Poeta, traductora y ensayista, Roxana Páez viene desarrollando desde la década de los noventa una escritura minuciosa y personal, estilísticamente irreverente, de raros y emocionales trazos. Fauna del nuevo milenio (2023), segundo volumen de la Colección de poesía argentina Estaciones de la editorial Miño y Dávila, presenta una antología de la escritora radicada en Par´ís. Reproducimos poemas y fragmentos de la introducción y la entrevista que completan el volumen, ambas realizadas por Mario Nosotti.
Una gran distracción animada
-Notas sobre la poesía de Roxana Páez- (Fragmento inicial)
Por Mario Nosotti
“Mi trabajo cotidiano consiste en contener las huellas de lo percibido en cajas de ritmo, máquinas de gorjear”, dice Roxana Páez en el prólogo a Impasse de la ballena, un libro publicado en 2018. “Los poemas nacen de la sorpresa y del descubrimiento, se asemejan a una foto movida, porque esta parcela del mundo está hecha de movimiento puro, de cambio. Los versos son como lo que queda en las imágenes retinianas, restos de luz retenida en el instante mismo en que las situaciones que reflejaban dejaron de existir.”
Desde la joven que publica su segundo libro bajo el sello de esa tribu que amparada a la sombra de Delfina Muschietti y las lecturas de Centro Cultural Ricardo Rojas empezó a infiltrar con su actitud renovadora la poesía argentina de los años 90[1], hasta la que en su sostenida inconstancia publica unos diez libros tres décadas más tarde -pasando por la ensayista (Manuel Puig, Juan L. Ortiz, Francisco Madariaga) y traductora ( Pierre Klossowski, Marcel Duchamp, Georges Bataille entre otros)- la obra que Roxana Páez viene construyendo en silencio, como por sedimentación de capas subterráneas, emerge hoy en la constatación de un registro cuya labilidad, densidad y contundencia difícilmente puedan ignorarse.
Apartada de los centros de legitimación, guardada por pudor y decisión propia, (“La libertad existe/a condición de no dejarse ver demasiado”, SBR), esta poesía marcada por el trasplante, las idas y venidas, los zigzag (Mendoza, Buenos Aires, La Plata, París, el presente, el ayer reanimado) fue instalando a través de sus libros la configuración de una particular extranjería, de sombra familiar tan íntima como evasiva. La condición flotante, derivativa que habita sus poemas, encuentra su motor en el destello de ciertos territorios: la infancia, los viajes, la lectura, la transculturalidad.
Si los individuos, según Deleuze, se definen por sus velocidades más que por cualquier otro rasgo identitatario, el sujeto poético de Roxana se asume en la deriva hipnótica de una voz que teje espacios de conciencia atados fuertemente en la sensorialidad. La alternancia, la indecisión, se convierten en una postura personal y política. Lo elusivo es en su caso lo más nítido: lo que brilla un instante, lo que se manifiesta, tiene la pregnancia de lo que se recorta como un sello. Solo el poema es capaz de retener esa fulguración que al momento siguiente se pierde en lo real, imagen-movimiento que no se desanima “por la idealización del ojo ni el desajuste impotente del lenguaje”.
Desde su partida a Francia en 2001, cuando obtuvo la beca Saint-Exupéry para realizar su Doctorado – por el que se llevó a dos poetas en la mochila: Juan L. Ortiz y Francisco Madariaga- entregada a la escritura y a sus clases en París, esta platense instalada (casi un oxímoron tratándose de Roxana) en el barrio multicultural de Belleville -cifra de una fascinación por lo errante, lo provisorio, la mezcla cultural alejada del “multiculturalismo”- ha hecho del vivir y escribir entre dos lenguas la parte más visible de un eco amplificado: el diálogo entre tiempos, geografías, espacios afectivos y biográficos que entrama la imaginación.
Chicos, chicas, marcas de la cultura pop y el mainstream, imágenes veloces, luminosas, asociaciones raras, sorprendentes, pueblan sus poemas. Un hermetismo de miniaturista, del detalle animado, se alía a la extrañeza como arma para densificar el mundo, para hacer emerger su carácter sombrío, casi mudo y de pronto, solar. Los poemas de Páez son como actos de magia, las cosas, las personas, aparecen y se esfuman en el flujo de la narración continua. Como esos pueblos vistos desde la ventanilla del tren (estoy glosando uno de sus poemas), que se dejan atrás porque el tren corre, pero también porque aparece el mozo y te ofrece un refresco.
[1] La voz del erizo fue un ciclo de lecturas, experimentación y encuentro (con deriva editorial, La Biblioteca del erizo, de Editorial La marca) dirigido por Delfina Muschietti en el que se mezclaban poetas consagrados con voces emergentes de la nueva poesía argentina (Susana Villalba, Ariel Schettini, Silvio Mattoni, Gustavo Álvarez Núñez, Carlos Ellif, Marina Mariasch, Pedro Mairal, Lucas Margarit, Romina Freschi, Carlos Battilana entre muchos otros), que inició en el año 1992 en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la ciudad de Buenos Aires y duró más de una década. Roxana fue una participe ocasional de esa sociabilidad que, por otra parte, nunca funcionó como un grupo.
Fauna del nuevo milenio: poemas
Superposición de barrios
Un panadero entró con gran impulso.
Está por llover. Como cada vez
que se anuncia el agua con calor,
viene tu infancia,
las campanillas a punto de estallar,
violadas por los abejorros,
sus cables electrizando el pasto,
tu llegada dormido
en medio de los ladridos de los perros
del barrio.
Mientras tu padre trabaja o ya tuesta
tus panes, quitándome ese gusto
de escucharte primero.
Ahora el panadero va perdiendo
impulso, pero flota todavía
suspendido
descendiendo
y roza la foto de la adolescente
que lee
apoyada en un ánfora gigante
con un perro dormido a los pies
y el pelo cortado como un hombre
en mi ciudad natal. No conozco
ese patio. ¿Qué lee? No me contesta.
Es mi madre. Yo todavía
no nazco.
Fotos del 80
Vive un labio brillante,
la luz en la boca bajo el ala
del sombrero. En el escondite
de los ojos intuyo (o recuerdo)
el haz del iris en las paltas.
Muy de cerca, desaparece muda
en los cristales del bromuro,
pero el kimono es verde y
un pájaro emigra
bordado en la espalda.
La voladura de la voz queda
sobre la garganta
en sombras
con mostacillas de «oro».
Gordas
Tan cálidas manos sacan la cáscara
a una lengua de vaca.
La voz les viene de su gruta.
La cocinera que más dice
al hacer troncha la carne gris
y la vuelca en un fondo donde crujen
pasas, duraznos y ciruelas,
como piedras que recién deja el agua.
Tapa la “deliciosa lengua frutada”
que sangra
con rodajas de tomate
muy finas.
Vidrio esfumado para mirar a través
del olor. A las dos, el reflejo del hambre
gruñe por el animal vivo
en el hombre
haciendo ambages
sobre los techos de aluminio.
El vapor frutado que sube
ya no es doméstico,
es un trance animado por el viento
y las preparadoras,
aunque baje
como lluvia de caldo.
Flor por nube
El café con un vaso de horchata fresca,
que es dulce,
una leche de fruto,
para volver a la calma.
El tomate se frota contra la tostada,
un chorro de aceite de oliva,
encima la tajada de queso.
Mordí la pila blanda y crujiente.
Muerdo la carne del durazno.
Bajo del tren y retrocedo a pie
hacia la playa de Ocata.
Un kilómetro por la arena,
entre las vías y el mar.
Hombres desnudos,
con el sexo dorándose, un pedazo de pan.
Solo uno de pie secándose,
el miembro perpendicular al torso
apuntando a otros hombres.
Llego a un punto de mi playa
de adpoción, entre el silencio
del vaivén de las cosas
y la risa colectiva.
Repetidos versos de las olas,
el vaivén.
Saco mi libro, mi libreta, mi lápiz,
mi corpiño.
Me zambullo.
Sólo estoy aquí,
y en ningún otro lugar.
(…)
La apuntadora sopla escondida
Me encanta oler a humo,
volver a oír
a mi abuelo diciendo
«ni loco besaría
a una mujer que fuma».
La amiga de tu hermana
pasa por la calle de abajo
frente al baldío. Las montañas se recortan
azules en el fondo.
Antes la tierra seca cortada por la calle
de donde bajas del troley
y caminás hasta el monoblock.
Son varios metros y alguien te podría
de hecho un hombre baja detrás tuyo
te sigue, te mete la mano entre las piernas
desde atrás
como si fuera la cabeza de una víbora.
Lo hace diciendo palabras que te olvidaste
y se va. Solo te rozó sin más.
La amiga de tu hermana pasa con tu blazer
azul entallado con que debías ir a la escuela
mañana.
Mi amiga hizo saltar el candado
de mi placard de vuelta.
Vas a pegarle cuando la veas, patadas en el culo.
Tirarle el pelo
para que deje de ser mala.
Se llevó el cassette con la voz de tu padre.
Lo borró para grabar otra cosa
encima. Ya no tenemos nada de papá.
En el cassette papá nos hablaba, cantaba,
tal vez silbara. Nos extrañaba
en Buenos Aires.
Me acuerdo que volvió de un congreso
y quiso besarme
y yo le dije que no lo reconocía.
Mi amiga se hizo tomar una foto
con las piernas abiertas, bien abiertas
como si fuera a parir. Pero no está
embarazada. Tendrá 15 años y
de los lados de la bombacha
le salen arañas.
Mi abuela se asoma y abre de pronto
la carpa y ahí está mi amiga
con mi compañero de teatro.
Mi abuela se pone a gritar
y sale corriendo
en sentido contrario.
Mi papá volvió de la guardia
y me pidió la muñeca de trapo.
Mi papá quería dársela
a una nena que iba a morir.
Mi papá se murió
un sábado o un domingo.
Se cayó y se calló.
Iba por un desfiladero.
Habría una tormenta de nieve
o mucho viento y se desbarrancó
allá en un abismo. Su deseo
realizado de entrar
en la clandestinidad.
Tenía veinticinco años
el compañero que subía con él.
Ahora sé que no iban encordados.
Que el chico bajó para buscarlo
y no pudo acceder,
se murió congelado.
Esto lo supe el año pasado. No antes.
No durante treinta años.
Por entonces para mí no era un chico
aquel hombre de cara redonda.
Estaba ya casado. Y durante la búsqueda
oí que quiso tener hijos.
Parecía Penélope mi madre, pero no
tenía tiempo de tejer. Y la prueba
era simple: soportar a todos esas nenas
y su hermano menor.
Ganó el que escribió sobre chicos
que se dormían congelados,
sacrificados por sus padres
caciques. Yo leía las pesquisas
del hombre que reemplazó a mi padre
cuando me escapé.
Spokenwords al unísono:
El 25 de mayo nació
un caballo, levantó la cola
y le salió un zapallo
Febo asoma, punto y coma, los zapatos
de tu abuelo son de goma y los míos
son de acero…
En el cielo las estrellas, en el campo
las espinas y en el centro de mi pecho
una lata de sardinas…
Todo venía de la educación patriótica
que se trasladó al tango Volver
con la frente marchita y la verga chiquita
de tanto cojer con jota.
Muchas chicas nos ponemos
a fotografiar las flores del maestro Gérard
abrazadas a los yuyos
coronados con floraciones
peinadas y de arrabal.
Los chicos
se desarrollan en muchas
direcciones y tiempos imprevisibles.
Hace catorce días la casa
……………se cerró.
…………………………Pero después
se abrió, se abrió, se abrió
…………………………y yo no estaba.
Entrevista a Roxana Páez
(Fragmento)
—Tus libros nunca fueron colecciones de poemas sino más bien proyectos conceptuales ¿Cómo se dan? ¿Podrías caracterizar algunos de ellos?
—Me parece que ningún libro fue un poemario. Pero también que cada poema es libre y autónomo. Siempre se me dan en asociación… Aparece el título como un cartel en la mente (tal vez por algo que voy escribiendo y encuentra “su casa” de repente). Sigue todo un período en el que habrá poemas, textos que se encaminan a esa casa. El título queda indeleble… y funciona como el nombre de un preparado en un frasco que tendrá efectos aleatorios. Ese tipo de libro existe desde siempre. Me gustan cuando quedan suspendidos, legibles, disfrutables por su levedad.
Gran distracción animada: me acuerdo que esos poemas se unieron como “baladas”, por un tono lírico-narrativo como impostado, dramatizado y anacrónico, sin embargo hay alguna que está basada en un artículo de un diario, un asesinato de la cana. Poemas con “máscara”, voces de personajes.
Las vegas del porvenir: lo presentó Mirta Rosenberg en Corrientes, donde Delfina Muschietti coordinaba La voz del erizo. El título vino de un sueño con “vegas”, un tipo de terreno, de suelo. De pronto la experiencia de la escritura dibujó un porvenir. Los poemas están en la misma onda que la plaquette anterior.
La indecisión: es un título pop, como si fuera de historieta, de Susy o secretos del corazón. Una escritura premonitoria de un corte. El corte ya aparece en el título. Después los poemas serán más narrativos y menos herméticos.
Fogata de ramitas y huesos recoge la experiencia de la escritura como combustión, duelo y “concretización” dinámica del tiempo gastado, del gasto del tiempo, el lujo de los poetas. Esta primera casa de humo tiene su origen creo en el poema con el título “El suelo sigue bajando y el cielo sigue subiendo” (que es un verso de Zelarayán): ¿Por qué si “vamos de nuestro cenit a nuestro nadir”, como dice Huidobro, la gravedad no atrae rápidamente la ceniza? Claro que la combustión concierne a varios planos del libro, tinta incluida.
Serie de banda rumorosa: recopilo esas falsas “crónicas de viaje” en el sentido de que no hay descripciones ni loas al espacio. El título me dio mucha felicidad. Lo leí en italiano varias veces por las rutas de Cerdeña en carteles que anunciaban los lomos de burro. Inmediatamente me lo apropié para traducirlo literalmente sin saber italiano, justamente, porque esa “traducción” fue como una definición de la poesía que me cayó de arriba, perfecta.
Impasse de la baleine: más que Jonás la ballena de la adaptación de Disney de Pinocho con esa casa refugio que el personaje encuentra después de ser deglutido. Creo que había una mesa y una vela, y ese refugio es el espacio de la escritura. El cuarto propio móvil y provisorio. Pero acá más me sentí como antena que captaba las lenguas de Babel, de las migraciones con historias no contadas, esos vecinos con historias desconocidas ultra densas, intensas, la gentrificación, lo que acogió y expulsa… etc. Es más, en un momento había querido hacer talleres en una librería muy buena del barrio para que la gente escribiera su experiencia de cómo habían llegado hasta aquí para ganarse la vida. La composición duró muchos años: de 2003 a 2015, primero, y después tuvo muchos retoques entre 2015 y 2018, y nuevas modificaciones en 2022 cuando salió la versión bilingüe. Ahora me doy cuenta también de uno de los orígenes de ese cometido que viví como una obligación de dar cuenta: obviamente, las migraciones. Encontré el observatorio privilegiado sincrónica y diacrónicamente de las migraciones. En nuestro inconsciente colectivo está esa combinación de desarraigo de ancestros venidos “del más allá” de América y la desaparición de nuestros pueblos originarios como tales, muertos y/o erradicados de sus lugares, de su cultura y de su lengua. Aquí también los “nómades arraigados” como en cualquier ciudad gentrificada del mundo “deben desaparecer”. Pero además desaparecieron en las razzias más densas cientos de chicos y de adultos durante la ocupación. El gobierno los entregaba a los alemanes, algo que se negó a hacer Marruecos con sus ciudadanos judíos. Esas placas de triste memoria en las escuelas tienen un eco en los nativos del país de más de 30000 desaparecidos. Los mismos padres de Perec desaparecieron en los campos. Y los campos gitanos…. Ellos siguen siendo perseguidos y se busca erradicarlos. Y más lejos en el tiempo los fusilamientos de las comuneras, los comuneros. Y nuestros años setenta. El azar me mandó a un barrio mirador, pero si bien es una colina, todos estamos a la misma distancia entre suelo y cielo. Es poesía esta crónica de migrante y de migrantes, no versos escritos en una torre leídos con voz altisonante. En este instante soy consciente de que Impasse de la ballena, impasse de la struggle for life, fundamenta implícitamente lo que sentí los primeros años del milenio. Para mí, Francia o París nunca fueron las de los escritores de los dos siglos anteriores. Desde el primer día París fue un observatorio del mundo a ras del suelo. Un observatorio del estado actual de las cosas visible por las distintas vías y motivos de las migraciones.
La Tiza de Poe: Hay como una exasperación autobiográfica, pero en realidad la voz, la máscara se pregunta por el origen de la escritura, la propia mitología sobre cómo se descubre esa veta… una lectura arqueológica… Con un chiste, como riéndome de mí misma en el título, que contiene la palabra “poetiza”. Y está ese poema “Intento de traducción”, que se me ocurrió pensando cómo podría hacer para escribir en castellano un poema que me salió en francés, “TraverSee” y que es imposible de traducir. La traducción es otro poema, hecho con el mismo procedimiento. Pero las palabras son otras y otra la extensión. Una recreación en el sentido de Haroldo de Campos, una máquina repensada. “TraVerSee” sin embargo tiene un sujeto colectivo y la travesía es no solo la de balsas y barcos precarios, sino también la de las lenguas. “Intento de traducción”, en cambio, parte de una voz individual.
La isla fosforescente: agotada de haber sometido mi escritura también a factores externos, a una poesía antropológica donde también registraba mis efectos migratorios, este texto me llegó como una liberación después de haber oído y mirado tan obsesivamente. Las visiones son más bien interiores aunque haya imágenes que pueden ser griegas o del altiplano desde la Isla del Sol. La voz poética muta y descansa del género (el humano y la voz poética antropomórfica, jajajaja). Por eso empieza con el punto de vista de la cabra, hay flash-backs y una tensión panteísta y suavemente dionisíaca por la metamorfosis. También la burla del rol de “poetiza”, papel asignado al género por gender, palabra desprestigiada: cabra, loca, la loca de la casa, la imaginación, etc. (poeta, mujer). Y en ese desprestigio aparece la empatía con el burro, uno de los animales más fotogénicos que existen. Es como un teatro mental. La isla fosforesce en la mente y yo necesitaba aislarme después de captar tantas ondas durante años. Acabo de ver hace tres días E O de Skowlimosky. Creo que él leyó La isla fosforescente (risas) y se forzó con las tomas para dar la subjetividad del burrito, en realidad, varios que tienen el mismo papel.
Como referentes reales hay varias islas, por ejemplo, las ruinas arqueológicas de un cementerio donde los reyes eran enterrados con sus esclavos fueron encontradas en un parking de Naxos. Cuando llegás por agua, además, tenés el templo de Dionisos al aire libre “de entrada”, antes mismo de que el ferry amarre. Pero desde la Isla del Sol, rodeada por el agua que no te deja ver otras orillas, con los templos de piedras, sus burros y sus cabras, se tiene la misma impresión. El mundo rural, básico, igual a sí mismo desde hace miles de años, con esa “nostalgia” y “admiración” que despierta, en realidad es el mundo de las églogas y del Siglo de Oro. Lo bucólico real está en la poesía o en lo que leemos, o más que en lo que leemos en la posibilidad que tenemos de encontrar nuestro espacio idílico en el libro, en los que leemos, en los que escribimos (aunque no tengan nada de idílico).
Diario de la china: Un grupo de pintores argentinos iba a realizar una muestra en una galería que había sido una casa tomada. Christian Prunello hacía una residencia. Claudia Haber tuvo la idea de invitarme para que me uniera a ellos en esa muestra asociada al Bicentenario (2010). Nos pusimos de acuerdo con Vicente Grondona. El hizo el día de la lectura un mural efímero con carbón asociado al poema mientras la hija de Martín Reyna escribía con tiza en un pizarrón los versos que le habían gustado que yo le había pedido que subrayara previamente. Las dos teníamos ponchos rojos. La invitación me hizo pensar enseguida en nuestra educación patriótica y los actos de la escuela. Pero para escribir usé la máscara de la china, cuyo arquetipo nacional es la china sin voz ni voto del Martín Fierro. Una china que decide arreglárselas sola para ser libre. Solitaria, casi invisible, contemporánea.
Roxana Páez (La Plata)
Poeta, ensayista y traductora. La beca Saint-Exupéry la llevó a París donde reside. En Francia obtuvo un Doctorado sobre poesía y espacio. Tradujo a Pierre Klossowski, Rachid Boudjedra, Michel Serres, Cornelius Castoriadis, Henri Méchonnic, Bernard Dort, Marcel Duchamp, Georges Bataille, Mamhoud Darwich, Geneviève Huttin, Josée Lapeyrère. Recibió el Primer Premio Nacional de Poesía del Concurso Enrique Pezzoni (1993), el Segundo Premio del Concurso Nacional de Poesía La Piedra Movediza (1994); y en 2010 Fogata de ramitas y huesos obtuvo el Primer Premio Internacional Juan L. Ortiz, al libro de poesía de la década. En 2011 obtuvo el Segundo Premio de Ensayo del Fondo Nacional de las Artes por Poéticas del espacio argentino.
Más textos de Roxana Páez en op.cit. «La isla fosforescente seguido de Diario de la china», poemas / “Mascarilla o hijas del deseo difícil de realizar”, poemas / “Países en la palma de la lengua”, sobre El impase de la ballena, reseña, por M. Nosotti
Poesía
Impasse de la baleine (Ed. bilingüe, trad. Anne Talvaz), París, Le Temps de cerises, 2022
La isla fosforescente, La Plata, Pixel, 2021
Impasse de la ballena, Córdoba, Alción, 2018
La Tiza de Poe, La Plata, Malisia, 2018
Traversée (plaquette), Fidel Anthelme X, 2016
Crying Body (antología virtual con prefacio de Vicente Constantini), 2015
El diario de la china. Donde el diablo perdió el poncho y el zorro y la liebre se dan las buenas noches, Córdoba, ed. bilingüe, Fidel Anthèlme X y Sofía Cartonera, Córdoba, 2012
Serie de banda rumorosa, Córdoba, Alción, 2011
Madre Ciruelo, Córdoba, Alción, 2007
Lettera rarissima, antología bilingüe, Marsella, Fidel Anthèlme X, 2007
Fogata de ramitas y huesos, Córdoba, Alción, 2002, reed. 2009 y en ed. bilingüe, París, Refflet de Lettres, 2012
La indecisión, Buenos Aires, La Marca, 1999
Las vegas del porvenir, Buenos Aires, La Marca, 1995
Gran distracción animada, Buenos Aires, Seis Sellos, 1994
Edición, artículos y notas
Contradegüellos, Obra reunida de Francisco Madariaga, Paraná, Eduner, 2016
Ensayo
Poéticas del espacio argentino, Buenos Aires, Mansalva, 2013
Manuel Puig: del pop a la extrañeza, Buenos Aires, Almagesto, 1995