Kadosh
Diego Roel
Detodoslosmares
Capilla del Monte
2018
Por Valeria Pariso
Texto leído en la presentación del libro; Buenos Aires, abril de 2019.
Cuando leí el título de este nuevo libro de Diego Roel, lo primero que me pregunté fue qué significaba la palabra Kadosh. Pues bien, Kadosh viene del hebreo y puede entenderse, tal como dice Lucas Margarit en el prólogo del libro, como: “santo, puro, especial, elegido o sagrado”. El libro se articula a partir de las veintidós letras del alfabeto hebreo, el Alef-bet, y, desde el inicio, exige al lector atención y movimiento. Por cada una de las veintidós letras del alefato, el lector se encuentra con lo siguiente: el dibujo de una letra, un poema, un paratexto que dialoga con el poema.
Roel no quiere un lector cómodo, quieto. Para entrar en Kadosh es preciso desplazarse por el libro. El primer poema abre el misterio con la letra Alef. En una página, nos muestra su grafía, el espacio físico. Es un acercamiento primario, de descubrimiento. Reconocer la belleza de una letra. ¿Hace cuánto no hacíamos esto?
El poeta dice: En tu palma ahora / he renacido: / palma de la vida y de la muerte, / embrión de la belleza. // Mis manos alumbran el camino, / abren / el corazón del día y de la noche. // Mis manos alumbran el camino.
Volvamos al primer verso: “En tu palma ahora / he renacido”. Roel lleva el poder al lector, es en la palma del otro donde la voz poética renace. La interacción entre poeta y lector opera como exigencia de funcionamiento genuino de un corpus poético. Y es que de eso da cuenta este libro: la existencia a partir del otro. La articulación de un diálogo entre el autor y el lector como “embrión de la belleza” y para ello Kadosh ofrece un poema por cada letra del alfabeto hebreo.
Pensémoslo desde su génesis: no existe razón de ser de un alfabeto sin dos que intenten comunicarse. Descubrir qué hay detrás de cada consonante (el alfabeto hebreo no tiene vocales) es parte de la revelación de Kadosh. Es porque alguien abre el libro y lee que el poeta dice “he renacido”. A ese primer poema, le corresponde a pie de página, un paratexto que dice: “Una cabeza de buey será tu máscara”. Otro gran acierto: la apertura de sentido se vuelve una dialéctica del pacto de lectura.
Cruzado por el mistisismo que es nota característica de la poética de Roel, nos encontramos con poemas tan inquietantes como este que corresponde a la letra Guimel. La letra Guimel sería la letra g en nuestro alfabeto, aunque es prácticamente impronunciable para nosotros y ya les voy a explicar por qué. Dice el poema: «Cristo es en mi boca / la última palabra. // Ya vienen los caballos y los niños. // Ya vienen mis hermanos, el mar y los tesoros del mar, / la doble sombra y los espejos. // Se acerca el barco de la Cruz. // Ya vienen los caballos y los niños».
Hace unos años, escuché a la poeta Flavia Soldano exponer sobre sonoridades y poesía. Soldano es una estudiosa de los idiomas antiguos. Ya que estamos con la letra Guimel quiero contarles lo que recuerdo que ella explicó: En el hebreo, la gutural es mucho más profunda que como la pronunciamos nosotros. Viene de atrás de la garganta, de mucho más atrás, porque es un sonido que tiene que ver con el desierto, con la arena que es tragada por los caminantes que cruzan el viento. Contaba Soldano que algunos rabinos le explicaban que la letra Guimel era el sonido del lamento del camello cuando le pegaban. Es la letra que da cuenta del dolor, del abandono, de la furia del mundo sobre un cuerpo que resiste. En Kadosh, la letra g anuncia la llegada de los caballos y los niños, el tránsito, lo que viene llegando, el esfuerzo, la necesidad de salvarse, la esperanza.
Uno necesariamente vuelve a mirar la grafía de la letra que Kadosh nos ofrece. Hay, luego de la lectura del poema, algo que queda mudo, pegado en la garganta, aguantado. Otra vez el lector no permanece quieto. Otra vez el lector trata de encontrar alguna clave (el poeta ya lo había hecho en Shibólet) que cierre lo que acaba de recibir.
El paratexto dice: “Dios es siempre Uno en Tres”. Con esta dinámica (dibujo de la letra, poema, paratexto), el libro se presenta como una lectura posible y llena de belleza del alfabeto hebreo, encontrando en la recreación de una lengua una forma de ver la realidad, o una forma de la realidad posible. Abrir el sentido de cada letra, resignificarla, ponerle un peso, un viento, una sombra. Mover letra por letra. Correrlas de la mano. Tirarlas lejos. Tal como decía Paul Celan: “emigra por doquier, como la lengua/ arrójala, arrójala”.
Este trabajo conjunto y deliberado creado por Roel, entre poeta, lector y alfabeto, ¿no es una ofrenda sagrada, la pureza vuelta artefacto que nos invita a creer otra vez en la eficacia de la comunicación poética? El vacío, el esfuerzo físico, el cuerpo, la meta, la fe, la existencia, son los grandes temas que cruzan Kadosh. Todo un trabajo de descubrimiento para el lector. Lo sabemos, la poesía es, ante todo, revelación.
Textos de Kadosh
ב
Bet
Atravesé distancias siderales,
llegué hasta aquí.
Alcé mi casa
donde se bifurcan los caminos.
Desde ahora serás pescador de hombres
*
ד
Dalet
El diente del sol se hundió en mi sangre.
Las trenzas del cielo cayeron sobre mí.
Yo hablo como hablan los ahogados:
mi lengua es una lengua de ceniza.
Yo hablo como hablan los que parten.
Pronto vendrá la resurrección de los muertos
Links
Más de Diego Roel en op. cit. Reseña: «Un diccionario de una palabra», por Gerardo Lewin / Poemas: «Las intemperies del mar»
Nota. «Las mujeres de mi familia», por Daniel Gigena
Reseña de Kadosh. «Diego Roel hace un viaje por el alfabeto hebreo», por Juan Mocciaro