Caramelos.
Cuando era chico casi nunca comía
caramelos. Comía algarrobas, mistol, tunas
y no necesitaba nada más. Todavía me
conmueve la soberbia del monte
santiagueño.
*
El hacha.
Caminando por el monte con mi hacha al
hombro, vi volver a un hachero
transpirando por los 40 grados a la
sombra, y pensé en su pobreza hasta que la
tierra hirviendo me quemó los pies
descalzos.
*
El enojo del exiliado.
Él se va al exilio y ya no verá sus cosas
queridas, sus lugares y sus gentes. El enojo
dura largo tiempo, y ese tiempo pasa vacío
por su capricho de verdad.
*
Hoy.
Se puso a llorar a mares cuando miró en el
cuadro el período oscuro que llegó a los
pelos de su pincel, y no pudo hacer nada.
Nada.
Detrás, nadie.
*
Tractactus,
La Escalerita.
Me subí hasta el último escalón de la
escalerita y sólo vi los árboles, las piedras,
los remolinos de tierra y a un niño
corriendo por la calle con la cara y las
manos cuarteadas, la piel reseca.
*
Medusa.
No lejos del reino de los muertos,
en oriente extremo,
la temida Medusa, preolímpica Gorgona,
mostrando su envidiada cabellera sedujo a Poseidón.
Y fue violada en ámbito sagrado.
Al consumarse el sacrilegio,
la diosa de la guerra ideó su condena.
Tantas serpientes como rizos
rodearon su cabeza
alas doradas, dientes de jabalí,
manos de bronce.
Cruel castigo el de Atenea,
que inconforme en su venganza
halló un cómplice en Perseo.
Ataviado por las Ninfas
viajó a la guarida de los monstruos
invisible por el casco de Hades
voló sobre las sandalias de Hermes
protegido de la mirada de la bestia
por el pulimentado escudo
que sostenía su cómplice.
Dormía Medusa, encinta
sin soñar su parto ulterior
mientras Perseo inexpugnable
separó la cabeza que debía ofrendar.
El crimen no fue estéril,
de su cuello cortado
vieron la luz Pegaso y Crisaor
calló la sangre en fármaco alterada
una poción letal vertió la vena izquierda
la otra un fluido sobrenatural
que redimía la muerte
con su horrendo tributo
huyó el héroe intangible e impune.
La cabeza Gorgona
capaz de tornar piedra miradas seductoras
fue al centro del escudo
de la imperfecta diosa.
Pausanias dijo,
víbora Atenea
Medusa, diosa serpiente minoica
reina amada o temida?
Las dos tal vez la misma cosa
y prosiguió,
Atenea, me falta algo Medusa
no puedo consumirme ni apagarme
ni tampoco decir cuando era joven
cuando sea vieja o cuando muera.
Siempre cabalgaré hacia el infinito
porque ibas a morir pudiste amar
te di el amor te di la muerte.
*
Simplemente te morís.
Tomamos un par de vasos de vino. El viejo
tenía el hígado destrozado y en medio del
alcohol dijo: “Tengo muchos finales para
este relato”.
* N. del E. Alexis Banylis es librero, editor y escritor. Sus textos permanecían inéditos. Selección: José Villa.
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