Notas al pie
Silvana Franzetti
Buenos Aires
Periódica Ediciones
Por Damián Lamanna
En las mismas horas en que los candidatos a Presidente de los Estados Unidos debatían estrategias para relanzar su control ameno o humorístico sobre el mundo, una distopía postapocalíptica obtenía el premio a la mejor novela de habla hispana de 2015. Quema, primer libro de la española (residente en Buenos Aires), Ariadna Castelarnou, publicado por la editorial porteña Gog & Magog, nos enfrenta a un mundo delimitado por hogueras, bosques peligrosos y desiertos; mapa sin ley donde seres errantes, mitad piratas tullidos, mitad espectros brancaleónicos (o boedistas) deben ser capaces de matar o vengarse para comer y sobrevivir. También de resistir, de buscar los resabios de su humanidad a través de los recuerdos, el amor o la mayor diatriba animal: amamantar -dar el cuerpo como alimento- o morir.
Pero antes debió existir una catástrofe, el momento en que la tierra conocida, que podría ser la Argentina, Parque Patricios u otro lugar del mundo, empezó a transformarse en una civilización decadente. ¿O quizá la corrosión fue tan paulatina que los hombres y las mujeres no llegaron a advertir lo que se estaba gestando? ¿O acaso el Estado, capitalista salvaje o de bienestar, descubrió que su runa secreta hablaba de la autodestrucción y los seres humanos, religiosos por naturaleza, simplemente empezaron a desvencijarse para aplacar el reinado de la ley? Frente a estas posibilidades ¿qué tierra, qué sujeto emerge después del caos, después de ese toque de fondo que es también un nuevo origen? La misma pregunta, ese afán por imaginar el terreno donde crecerá el día después sostiene, aunque con aire tranquilo e introspectivo, Notas al pie, tercer poemario de Silvana Franzetti, nacido de los escombros y el ruido de diciembre de 2001 y editado recientemente en 2016 por la incipiente Periódica Ediciones.
En primer lugar ¿qué nos dicen estas Notas al pie, de qué cadena lingüística de «mayor jerarquía» se desprenden? Por un lado, del silencio, del territorio desolado del sur del país: en este caso la provincia del Chubut, escenario donde se ancla la infancia y la adolescencia de la autora. Mientras las ciudades arden y los umbrales de las instituciones se llenan de muertos, nuestros muertos públicos que se ven por televisión en la madrugada, los poemas de Franzetti nos hablan de lo íntimo, de la soledad de la escritura, del exilio (interior, mental). Nos encontramos frente a un páramo paisaje, planicie por donde circulan voces eléctricas que se vuelve inaccesible a la mirada. Mirada o voz que igual no cede e intenta tantear, construir desde el recuerdo aunque sea para darle un sentido a ese refugio elegido como mundo.
En segundo lugar, un procedimiento de escritura. En continuidad con sus libros, plaquetas y performance anteriores, en Notas al pie Franzetti propone una articulación entre diferentes instancias o registros del lenguaje. Si Edición Bilingüe, su libro anterior, se anclaba en la idea de variación –en palabras de la autora, la posibilidad de traducir un poema propio del castellano al castellano, forzando los matices, las diferentes capas de la lengua, los pronombres y la reescritura del sentido que cualquier traductor que se precie debe intentar encarnar- Notas al pie emerge en el diálogo explicitado entre la oralidad y la lengua escrita. En este sentido, para la composición de los poemas que integran el libro, delineado entre Buenos Aires y Berlín hace ya más de una década, cuando la era de la comunicación total aún se estaba terminando de gestar, la autora se basó en una serie de audios extraídos de la Radio local de Esquel LU20 dirigida a la población rural de la zona. Cada uno de esos audios, que si bien presuponen una historia, una dinámica, no dejan de sonar absurdos y anacrónicos (“Para Mario Ventura, en zona de El Mirasol, Williams le comunica que llega esta tarde con dos camiones. Lleva leña y pasto. Ruega tenga todo preparado”), fueron el punto de partida para la escritura de un nuevo texto. Un poema en al menos dos dimensiones: lo público, acotado a un nivel mínimo de circulación -rudimentario para los tiempos que corren, para el momento en que la autora decide publicar este libro- pero con una topografía exacta, con un anclaje claro en el espacio material; y lo privado, difuso y a la vez siempre con la precisión como fundamento –herencia objetivista- para abordar las imágenes, los escenarios, los recuerdos como materia intangible: “Se ve el cielo, la luz le da más relieve a las cosas, el horizonte, una línea quebrada regularmente por la meseta. Acá no hay alrededor, no hay circunferencia, habría que detenerse en las imágenes que no fueron grabadas. El paisaje no está disponible, no estuve en los hechos y una de cada cien descripciones muestra algo a través de lo que dice.”
A través de las ondas radioeléctricas, de esos discursos residuales que soplan alrededor de los poemas –como su origen y nota al pie para ser precisos-, ese espacio real emerge y resiste como la oscuridad que transita las cañerías. El resto, lo que corresponde a la sujeto lírico, es la (re) imaginación del mundo ficcional-histórico, la insistencia por ese origen tensado frente a la memoria que desea olvidar porque “Antes había cadáveres, ahora hay basurales”. Franzetti sugiere, quizá a su pesar, que aunque se huya del caos, de las repeticiones, lo ominoso emerge. De los desaparecidos y los muertos en enfrentamientos simulados que habitan en Perlongher hasta la Ofelia y la basura costera de Daniel García Helder o Humberto Constantini (también las mujeres muertas halladas hoy, ayer, en basurales, nuevas subjetividades que invaden el sentido, gritan desde el más allá por ser nombradas). Cuando los lenguajes hacen palanca no hay lugar hacia donde correr. Aún en la quietud aparente donde “la espera de la próxima ola/nos hacía olvidar de la anterior”. Aunque intentemos convencernos de no saber cómo llegamos hasta acá ni cómo era ese mundo previo al desastre: desastre que nos sonríe y toma carrera para atravesar miles de kilómetros a la velocidad de la luz.
Selección de poemas
Amalia insiste, se pregunta cómo es vivir en Gan Gan.
Servicio de colectivos una vez por semana
según el destino y la época del año.
Por la radio transmiten los mensajes cuatro veces al día*
un hospital, un juzgado de paz, una escuela
un cementerio, una usina.
Irse de esta comodidad, aunque es lo mismo
ella siempre vuelve sobre sus pasos: en un sentido o en otro
da mil vueltas al desierto.
* LU 20 Radio Chubut comunica con una nueva edición del mensajero rural. Muy buenas tardes. Es la hora trece, un minuto. La temperatura en la ciudad de Trelew es de veinticuatro grados, ocho décimas. El viento sopla del Este-Sudeste a sesenta y cinco kilómetros por hora, con ráfagas que alcanzan los ochenta y cuatro kilómetros por hora. El cielo está parcialmente nublado y la visibilidad es buena. Este es el primer comunicado de la presente edición.
Para Nelson, en Puesto de Piedra, se le comunica que no anda la antena de Paso de Indios, la están arreglando. Trate de insistir todos los días.
♦♦♦
Bajan los recuerdos, miro a través de sus pliegues.
Así llegaría a un pasado remoto, caería en la trampa*
del alimento congelado: inscripta la fecha de su ingreso
a la cadena de frío, pareciera que ya no necesita nada.
¿Cómo decir, entonces, todo esto?
Bajan los recuerdos, miro esta tarde
a través de películas transparentes de otras tardes.
Esta tarde se borra
o se muestra en el borde de una y otra imagen.
* Para el señor Cecilio Aguirre, en zona de Pampa de Agnia, se le comunica que mañana a primera hora estará la jaula en esa. Firma este mensaje: Paulino.
♦♦♦
El anuncio de partida es más que la ocasión de hacer un viaje por el desierto.* Se ve el cielo, la luz le da más relieve a las cosas; el horizonte, una línea quebrada regularmente por la meseta. Acá no hay alrededor, no hay circunferencia, habría que detenerse en las imágenes que no fueron grabadas. El paisaje no está disponible, no estuve en los hechos y una de cada cien descripciones muestra algo a través de lo que dice.
* Para Esmildo Ñanco, en Las Golondrinas, su nieta le comunica que viaja mañana a la hora veintiuna y treinta, llega aproximadamente a la una o dos de la madrugada. Ruega ser esperada.
♦♦♦
Pasan otra vez la misma música
sigo con el trabajo como si ese compás fuera a continuarlo.
Antes, en mis manos había lápices, ahora hay palabras.
El aire de dictado que tienen las personas cuando van a trabajar
se parece bastante al aire de dictado que tenían las personas cuando
iban a trabajar.* Antes había cadáveres, ahora hay basurales.
* Para Vicente Castellano, en Gastre, Eugenio Zapata le comunica que no hay peones por día disponibles. Elvio no va, porque tiene que ir a la escuela.
Links
- Poemas de Notas al pie. En Festival Internacional de Poesía de Rosario / Otra Iglesia es Imposible /
- Performances. En Caja de Ronancia