Bicho sin dueño
Leonardo Pez
Santa Fe-Buenos Aires, Lubieta, ed. de autor, 2024
Un envío para Bicho sin dueño
Por Sandro Barrella
Hola Leo, cómo estás. Ahora sí, leí Bicho sin dueño. Me gustó tu libro, es muy bueno. Pinta un mundo con una voz muy bien construida, que se manda a decir: “tengo algo para decir”, pero no impone las condiciones de lo que ve y retrata. Se deja impregnar por el paisaje (y paisaje acá es todo lo que el mundo tiene para ser visto), de esta manera la voz se trasciende a sí misma, no cae -para fortuna de los poemas- en el “abismo” de la autoexpresión.
Equilibrio delicado: sujeto/ objeto. Pax Interior. Transformación y continuidad del mundo de las cosas. Una epopeya urbana. Una épica rural. La bisagra entre dos mundos: de ahí, en la juntura, es de donde parecen salir los poemas. Muy potente el trabajo con la imagen, y a la vez, no caen en la tentación del remate.
Volviendo a la idea de la épica: claro que, sin héroes ni Troya, “vencedores vencidos”, podría decirse. No hay vuelta a casa, porque hoy, casa es ningún lugar. Tampoco se derraman lágrimas por eso, y si algún rasgo de melancolía dice presente en algún momento, bienvenido: ¿o alguien piensa que el mundo es una fiesta sin heridos ni contusos?
Hay una máquina de visión, y una mezcladora de sonidos que le impone el ritmo justo. Hay un diccionario, una lengua común, y hay un léxico personal, el encuentro adecuado con las propias palabras. Y hay, en la segunda parte del libro, una casa, que se construye con lo más próximo, lo más personal, y si bien el tono se vuelve más íntimo, no renuncia a la precisión de las cosas en sí, mantiene esa tensión entre aquello que se dice, y la lírica de la voz.
Así me salieron estos apuntes de lectura…te felicito por el libro, y te agradezco que me lo hayas compartido.
Poemas de Bicho sin dueño
Tecnicatura
Una ordenanza transporta saquitos
de té y café, leche y agua caliente
“En el corredor universitario
no hace tanto frío ni tanto calor”
Desde acá puedo identificar lugares
que no son de esta ciudad:
la basílica, bastante floja,
una calle de adoquines, negocios lejos
del centro industrial,
un castillo en venta al lado de un chaperío
Pongo las manos en jarra, proyecto
la sombra de una tortuga ninja
(suena en algún lugar de mi cabeza
la canción de Dennis C. Brown,
aparecen espada, antifaz, técnicas
y movimientos) pero no soy bueno
con las articulaciones
Los pájaros trazan líneas
sobre cornisas sobre molduras
En cada aire acondicionado
se aprecia el estilo de una época
Colgante
Las luces del puente iluminan
dos figuras: al caer
sus cañas parten el río
Fuman chupan bailan
se lavan las manos se besan
Foto mental:
dorados mojarras palometas
Foto real: canoa desatada en la orilla
Avanza un barco
barco blanco sin ventanilla
Lo único que se ve
es una débil luz roja, una roja luz débil
que no deja de ir al frente
Interurbano a Sauce Viejo
El sol se va estirando, lento, sobre la ruta 11
Por la ventanilla veo un avión
que despega de la pista del aeropuerto
entre viviendas depósitos boliches y moteles
(El asfalto erosiona los neumáticos,
su banda de rodadura desgrana caucho
Pero el interurbano sigue)
Al fondo cabecean estudiantes y trabajadores
Sube un paisano abrazado a un tarro con tripa de sábalo
pueda ser que haya pique
¿qué habrán dicho las palabras tatuadas en su hombro?
Lo que me espera es cruzar la calzada,
advertir que no vengan autos de ningún lado,
llegar a la papelera, aguantar la respiración,
y hacer 300 metros por el camino de tierra
El cielo evoluciona a otro azul
Yo estoy sentado en una silla
“asiento laminado en la cara superior
estructura de caño redondo, tubular antigolpes
regatones antideslizantes y forzados
pintura epoxi de alta calidad y duración”
En el respaldo lleva un papel encintado
con el curso de origen
Los de primer grado juegan en el patio
Miran a los de secundaria
entre huecos de castillos de arena
Por la canaleta que da a la Dirección
pasan residuos de la papelera de al lado
En sala de profesores
conversan sobre parejas, novias,
compañeros, señoras, hijos
El techo es flaco, pero los protege
de las injerencias del sol y de las aves
Hago tiempo en el aula de cuarto año
Pilar se acerca sin pedir permiso
Me lee la mano derecha, tendré éxitos
en mi economía personal
equilibrados
con una serie de fracasos sentimentales
Advierte una línea extensa
o sea que me quedan muchos años acá
Gostaun
Caen paltas
en el campo de mis padres:
como misiles teledirigidos tocan
el tambor de Colastiné
los tucu tucu
se hacen chichones con el boyero subterráneo
bichos muertos del tanque a la canilla a la botella
y a la mesa
Pica fulero un tipo de insecto más alargado
De lejos, ronco, sucio, el ruido de las motos
riff de pibitos con la bolsa de las compras
Algunos muchachos carnean porrones:
del envase de vidrio al de plástico
y al pico
Estoy solo, aburrido, soy parte del mundo
Sensaciones que revolotean como recuerdos
Por Leandro Arteaga / p/12 [Fragmento]
Nacido en Santa Fe, periodista y docente, Leonardo Pez reúne en Bicho sin dueño (Lubieta) -su cuarto libro- treinta poemas, cuya publicación fue posible gracias a Espacio Santafesino, el programa de incentivos del Ministerio de Cultura de Santa Fe. Impresiones vívidas, que miran detalles de la vida cotidiana y cruzan recuerdos, acompañan la lectura de Bicho sin dueño, cuyo marco contenedor lo ofrecen el arte de tapa e ilustraciones de Virginia Abrigo: bichos que ofician como un muestrario de las sensaciones que destila la poesía de Pez.
–Sentí una respiración cercana a la duermevela, al clima húmedo, al sol que cae o el Paraná dormido; pero con matices que de algún modo muestran que no todo es “hermoso”: hay suciedad, desechos, excremento, etc.
-Cuando le mandé los textos a Virginia (Abrigo), me dijo que le dio “sensación de noches de verano en Santa Fe”. O sea, playa y río. El río visto por quienes habitamos el Litoral tiene esa doble cara de lo cotidiano y lo terrible. Naturaleza a flor de piel, refugio ante tanto asfalto, memoria de la inundación. ¿Qué esconde el río? ¿Qué hará con lo que hemos hecho de él? Es algo que me pregunto sin pretender darle una cuota de “protesta” al poema. En todo caso, el material lingüístico de la poesía me permite enunciar la preocupación desde una mirada concentrada. Escribir termina siendo parecido a construirme un GPS. Una Guía Poética Sensible para entender mejor algo que me obsesiona, para ubicarme en el entramado social y hasta para conocer en profundidad mi ciudad. Como un verdadero GPS.
–Se me ocurre pensar que en tus poemas hay algo de “generación bisagra”, como si estuvieras en medio de dos situaciones; en algún momento hablás del rock, una música que ya no es la marca de esta época.
-Soy parte de una generación que quedó a mitad de camino. Ni analógico ni digital. Entre los mandatos patriarcales arcaicos y la ola feminista. Internet me cambió la vida del mismo modo que lo hizo el saber que no estaba mal ser un varón sensible. Definitivamente somos una generación bisagra; igual, supongo que todas las generaciones nos sentimos un poco así. El rock es lo que no existe más. O, en todo caso, existe en el under o como objeto de museo recreado por libros, series y películas. Y, de un modo ciertamente interesante, renace en emergentes como Dillom, Wos o Trueno. En el poemario es una fantasmagoría, un refugio, una identidad y, por qué no, la renuncia a envejecer. También la estética, ciertos consumos. “Continuado” nace desde ahí, con la angustia y el hartazgo por la muerte en fila de Pau Donés, Rosario Bléfari y Gabo Ferro, entre otros. La actitud rockera la encuentro en ciertos personajes que atraviesan el libro. En el Castrilli del barrio. En el vendedor ambulante que, al mejor estilo Miguel Abuelo, “te roba una sonrisa”. En el Fer Callero, que transforma un festival de poesía en uno de rock. Después de todo, son fenómenos no tan distintos, ¿no?
*
La objetividad es un efecto literario; el sujeto no se ausenta, sino que es producido por mediación y registro de lo circundante. En Bicho sin dueño (Lubieta, 2024), Leonardo Pez (Santa Fe, 1986) pone el ojo no en los objetos, sino sobre todo en una miríada de pequeñas acciones en collage. Un montaje. Así, los verbos dominan cada verso, muchas veces iniciándolo. El libro aplica, en sus dos secciones, dos modalidades con gran coherencia interna: por un lado, poemas contemplativos, en presente, sobre una realidad periférica; por el otro. largos poemas fragmentarios de tono autobiográfico, unidos a la historia, con su paso del presente al pasado perfecto.
Links
Poemas de Bicho sin dueño. En La Agenda Buenos Aires
Bicho Redactor. Leonardo Pez NL