Un Ajab del Plata/ Ajab, de Alberto Cisnero

t_ajab_acisneroAjab
Alberto Cisnero
Buenos Aires
Barnacle
2016

 

 

 

Por Jorge Aulicino

Sabido es que el protagonista de Moby Dick, el capitán Ahab, es el verdadero demonio de la historia. El demonio blanco de los mares del sur, el cachalote que le arrebató una pierna y por poco lo parte al medio, es sólo su mímesis. Lo descubre Starbuck en el final del libro -disculparán que adelante el final: la novela se escribió hace más de un siglo y medio-. Alberto Cisnero (La Matanza, Argentina, 1975) titula su libro Ajab, porque escribe el nombre como se pronuncia en la Argentina. Es decir, los signos corresponden a nuestra fonética – y a nuestra eufonía, si se quiere-. La forma en que escribe Cisnero es a la vez retórica y moderna;  se trata de una escritura en remedo, esto es paródica; lo cual significa recreativa en los dos sentidos posibles de la palabra, y celebratoria de la tradición, a la vez. «Si usted se comide a la inspección de ese mundo…», dice el primer poema. Si lo hace, advierte, “… se hundirá sin recuerdo / en torno a otros tipos que emprenden / su derrota hacia el sur». De  este Ajab de Cisnero dice Ignacio Uranga en la contratapa que la serie de poemas o poema en fragmentos que componen el breve volumen (cincuenta en total, de diez versos cada uno, en promedio) puede ser entendido como épico o como político-moral. Cisnero sale a navegar un mundo -esto ha de decirlo textualmente- donde no importa ya la verdad porque todo es real. Su personaje, Ajab, ha perdido para siempre el contacto con la costa. Sus hombres, en la novela, lo verán hundirse y sabrán que compartirán su destino sólo porque ese hombre se atrevió a desafiarse a sí mismo: al ser que encierra el demonio o sistema que lo arrebata. La belleza conceptual del libro de Melville, sus inolvidables parlamentos, en especial aquel junto al mástil en el que ha clavado una moneda de oro, premio a quien divise la ballena blanca, son el sustrato de esta enorme metáfora que pierde sus propios límites, que borra los términos de su comparación para dejar de nuevo vivos a unos hombres que al final serán hermanos, cada uno en su soledad, encerrados como en un cápsula en las extrañas letras con que Heman Melville o Dios formó sus apelativos: Strubb, Flask, Bildad, Peleg, Queecqueg, Starbuck, Tashego, Dagdoo y el bíblico Ismael. No importa si el amable lector que hasta aquí me ha seguido no leyó Moby Dick: puede leer Ajab. Es otro ojo con el mismo nombre que confesará, ya cerca del final: «sólo lo entiendo por etiqueta racional. vide, / o lo supuse, un signo mas nunca el milagro. / belleza tanta, desolación tanta. territorios /ubicados al sur de nantucket. y condicen / el amor. una onza de oro. mi caligrafía minimal». Os lo aseguro: se puede abrir el libro en cualquier página y permitirá ser leído hacia atrás o hacia adelante, y luego a la inversa, proveyendo siempre sentidos. Un cruce, claro está, de sentidos, que elaboran otro, indecible. Cuando se es diestro en el idioma, se sabe además que puede escribirse aujero, y no agujero, porque en el latín del Plata así se dice.

 

Poemas de Ajab

8-

ya quisiera ajab ser un poeta moderno
y tísico que le canta a la piadosa
blancura, al perfecto derecho de vivir
donde le plazca, así en la greda como en el
ceño o disponer de un público al que explotar;
pero le honra el no haber olvidado
que si hay palabras hay bestias y que todas
son del mismo pelo y que si aceptase
que su libertad reside en el pulmón
o en el pulso, valdría menos que un perro.

26-

nantucket. cuidate de pronunciarla si no sabés
cuánto resiste la palabra dios o un terrón
de azúcar en la boca. para siempre te vas a acordar.
tipos que estaban locos o eran asesinos y allí
vieron unas naves. desde el principio los cuentos
que inventan los hombres se escriben sobre pieles
de animales. era para que conocieras el mar.
para que descifraras el capítulo cuarenta y dos.
parecía el cielo. avino de lugar no divulgado.
leíste querosene en un bidón. ningún elemento
de nerviosismo. raspaste el fósforo. velámenes.
el cuarto pendía de aquel pequeño volumen
forrado en cuero. editorial sopena.
redundancias.

29-

tarde o pronto. por cualquier parte que tienda
la mirada mis ojos te verán.es entonces y siempre.
lo único que recuerdo. algo que sé. en lo breve
de un sueño. en lo breve de un día. cada día más
cerca de nosotros. pero cada uno con sus tablas.
el almo. el cantor de tracia. el moderno bardo
parroquial. que un libro en el sentido ampo
de la palabra es la ineficacia de un resultado.
y en las tiendas un libro, un bien ajeno, vale
lo que siempre. treinta dineros. cada uno
con sus tablas, víveres y forraje. en lo breve
de tintas mil y mil, de secreto rincón, de luz
esquiva. que no hay palabras iguales
y por cualquier parte que tienda la mirada
mis ojos te verán.

47-

los años han pasado. la seguridad del sentido
de la caída. y el tiempo de los libros,
ha pasado con la misma naturalidad
con que brotan los nervios en las hojas.
espero en vos. ¿qué fue lo que soñaste?
hasta esta noche, hasta pronto.
rezaré a tu estrella como un pagano.

 


Links

Poemas de Ajab. En De lo que No Aparece en las Encuestas / Otra Iglesia es Imposible
Más poemas del autor. En El Poeta Ocasional / Poetas Argentinos