo poema; algunos comenzados a partir de la cita de un libro. La falsa nada de una sombra que a la distancia no se sabe si es real (la idea no es mía, sino que viene de la descripción que hace Martín Kohan de la escritura de Manuel Prado en su libro El país de la guerra).
Sergio Taglia (Neuquén, 1975)
Vive en Mendoza. Participó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario en 2015, y en las antologías Cross a la mandíbula (Nuit Myrtide, Francia, 2011), Después del fin (Babeuf, Mendoza, 2014) y 53/70 Poesía argentina del siglo XXI (EMR, Rosario, 2015). Es librero en la Feria Alameda de Mendoza y traductor del francés.
Poesía
Roto, Ediciones Culturales de Mendoza, 2020
El cadáver es el pensamiento, Córdoba, Borde Perdido, 2019
El río imaginario, Rosario, Neutrinos, 2015
La silla en el espacio, Buenos Aires, Eloísa Cartonera, 2013
Este brazo no es mío, ed. del autor, 2003
Folklorista de mí!, ed. del autor, 2003
El canal de las flores negras, ed. del autor, 2001
21 poemas inútiles, Diógenes, 1999
Links
Más textos del autor en op.cit. Poemas: «Roto» / «Poemas del río» // «Flora y fauna», traducciones de Francis Ponge