Mi planta de ajíes / Timoteo Rinaldi

Mi planta de ajíes
Timoteo Rinaldi
San Miguel de Tucumán. Gerania Editora, 2021, 58 pp.


El silbido de un solitario

Por Leandro Llull

Este segundo libro de Timoteo Rinaldi profundiza el camino de una poética limpia y directa, consciente de las minucias que constituyen su música. El recorte de un espacio íntimo, a través de la segunda persona que escucha las reflexiones del yo ante sus episodios cotidianos, permite el ingreso del lector a esa domesticidad, y la intimidad a la que se nos invita se muestra sin embarazos ni retaceos, gracias a la claridad de las imágenes y del verso.

Sin embargo, no estamos frente a una coloquialidad —ni mucho menos—, sino que entramos a un canto que bien podría confundirse con el silbido de alguien que ronda solitario por las habitaciones de una casa y, sin mirarnos, nos susurra: “No pido mucho / cuando estoy bien. Hoy a la mañana, por ejemplo / me desperté / fui a leer al jardín / y cuando casi me levanto para buscar / una manta o un abrigo / el sol salió y me acarició / dorado / como siempre”. A la par, varios hilos narrativos se cruzan como sombras en una pared, confluyendo en el diálogo central, ese en el que la voz se refiere a un tú innombrado, pero perfectamente encarnable en el lector.

Por un lado, tenemos el crecimiento personal, la experiencia que se acumula y bulle en pensamientos e introspecciones, metaforizado en la irradiación de la planta de ajíes cultivada en la cocina. Por otro, la infancia, que salta a la conciencia bajo la forma de las visitas de un zorro escabullido por el jardín, aparece luego de atravesar los túneles de memoria cavados en el espíritu flotante de la lectura de Saint-Exupéry. Ambos coinciden en un presente liviano, por sincero, por sereno, en su fragilidad.

De este modo, quien se acerque a Mi planta de ajíes encontrará la paz de una poética que, a pesar de hallarse en pleno anabolismo, mantiene su equilibrio al expandirse: “Y ahora / que estoy solo / otra vez me pregunto qué hacer / con toda esta luz / que cae sobre mi pecho / y calienta mi corazón / como una manzana”. Una voz que medita ante la intemperie del invierno mientras el sol se refleja enfrente, en la ventana del vecino, y en una simplicidad y transparencia a las que solo la belleza accede, brilla en su cristal tan dócil.



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Más datos del autor y del libro. Reseñas: en Burak, reseña, por M. Barzan / La Papa, por W. Atencio