Moleskine / Alicia Silva Rey

Moleskine
Alicia Silva Rey
Buenos Aires, Barnacle, 2025


Pavese no quiere que lo lea

Por Catalina Boccardo

Texto de la presentación del libro

Moleskine, texto poético construido a partir de una estructura de cuatro “archivos” o capítulos. En el que los hechos, las autorías, los sitios a referir, quizá, no vengan con el ánimo de recordarlos sino para la acción contraria. Trataría de la jugarreta existencial. Una primigenia ya fallecida, la abuela, en la dedicatoria y al principio. Luego, las fugas temporales. Y lo ordinario, lo nimio, apostados por un largo rato pero nunca definitivamente. Y que suelen derribarse a golpe de ojo. No sólo al despertar del sueño profundo, como el revelarse existencial de alguien. Esas fechas mencionadas por la poeta, a modo de diario personal (y otras referencias más), son artilugios a desenmascarar.

Alicia es una Alice observadora, escucha y mira y lo dilata bajo un microscopio. Guarda y acumula restos ontológicos del despedazamiento provocado por sus búsquedas librescas. Se encarga, también, de describir el procedimiento y su velocidad:

El procedimiento es veloz,
un impulso
en el que soy y eres
a excepción de que,
por un instante,
la impaciente realidad nos orbite.

No será el vértigo de una revolución
sino el hambre en su punto exacto
de saciedad sin nada que interrumpa
la fluidez del alimento.

Y se vale de acumulamientos sensoriales: 

mi alhaja, mi musguito, mi residuo, mi speculum,
mi tejido mental, mi larva, mi cieno, mi estanque,
mi perro que sale del estanque

Este conjunto está expuesto al mecanismo de la reescritura. Justifico el método en el siguiente verso: “Lo conquistado aconteció cadáver”. Y de esta “escritura de escrituras que embiste”, de esta complejidad, las que pueden ser, por ejemplo, de atrás para adelante. Con un capítulo último (archivo “D”) invocado entre los jardines al estilo marosiano, alguna traducción de Ungaretti y esos significados nullos. Dudoso, incierto poemario, un reencuentro con la misma cosa en diccionarios diversos y movibles. Nullo, sin valor, vacío, sin efecto legal o de ninguna clase, inexistente, anulado o invalidado, sin importancia.

La autora, desde siempre, ejerce de cultora de las acepciones de las palabras, en nuestra lengua y en otras. Por lo que si la leemos así, con ojos nullos, correremos por las escaleras mentales pintadas por M. C. Escher. Una y otra vez, el desconcierto y la posibilidad desde diferentes perspectivas de sus versos.

las palabras son conceptos

los tópicos son conceptos

los asesinatos en Chile en Hong Kong son conceptos

la arquitectura, el arte, la locura contemporáneos:
túmulo de conceptos

los fetiches, mi bien, brillan como conceptos,
la cobardía política, los arrancadores de ojos

Materiales apelativos de una biblioteca universal. De vocación cuasi filosófica y no dogmática. Michel Deguy, cercano a Derrida, escribió “No me dejes ignorar dónde estarás / Léeme el borrador planetario / ¿Te comprometo al conocer tus / objetos?”.

En el archivo “C”, a modo de capítulo que no cierra, la autora dice que “Pavese no quiere que lo lea”. Y señalado de esta manera, estimo, habrá que abalanzarse contra ciertos poetas. Justamente, porque el no querer, en este juego, implicaría lo opuesto.

Ahora, qué textos sí deberían ser elegidos para nuestro deleite. O qué autores, no ser leídos. ¿Alguien querría contestar estos interrogantes? O el arte de la lectura se extingue si la presionás como a una oruga débil o a un caracol. Porque la pregunta queda suelta a lo largo de Moleskine. Nos obliga a seguir la baba traslúcida. Exhumar “finas mantas de ceniza donde antes hubo cuerpo”.

“Dialectos”, titula al capítulo/archivo. Y sugiere un yo semejante  a una Sylvia Plath que mantiene viva a la prole. Serán sus hijos o sus libros o la sumatoria de ellos. Con la suerte de no auto-fagocitarse. De no prender el gas. Y por consecuencia, no estallar para adentro ni contra los muros ni contra nadie.

Pavese, el concepto “pavese” continuará en la mayor duda melancólica. Ya, anterior, en el archivo “B”, aparece el epígrafe de Homero Manzi y Lucio Demare, aludiendo a “los fantasmas de la canción” (p.25). Para luego, dar inicio a un poema que dice: 

No preguntaré
Como Alejandra
Pizarnik: ‘Si digo agua,
¿beberé?
Si digo pan, ¿comeré?

Una fantasmagoría de una alianza potente en esta poeta, dedicada a la reflexión sobre sus influencias literarias, pesadas como archivos materiales. Y porque lectura y escritura son términos imbricados. Lecturas de toda clase y tenor.

Si fuimos más livianos que un algoritmo
Y a la vez más estúpidos

Con la atención que Alicia presta a sus “estados alterados de Facebook” (en letras mayúsculas al final de este mismo libro), fui a buscar, por mi cuenta, uno de sus posteos de hace años. Decía: “Privadas de la memoria del suceso que provocó nuestro nacimiento y privadas asimismo del saber o experiencia de la propia muerte, siempre a merced de nuestra copiosa imaginación, ensayamos el guion personal de nuestra supervivencia».
2016.
ASR.

Desde hace décadas, las redes, nuestra extensión digital y cotidiana, forman un “nosotros” derivado, ampliado (y al mismo tiempo, restringido), narcisista y comunitario, no tangible, mental, hecho de palabras escritas, cuya ambigüedad a descifrar provoca más escritura. Hasta un audio o un video se convierten, a la larga o a la corta, en frases que los parafrasean. Y serán hechos poéticos si alguien, como Alicia Silva Rey, toma el compromiso estético de su guarda.

¿Es posible considerar que una cabra
no se adapte
sino que mixture en su espacio?

¿Cómo el lenguaraz espiando,
en la espesura, una lengua?

¿Sin red, esa lengua
ranquel
parlando
rescatando
la vida de Mansilla?

¿Quién sabe a ciencia cierta
la intemperie que cabe
entre una cabra gramófona
y el mundo?


Poemas de Moleskine, de Alicia Silva Rey

Selección: Silvana Franzetti

De: Archivo A. Sábado, 10 de octubre de 2015

Desconciertos

1
Los “bárbaros” traían
el incienso y la mirra
de los nuevos sentidos.

Fuimos,
sin saberlo,
la mutación en curso
de una conciencia
disipándose.

Nuestra meta era (la incertidumbre),
nuestra vigencia dependía de la intrusión
a las viejas aldeas
por los sistemas de pasaje
que fuimos.

Te digo amor a ti.

El procedimiento es veloz,
un impulso
en el que soy y eres
a excepción de que,
por un instante,
la impaciente realidad nos orbite.

No será el vértigo de una revolución
sino el hambre en su punto exacto
de saciedad sin nada que interrumpa
la fluidez del alimento.

Te amo te pierdo como
la intensidad fluvial de
la seda en
la sirga.

Animal mío, amigo mío,
eres sin extinguirte
y sin mí.


 3
Un descuido en la excavación
(una doncella lanzada
al agua del cenote).

La primera persona del singular destila
heridas cortantes,
resinas vegetales,
mundo y apariencias de mundo.
Exhuma finas mantas de ceniza
donde antes hubo cuerpo.

El tributo en trabajo y especie
de esa voz primeriza,
apenas núbil,
es causa de estallidos,
migraciones, acampes,
inundaciones.

Factores confluentes incitan
el colapso de las ciudades
y la descomposición
de la producción
no afín al capital.

Abandonados los centros ceremoniales,
consumidos campos y atmósferas,
devaluadas las lenguas,
transtornadas las jerarquías
(que en varios casos
tenían conciencia
y belfos de animal), poco hicieron
ante lo que parecía inagotable.

Lo conquistado aconteció cadáver.
El universo, del tamaño
de un tamal comestible
fue abriéndose, lento,
al tatuaje de las lenguas,
escritura de escrituras que embiste (1)
en torno a este fuego central.


(1) Cita alterada del verso “Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que meteoros” (…), Borges, “Jactancia de quietud”. En: “Luna de enfrente”, 1925.


 De: Archivo B. Jueves, 18 de julio de 2013

3
[РОЕМА] Картины метлой рисует дворник из Ижевска. Когда появляются на снегу его рисунки дети просто прилипают к окнам и с восторгом их рассматривают

Un barrendero de Izhevsk (la capital de la república de Udmurtia, en Rusia) pinta un cuadro en la plaza, sobre la nieve.

Lo “pinta” con su escoba.

La gente se despierta a la mañana, mira por la ventana y así comienza el día.


6

…el campo que pacen estrellado
las fieras altas de la piel luciente.

“De uno de los sonetos a Lisi”
Francisco de Quevedo.

El conjunto aportaba intimidad,
el ritmo, dábase en partitura.
Carta navegable
leída a ciegas
a causa de impulsos
en los que se perdían.

Hundirse a penas,
a la altura de los omóplatos.

El brazo derecho establecía
amarre con el cuello.

Vistos desde cierta distancia,
los cuerpos conformaban
la más pacífica,
la menos física de todas las escenas posibles.

Otras imágenes cayendo
en caireles blanco brillante:

desnudos,
formas que han sido,
modulación de la carne en los huesos.


 De: Archivo C. Miércoles 12 de septiembre de 2012

5
Pavese no quiere que lo lea

El corazón de Pavese yace en su pecho
acorazado.

Sobre él cae rayos y centellas
que el corazón de Pavese crea.

Impulsos eléctricos,
fisiológicos.

Ni es conmigo ni es sin mí.

El corazón de Pavese
me nubla el corazón.

Pavese è anche nella marina medievale
ciascuno degli scudi che i marinai,
al momento del combattimento,
disponevano lungo la murate della nave
per formare un parapetto difensivo.*

* Traducción de Jorge Aulicino


 De: Archivo D. Viernes, 24 de agosto de 2013

2
Oruga fuma su narguile.
No considera que
una única espora
de hongo albergue
ninguna posibilidad
de acceder
tanto a la dimensión de la grandeza
como a la de la pequeñez.

—¿A qué obedece ese aburrimiento? —preguntó a Alice.
—Ellos atrasan.
—¿En qué sentido?
—En el sentido de atrasar. De ir para atrás. De retroceder.
—¿A qué lo atribuirías?
—Están aferrados.
—Tuc, tuc, tuc —calló profundamente Oruga.
—Señoraaaa Orugaaaa, ¿lo entiendeeeee?
—¡LAPLAPLA! —omitió la Oruga.
—Cuando abandone su hongo transformada en mariposa…
—Silencio, niña, soy TODO oruga.
—PERO…
—ESO no te concierne.
—Pero me incluye. Su no saber me incluye… Su aferramiento a los estados conocidos me incluye. Su ignorancia me inc…
—Por supuesto.
—¿Entonces…?
—¿Estás o no contenta con tu tamaño actual? —preguntó Oruga.
—Bueno, me gustaría ser un poco más alta, si a usted no le importa. iSiete centímetros es una estatura tan insignificante!
—¡Es una estatura perfecta! —dijo Oruga irguiéndose cuan larga era (exactamente siete centímetros).
—¡Pero yo no estoy acostumbrada a medir siete centímetros! —aulló Alice hacia adentro—.
—Te irás acostumbrando —pensó Oruga. —Te irás acostumbrando.

(ESTADOS ALTERADOS / DEL FACEBOOK de ALICE)