Carta de viaje
Elvira Hernández
Bahía Blanca, Lux, 2022 (Primera ed. Bs. As., Último Reino, 1989)
Vean el escualo que monto
…-la fiera figurada-
principianta ahí arriba
en mis faenas de pesca
…..encimera ahí
a horcajadas sobre ese pez mío
………….aletazo y aletazo
mancornados tocando tierra
……………………………………..él manco
……………………………………..yo herma
el escualo que monto
como meteoro o granizo
posándose en la colosal losa
………….mi magnífico insecto
pone sus patas en el parking de aviones
silencia la torre de control
y ruedo por la escalerilla de sus dientes
………….hecha vómito y milagro
*
Diez millones de inviernos se están cuajando en las alturas. Un péndulo preciso se balancea como alud de lágrmas sobre un ojo nublado. ¡Nunca nos encontraremos! Nuestro último horizonte se ha cerrado por mal tiempo. Nuestro último horizonte. ¿Horizon caillé?
No podré decir jamás si llueve. Un impermeable, un cortavientos, un sobretodo y las lunas protectoras de unos anteojos, me cobijan del mundo mientras camino por las irreales playas de Thule.
No es la montaña la que se interna en el mar, son promontorios vivos que ha botado la ola. ¡Jonás! ¡Jonás! Los naufragios comienzan tierra adentro. Sobre la piedrecilla se derrama contaminante el tánatos cetáceo. El cementerio marino. La gran arquitectura de hueso y desazón donde me encuentro varada.
No se ve un alma. Abiertos los ojos como alguna vez abrí las ventanas y sólo divisé el deseo de ver. ¿Paseabas ya tu sombra por el espejo de Arlanda, esos hangares, el manto amargo de escollos?
Yo me detuve en lugares oscuros, caminé por avenidas acuosas, mal iluminadas, entre vespasianas donde pernoctaba una gota de recuerdo y en sus muros vi escrita la profecía de Onán. A distancia se agitaban las banderas ojerosas de los apátridas que me recibían. Y, en mi espejo de bolsillo noté que iba quedando en blanco.
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