Sus bellos ojos que tanto odiaré
Cristian Mln
Buenos Aires-San Justo
Caleta Olivia
2017
Por Diego Colomba
Cambios de vestuario, maquillaje, voz y gestualidad iluminada son algunos de los recursos de los que se vale Cristian Molina para (re)presentar Sus bellos ojos que tanto odiaré, su último libro de poemas. Pero lejos de provocar ese efecto de certidumbre que suelen logran los poetas a través de la puesta en escena de sus textos (una impresión de presencia y expresividad), la prosodia espectacular de Molina agudiza el efecto paradojal de sus textos, que no hacen sino extenuar la aparente solidez del sujeto que enuncia. Después de un rato, el espectador no se pregunta por quién o quiénes hablan a través de la creciente velocidad articulatoria, la irrupción de versos que cortan como interjecciones el fraseo, las perturbadas modulaciones tonales, tímbricas y sintácticas (oscilación permanente entre la prosa y el verso) o el aumento de la intensidad de la voz: se interroga más bien por qué es lo que está hablando en esa suerte de teatro paranormal.
Un ritmo
No es casual que “Melany”, el primer poema del libro, recree una noche de baile y los elementos espectaculares a los que aludimos al comienzo: “no/ no tenía canillas en los míos/ sino un abanico de humos que volaban a saltos nebulosos en las paredes como algo desierto que petrificaba el escenario o a vos tus ojos esos que no decían sino más que una plegaria mejor dicho la lección que ese que decías era primo te daba en las orejas mientras vos caías enredada en el ovillo de mi humo azul grisáceo y los ojos se recortaban en la negra oscuridad de la pista y te sentabas en una especie de banqueta que era la isla donde Safo daba lecciones tu primo era Safo y vos lo sabías y te convencía cada vez más del contacto mientras yo me quedaba quietita quietita quietita del calor que no aguantaba más porque no había nadie conmigo y fui cazada por un rush brilloso en la boca que te convertía en el deseo”. Los bailarines se sumergen en la realidad a través del ritmo, una inmovilidad formal (un esquema de semejanzas) que podemos percibir a través del movimiento. Es a través del ritmo que el sujeto entusiasmado (poseído por los dioses) alcanza la plenitud de un instante único e irrepetible en el que se detiene. Se experimenta entonces una inminencia, una expectativa de lo mutable hacia la fijeza suprarreal, que en Molina se impregna siempre de un aire apocalíptico. Se trata del misterio en las letras, donde la ideación musical transfigura la dicción del poema con algo recóndito, enigmático, que nos arrancaría del tedio existencial.
Por eso los personajes de Molina exageran (“me miraste una sola vez/ justo cuando las tachas rebotaban en estridencias sobre el pantalón/ hubo mis pezones que se volvieron turgentes bajo la camisa”), sufren espasmos, son hipocondríacos, como si se desatara en ellos una energía inagotable, en la inmediata violencia del shock. El cuerpo en la forma del movimiento franquea todas las diferencias, se torna una iluminación profana. Esa fiesta (el nombre del sello que co-dirige Molina) del cuerpo que ritma encuentra el ensueño más alto de la vida: “hasta que seguí avanzando/ y nos sentamos al lado envueltas por una música que nunca más/ nos oímos”. El lírico, poseído por el ritmo, impulsado por un deseo de intensidad, abandona su subjetividad (“pero la fuerza, vos no entendés/ está desde siempre ahí/ aunque no solo ahí/ está ahí y también puede estar allá”), que se vuelve pura imaginación.
Una fuerza
Poseído por una fuerza dionisíaca que altera el orden prefijado, el sujeto imaginario del poema escande el corpus lingüístico (social) con las huellas arcaicas de una energía corporal. Esa tensión se expresa a través del idiorritmo, el propio ritmo a través del cual se manifiestan los intersticios, las fugas del código social o natural en que el sujeto se inserta: “aquella noche mientras bailábamos/ te diste cuenta de que en ella/ también por ella/ el mar o la tierra podían ser medios incesantes/ donde sobrevivir/ pero que no hay forma/ no/ de detener la huida”. Su forma verbal está dotada de una intensidad, de una fuerza, de una energía, que se manifiesta no obstante en algo que subyace a la lengua y la modeliza. Es la tensión entre metro y ritmo. Si la métrica vincula al poema con la lengua (la materia) y su uso, el ritmo (la energía) lo conecta con una visión del discurso: la singular materialización de lengua en un contexto determinado. Por eso algunos creen en la verdad de la poesía: no porque exprese la interioridad de un sujeto, sino porque solo donde la lengua se materializa es posible el sentido: “Al fin de cuentas, ese cuerpo de tan cuerpo,/ ¿no es pura materia que se hace cuerpo y por/ lo tanto se vuelve demasiado verdadero?/ ¿No era que E=mc2? ¿Y entonces por qué/ si los cuerpos se mueven resulta descabe-/ llado encontrar o imaginar una energía// que entre ellos circula invisiblemente? ¿O/ será que la obviedad visible es lo más fácil/ de verosimilizar como una materia?/ Yo sé que vos eras la masa de esa fórmula/ a la que un día un astro movió por siempre./ Su energía y la tuya olvidaron la mía”.
Poemas
V
Todo lo que escribo en Facebook es para vos
y mis amigos no entienden
nada
creen que escribo para que ellos pongan me gusta
y no hay me gusta que se compare al tuyo
hoy cuando entré y vi tu me gusta
fui feliz
pocas cosas se consiguen tan fáciles como la felicidad de tus me gustas
pero nada más difícil que sacarte un me gusta
si mañana entro y veo aquí debajo tu me gusta
creo que lloraré
serás vos
sí
quien me diga en un me gusta
que yo o algo de mí te gusta
y me sentiré Heidi corriendo con la canastilla por la colina
la cabrita rodando
el abuelito sonriendo
aunque no haya canciones para desgastar en la noche
melodías de youtube como colecciones del deseo
para ver si un me gusta de los tuyos me dice que le gusto
nada
nada queda en esa casa natal
donde nos prometimos cosas que después no cumplimos
y sin embargo cuando mañana
vea tu me gusta en este desgaste inútil
puro derroche
del deseo
sabré que sí queda todo
y seré Petrarca correspondido por Laura
o Julio Chávez en Farsantes amado por el chilenito
y te gritaré acá en estos muros alucinantes que
un me gusta tuyo puede cambiar el mundo.
VIII
Tenés que escribir el poema del nenito, dice
y quedo imaginando los versos
midiendo sus respiraciones
y hasta tratando de hallar el tono
pero caigo en las obviedades de siempre
que yo quiero ser tu San Busetti
y que vos seas mi Flor Peña
que si es necesario estoy dispuesto a cogerme a tu mujer los tres en una cama
le lamo tu nombre en el brazo
la acaricio hasta amarla
le digo cosas para que sienta mi amor en vos por ella
mientras te chupo la verga por encima de su cara
vos parado en contra del respaldar
y ella gritará gritará gritará
mientras palpo y entro en su conchita
pedirá más
nos pedirá más
y yo también
y entonces
vos con su nombre en tu brazo
me abrazarás las caderas y de un solo movimiento
así nomás
así
estarás también dentro de mí como yo en ella
y seremos lxs tres, chongo querido
seremos una sola maquinita deseante perfecta
mientras ella grite y yo descontrolado como San
como Busetti
desarme el espacio
desarme los tonos
cambie tu posición por la mía
y nos desarme para volver a armarnos
y después ella
también adentro
con sus dedos ardientes
mariposita
mariposita
que nos desarme
sí, para armarnos
sí
para que otra vez
como siempre
maripositas
lxs dos lxs tres lxs cuatros lxs cinco
nos tomemos del brazo
maripositas
y caminemos hacia el Amor
múltiple infinito abierto
que allá a lo lejos en el barrio
mariposita
al final del arroyo Ludueña
nos esperará flotando sobre las flores lilas de los camalotes.
Links
- Poemas. En Festival de Poesía de Rosario / Poesía Innecesaria
- Entrevista. En La Juntada