Ivana Muzzolón nació en Moreno en mayo de 1980. Actualmente vive en Lezica y Torrezuri (Luján). Es maestra, actualmente directora de una escuela primaria. Licenciada en Ciencias de la Educación de la UNLu donde participa en proyectos de extensión. Además trabaja en la formación de docentes de nivel secundario. La mosca en el techo es su primer libro publicado. A continuación, una entrevista y poemas del libro.
Intimidad lúcida
Por Augusto Munaro
La mosca en el techo (Buenos Aires, Cave Librum, 2016), de Ivana Muzzolón, es un poemario que ilumina la fugacidad de la belleza. Una poesía que no utiliza las palabras por la sensualidad que desprenden, sino por el silencio que concentran. Poemas breves, de pocos versos, que petrifican instantes, pensamientos etéreos, cotidianos. Su lírica es todo eso, y es nada a la vez; es siempre otra y la misma. Este libro lo recuerda con belleza inusitada. La terca opacidad de la ausencia.
-Hay una mirada de mujer esclavizada, de “fiera domesticada”. ¿Podría llegar a considerarse el poemario como feminista?
-Empiezo por el porqué. La historia del feminismo tiene larga data en el mundo y en nuestro país también. Pero, en la actualidad, estamos viviendo una época en la que las discusiones de género van permeando muchas instituciones y en ese sentido y como parte de este constructo social no soy indiferente. Cuando regreso y vuelvo a cada rincón del poemario encuentro una puja, una tensión que se presenta en toda su extensión. Y creo, que en ese movimiento se concretan/evidencian rasgos feministas-clasistas. Hay una decisión que tomo como poeta y es la de proponer una literatura que carga consigo una moral, un compromiso con ese movimiento que surge, sin lugar a dudas, de una concepción ideológica de la vida y de mi posición frente a ella. Creo que en la poesía damos cuenta/parte de nuestra participación social. En tanto, desde la poesía interpelo a este mundo y este mundo mi interpela. La poesía que surja de esta tensión-entiendo- no puede hablar de otra cosa. Porque, es en esencia la expresión de ese “ser social” que soy. Como diría Guerogui Plejánov, todo arte y particularmente la literatura crecen dentro de una “mentalidad social” que siempre está condicionada por las relaciones sociales de una época. Esta densidad/realidad se transforma –entre otros– en un lenguaje escrito, en el que reconozco sus límites. Pero, que de todas formas nos/me permite la existencia de la reflexión sobre este proceso social e individual. Existe una evocación de todo aquello que porto y que se combina con una resistencia al lugar/permanencia en el que las mujeres hemos sido educadas. Entonces, puede considerarse a La Mosca en el techo como un poemario feminista.
-¿Qué noción de estructura tenías en mente cuando escribiste La mosca en el techo?
-La organización de los poemas y la búsqueda de su recorrido fue una construcción de invierno. Entre guisos, salamandra y vino. En ese escenario y en esa época en la que todo se vuelve más íntimo, más silencioso, donde la introspección se vuelve compañera la estructura tomó forma. Fue una etapa en la que con una gran amiga, Paula Novoa, nos fuimos hermanando en la escritura de lo que en principio quería ser un único libro de dos autoras. Luego, en el mientras tanto, se fueron separando, cada uno llegó a una instancia de madurez en la que fue necesario reconocer una emancipación mutua. Pero, en el que reconozco fue necesario ese encuentro para lograr una independencia también. Estoy segura de eso. Lo cierto es que la estructura fue parte de un proceso complejo, extenso, de escrituras y reescrituras. Justamente, en este caso, fue todo lo que no tenía en mente o creía que iba a suceder, solo sucedió. Y de esos encuentros surgió Hija de Mala Madre de Paula Novoa y La Mosca en el techo, mi primer poemario.
-El amor, el miedo a la locura… ¿qué rumores atraviesan el libro?
–También el desamor, la pasión, el duelo, el encuentro y el desencuentro, la resistencia y un impulso de lucha. Hay muchas emociones que se fusionan o muchas veces se enfrentan. No encuentro otra manera de atravesar las contradicciones que no sea nombrándolas y haciéndolas visibles por medio de la palabra que le da corporeidad.
-“Mujer pájaro”, habla sobre un deseo muy particular. ¿Qué sentimientos te llevaron a escribir ese poema?
-Escribí ese poema cuando desperté en la casa de un amigo. Dormí incómoda en un sillón. Recuerdo que llovió toda la noche. La sensación fue la incomodidad y la melancolía que me trajo la lluvia. Pero, también, una profunda pulsión de desahogo y de vuelo.
–La atmósfera de angustia se hace sentir en “Diciembre”: “Sólo incertidumbres/ en un desierto de anécdotas planificadas”. ¿La poesía “es un escondite provisorio”?
-Siento que la poesía no me resulta un escondite. Por lo contrario, vivo la poesía como desnudez. La poesía me vuelve, más de las veces, en predecible. Incluso, espero que así sea. Porque la poesía dice, no calla ni oculta. Están en ella todas nuestras evocaciones a la sexualidad, a la política, al deseo, a los miedos al dolor, a todo lo que portemos en ese devenir poético. Por eso digo, la poesía no puede esconder lo que por “naturaleza” trae consigo.
-Según tu criterio, ¿de qué depende que el tiempo degrade a un poema y las palabras pierdan su belleza?
-No creo que el poema se degrade. En todo caso creo que pierde fuerza evocativa. Y por lo mismo, las palabras no pierden su belleza, es la época la que no se las otorga.
-¿Lo sugerido es más efectivo que lo explícito?
-Creo que sí.
-¿Por qué?
-Porque lo que no está dicho puede crearse. Es una invitación a la re-creación, es una acción que provoca otra acción: la de imaginar.
-Recuerdo que Emerson decía que los razonamientos no convencen a nadie. ¿La poesía tiene alguna lógica racional?
-La poesía posee principios explicativos de la realidad. En ese sentido, tiene una lógica racional propia y distinta a otro tipo de expresiones. Siendo la poesía el resultado de un acto mental es imposible pensar que la razón no intervenga en este acto. Lo que hace la diferencia es que la razón es tamizada por lo irracional.
-¿En poesía el asombro dura solamente un instante?
-No es mérito de la poesía el tiempo que dure. Depende del lector/a, y de nadie más.
-En “Marea”, trabajás la metáfora con buenos resultados.
-Es una de las poesías que marca un salto de sentido. Es una marca dentro del índice. Donde las metáforas toman más presencia.
-Ivana, ¿la poesía puede/debe contar historias?
-Creo que puede, no sé si está en su deber. En todo caso la poesía cuenta cosas, nos dice algo. Los versos pueden ser como estantes en los que se guardan fragmentos de una o varias historias que no se pronuncian pero se asoman sutilmente. A veces se encuentran y otras veces no. Aunque nunca están ausentes.
-¿La poesía es una historia o muchas, o acaso, una síntesis de trayectos?
-La poesía puede ser todo eso por separado y todo junto a la vez.
-Hacia el cierre del libro, escribís tres monólogos. Textos donde extendés la respiración. La hacés más narrativa.
-Esos tres monólogos fueron escritos cuando estaba en la etapa final de mi único embarazo. Tenía en ese momento una activa participación en una organización estudiantil en la Universidad Nacional de Luján. Uno de los ejes centrales, en ese momento, era el lugar de las mujeres y nuestra intervención social a partir de distintas expresiones artísticas. Así surgió la propuesta de escribir alguna obra que pudiera servirnos de apoyo para desplegar conversaciones/debates en amplios espacios. Ya que entendimos que el arte es un lenguaje común que permite acercarnos a distintos contextos socio culturales. Su intención y búsqueda fueron completamente diferentes a los momentos en los que comencé a escribir poesía. La realidad es que empecé a escribir narrativa y luego pasé a escribir poesía en una instancia en la que su escritura me permitía concretar una suerte de síntesis necesaria.
-En La mosca en el techo, podemos encontrar muestras no sólo de lo lírico, lo meditativo, sino también de melancolía…
-La melancolía es un dolor incómodo que se aferra a sí mismo. La Mosca en el techo es de alguna forma un intento de ese despojo. Detrás hay un entierro, un duelo y nuevos cimientos.
-John Berryman solía decir que para ser poeta uno debe sacrificarlo todo. ¿Estarías dispuesta alcanzar ese grado de entrega?
-El sacrificio como una demostración de fe, no. Sí creo que para ser poeta hay que despojarse de todos los prejuicios posibles, tomar bocanadas de aire gigantes para sacar afuera todo aquello que se guarda en el fondo del último cajón. A eso si estoy dispuesta.
-Sos pintora. ¿La pintura influyó en tu poesía?
-En realidad fue al revés. Empecé a dibujar y pintar después de empezar a escribir. Primero algunos ensayos aislados en casa. Después lo abrí a amigos/as que me alentaron a tomarlo como una práctica habitual. Así fui tomando velocidad. Cuando estábamos con Paula pensando en los dos libros le propuse algunos dibujos que emergieron en ese tiempo y de allí ambas elegimos las tapas. En el caso de La Mosca en el techo es un libro iniciático en doble sentido. Pero, siento la creación de la pintura o de cualquier arte plástico desde el mismo lugar en que vivo la escritura.
Poemas
Mujer pájaro
Al mediodía
no quiero ser
mujer entre pájaros.
Quiero ser
mujer pájara.
Mujer de pies anchos
y cuello delgado
de líneas sutiles.
Sutil
por la espalda,
delicada entre las caderas
libre en las sienes.
Al mediodía
ser una pluma
y tremolar
en el mismo viento.
Diciembre
Sólo incertidumbres
En un desierto de anécdotas planificadas.
Marea
La marea no se llevó la arcada ni el sonido del viento,
quedó golpeando el llamador.
La marea de domingo rompió las fotos.
Pero no se llevó los cristales rotos.
La marea vomita
pero no basta.
Tus mareas no se llevan todo.
Mientras bailamos la danza de la muerte,
la marea nos aterra.