La epigrafista: Conversación con Paulina Vinderman

Paulina Vinderman es una poeta de la palabra y de la forma pura; tal vez por eso su obra ha lucido con cierto carácter extemporáneo desde su primera publicación, a fines de los años setenta. Su escritura, reflexiva y estética, tuvo entre sus primeras referencias, como ella lo señala, a autores como Edgar Bayley y Raúl Gustavo Aguirre. Este punto de contacto contribuye a una poética, de referencias mínimas, claras y relevantes, que encuentra siempre el momento de decir que la única forma en que la poesía puede hacerse es abriéndose y descubriéndose a sí misma. Habla, con insistencia, con incertidumbre, de la forma siempre en fuga del arte poético, y de ese modo evoca lo que el lenguaje tiene de absoluto. Sobre estas y otras cuestiones transcurre la conversación con Carolina Massola. Se agregan poemas (dos inéditos), datos bibliográficos y un registro de audio que complementa la charla, en el que la autora lee algunos de sus textos.

Por Carolina Massola

¿Por qué una “conversación”? Muchas veces he conversado con Paulina Vinderman en el bar Varela Varelita, como muchos/as poetas, claro. No soy una excepción. Sin embargo, en algún momento y a raíz de algunas conversaciones comencé a sentir la necesidad de resguardar alguno de esos momentos. Cuando menciono y hago uso de la palabra conversación hablo de la instancia que posibilita recibir respuesta a algunas de mis preguntas que de manera espontánea surgen. Momentos que uno quisiera retener de algún modo. En principio le propuse esta “conversación” escrita, en medio del proceso se me ocurrió que podríamos ir más lejos y registrar, ¿por qué no?, también una conversación real. Así que basándome en las preguntas y respuestas escritas configuramos la suite en el Varela Varelita. El espíritu de esta conversación es simplemente atesorar algo más íntimo con Paulina Vinderman. Además de su poesía, claro, intentar alcanzar un tono más confidencial si se quiere.

Carolina Massola. A través de la lectura de tu obra poética, se hace notoria la tensión que nace de la oposición recuerdo-olvido. Cito algunos puntos de referencia: en tu libro Ciruelo encontramos en dos poemas las siguientes preguntas: “¿qué recordaremos cuando recordemos?”; y más adelante: “El pasado es una emboscada, una batalla perdida…”; en Cuaderno de dibujo: “No, no me doy ‘permiso de olvido’*” [*Francis Ponge]. También en Escalera de incendio: “El dolor de los olvidos es una mirada, digo / y estiro mi mano hacia un barco”
a) ¿Es una oposición recuerdo/olvido o podríamos pensarla  como una relación intrínseca del ser humano arrojado al lenguaje, al tiempo?
b) ¿El poema logra responder de algún modo esta preocupación por la instancia de recordar, por la operación de recordar y su relación con el tiempo y en el tiempo?

Paulina Vinderman. Sí, tengo una obsesión con el tema. Siempre vi al olvido como una traición, a veces una traición dulce y necesaria pero traición al fin. El olvido es una muerte. Es inadmisible en lo colectivo y doloroso en lo personal. La poesía es crucial acá; una de sus virtudes fundamentales es su capacidad de memoria. En su puesta en palabras nos da la certeza de que el lenguaje ha dado cobijo a la experiencia, a la visión, al sueño. Una vez la definí como una vasija llena de memoria y también como agua de resistencia. Comparto con Brodsky la fascinación por un verso de Auden: “El tiempo adora al lenguaje” (Time worships language). Si lo adora, significa que el lenguaje está en  una instancia superior al tiempo (y nosotros somos lenguaje, somos humanos gracias a él). El poema logra unir pasado, presente y futuro en un entrelazado vital que nos sostiene, nos define. Por otra parte, el pasado es una región difícil de aprehender; la memoria—sabemos— es una tijerita afilada que recorta como se le antoja. Por eso en “Hospital de veteranos” escribí: “Soy una epigrafista y creo en mi dolor” (otra vez Auden: Believe your pain). Después titulé “La epigrafista” otro de mis libros. Un epigrafista es un arqueólogo especializado en descifrar antiguos textos, generalmente sobre piedra, de civilizaciones a veces desaparecidas. Creo que el poeta es siempre un epigrafista, intentando comprender el lenguaje del mundo.

C.M. En el poema de Ohme que dedicás en Cuaderno de dibujo a los pintores del Paleolítico (poema que me has leído en algún encuentro en el Varela Varelita), decís: “Un poco más, un poco más, y será una presencia…”, y luego: “Me he  convertido en un pintor de ausencias”. ¿Podemos pensar que aquí el recuerdo se dice presencia y el olvido ausencia?

P.V. No, no. Acá la palabra ausencia tiene un peso mayor. No es sólo la ausencia del animal que queda representado sino esa tristeza que subyace a toda creación y remite al origen, a la Gran Creación. Es una melancolía ontológica que inunda toda imaginación (Kristeva dixit).

C.M. En una entrevista que te hizo Rolando Revagliati en 2014, afirmás, en relación con Cuaderno de dibujo que estaba en proceso de producción, lo siguiente: “Es, en realidad, una reflexión sobre la génesis del impulso, sobre la profunda necesidad humana del arte. Y sobre la íntima relación entre poesía y pintura”.
a) ¿Sentís que con este libro lograste profundizar esta reflexión?  ¿Lograste tocar el alma de la cuestión que indagabas, de esta relación que te obsesiona entre poesía y pintura?
b) Volviendo al poema de Ohme, es muy notable –en varios aspectos pero destaco uno–, como en dos instancias diferentes se menciona la misma idea: «Me he esforzado en sus patas y en hacer oír / la sombra de su rojo sangre». Y luego: «Ohme es feliz porque ha aprendido el sonido / del color».
Esta relación que se destaca en el poema: En el poema el pintor oye y hace oír el color; ¿el poeta y el pintor rastrean lo mismo?

P.V. Ay Carolina, no sé si logré «tocar el alma de esa inquietud». Sólo pueden decirlo los lectores. Sé únicamente que hice el intento.
Siempre me interesó la íntima relación entre poesía y pintura: grandes poetas y pintores han escrito sobre el tema; recuerdo a Braque en especial, sus notas de reflexión sobre su tarea.
“Cuaderno…”, sin proponérmelo, comenzó a girar en torno a la génesis, el impulso primario de la lapicera y el pincel: esa aceleración de la percepción, la visión de relaciones insospechadas.
Y sí, Carolina, el sonido tiene color y el color sonido. Esta es una maravilla que la vida nos regala y nos demuestra la fuerza de su totalidad.
¿Qué agrega vida a la vida?
Y “vida” es lo que ansiamos para el poema. Emily preguntaba: ¿Respiran mis poemas?

C.M. En esa misma entrevista ya mencionada, expresaste la idea de reunir en una publicación varios artículos que has escrito sobre escritores y algunos pintores. ¿Tendremos novedades al respecto?
En ese comentario mencionás a Raúl Gustavo Aguirre, al Movimiento Poesía Buenos Aires y a Edgar Bayley entre otros. ¿Qué legado creés que le dejaron a la poeta Paulina Vinderman de hoy? Es decir, ¿se puede hablar de alguna influencia a partir de esta experiencia?

P.V. Por ahora no tengo pensado reunir esos artículos.
Con respecto a Poesía Buenos Aires, fue un hito en la poesía argentina; abrió las puertas a lo que se estaba escribiendo en el mundo. Tradujeron por primera vez a René Char, a Elytis, a Dylan Thomas… Además de una revista de excelencia que se extendió por diez años, Poesía Buenos Aires fue un movimiento; colaboraban pintores y escultores, delinearon una vanguardia.
Aguirre y Bayley eran mis referentes, de modo que los abordé con mi primer librito y me recibieron con alegría, con asombrosa, emocionante generosidad. Me legaron esa pasión intacta por la poesía, que jamás los abandonó y una postura ética a prueba de balas.

C.M. Tradujiste a Sylvia Plath, a John Oliver Simon, a Emily Dickinson, James Merril, entre otros. ¿En qué pensás cuando se menciona el concepto de traducción? ¿Tenés alguna posición tomada a priori respecto de la traducción poética o eso sucede ante el poema mismo?
a) En algún texto sobre traducción leí que las obras que los traductores-escritores/poetas traducen, forman parte de su propia obra. ¿Qué pensás al respecto?

b) En conexión con la pregunta anterior, los poetas que tradujiste y sus obras, ¿dejaron algún rastro en tu escritura, en tu propia obra?
c) Suele afirmarse que es imprescindible ser poeta para traducir poesía. ¿Cuál es tu opinión? ¿Hay otras condiciones que deba reunir un traductor de poesía?
d) ¿Trabajás en algún proyecto de traducción actualmente?

P.V. ¡Ah, la traducción! Un desafío aún mayor que el poema.
De ninguna manera puedo pensar que mis traducciones forman parte de mi propia obra. La labor es dar voz a ese poeta en castellano, tratando de que suene musicalmente bien y que no desmienta la escritura original.
En cuanto a si los poetas que traduje dejaron alguna marca, supongo que algún rastro dejaron, es inevitable, pero no suelo detectarlo.
Creo deseable que el traductor de poesía, si no es poeta, sea un gran lector del género, un conocedor.

C.M. En el ensayo de Albert Camus Le mythe de Sisyphe – El mito de Sísifo, Camus dice en relación al arte: Si le monde était clair, l’art ne serait pas / Si el mundo fuera claro, el arte no existiría.
Y en este poema de Mark Strand traducido por G.A. Chaves leemos: En un campo / yo soy la ausencia / de campo / Esto es / siempre así. / Donde sea que esté / yo soy lo que falta. ¿Hay, Paulina Vinderman, una relación entre el arte y el mundo? O, como nos lleva a pensar el poema de Strand, estamos ante una falta de…?

P.V. El arte es una profunda necesidad humana; el deseo de desentrañar, desenmascarar el mundo, nuestra relación con lo ilusorio y la realidad y la frontera que los separa. Iluminar los rincones oscuros de la existencia y del pensamiento, un viaje de lo conocido a lo desconocido. Creo con Bachelard en esa “emergencia de la imaginación”.

C.M. ¿Estás trabajando en algún nuevo libro de poesía? ¿Algún proyecto nuevo verá la luz pronto?

P.V. Tengo un libro inédito “en remojo” y estoy por cerrar otro.
Está en marcha mi Obra reunida que me tiene emocionada y en vilo, porque es un proyecto de María Malusardi al cual ella sumó a Eugenia Straccali, y que se editará por Alción.


Audio

Registro que complementa la conversación transcripta,
tomado en el bar Varela Varelita, de Buenos Aires,
en abril de 2019. Para acceder al audio, aplique sobre
la imagen o aquí.










Selección de poemas

De Ciruelo (2014)

6)

El mundo se parece a una bomba sin estallar.
¿Llamaremos a un zapador para desactivarla?
¿O dejaremos que arda, orgullosos de nuestro juguete,
inmolándonos con él?
Desde la galería arrojamos poemas a la noche.
Los leemos en voz muy alta, como universitarios aplicados.
Los leemos a los hombres cansados que duermen
En las cubiertas relucientes de los camaroneros.

“Los que duermen y los muertos no son sino pinturas.
Sólo los ojos de un niño se asustan ante
un diablo pintado”, hago decir a Lady Macbeth.
“Escucha, escucha, escucha, la voz de los hoteles”,
             pide Mutis
por tu boca.

¿Qué recordaremos cuando recordemos?

Años después, esos versos seguirán estirados
como tendones de la noche, antes de dormir:
la única absorción de luz en una estación desahuciada.
La voz humana: una ópera que hacer callar
por un momento a los dioses en la catedral
del mundo.


19)

El cielo es tan bajo que casi alcanzo a tocarlo.
¿Puede la belleza causar pánico?
Extraño el cielo lejano de mi ciudad,
mi ciudad que habla a través de la bruma,
a través de sus ventanas: ellas pueden ocultar
la lealtad de la pobreza con una canción.
Me refugio en una tiendita igual a las de mi infancia:
madera oscura, una regla carcomida, telas baratas
de algodón de colores brillantes que se perderán
con el lavado.
(Oh, una madeja de hilo inglés, un metro de cinta blanca,
un cuarto de broderie y no olvides el vuelto).
Mi infancia toca las cuerdas del poema en Ciruelo
como un ciego adivinando el futuro.
¿Una emboscada?
El pasado es una emboscada, una batalla perdida
y un hotel al que no nos dejan volver.
Salvo la precisión de la sorpresa desvaída
en esta cueva camarote que huele a alcanfor,
tiendita desconocida y familiar en Ciruelo:
todo un mapa de fe.


De Cuaderno de dibujo (2016)

Mi caligrafía es de agua, muda como un pez.
Trata de perturbar la distancia
hasta hacerla hablar.

Borrones de tinta negra envenenados de deseo.

No, no me doy “permiso de olvido”.*

El viejo —precioso— nudo del corazón
no se deshace fácil,
por eso viajo con un poema rápido
sobre una blancura que engendra un lenguaje.

Dulce como la tierra,
sin ningún respaldo para morir.

 

* permiso de olvido : Francis Ponge.

                        *

A la luz de la antorcha que Ohme sostiene,
el bisonte resplandece.
Me he esforzado en sus patas y en hacer oír
la sombra de su rojo sangre.

Un poco más, un poco más, y será una presencia,
así dicen.

Mi cansancio es triste
cuando suelto la espátula de hueso.
Ohme es feliz porque ha aprendido el sonido
del color.
¿Soy sólo yo?
¿Sólo yo siento en mi estómago la ausencia?

Me he convertido en un pintor de ausencias.
No soy el animal, el animal no es.
Vivo para esta hecatombe:
buscar el lugar anterior al mundo,
como perro lobo que aúlla en la noche.

a los pintores del Paleolítico


De Escalera de incendio (1994)

Testimonios entre ríos

El dolor de los olvidos es una mirada, digo
y estiro mi mano hacia un barco. El olor
de los muelles es un lugar.
A veces llaman, mientras mi corazón está
ocupado en la turbidez de un río de frontera:
el modo en que se concentra
sobre la vendedora de la terminal de ómnibus
y le ahueca los ojos.
Me abro paso entre vasos de papel, voceros
de naranjas.
A todas horas escucho el trajín
de las calles que no son las avenidas
de la historia.
Desaparezco —y me olvidan—
usando un cielo incoloro por sombrilla.

El viento trae las noticias:
tarjetas empolvadas de invitación
que llegan irremediablemente tarde, informes
sobre lo que sucede en esta ciudad
que nunca mira las barcazas junto al río.
Mi vida es dada a la vida
(los rasgos de la cara disueltos en la lluvia
como los de un poblado tropical)
Me vacío
ante la resistencia del aire, con el
mismo gesto con que muchas mujeres se desnudan
ante una ventana imaginaria.

Y es casi un disparo en la noche
la forma que elige la seca penetración
de lo real:
un crimen sin testigos ni amarras, en la
opacidad de los días.


De Hospital de veteranos (2006)

7

El sargento cojo reparte las mantas
como medallas al valor.
Recorro con él el pabellón y me cuenta
su historia, amarga, (almendra amarga sin cianuro).
Padre mira con asombro su manta anaranjada
que resplandece como alguna vez su vida,
como alguna vez el pelo de mi muñeca
en su bolsillo enorme.
da vuelta la cabeza, se va a su rincón sombrío
sin que pueda seguirlo,
yo quedo tratando de hurgar entre los hilos
de la vieja cobija alguna letra de un idioma
perdido.
Soy una epigrafista.
Y creo en mi dolor.


Inéditos

[Quise dormir…]

Quise dormir en la vieja cama del arte
para encontrar consuelo.
Es un viejo sueño, me dice el arqueólogo.
Un sueño desde las cuevas del paleolítico,
sólo se necesita coraje al despertar.
La realidad semeja un eco de migraciones,
una llanura seca donde buscamos un árbol                                                            ………………………………………………………./de mango
para hundirnos en su sombra.

Lo real siempre está diciéndonos adiós.


Mayo 2020

El dolor del mundo me hiere,
pero no hasta el poema.
Esto no es un poema.
Él quiere hablar de ríos, de montañas,
del dibujo iluminado de una flor,
como el de Berger.
La distancia humea a pérdida
y a insomnios en la flaca ciudad.
Y nunca vi al sol tan silencioso.
Mi mano (hiperlavada) busca en el diccionario
qué decir,
y no pregunto si hay puentes.
El corazón es un caballo loco, mi mente
un ciervo perdido.
Los animales saben lo que no sé.
La noche no, la noche canta canciones
casi olvidadas.
El dolor es perfecto.
¿Puede ser perfecto el dolor?

                                                        4 de mayo de 2020



Paulina Vinderman (Buenos Aires, 1944)

Poeta y traductora, reside en Buenos Aires. Su obra ha sido incluida en diversas antologías y traducida al inglés, al italiano y al alemán. Publicó artículos en revistas literarias y suplementos culturales de medios como Clarín, La Nación y Diario de poesía. Obtuvo, entre otros, el Primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires (bienio 2002-2003); el Premio Nacional Regional, Secretaría de Cultura de la Nación (cuatrienio 93-96); los Premios Fondo Nacional de las Artes 2002 y 2005; Premio Citta de Cremona, Italia, 2006, al conjunto de su obra; Premio Academia Argentina de Letras a su trayectoria y a su libro Hospital de veteranos, 2004-06 y El Premio Alfonsina Storni, poeta de la década en 2019.

Poesía
Cuaderno de dibujo, Córdoba, Alción Editora, 2017
El buzón, Buenos Aires, Mediaisla editores, 2015
L’epigrafista, Roma, Edizioni Fili d’Aquilone, 2015
Ciruelo, Córdoba, Alción editora, 2014
Bote negro (trad. Alessandro Prusso), Italia, Editorial de lo imposible, 2013 La epigrafista, Buenos Aires, Hilos editora, 2012
Rojo junio y otros poemas, Antología poética, Buenos Aires, Ediciones Ruinas Circulares, 2011
Bote negro, Córdoba, Alción Editora, 2010 / Vaso Roto Ediciones, España-México, 2010
Los gansos salvajes Antología, México, Universidad Autónoma de Nuevo León, Posdata Ediciones, 2010
El vino del atardecer. Antología, El suri porfiado, Buenos Aires, 2008 Hospital de veteranos, Alción Editora, Córdoba, 2006
Transparencias, Antología, Bogotá, Arquitrave Ediciones, 2005
El muelle, Córdoba, Alción Editora, 2003
Cónsul honoraria, antología personal, Buenos Aires, Vinciguerra, 2003
Bulgaria, Buenos Aires, Libros de Alejandría, 1998
Escalera de incendio, Buenos Aires, Último Reino, 1994
Rojo junio, Buenos Aires, Literatura Americana Reunida, 1988
La balada de Cordelia, Fundación Argentina para la poesía, Buenos Aires, 1984
La mirada de los héroes, Botella al Mar, Buenos Aires, 1982
La otra ciudad, Buenos Aires, Botella al Mar, 1980
Los espejos y los puentes, Buenos Aires, Buenos Aires Sur, 1978

Links
Datos y textos sobre la autora. En Paulina Vinderman
Poemas. En Vallejo & Co. / Círculo de Poesía / Página de Poesía / La Poesía Alcanza para Todos
Entrevistas. «La poesía siempre será perder lo que consigo nombrar», por M. Malusardi / «La poesía, un juego mayor», por A. Munaro / Entrevista en Lexia, por R. Revagliatti
Video. Entrevista, en Audiovideoteca de Escritores


Créditos
Registro sonoro: Javier Massola
Entrevistas: Carolina Massola
Edición: José Villa