Dormida en el sillón
Selección de textos, por Marcelo D. Díaz
Transformación
Y ahora, de golpe, papá,
a vos y a mí nos gusta transformarnos.
Vos casi siempre sos un pájaro:
andás libre, suelto,
te posas donde quieras
–hasta una golondrina
bien azul brillante–.
Y yo también a veces me transformo
en mi hoja del árbol preferida
Pero hay igual algunos días
en que estoy nomás
como la rama que se quiebra,
el nido que se cae de la rama,
los huevitos del nido
desperdigados por el suelo,
y la tristeza me pone como a esas
cosas que se rompen y pierden.
Tranquilidad de hablar
Hablo con la tranquilidad
de los que no tienen que ser oídos,
de esos a los que nadie tiene que escuchar.
Ahora mismo soy como el pajarito
al que no le acierta ninguna piedra,
el pez al que no lo pescan, feliz en el agua.
Las palabras me arropan este rato
que lo paso hablando con vos
y no siento nada de frío
y no me asusta ni un poquito la oscuridad.
Mirá cómo ya todo lo que decimos
se hace de la sombra,
y nadie nos escucha ni a vos ni a mí,
y hablamos muy tranquilos
como si conociéramos la lengua de los pájaros.
Mirá cómo lo que decimos la perfuma a la noche,
Igual que si las palabras se abrieran como flores,
como si nuestro idioma fuera una flor rarísima,
de esas que se abren,
aunque no haya luz.
De El arte de silbar (2014)
Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras
¿Será cierto
que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras,
serán ciertos
los fugitivos actos de memoria
que descubren,
apenas entrevisto,
el amoroso borde
de una forma completa?
Cuando del denso espejo,
de la superficie azogada
que prospera
en toda vida,
emerge un ciego
resplandor de plata
¿qué pez será
moviéndose en lo hondo
el que así vuelve?
¿Qué nota breve
ofrecida por el relámpago,
sesgo
de otra inaudible
pero más vasta música?
¿Rémora en leviatán
o apenas dócil
cardumen ondulando
en danza
bajo el sueño?
¿Hacia qué móvil mar,
hacia qué mayor
misterio quieren ir
de ese modo tan frágil,
si es cierto
que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras?
Lección
Sabernos ir,
dijo tu voz querida,
todo está ahí,
la clave del decoro
y la nobleza
ganada de una vida
se alcanza en ese gesto.
Cierre final
del círculo, encontrado
un poco de azar
y otro, por coherencia,
por hacerse
el ciego lazarillo
de sí mismo,
poniendo el corazón
al frente de los pasos.
Estas cosas se aprenden,
me dijiste,
en parte de los libros
sí, cuando la palabra
todavía es humana
y no ha perdido
su lustre tibieza,
pero más
te enseña la tenaz
partida de los otros.
Si se van
con dolor o con pericia,
no es lo que cuenta,
importa
ese último momento,
que sin decirse ocurre,
y dicho sonaría quizás
a: Sí, te dejo ahora
y no me quejo,
seguro hubiese
querido más,
qué hacerle,
no se pudo.
Entonces pasa,
justo ahí
se suelta el alma
como un barquito,
una pequeña
barca en aguas
que ni tan frías son
ni tan profundas como dicen.
Yo creo en todo esto,
dijo tu voz querida,
y de ahí tanto esfuerzo
por aprenderlo, tanto
apuro
por no apurarme: quiero
llegar a tiempo.
De Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras (2008)
*
III
La noche laxa
triunfa en su silencio.
¿Qué va a decir
la helada mariposa
en el capullo
tejido de sí misma?
Hebra ligera
que en un suspiro
se disuelve:
su íntima consistencia
es más secreta
que la gota
en la savia
de la hoja.
Manso recogimiento
que evanesce
apenas apunta
el deseo de nombrarlo.
XXXII
Y sus irradiaciones
dice el rayo
que son una forma
del poder de Dios
lanzado
sobre la hoguera verde
de los sauces
mata
divinamente
De Celebración de lo invisible (2003)
*
Un poema para Negrita
¿Sos una niña que sueña dormida en el sillón,
plácida y a la vez inquieta? ¿Cómo serán tus sueños?
Tantas cosas como nunca sabremos la una de la otra
y sin embargo,
se prueba firme el hilo invisible que nos une.
Tiempo y algo más a lo que tu silencio
ni mis pocas palabras pueden poner un nombre.
Tres veces tiró la muerte del otro lado del cordel
y te zafaste.
La cazadora, mientras tanto, prepara qué curioso señuelo
desde su rincón en sombras,
allá sobre el gran océano en que tarde o temprano
su red volverá a reunirnos a las dos.
*
Corona del día
Una fila de árboles al oeste
perennes y caducos y una ruta lisa
por donde vamos pasando
como si la vida fuera esto,
ni duración ni muerte,
un instante perdido en la belleza
de ser nomás lo que es,
tiempo y cielo, sobre nuestras cabezas
por un segundo, la corona del día.
*
Conversación
Y ahora me digo
qué importa si somos para siempre
los buscadores que nunca encuentran,
los que llevan solitos sobre el lomo
su bulto de pesares y de cosas
que no son únicamente tristes.
Acá estamos, echando hojas todavía,
como el malvón que apareció en el patio,
se creyó que estaba en una selva
y se va en tallos y flores para todas partes.
No me importa tampoco
si de eso nada más se trata nuestra vida,
hermanito, que a veces te veo
agachar la cabeza como un santo
en el momento negro de la duda,
y qué dios ni qué nada, o preguntarte
dónde dejaste el tiempo que te dieron.
Mejor para nosotros ser chiquitos,
sumar al número de la multitud anónima
aunque mañana nadie nos recuerde,
¿o te olvidás del grano de mostaza
donde cabía el reino de los cielos?
Yo me digo estas cosas porque espero
que a vos también te hablen:
vuelan los años y qué difícil
es mantener entero el corazón.
Poemas inéditos
Sonia Scarabelli (Rosario, 1968)
Docente y perriodista. Algunos de sus poemas han sido publicados en numerosas revistas digitales como Vox, Los amigos de lo ajeno, La Hidra y Los Noveles. Actualmente dicta talleres de lectura y escritura.
Poesía
El arte de silbar, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2014
Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2008
Celebración de lo invisible, Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2003 (Premio Municipal de Poesía Felipe Aldana de Rosario)
La memoria del árbol, Rosario, Los Lanzallamas, 2000
Antologías
Penúltimos: 33 poetas de Argentina (comp. Ezequiel Zaidenwerg), México Unam, 2014) a cargo de
Narrativa
La orilla más lejana, Rosario, EMR, 2009
Links
Poemas. Otra Iglesia es Imposible / Nueva Provenza / Emma Gunst / Hablar de Poesía
Reseñas. «Una intensidad misteriosa…», por O. Aguirre, en Eterna Cadencia / «Poemas que invocan…», por B. Vignoli, en P/12