Buena parte de la luz de los años cuarenta y cincuenta que compone la memoria de los argentinos se la debemos a las fotografías de Annemarie Heinrich (Darmstadt, 1912 – Buenos Aires, 2005). Recordamos su obra, moderna y deslumbrante, con un resumen biográfico y una galería con algunos de sus trabajos.
Texto y selección: Marcelo Leites
Durante toda mi vida he observado un solo cuerpo, una sola luz, un solo reflejo.
Mediante la observación se comprende lo que es la belleza.
Su padre Walter, violinista profesional, fue llamado a las filas en la Primera Guerra Mundial y fue herido tan gravemente que nunca más pudo volver a tocar. En el año 1926 decidió emigrar a la Argentina junto con su familia. Por sus ideas pacifistas, dos de sus hermanos ya habían emigrado en el año 1914, habiéndose establecido en Entre Ríos. El tío de Annemarie, Karel, que trabajaba como fotógrafo en la rural Larroque, inició a la joven Annemarie en los fundamentos de la fotografía, en un cuarto oscuro hogareño en Larroque -Entre Ríos. Que luego Anne haya elegido la fotografía como profesión y vocación se debe, entre otras cosas, también a que buscaba una forma de expresarse, porque al comienzo no le fue sencillo aprender el nuevo idioma y adaptarse a una nueva cultura.
Cuando su familia se trasladó a Buenos Aires, en 1933, Annemarie comenzó a trabajar como asistente en diversos laboratorios fotográficos, mientras que a la noche cursaba sus estudios secundarios y aprendía el idioma. Los fines de semana partía con la cámara de su padre para sacar fotos en la plaza de Villa Ballester, donde vivía la familia. A los 18 años, con la ayuda de su padre instaló en su casa paterna su primer estudio. Como primera instalación de luz utilizó focos de bidones de gasolina improvisados que ellos mismos habían fabricado. De esa época provienen fotografías de marcados contrastes. Más adelante, cuando Annemarie trasladó su estudio al centro, primero a la Avenida Santa Fe y luego a la Avenida Callao, siguió perfeccionando su técnica.
Luego comenzó a colaborar con revistas sociales. En paralelo a esa actividad, inició su carrera como retratista de grandes figuras del Teatro Colón. Durante cuarenta años ilustra las tapas de Antena y Radiolandia. En la década de los cuarenta, se hizo conocida por sus retratos de las divas cinematográficas de los dorados años cuarenta y cincuenta: Delia Garcés, Mirtha Legrand, Zully Moreno, Tilda Thamar, Tita Merello o Niní Marshall, en los que no sólo documenta la belleza superficial de las mujeres, sino que también sabe captar su brillo interior, mediante una pose determinada, gestos o una mirada. A través de la adecuada escenificación de sus modelos, la perfecta iluminación, el posterior montaje y retoque de sus obras, Annemarie Heinrich logró retratos indelebles. Las grandes personalidades de la vida cultural deseaban ser retratadas por Annemarie. Así surgieron fotografías de Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Astor Piazzolla, Aníbal Troilo, Atahualpa Yupanqui, Lino Enea Spilimbergo o Juan Carlos Castagnino.
También se especializó en el género del desnudo. Esta labor profesional tuvo como contrapartida un desarrollo experimental con la imagen fotográfica llevado a cabo particularmente durante sus viajes. Este material constituye un vasto corpus de más de 5000 placas de 6×6 producidas entre las décadas de los treinta y cincuenta, que son investigadas por primera vez por el equipo de la Untref. Heinrich fue pionera en el trabajo con la fotografía como arte. Su primera muestra individual fue en Chile (1938) y de allí en más realizó en forma permanente numerosas muestras en el país y en el extranjero. Fue Fundadora de la Carpeta de los Diez, del Consejo Argentino de Fotografía, y directivo de la Asociación de Fotógrafos Profesionales. Fue jurado de la Federación Argentina de Fotografía y del Foto Club Buenos Aires, y Honorable Excelencia de la Federation Internationale de l’Art Photographique, entre otras distinciones. Antes y durante la Segunda Guerra Mundial, Annemarie Heinrich mantuvo una postura antinacionalsocialista, que tenía sus raíces en los valores pacifistas de su familia y en su concepción ética, que marcaron su vida y su obra, junto a una disciplina y minuciosidad provenientes de su educación alemana. Vivió y trabajó en Buenos Aires desde 1926 hasta su muerte en 2005.
Galería de fotos