feroz alegoría de la velocidad
en el instante previo
el rebuznar constante y acechado
el miedo
jugando entre los lirios
en el vapor de los álamos
su conjugación
trocar lo ambiguo de la realidad dentro del misterio
como si fuera un aljibe repleto de lluvia
apenas queda un reflejo de voz
un espejismo incandescente, una estela
la paridad como una ofrenda
a la sombra de la redondeada copa de un árbol
o de la luna
protagonista de un yo
que de tan íntimo se parte
ardiente entre los escalofríos
solo queda la escarcha esmeralda
y un simulacro de primavera
tan lejos ahora
deshecho entre la húmeda mata
el final del arco iris
se posa detrás de vos
y embalsama los espejos marinos
transparentes de carey
que la tormenta escandaliza
la tierra es tierna en su detalle
en cada recoveco donde se apoya
el peso del cuerpo
sí, parece que todo el tiempo
el porvenir se nos asegura
al lamer con la lengua fría el invierno líquido
las ágiles estampas que lleva consigo la tristeza
casi como hacer rodar una piedra cuesta abajo
hasta perderla o simplemente patearla todo el camino
de vuelta a casa
un alboroto de ruidos metálicos a media voz
hasta detenernos en la inocencia imaginaria del recuerdo
y ahí, el desmayo dulce de la tarde sobre nosotros
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Textos que acompañan la edición
Este sugerente libro de Ana Claudia Díaz invita al lector a dejarse llevar por las líneas sinuosas, extrañas, sorpresivas que trazan los recuerdos, como en un estado de ensoñación, la lectura como “un viaje que vuelve extraordinario al cotidiano”. Y nos sumerge en el mundo de la infancia –y su final–, ese universo paralelo cuyos momentos más dichosos parecen transcurrir mientras el mundo adulto duerme la larga siesta del verano. Exploración, descubrimiento, primeros amores, juegos, desdichas, desencanto, secretos. La presencia privilegiada del paisaje marítimo no es esa materia contemplativa que asombra a un recién llegado, aquí la poeta está en su medio natural, es parte de ese paisaje, figura y fondo de sus evocaciones.
Liliana García Carril
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Las cuatro secciones van acumulando caracolas mientras pierden palabras, y ofrecen hilos narrativos a partir de la recurrencia de las imágenes (“las cáscaras que caen con los primeros rayos/ cegándonos los ojos” nos recuerdan las “mandarinas horneadas [de que] está hecho el sol”, por ejemplo) generando un interesante efecto performativo: Díaz investiga la posibilidad del recuerdo de la manera en que ella misma nos lo provoca dentro del libro, a través de sonidos y visiones, “como un búmeran dentro de la memoria”. La boca boqueando en permanente demostración de sus posibilidades de “nudo nido” o “bosques buscan” desnaturaliza nuestra relación con el habla, haciéndonos conscientes de él y de su potencial de cambio, como si empezáramos a aprender una lengua extranjera, escondida dentro de la propia. Así, “la sensación del agua es siempre la misma” solo si desconocemos ejercicios como los aquí propuestos: “hay un río cerca, lo descifro”.
Enrique Winter
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