El jugador de fútbol y El viento que hay allá afuera, selección de poemas inéditos
El deseo
(A Darío Canton)
Veo a unos cuantos perros en la calle
que andan a la siga de una perra en celo.
Se le pegan como las moscas a lo dulce.
Nunca supe lo que se siente ser deseado
por el entusiasmo de tantos admiradores.
La felicidad podría terminar siendo una
carga por imposición, no por elección.
Yo daría tres ladridos y unos cuantos
mordiscos para evitar un amo a quien
responder y una mano de quien comer.
Cuatro mil años después
(A Ricardo Costa)
Vamos hacia donde vamos, memoriosos
y a la vez desmemoriados, como si reír sólo
fuera uno de los entretenimientos preferidos.
Hago fuerza con los músculos de la cara,
cierro párpados y ojos, vuelvo a abrirlos.
Ahora y siempre a esta simple contorsión
se le llama morisqueta. Recuerdo que en
los tiempos en que no había nombre
para el capitalismo global ni la lluvia
ácida ni el calentamiento del planeta,
en el depósito de verduras y frutas frescas
de la chacra de abuela María nunca faltaban
las ristras de ajos cosechadas en la quinta.
No era costumbre destinarlas a la venta
ni se colgaban detrás de la puerta de entrada
para ahuyentar a las visitas indeseables.
Se guardaban para condimentar hasta
el verano siguiente las comidas de la mesa
familiar. Cada mañana, el mayor de los tíos
hervía un diente de ajo en un jarro de loza
y lo tomaba con agua, para mantener a raya
microbios y bacterias de mala entraña.
En esos días le pedíamos que nos hablara
de tambos y de mataderos en los que había
trabajado de jovencito, porque nos gustaba
escuchar historias que tuvieran acción.
Y fue tomando helado en el hotel Oroz
que oímos a un viajante de comercio
contarnos la historia de Babilonia, capital
de un imperio donde reinaba Hammurabi.
Sólo unos pocos de nosotros, a esa edad,
habíamos oído hablar de Hammurabi.
—¡Ojoporajos, ojoporajos!, decía Hammurabi,
decía el viajante. ¿Cómo? Queríamos entender.
—¡Ojo por ajos y diente por dientes de ajos!
Risas. Él, y su oralidad simulando confidencia:
—¡Ojos con dientes y muuucho ojo con los dientes!,
decía. Y repetíamos como loros fuera de la jaula.
Cuatro mil años después, lo más parecido
a la Ley intervenida por la poesía. No sé
si el viajante lo decía sólo para divertirnos
o también para infundirnos el coraje
que ignoramos tienen las palabras.
Lo que no me dijeron
El pato saltó temprano,
la liebre hizo de juez,
a las pruebas las tiraron
como dados sobre la mesa
y los dedos acusadores
me apuntaron como revólveres.
Me pusieron la capucha
y me hicieron apoyar la cabeza
en el lugar indicado.
Me dijeron que también era el verdugo.
Lo que no me dijeron es cuándo
debo tomar la decisión.
Yo vos él nosotros
Yo espantaba pájaros,
vos espantabas caballos,
él espantaba personas.
Vino un desconocido
y espantó a yo, a vos y a él.
Le preguntamos qué iba a ser
de nosotros, y no supo decirlo.
Nadie quiere hablar del nosotros.
Se pudo pero ya no se puede hablar.
La solución pudiera ser parte de lo real.
¿Y si fuera sólo de lo verbal?
Ni llamando a un integrante
de la Academia de la Lengua.
El centro
Esta es nuestra casa del sur.
Este punto en el piso donde escribo
el poema es el mismo centro de la casa.
La casa que es el centro exacto del pueblo,
el pueblo que es el centro del país.
Para decirlo más claramente, medido
el lugar con la mayor precisión poética
posible, es el propio centro del mundo.
Me paro sobre este punto visible
pero disimulado en el piso de la casa,
y sonrío con satisfacción, con sorna,
porque nadie más que nosotros tiene
el privilegio de conocer este dato revelador.
Contra lo real
Hay momentos desparejos
en que todo se vuelve contra lo real.
La cabeza se apoya sobre los pies
y la mano despide al que volvió.
Ante el cuadro desalentador,
el brazo cambia de rodilla
y las orejas se suben a un árbol
para hacer ruido como las lechuzas.
¿Hay que preocuparse si sólo
son las palabras las que ponen
en duda a la verdad?
El show
Los minutos pasan, las personas quedan.
Vivas o muertas las personas caminan
en todas las direcciones posibles o en ninguna.
La alegría y el dolor conviven en la bolsa
de los deshechos donde desaparecen minutos,
personas, deseos, conversaciones. Todo bien,
pero que la vida y la muerte cuando cantan y bailan
se desentienden de nosotros podemos probarlo.
Me avisan que el show ha comenzado
hace ya bastante tiempo y, por si no lo sabemos,
que la entrada es libre y gratuita desde entonces.
Poema dedicado a los amigos muertos
Hay muchos poemas dedicados a la lluvia.
No como esta lluvia que me habla
con la voz de los amigos muertos.
La lluvia del verano me habla
del verano de los amigos muertos.
Todos tuvimos un verano y una lluvia
que no preguntan quiénes somos.
Somos la lluvia me gustaría decirle,
la lluvia del verano, como son los veranos
en el sur, fugaces, contra lo que se vuelve
el recuerdo de los queridos amigos muertos
(Jorge, Omar, Susana, Quique, Raúl…)
a quienes dedico este poema
que ya nadie podrá leerles.
Una pluma perdida
Caminando encontré una pluma perdida,
era blanca y negra en la exacta mitad,
blanca abajo, negra arriba,
separando las aguas del espíritu del ave.
No sé, creo que ni siquiera bastará
con volver a unirlas.
Todo lo bello
El damasco se llenó de frutos.
Del verde pálido al naranja, de abajo arriba
y en su inflada circunferencia.
Es o parece un todo y cada cosa está ahí,
al alcance de los ojos y de las manos.
Entre varios cientos, elegí uno al azar
arrancándolo sin mucho cuidado
de una rama que se dobló al pinzar;
se sacudió en el aire, contra el cielo,
al desprenderse el damasco aprisionado.
Separación, ruptura, vejación.
Lo partí en dos con los pulgares
haciendo fuerza del centro hacia afuera.
Liberé al carozo de su encierro.
Dos partes iguales, cóncavas, pulposas,
tuve en cada mano antes de acometer
con los dientes, lengua, paladar. Todo
lo que vale la pena atrae su propia perdición.
Vean lo que pasa
A veces hay que salir por ahí
y estar en desacuerdo con todo,
aunque las vacas aúllen
y los caballos silben.
Y si no, vean lo que pasa
cuando se le dice todo que sí
a lo que mueve la cola por una caricia.
Un gajo seco del damasco
Pasó el invierno y el saldo triste fue
un gajo seco del damasco.
No podía mirarlo junto a los otros
gajos con hojas, flores blancas y rosadas
de donde asomarían los frutos.
Lo corté con el serrucho, un poco cada
día porque era el más fuerte de todos.
De los tres gajos que en las primaveras
se erguían con hojas y frutos carnosos,
quedan dos. Al otro lo quise preservar
cerca del árbol y lo apoyé contra la pared
de ladrillos que lo resguarda del viento.
Parece un brazo con el puño en alto.
Unos cañitos viejos de andador
Tirados al costado del camino
vimos unos cañitos viejos de andador
que hace varios años mecieron
a una vida pequeña que prometía.
Ahora están bajo las inclemencias
del tiempo; el herrumbre, aunque sigue
su curso implacable, tendrá que trabajar
mucho y sin descanso para terminar,
algún día, con esos pocos restos de materia.
Pienso, sin embargo, que a veces
ni siquiera las palabras duran tanto.
Este poema no es político
Este poema no es político.
La poesía que originalmente pudiera
tener este poema tampoco es política.
Pero la poesía que le falta
a este poema sí lo es: política.
Entonces, por acción y también por omisión,
debo admitirlo: este poema es político.
Mensaje subliminal
Al caer la tarde, cuando el día perdía impulso
oímos el canto del zorzal de patas anaranjadas.
Algo se equilibró en el lugar. Algo, sólo eso.
Nosotros callamos y el zorzal entusiasmado
siguió dando lata durante varias horas más.
Con el fin que fuera o con ninguno, se quería quedar.
Fue uno de esos momentos de mensaje subliminal
en que me puse a pensar en el modo sutil, ingenioso,
que vamos siendo mentados por el destino,
llamados a sus filas, compadecidos por él.
La cabeza atrapada en la puerta
Frío en el calor. Alto en lo bajo.
Disculpas, no puedo voltear la cabeza
porque la tengo atrapada con la puerta.
¿Y si me animara a gritar?
Ni a saludar al vecino me animo
con la cabeza inmóvil.
Entrando para salir, ignorando para saber.
Si llegara a encontrar una solución
las palabras serán las primeras en enterarse.
El viento se lo va a llevar todo
El viento se lo va a llevar todo,
hoy o mañana, o uno de estos días
que nos encuentre distraídos.
Sin embargo, al despertar, insistimos
con el acto reflejo de levantarnos,
salir a la calle, caminar, hacer la tarea asignada,
mientras los hechos mínimos, sin relevancia,
van tomando la forma completa de una elección
a la que, al menos de mi parte, no es posible renunciar.
El binomio Fernando Pessoa y Álvaro de Campos
El binomio Fernando Pessoa y Álvaro de Campos,
los dos, sumadas, como en el título de este poema
sin un más (+) o un menos (–) que los separen,
nos proponen que “El binomio de Newton”
no sólo puede ser bello como la Venus de Milo
sino también cumplirse en la poesía a la potencia
enésima, cuando ponemos toda la atención
disponible por la gracia de escuchar desde el día
primero hasta el último “El viento allá afuera”:
“úúúú — úúúúúú — úúúúúúúúúúúúúú”
Los poetas crédulos
Aunque sólo tengan una voz fría,
un gruñido de conejo que apenas se oye,
hasta los poetas crédulos se reservan un lugar
en el paraíso que ellos mismos se inventan
entre el convencimiento y la queja.
Creo ser uno de ellos; y dudo si a mucha
honra, porque la butaca empieza a incomodar
y no sé cómo levantarme y dar un portazo
para no seguir sintiéndome un infiltrado,
un indigno de los sueños auto prometidos.
Llegará el día en que me anime y haga
las paces conmigo mismo, porque siempre
por uno se empieza, y me sea posible
dilucidar entre esa persona que no ha perdido
la costumbre de agradecer al día cada día
y la que disimula la angustia que se siente
cuando las señales están borradas
y el boleto premiado no sólo no nos ha
tocado sino que, ahora lo sabemos, no está,
nunca estuvo entre los sorteados.
Una realidad sin movimiento
—¿Lo de ustedes fue miedo,
inmovilidad, impericia, indiferencia?
—Creo que no fuimos capaces
de prever una realidad sin movimiento,
ni las formas bajo las que se presentaron
las palabras que no podíamos oír,
ni las que no queríamos pronunciar.
—¿Y qué hicieron ante esa imposibilidad?
—No lo hicimos hasta que fue demasiado tarde.
* Nota del autor.
El viento que hay allá afuera, es el intento de reunir los poemas inéditos escritos entre 1977 y 2015. Esperaban, a medias, insinuados o maltrechos, en 5 cuadernos que pude conservar. Perdí el primer cuaderno (1975-1976), pero de él ya se ha hecho cargo el viento o la nada. Convivían tímidos con los poemas publicados en libro exactamente entre 1977, que salió mi primer libro, Poemas encontrados en un huevo, y diciembre de 2015 que saldrá el último, El jugador de fútbol. Son alrededor de 200 páginas (podrían haber sido más, hubiera sido más atinado que fueran menos) que reuní como quien recibe a integrantes de la familia que habían permanecido en el cuarto del fondo, callados y sin quejarse. Tal vez no sean gran cosa, pero en esos textos pude ver un trayecto en la escritura, en la manera de concebir la poesía y el poema, logros y fracasos incluidos. Si hubiera que abundar, diría, citando un texto propio: “Hay palabras, fragmentos, ideas inconclusas, que no se enfrían nunca. Pasados los años guardan una temperatura inalterable, incluso en textos o en poemas que nunca pudimos terminar. Es una alegría reencontrarse en libretas o en cuadernos en desuso con esos escritos y advertir que parecen esbozados esa misma mañana. Llevan una etiqueta invisible pero inalterable que dice: manos a la obra”.
Nunca me propuse escribir el mismo libro, de modo que ese desplazamiento formal no me resultó ni extraño ni contradictorio. Sólo una cosa me fui proponiendo con los años: escribir, en lo posible, con las palabras que se usan para hablar, sólo que organizadas de una manera distinta de acuerdo con las necesidades del poema. Y si aun necesitara otro tipo de explicación a estas notas al pie, agregaría que la corrección de un texto es la escritura misma. Y también lo contrario. Un poema se impone de muchas maneras: porque es parte de la experiencia; porque a la materia escrita se la siente viva y tiene futuro de poema; y sobre todo, porque las palabras, algunas palabras reunidas de cierta manera, adquieren el sentido de verdad que necesita la poesía.
Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954)
Poeta, dramaturgo, narrador y artista plástico. Se desempeñó como Profesor de Literatura y de Teatro en escuelas de nivel medio en su ciudad natal. En teatro, dirigió obras de su autoría con el grupo Los Comedidosmediante. La casa vieja (1991), Pintura Viva (1992), Muñecos, un cuento de locos (1993), El tragaluz (1994) y Desesperando (1997). Con estas tres últimas representó a Chubut en las Fiestas Nacionales de Teatro de Mendoza, Tucumán, y Catamarca, respectivamente. En 1994 El tragaluz se presentó en el Teatro Nacional Cervantes. Sus obras fueron representadas por grupos teatrales del país, entre ellos Sobretabla (San Juan), La contrapartida (Comodoro Rivadavia), Trampolín (Bariloche), Pitanga en flor (Misiones) y La Hormiga Circular (Río Negro). Sus dibujos fueron expuestos en exposiciones individuales y grupales en ciudades del Chubut. También fueron editados en revistas y páginas web.
Poesía
Poemas encontrados en un huevo, Rosario, Ediciones la Cachimba, 1977
Ese otro buen poema, Rosario, El Lagrimal Trifurca, 1983
Querido mundo, Rosario, El Lagrimal Trifurca, 1988
Animal teórico, Buenos Aires, Ediciones del Dock, colección Pez Náufrago, 2004
Palabras en juego, Buenos Aires, Ed. La Carta de Oliver, 2006
Museo de varias artes, Viedma, El Camarote, 2006
Esta boca es nuestra, Buenos Aires, Ed. CILC, 2009
Narrativa
La velocidad de la infancia, Rada Tilly (Chubut), Espacio Hudson, 2010
Baile del artista rengo, Buenos Aires, La Carta de Oliver, 2012
Teatro
Desesperando, Buenos Aires, Argentores – Instituto Nacional de Teatro, 2008
Pintura viva, El tragaluz, La oscuridad, Buenos Aires, La Carta de Oliver, 2013
Links
Poemas. En Blog del Amasijo / Tuerto Rey / Caína Bella / Otra Iglesia es Imposible / Poetas Siglo XXI / 12 Poetas Chubutenses / Círculo de Poesía /
Entrevista. En La Mojarra Desnuda
Artículo. «Escribir en la Patagonia». En El Camarote
Video. Centro Cultural de la Cooperación, 2012